Muere Edward Schillebeeckx, te¨®logo en la frontera
Nacido en 1914, fue una de las personalidades m¨¢s influyentes en la renovaci¨®n del cristianismo durante la segunda mitad del siglo XX
El 23 de diciembre muri¨®, a los 95 a?os, Edward Schillebeeckx, el te¨®logo cat¨®lico m¨¢s prestigioso del siglo XX, junto con Karl Rahner, y una de las personalidades m¨¢s influyentes en la renovaci¨®n del cristianismo durante toda la segunda mitad del siglo pasado. Ha sido protagonista en los momentos m¨¢s importantes de la historia reciente de la teolog¨ªa, de la vida de la Iglesia holandesa y de la Iglesia cat¨®lica.
Naci¨® en 1914 en Amberes, metr¨®poli de la B¨¦lgica flamenca en el seno de una familia muy religiosa de 14 hermanos. Hasta los 18 a?os estudi¨® en un colegio de jesuitas, donde recibi¨® una rigurosa formaci¨®n basada en los cl¨¢sicos. A los 19 a?os ingres¨® en la Orden de los Dominicos. ?Qu¨¦ es lo que le atrajo de la Orden dominicana por optar por ella como estilo de vida? ?l mismo responde: la apertura al mundo, la dedicaci¨®n al estudio, el trabajo de investigaci¨®n y la teolog¨ªa centrada en la predicaci¨®n. Y a fe que ¨¦l mismo hizo realidad estas cuatro caracter¨ªsticas en su vida religiosa, en su actividad intelectual y en su manera de estar en el mundo.
Tras el noviciado, estudi¨® filosof¨ªa en Gante y teolog¨ªa en Lovaina con una orientaci¨®n tomista cl¨¢sica, que ¨¦l renovar¨ªa durante los primeros a?os de docencia. Despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial fue a Francia para hacer el doctorado en Le Salchoir y estudiar en la Sorbona. En Salchoir se encontr¨® con dos de los m¨¢s prestigiosos te¨®logos dominicos: Marie-Dominique Chenu (1895-1990), sancionado entonces por el Santo Oficio, e Yves-Marie M? Congar (1904-1995), igualmente sancionado en la d¨¦cada de los cincuenta del siglo pasado. En La Sorbona sigui¨® las ense?anzas de los fil¨®sofos Le Senne, Lavelle, Wahl y Gilson.
De vuelta a Lovaina en 1947, inici¨® su carrera docente en teolog¨ªa dogm¨¢tica con el objetivo de renovar el pensamiento tomista, anclado en la m¨¢s cerrada neoescol¨¢stica, y de abrirlo a las nuevas corrientes filos¨®ficas. Los escritos de este periodo, que alcanza hasta principios de los sesenta, se caracterizan por el m¨¦todo hist¨®rico frente al dogmatismo de manual, entonces imperante, y por el perspectivismo gnoseol¨®gico, que buscaba una s¨ªntesis entre la fenomenolog¨ªa y el tomismo.
Te¨®logo de confianza del episcopado holand¨¦s, entonces progresista, fue su asesor en el Concilio Vaticano II y uno de los principales inspiradores -e incluso redactores- de sus documentos renovadores, especialmente en lo referente a la eclesiolog¨ªa y al di¨¢logo de la Iglesia con el mundo. Es proverbial a este respecto su afirmaci¨®n "Fuera del mundo no hay salvaci¨®n", que contrasta con el aforismo excluyente "Fuera de la Iglesia no hay salvaci¨®n". Para mantener el esp¨ªritu conciliar y desarrollar una teolog¨ªa en sinton¨ªa con los cambios profundos promovidos por el Vaticano II cre¨® en 1965, junto con Congar, Rahner, Metz, K¨¹ng y otros te¨®logos progresistas la Revista Internacional de Teolog¨ªa Concilium, que todav¨ªa sigue edit¨¢ndose en ocho idiomas.
Fue asimismo uno de los principales redactores del pol¨¦mico Catecismo holand¨¦s, que presentaba los grandes temas del cristianismo, -incluso los m¨¢s conflictivos, como la doctrina del pecado original- con un estilo vibrante, un lenguaje moderno y en actitud de di¨¢logo con las nuevas corrientes culturales.
A lo largo de su extenso magisterio teol¨®gico y de su amplia obra ha sido procesado tres veces por la Congregaci¨®n de la Fe (antiguo Santo Oficio): en 1968, a prop¨®sito de algunos ensayos teol¨®gicos centrados en la secularizaci¨®n y el cristianismo; en 1979, por su libro Jes¨²s. La historia de un Viviente, la mejor cristolog¨ªa del siglo XX; y en 1984 por su libro El ministerio eclesial, donde justificaba la presidencia de la eucarist¨ªa por parte de un ministro extraordinario no ordenado. De los tres sali¨® ileso e incluso airoso. En las respectivas sesiones del juicio celebradas en el Vaticano logr¨® desmontar las afirmaciones de sus inquisidores con brillante, argumental finura.
Schillebeeckx ha muerto y la sensaci¨®n que tenemos los te¨®logos y las te¨®logas que nos movemos en su l¨ªnea de hermen¨¦utica cr¨ªtica es de orfandad, s¨®lo superada con la lectura de sus obras que seguir¨¢n iluminando el itinerario del cristianismo del siglo XXI por la senda del di¨¢logo con las culturas de nuestro tiempo y del compromiso ¨¦tico por la justicia, con el evangelio de Jes¨²s de Nazaret como referente.
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