?Una ley h¨ªbrida de ciencia e innovaci¨®n?
Es preferible esperar unos a?os m¨¢s a estar regulados por un bodrio que no resolver¨ªa los problemas del sistema, sino que los agravar¨ªa
Durante la legislatura pasada (2004-2008), al tiempo que se estaba dando una mejora en la financiaci¨®n de la I+D p¨²blica, empez¨® a tomar cuerpo la necesidad de hacer una nueva ley de la ciencia que sustituyese a la de 1986, notoriamente obsoleta.
La respuesta a esta corazonada de algunos cient¨ªficos, por parte de las autoridades competentes, oscil¨® entonces entre el desinter¨¦s, el escepticismo o la oposici¨®n m¨¢s cerrada.
Los miembros de la Red CTI/CSIC, en donde hab¨ªa surgido la reflexi¨®n en cuesti¨®n, siguieron a su bola sin desanimarse, hasta conseguir que los partidos pol¨ªticos incorporaran a sus programas electorales la necesidad de redactar una nueva ley de la ciencia.
La presente legislatura (2008- ) se inici¨®, as¨ª, con un flamante Ministerio de Ciencia e Innovaci¨®n (MICINN) que asumi¨®, con la fe del converso, la tarea de redactar una nueva ley de la ciencia.
Las razones por las que los miembros de la mentada red opin¨¢bamos que era necesaria una nueva ley se pueden resumir, esquem¨¢ticamente, en los siguientes puntos:
1) existe en Espa?a un problema de gobernanza del sistema de I+D que afecta, en primer lugar, a la planificaci¨®n, porque no funciona eficazmente la coordinaci¨®n entre la Administraci¨®n General del Estado y las Comunidades Aut¨®nomas;
2) nuestro sistema ofrece un gran desequilibrio entre unos razonables indicadores del sector p¨²blico y sus escasas contrapartes del sector empresarial;
3)la arquitectura institucional muestra unos claros s¨ªntomas de fatiga, que podr¨ªan resolverse, quiz¨¢, en el marco de la entonces flamante ley de agencias p¨²blicas (Ley 28/2006 de 18 de julio);
4) el Plan Nacional de I+D, creado por la vigente ley del 86, ha cumplido m¨¢s que satisfactoriamente la mayor¨ªa de sus objetivos, pero est¨¢ muy necesitado de una revisi¨®n a fondo y
5) las universidades y los organismos p¨²blicos de investigaci¨®n necesitan un nuevo marco regulatorio y unos nuevos instrumentos de financiaci¨®n y reclutamiento de personal, para competir en el "espacio europeo de investigaci¨®n" y en un mundo globalizado.
El caso es que el MICINN se puso manos a la obra, utilizando un discutible procedimiento dual de una comisi¨®n de expertos en I+D, que aportaba ideas y contenidos, y un equipo de amanuenses en la sombra, que lo traduc¨ªa a lenguaje administrativo.
Sin embargo, a medida que avanzaba la legislatura, el MICINN fue convirti¨¦ndose, poco a poco, en el MINN ( Ministerio de Innovaci¨®n), primero al ceder la competencia sobre universidades a un reverdecido Ministerio de Educaci¨®n, despu¨¦s al beneficiar al ¨¢rea de innovaci¨®n en detrimento de la ciencia, cuando llegaron las rebajas presupuestarias y, finalmente, al destituir al secretario de Estado que lideraba el proyecto de ley.
A estas alturas, el Ministerio de (ciencia e) Innovaci¨®n parece ser que pretende darle un nuevo enfoque a la ley, reforzando m¨¢s sus contenidos de innovaci¨®n, a pesar de que el anteproyecto de ley en cuesti¨®n, se encuentra ya a debate en una escasamente entusiasta comisi¨®n de secretarios de Estado y subsecretarios, en la que los m¨¢s integristas recortan con celo todo aquello que, directa o indirectamente, se aleja del esp¨ªritu de la sacrosanta LOFAGE [Ley Organizaci¨®n y Funcionamiento de la Administraci¨®n General del Estado] que, como todo el mundo sabe, es palabra de Dios, te alabamos Se?or.
Erasmo de Rotterdam, que es algo as¨ª como el abuelo o el t¨ªo abuelo del Espacio Europeo de Educaci¨®n Superior, tradujo en sus Adagia un proverbio griego con las concisas palabras lex et regio, que quiere decir "cada pa¨ªs tiene su ley", en lo que, como es habitual, no le faltaba raz¨®n.
Pues bien, ?Se merece este pa¨ªs una ley de la ciencia como la que puede acabar saliendo, despu¨¦s de tantos acelerones, frenazos y volantazos??No es preferible que se aparque esta iniciativa para mejor ocasi¨®n? Es probable que, sea cual sea el resultado de las pr¨®ximas elecciones generales, en la pr¨®xima legislatura no exista un ministerio espec¨ªfico dedicado a la pol¨ªtica cient¨ªfica. Se habr¨ªan producido, as¨ª, dos intentos fallidos, el Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa (MiCyT) de Anna Birul¨¦s y el MICINN de Cristina Garmendia.
?Se imaginan ustedes con qu¨¦ entusiasmo va a desarrollar y aplicar una ley h¨ªbrida de ciencia e innovaci¨®n un futuro ministerio inespec¨ªfico? Guarden, pues, el anteproyecto en buena hora y vamos a esperar a tiempos m¨¢s propicios, que es preferible esperar unos a?os m¨¢s, a estar regulados por un bodrio que no resolver¨ªa los problemas del sistema, sino que los agravar¨ªa.
Y ya saben aquel sabio consejo de Hip¨®crates: primum non nocere , lo primero es no agravar las dolencias del paciente.
Javier L¨®pez Facal es Profesor de Investigaci¨®n del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC)
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