El banco de las plantas
El jard¨ªn londinense Kew Gardens, patrimonio de la Unesco, guarda semillas del 10% de la flora mundial. De esta manera se protege la biodiversidad, la prioridad en las 120 hect¨¢reas del parque
Es una tarde soleada en Kew Gardens (Londres). Han florecido los bulbos plantados para celebrar, el a?o pasado, su 250 aniversario. En la cafeter¨ªa, los camareros despachan t¨¦ con scones, un bollo t¨ªpico del Reino Unido. Los visitantes m¨¢s enterados se detienen para observar inusuales ejemplares de orqu¨ªdeas.
En su 250 aniversario, Kew conmemor¨® el momento en el que Augusta de Sajonia-Gotha, la entonces princesa de Gales, encarg¨® a su jardinero William Aiton el cuidado y ampliaci¨®n de su jard¨ªn. Es decir, celebra el establecimiento de su primera colecci¨®n bot¨¢nica.
Kew, con su rom¨¢ntico paisaje de gui?os ex¨®ticos, se muestra como un resquicio del Albi¨®n perdido. Un jard¨ªn que da testimonio de los usos de la antigua monarqu¨ªa brit¨¢nica y de las veleidades de un pasado imperialista. Este espacio de 120 hect¨¢reas, patrimonio de la Unesco, atrae cada a?o a casi un mill¨®n y medio de visitantes. Sin embargo, la mayor¨ªa s¨®lo llega a conocer la punta del iceberg. Pocos saben que se trata de una organizaci¨®n cuyos 700 empleados y 350 voluntarios no tienen como ¨²nica ocupaci¨®n mantener su colecci¨®n de 30.000 variedades de plantas. En invernaderos y salas cerradas al p¨²blico se trabaja concienzudamente en investigaciones bot¨¢nicas.
"El 90% de nuestro p¨²blico cree que es simplemente un lugar bonito, no entiende las funciones de un jard¨ªn bot¨¢nico", afirma Annete Dalton, responsable de horticultura de Kew Gardens. "Tienes que formar a los visitantes, pero al mismo tiempo hay que mantener el espect¨¢culo. Hay una diferencia muy sutil entre educar y quitar las ganas", explica Dalton desde su oficina a pie de parterre.
El Banco de Semillas del Milenio es uno de los proyectos estrella. Su funcionamiento es similar al de un banco financiero: semillas procedentes de todo el mundo se almacenan refrigeradas en Kew para que puedan volver a ser recuperadas y plantadas en cualquier momento. Se estima que ya contiene semillas del 10% de la flora mundial. Se busca llegar hasta el 25%. Nigel Taylor, comisario de Kew, declara sus intenciones con entusiasmo: "Colaboramos con unos cincuenta pa¨ªses. En muchas ocasiones, simplemente las guardamos para otros", explica.
"Se hace para evitar que, de alguna manera, las explotemos. Nosotros decimos que somos cazadores convertidos en guardianes. Para entenderlo hay que remontarse a la historia de Kew. Hasta los a?os setenta funcionaba como una explotaci¨®n. Se buscaban plantas con valor comercial y se usaban como mecanismo de cambio en el sistema del poder colonial. El ejemplo cl¨¢sico es la manera en la que Kew sustrajo goma de la selva brasile?a y la llev¨® a Malasia para establecer una nueva econom¨ªa. Entonces, la organizaci¨®n se mov¨ªa seg¨²n par¨¢metros monetarios. Era algo muy feo. En cambio, nuestra funci¨®n actual tiene valor local y global".
Kew tambi¨¦n funciona como una suerte de equipo de rescate global de plantas. Una actividad que no permite tomarse un respiro: seg¨²n sus c¨¢lculos, unas 100.000 especies vegetales est¨¢n en peligro de extinci¨®n. "Identificamos especies que pueden desaparecer y llevamos a cabo investigaciones para encontrar la mejor manera de multiplicarlas. Eventualmente, las reintroducimos en su h¨¢bitat original", asegura Taylor.
Una de las preocupaciones principales de los expertos de Kew es salvar la flora de las islas tropicales: "El hombre ha introducido en ellas nuevas especies que toman control sobre las nativas, excluy¨¦ndolas de su h¨¢bitat".
Los esfuerzos de Kew se vieron recompensados en el caso del caf¨¦ marr¨®n, una planta de Isla Mauricio que se cre¨ªa extinguida desde el siglo XIX. Como narra con orgullo Taylor, un escolar encontr¨® un ejemplar en dicha isla durante los a?os ochenta y lo llev¨® a su profesor, que lo identific¨®. Lleg¨® a Kew, pero no polinizaba. Era lo que se llama "un muerto viviente", incapaz de reproducirse. Uno de los expertos de Kew Gardens, tras larga observaci¨®n, consigui¨® que volviera a producir semillas.
Vuelos transatl¨¢nticos, refrigeraci¨®n de semillas, manutenci¨®n de la temperatura adecuada en los invernaderos, recreaci¨®n de climas tropicales... Las misiones de Kew claramente necesitan gran cantidad de recursos. Algo que puede resultar cuestionable seg¨²n par¨¢metros de sostenibilidad.
"El 20% de las emisiones de carbono a la atm¨®sfera no procede de los sistemas de transporte, como la mayor¨ªa de la gente cree. Tiene lugar a causa de la destrucci¨®n de vegetaci¨®n", replica. "No s¨®lo nos interesan las especies en s¨ª mismas, sino el entorno que crean. Nuestro objetivo es restaurar la vegetaci¨®n da?ada. El banco de semillas no servir¨¢ para nada si ¨¦stas no pueden replantarse en su h¨¢bitat natural", contin¨²a.
Aparte de los relacionados con su aspecto e intenciones, la instituci¨®n ha sufrido otro tipo de cambios. A mediados del siglo XVIII era un jard¨ªn real de uso privado. En 1841 pas¨® a manos del Parlamento brit¨¢nico, convirti¨¦ndose en jard¨ªn bot¨¢nico nacional. En 1984 comenz¨® una fase de independencia con respecto al Gobierno. Las inyecciones de dinero p¨²blico han decrecido a la mitad. El resto de los fondos se recauda de manera privada. La crisis est¨¢ poniendo en juego el futuro de Kew: "Para mantenernos, nos servimos del coste de la entrada, fundaciones, donaciones, tasas de socios y la organizaci¨®n de eventos", enumera Taylor. "Pero la recesi¨®n nos est¨¢ afectando. La venta de entradas decae y puede que tengamos que despedir a empleados", se lamenta.
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