'Wikiperiodismo'
Discurso de apertura del curso 2011 de la Escuela de Periodismo de EL PA?S
En 1778, el Capit¨¢n James Cook, probablemente el navegante m¨¢s famoso de su ¨¦poca, desembarc¨® por vez primera en el archipi¨¦lago hawaiano. ?l y sus hombres eran los primeros occidentales en poner pie en aquellas islas, donde encontraron un pueblo acogedor y primitivo. Sus habitantes viv¨ªan en plena naturaleza y eran poseedores de un idioma cantar¨ªn, casi musical, que no merec¨ªa expresi¨®n escrita. Cook y su tripulaci¨®n procuraron transcribir los fonemas del olelo y construyeron una lengua con solo doce consonantes y unos especiales signos de puntuaci¨®n. Solo codific¨¢ndola as¨ª, pensaban, ser¨ªa posible por una parte, entenderse y, por otra, defenderla de la invasi¨®n de culturas que lleg¨® con los colonizadores. El empe?o no fue muy exitoso y los abor¨ªgenes se acostumbraron a utilizar una jerga local, trufada de vocablos aparentemente ingleses, una especie de creole hawaiano que mantuvo, no obstante, el sonido dulz¨®n y danzar¨ªn al que estaban acostumbrados los hablantes del lugar. As¨ª naci¨® el t¨¦rmino wiki, que parece una deformaci¨®n del quick o el quickly ingl¨¦s, expresi¨®n que se habr¨ªa utilizado para meter prisa al pr¨®jimo en unas latitudes en las que el clima y el ambiente incitan m¨¢s bien a una cierta galbana. Eso explica que wiki se haya usado por lo general por partida doble, exhortando a la gente, ?wiki, wiki!, ?deprisa, deprisa!, a ser eficaces y r¨¢pidos.
"Es sorprendente la multitud de ensayos, an¨¢lisis y encuestas publicadas al final del pasado siglo advirti¨¦ndonos de los formidables efectos que la sociedad digital iba a producir en nuestra convivencia"
"El ¨¦xito de los 'wikis' responde a una constante generalizada del nuevo sistema de informaci¨®n digital: la interacci¨®n y la cooperaci¨®n constituyen su n¨²cleo de actividad"
"Podr¨ªamos decir que el Wikiperiodismo es al periodismo lo que la Wikipedia a las enciclopedias cl¨¢sica"
En 1909 Jack London escribi¨® Martin Eden, una novela que narra la lucha de un autor novel por publicar en las revistas de su ¨¦poca. Una de las obras que le acabar¨¢ dando fama y dinero al protagonista se llama precisamente Wiki Wiki, un cuento hawaiano lo que permite suponer que la expresi¨®n estaba ya para entonces muy extendida. En 1963 Irene Tsu, famosa actriz de Hollywood nacida en Shangh¨¢i, hija de un ministro de Chiang Kai Chek, se convirti¨® en la primera chica wiki wiki de la historia al aparecer con una falda de ramas y flores en los anuncios de una promoci¨®n de gasolina de la Chevron, campa?a que mereci¨® el apelativo del wiki wiki d¨®lar. Pero posiblemente nada de esto sab¨ªa Ward Cunnigham, el creador de la wikiwikiweb, cuando en 1994 decidi¨® llamar as¨ª a la p¨¢gina de Internet en la que propon¨ªa un sistema cooperativo que permit¨ªa intervenir a los usuarios en los textos e im¨¢genes a los que acced¨ªan. El propio Cunningham ha declarado que se le ocurri¨® el nombre al acordarse del sistema de autobuses que enlazaban las diferentes terminales del aeropuerto de Honolulu, y que se llamaba -se llama todav¨ªa- Wiki Wiki Shuttle. Si hubiera citado a London como precedente habr¨ªa podido darle un barniz m¨¢s intelectual al patron¨ªmico. En cualquier caso el wiki wiki es hoy una de las expresiones m¨¢s extendidas en el mundo, casi tanto como el waca waca de Shakira.
Lo que Cunningham invent¨® lo describe ¨¦l mismo: es un m¨¦todo de colaboraci¨®n r¨¢pida en la red, que permite e invita a los usuarios a editar cualquier p¨¢gina o crear p¨¢ginas nuevas mediante un software sencillo y est¨¢ndar. Los wikis constituyen un sistema com¨²n de elaborar documentos colectivos y aunque el m¨¢s famoso y popular de los sitios que han generado es la Wikipedia, se emplean en realidad para muchos otros prop¨®sitos. P¨®ngase atenci¨®n en el hecho de que la velocidad o instantaneidad son caracter¨ªsticas prioritarias de este proceso, como en realidad lo son de todo el universo de la sociedad digital. Ya cuando escrib¨ª en 1997 mi primer ensayo sobre el tema pretend¨ª llamarlo de forma muy parecida al fruto de la imaginaci¨®n de Cunningham. Deprisa, deprisa iba a ser su t¨ªtulo, que evocaba tanto la desaparici¨®n de los conceptos tiempo y espacio en la sociedad interconectada como una famosa pel¨ªcula de Carlos Saura, lo que nos remit¨ªa de paso a los aspectos audiovisuales de la nueva cultura. Pero los estudiosos del Club de Roma, para quienes se hab¨ªa redactado el trabajo y que por lo visto no hab¨ªan viajado a Hawai, tradujeron el t¨ªtulo por Speed y les asust¨® la coincidencia con el nombre de la coca¨ªna y el crack en el slang de las calles de Nueva York. De modo que me conform¨¦ con bautizar el ensayo de manera m¨¢s convencional y obvia, titul¨¢ndolo La Red.
Ya por entonces no era dif¨ªcil imaginar la magnitud de los cambios que la nueva civilizaci¨®n nos anunciaba. Es sorprendente la multitud de ensayos, an¨¢lisis y encuestas publicadas al final del pasado siglo advirti¨¦ndonos de los formidables efectos que la sociedad digital iba a producir en nuestra convivencia. Hay que decir que, en lo sustancial, esas premoniciones, (entre las que sobresalen las famosas profec¨ªas de Negroponte -Being Digital- o el libro Goodbye Gutenberg, de Anthony Smith), eran muy acertadas y todas ellas coincid¨ªan en adoptar un talante de relativo optimismo y fe en el futuro de los medios de comunicaci¨®n. Pero a condici¨®n, eso s¨ª, de que los protagonistas de los mismos fueran conscientes del significado de la nueva cultura y se mostraran capaces de adaptarse a ella. Llama la atenci¨®n, por lo mismo que siendo tan abundantes y frecuentes los avisos acerca de las mutaciones predecibles en nuestro modelo de negocio y en el comportamiento de los consumidores, los empresarios de la mayor¨ªa de las compa?¨ªas tradicionales hayamos sido tan perezosos, inexpertos y hasta torpes a la hora de emprender un plan de transformaci¨®n. Ninguna de las operaciones exitosas llevadas a cabo en este terreno en los dominios de Internet ha sido fruto de los grandes conglomerados cl¨¢sicos, sino de la actividad desacomplejada y l¨²dica de los dormitorios universitarios. Facebook, Google, Microsoft, son buenos ejemplos de esto que digo. Y son este tipo de compa?¨ªas precisamente las que se perfilan como verdaderos competidores de los antiguos imperios medi¨¢ticos.
El ¨¦xito de los wikis responde a una constante generalizada del nuevo sistema de informaci¨®n digital: la interacci¨®n y la cooperaci¨®n constituyen su n¨²cleo de actividad. A partir de ese enunciado podemos deducir f¨¢cilmente lo sustancial del problema: nos preguntamos por el futuro de los medios de comunicaci¨®n, el periodismo incluido, al tiempo que entronizamos una sociedad desintermediada. Resulta comprensible la confusi¨®n reinante en las respuestas, pues no existe contestaci¨®n adecuada a interrogantes mal planteadas. Desde mi punto de vista la cuesti¨®n reside en preguntarse no en cu¨¢l es el papel de los medios, o su nuevo modelo de negocio, en la sociedad digital, sino si van a existir medios en el sentido cl¨¢sico de la palabra. En definitiva, si la esencia del periodismo, que consiste en contar lo que pasa a los dem¨¢s, va a sobrevivir en un mundo en el que cada cual es capaz de comunicar sus experiencias por s¨ª mismo, dirigirse al orbe entero, y escucharlo tambi¨¦n, sin necesidad de mediaci¨®n alguna. ?Es esto verdad? ?O no es m¨¢s cierto que s¨ª existen mediaciones, pero son de otro g¨¦nero y especie a las que est¨¢bamos acostumbrados? Miren por ejemplo lo que sucede con Google. ?Es Google un medio de comunicaci¨®n? Debe serlo, porque la mayor¨ªa de los ciudadanos americanos se enteran primero por las noticias a trav¨¦s de Google News. Y no solo eso: los fil¨®logos realizan sus b¨²squedas sem¨¢nticas gracias al poderoso motor que la compa?¨ªa ha puesto en marcha. Las empresas de cartograf¨ªa, esenciales para los sistemas de Defensa, est¨¢n llamadas a desparecer, sustituidas por Google Maps. Etc¨¦tera, etc¨¦tera. ?Pero qu¨¦ es Google esencialmente, de d¨®nde emana su fabuloso poder y riqueza, capaz de hacer temblar a los imperios medi¨¢ticos de todo el mundo y a los antiguos monopolios de las telecomunicaciones? Google es un algoritmo. En esa sola f¨®rmula, como en la de la Coca Cola, se encierra todo su secreto. ?Seremos en el futuro los periodistas sustituidos por ecuaciones complejas? ?O es que no lo hemos sido ya?
He titulado esta conferencia Wikiperiodismo y eso permite suponer que hay algo que se parece a eso. En definitiva, que hay una forma de periodismo -a desarrollar en la red- a la vez instant¨¢nea o muy r¨¢pida y cooperativa, en la que los comunicadores de las noticias son por lo general los protagonistas de las mismas y el efecto de intermediaci¨®n desaparece. Los intermediarios han tenido siempre mala fama en cualquier sector de la econom¨ªa y ahora tambi¨¦n en la pol¨ªtica. Es casi universal el clamor contra ellos en las redes de distribuci¨®n, aduciendo que cobran comisiones escandalosas e innecesarias. Las organizaciones de consumidores acostumbran a promover medidas que contrarresten semejantes abusos, impulsando la venta directa, del productor al consumidor, de la cepa a la mesa. Se supone que esto es posible, y necesario en la medida en que los intermediarios -se dice- no generan ning¨²n valor a?adido, o este es muy peque?o en comparaci¨®n con los incrementos de precio que se derivan de su actividad. En la misma ¨®rbita de preocupaciones puede inscribirse la cruzada contra las marcas o a favor de los gen¨¦ricos en la industria farmac¨¦utica. Los fabricantes de productos de consumo reconocen hoy que la crisis financiera y econ¨®mica mundial ha llevado a los compradores a decantarse por marcas blancas, reduciendo los m¨¢rgenes de las empresas productoras que a su vez se ven todav¨ªa m¨¢s castigadas pues han decidido ellas mismas bajar precios en los productos con identidad propia como una forma de competir. El resultado suele ser un descenso de la calidad del producto mismo y de las garant¨ªas sobre las prestaciones del mismo. Pero muchos ciudadanos se sienten satisfechos porque consideran que en el balance final resultan beneficiados: no tienen que soportar los costes a?adidos que emanan de la publicidad y al final una crema de cara es una crema de cara, por mucho plan de belleza en siete d¨ªas que se la endilgue.
En la pol¨ªtica, la desintermediaci¨®n parece confundirse con la democracia directa. Esta es en realidad la primera forma de democracia que recuerda la Historia, pues la asamblea ateniense equival¨ªa a un hombre, un voto. Y digo bien, ya que en ella no ten¨ªan cabida ni las mujeres, ni los ni?os, ni los esclavos, que carec¨ªan de la condici¨®n de ciudadanos. Sin embargo, salvo en el caso de la Confederaci¨®n Helv¨¦tica, la democracia directa se ha deslizado siempre peligrosamente hacia el populismo y ha sido un instrumento frecuentemente utilizado por dictadores y reg¨ªmenes totalitarios. El deseo de los l¨ªderes populares por comunicarse directamente con su pueblo no solo parece inevitable, sino que va en aumento, y tambi¨¦n afecta a los pol¨ªticos democr¨¢ticos. Es famosa la frase de Felipe Gonz¨¢lez, pronunciada cuando ocupaba la jefatura del gobierno, en el sentido de que hay que distinguir entre la opini¨®n p¨²blica y la publicada. Respond¨ªa a la constataci¨®n de que mientras la mayor¨ªa de los medios se mostraba cr¨ªtica respecto a su tarea, cuando no de forma abiertamente hostil, ¨¦l ganaba repetidas mayor¨ªas absolutas en las elecciones. Esta especie de desconfianza respecto a los sistemas de mediaci¨®n en la creaci¨®n de las opiniones p¨²blicas tiene su r¨¦plica en las frecuentes cr¨ªticas que los propios medios y muchos periodistas hacen del sistema de representaci¨®n pol¨ªtica. La preponderancia de los partidos en la articulaci¨®n de las democracias europeas, as¨ª como los calendarios electorales, explicar¨ªa la obsolescencia de las instituciones y su incapacidad para hacer frente a los retos actuales. En realidad, aunque nos resistamos a reconocerlo, partidos pol¨ªticos y peri¨®dicos, o medios de comunicaci¨®n, son facetas de un ¨²nico mecanismo de funcionamiento del Estado y de articulaci¨®n del poder, que ha pervivido en las democracias por m¨¢s de doscientos a?os. Y es el sistema mismo lo que ha entrado en crisis a partir de la revoluci¨®n digital. Wikipol¨ªtica y Wikimedia han venido a sustituirles.
Podr¨ªamos decir que el Wikiperiodismo es al periodismo lo que la Wikipedia a las enciclopedias cl¨¢sicas. Aunque aparentemente se trata de productos parecidos u homog¨¦neos en su presentaci¨®n, y responden a una demanda muy similar, las diferencias que albergan entre ellos son profundas. En el mundo wiki la interacci¨®n instant¨¢nea es la clave, como antes he indicado, el conocimiento es colectivo y, en principio, no hay un liderazgo visible o demostrable al que atribuir la responsabilidad del rigor intelectual. Lo que se gana en participaci¨®n se pierde en garant¨ªa de la calidad del producto. Pero eso no parece preocupar al usuario, antes bien ser¨ªa un aliciente a?adido. Saber que uno es capaz de influir hasta ese extremo en la elaboraci¨®n de una enciclopedia o biblioteca universal y en la vertebraci¨®n de la opini¨®n p¨²blica global puede ser, quiz¨¢s, un espejismo, pero al fin y al cabo constituir¨ªa solo uno m¨¢s de los muchos mitos y enso?aciones que alimentan los deseos de felicidad de los humanos.
Entre esos mitos o ilusiones que agita el universo de Internet se encuentra el que el profesor Ruiz Soroa, en un reciente ensayo, define como el de la existencia "de un pueblo que toma decisiones en la plaza p¨²blica". Sin embargo, a?ade "el pueblo ¨¦l solo no puede formar una voluntad, no puede tomar una decisi¨®n, porque le falta el indispensable polo de alteridad que le falta para ello". Ello hace concluir al autor que sin los elementos de representaci¨®n pol¨ªtica el poder del pueblo quedar¨ªa reducido a la opini¨®n p¨²blica o, en definitiva, a la aclamaci¨®n. La democracia es desde luego un sistema basado en la opini¨®n p¨²blica, pero necesita sobre todo -digan lo que digan los pol¨ªticos- de la opini¨®n publicada, de la discusi¨®n y la contradicci¨®n, en el ejercicio del poder representativo. La facilidad con que el Wikiperiodismo puede deslizarse hacia el wikipopulismo en el manejo de la informaci¨®n es demasiado evidente. Pero el problema reside de nuevo averiguar c¨®mo podemos los mediadores, seamos periodistas o pol¨ªticos, ayudar a los ciudadanos a ejercer sus opciones si ese principio de alteridad desaparece.
Las consecuencias pr¨¢cticas de todo ello saltan a la vista: lo mismo que los estudiantes de todo el mundo parecen m¨¢s a gusto en sus consultas en la red manejando la Wikipedia en vez de la Enciclopedia Brit¨¢nica (a la que tambi¨¦n pueden acceder mediante un clic) muchos ciudadanos otorgan una credibilidad inaudita a las mentiras, rumores, calumnias y disparates de los confidenciales y blogueros, que desdicen del rigor period¨ªstico de los medios tradicionales. Hay que decir que la extrema derecha y el pensamiento reaccionario se han apropiado como nadie del sistema, causando no pocos estragos, pero hay que reconocer tambi¨¦n que ello es fruto de la resistencia al cambio cultural que los progresistas de oficio han demostrado a lo largo por lo menos del ¨²ltimo medio siglo.
Este es para m¨ª el verdadero debate que se abre sobre el futuro de los peri¨®dicos a partir de su irrupci¨®n en la red. La cuesti¨®n de si han de seguir public¨¢ndose en papel o en soporte electr¨®nico me parece absolutamente marginal respecto al contenido verdadero de la discusi¨®n, que consiste en saber c¨®mo la eliminaci¨®n de los elementos tiempo y espacio en el universo digital va a influir en la construcci¨®n de la convivencia y en el m¨¦todo de conocimiento y comunicaci¨®n entre los ciudadanos. Las transformaciones a las que estamos asistiendo son por el momento, mucho mayores y profundas de lo que queremos reconocernos. Pol¨ªticos y periodistas, y toda otra clase de intermediarios que en el mundo han sido, continuamos aferrados a nuestras viejas normas y tradiciones, como si el cambio al que estamos asistiendo no consistiera en el orto de una nueva civilizaci¨®n. Podr¨ªa enarbolar muchos y muy evidentes ejemplos de lo que digo, pero me basta una reflexi¨®n sobre los conflictos acerca de la protecci¨®n de la propiedad individual y las apuradas soluciones que han merecido en el parlamento espa?ol. En este caso, la voluntad de los diputados ha sido doblegada por la actitud de un pu?ado de internautas (sean cientos o miles no dejan de ser un pu?ado frente a los millones de votantes representados en el Congreso) que hicieron valer su voz en el ¨¢gora cibern¨¦tica hasta el punto de ser admitidos como interlocutores de la autoridad pol¨ªtica, primero, y de la autoridad acad¨¦mica despu¨¦s (me refiero, claro est¨¢, a la autoridad de la Academia de la Cinematograf¨ªa). Estas son an¨¦cdotas, pero muy demostrativas de las tendencias populistas a las que antes me refer¨ªa. Como el ¨¦xito y la admiraci¨®n que los integrantes de Anonymous despiertan entre la gente, y precisamente entre aquellos que reclaman, con raz¨®n, y de manera constante la transparencia del poder, sin reparar muchas veces en la opacidad de las ONG, deseosas de desvelar siempre todos los secretos menos los que ellas guardan. Pero el error de congresistas y gobernantes en la defensa de su ley es parecido al que cometen los internautas en el ataque a la misma: la suposici¨®n de que la norma en el mundo de la red sigue siendo la que emana del universo jur¨ªdico, la ley misma, cuando en realidad la norma en la red es el software. Es ah¨ª, en el software, y no en la actualizaci¨®n de los c¨®digos napole¨®nicos, donde debemos bucear la respuesta a las numerosas interrogantes que la sociedad digital propone. Y eso vale tanto para la ordenaci¨®n jur¨ªdica, como para la regulaci¨®n econ¨®mica o la definici¨®n de los modelos de negocio de los llamados medios de comunicaci¨®n.
La cuesti¨®n reside entonces no tanto en saber c¨®mo se transformar¨¢n dichos medios tradicionales, sino si subsistir¨¢n y en qu¨¦ ¨¢mbito, si ser¨¢n reemplazados por otros, o si la nueva realidad virtual se basta tanto a s¨ª misma que puede prescindir de ellos. No voy a insistir en las transformaciones ya experimentadas por la industria en su conjunto (en el sector musical, en del alquiler de pel¨ªculas o la distribuci¨®n editorial) y procurar¨¦ centrarme por unos momentos en el futuro mismo de nuestra profesi¨®n, puesto que hoy celebramos la existencia de una escuela de periodismo. Y aunque todav¨ªa hay mucha confusi¨®n y ruido en torno a estas cuestiones, el tiempo no pasa en vano. La aparici¨®n de nuevos terminales, notablemente la de las llamadas tabletas, ha arrojado nuevas luces tambi¨¦n sobre el comportamiento de nuestros usuarios, lectores, oyentes o televidentes, que ha de condicionar el del periodismo profesional. Para los editores, el Ipad, constituye un s¨ªmbolo poderoso, y una realidad emergente, de cual es el camino probable por el que han de discurrir los acontecimientos. La buena noticia es que gracias a ese cacharro contamos con un sistema de distribuci¨®n universal y pr¨¢cticamente gratuito muy ¨²til para nuestros prop¨®sitos. No tenemos que invertir en infraestructuras costosas, ni gastar en distribuci¨®n, lo que aligera el peso y la financiaci¨®n de cualquier nueva empresa period¨ªstica. Lanzar un peri¨®dico hoy a una audiencia masiva es, en principio m¨¢s barato que nunca. Lo que obliga a reconvertir los procesos productivos tradicionales si no queremos que las antiguas empresas desaparezcan. En cualquier caso el coste de instalaci¨®n de las redes y de difusi¨®n de los productos viene siendo soportado progresivamente por las instituciones p¨²blicas o privadas y por los propios usuarios. Nuestros libros, nuestras pel¨ªculas, nuestras revistas y diarios, pueden ser as¨ª ser difundidos en el mercado global, de forma directa. Pero la desaparici¨®n de muchas intermediaciones antes existentes est¨¢ dando p¨¢bulo a la creaci¨®n de una nueva: la de la compa?¨ªa capaz de dise?ar el aparato y de colocarlo masivamente en el mercado. Propietaria como es del software, puede acabar si¨¦ndolo tambi¨¦n de la informaci¨®n que circula a trav¨¦s del sistema y de los datos de identidad de quienes la utilizan.
No voy a insistir una vez m¨¢s en las condiciones diferentes en las que se hemos de desarrollar nuestro trabajo, a partir del hecho de que hoy en d¨ªa, todo el conocimiento existente se encuentra ya en la red y que los motores de b¨²squeda son una herramienta poderos¨ªsima para cualquier reportero, que hace una d¨¦cada no exist¨ªa. Independientemente de las facilidades t¨¦cnicas y del cambio en las condiciones econ¨®micas, de rentabilidad y financiaci¨®n del proceso, este se caracteriza porque se centra en la personalizaci¨®n del usuario, la habilidad de ¨¦ste para relacionarse con el emisor, y la universalizaci¨®n de las noticias. Tambi¨¦n por el hecho de que nos dirigimos a un mercado global e instant¨¢neo, que hace perecer pr¨¢cticamente la mayor¨ªa de los ritos y h¨¢bitos de nuestra profesi¨®n. Cuando yo comenc¨¦ periodismo, hace casi medio siglo, el grito de guerra que cualquier joven aspirante a estrella de la profesi¨®n so?aba con dar alg¨²n d¨ªa era "?Que paren las m¨¢quinas!". Ten¨ªamos que llegar los primeros con la noticia. ?Qu¨¦ sentido tiene ahora ni siquiera imaginar una demanda como esa en un mundo en el que la informaci¨®n es instant¨¢nea y se ha convertido en lo que los anglosajones llaman una commodity y a m¨ª me gusta calificar de bien mostrenco? Algo al alcance de todos y, por cierto, en cualquier momento y lugar del planeta. Si todav¨ªa pretendemos dirigirnos a nuestros lectores o usuarios tenemos que comprender que estos son asaltados de forma constante por miles de tentaciones que compiten con las pobres sugerencias que habitualmente les hacemos, y hemos de ser capaces de individualizar sus demandas. Los peri¨®dicos se van a convertir, por eso, de manera progresiva y r¨¢pida en empresas de servicios, y los periodistas en agentes de esas empresas. Lo que el propietario de un terminal m¨®vil, sea un tel¨¦fono celular, una tableta, o una computadora port¨¢til quiere hacer, y de hecho hace, es pasearse por un ecosistema complejo y gigantesco (informaci¨®n, cultura, entretenimiento) que le permite no solo acceder al conocimiento universal sino participar de su elaboraci¨®n. Para eso nadie le ha de pedir, como no se hace ya en el llamado periodismo ciudadano, ninguna credencial, preparaci¨®n o experticia de ning¨²n g¨¦nero. La tarea del periodismo profesional no puede ser otra que la de servirle de gu¨ªa y acompa?ante durante ese paseo, en una palabra la de ejercer el liderazgo de una colectividad, agrupada quiz¨¢, pero no de manera exclusiva, en una de las muchas redes sociales que el peri¨®dico tiene la responsabilidad de contribuir a crear. Nuestra misi¨®n es facilitar la entrada a ese ecosistema y mejorar su estancia en ¨¦l, sus capacidades de comprensi¨®n y an¨¢lisis, potenciando sus descubrimientos y siendo capaces de atraer su curiosidad, prestando, por eso mayor y m¨¢s decidida atenci¨®n al periodismo investigativo, a la calidad y rigor de las informaciones, a la comprensi¨®n de las mismas.
Lo sucedido con el caso Wikileaks ha llevado a algunos a insistir en algunas caracter¨ªsticas propias del periodismo tradicional: la explicaci¨®n de las noticias, y la organizaci¨®n de los debates, su confirmaci¨®n y contextualizaci¨®n; la capacidad de los diarios de referencia, tambi¨¦n, para estampillar con el marchamo de su t¨ªtulo una garant¨ªa de calidad, en un mundo, el de la informaci¨®n, en el que lar marcas blancas tambi¨¦n han ganado mucho terreno. Wikileaks, se dice, ha acudido a los peri¨®dicos porque necesitaba de ellos. Pero eso no obsta para que ayer mismo el abogado de Julian Assange declarara que el fundador del sitio de Internet y antiguo hacker es tambi¨¦n un tipo especial de periodista. Tan especial como que ¨¦l no se dedica ni a buscar y encontrar informaci¨®n, ni a analizarla. Solo a facilitar que los dem¨¢s lo hagan. Esta confusi¨®n interesada entre la fuente de la noticia y el redactor o transmisor de la misma es un ejemplo m¨¢s de la versatilidad actual de las fronteras entre el periodismo ciudadano y el periodismo a secas.
Hasta hace relativamente poco tiempo, un par de d¨¦cadas, llegar antes consist¨ªa en uno de los mandamientos de la ley de piedra de ¨¦ste. Los peri¨®dicos adoraban las primicias e inventaban, por eso, mil maneras de acceder a las filtraciones. Ahora son las filtraciones las que buscan caminos y derroteros distintos. Se organizaban debates sobre la moralidad y licitud de utilizar, por parte del periodismo profesional, documentos robados, partiendo de la muy liberal convicci¨®n de que el fin no justifica los medios y se proteg¨ªa la vida privada, incluso la de los personajes p¨²blicos, de tal forma que nadie desvel¨® los amores del presidente americano con Marilyn Monroe ni la existencia de una hija natural de Fran?ois Mitterrand hasta que los protagonistas de las noticias murieron. Pero hoy nadie llega antes que nadie en el mundo de la instantaneidad. Nuestros lectores ya conocen las noticias cuando abren el peri¨®dico, y no solo eso: han discutido sobre ellas, han participado en debates en la red, o a trav¨¦s de mensajes de Twitter o de ese eme eses de todo g¨¦nero; la privacidad o la intimidad son bienes que cotizan a la baja y desde luego nadie, y yo soy el primero en no hacerlo, debe dudar de la moralidad y oportunidad de publicar los documentos de Wikileaks, producto sin embargo de un hurto perpetrado por un joven soldado que hoy paga con la c¨¢rcel su osad¨ªa, aunque de su acto se hayan derivado tantos bienes para la transparencia democr¨¢tica.
Los periodistas de hoy tienen qu¨¦ saber que se dirigen no solo a un tipo de lectores muy variado y disperso, incapaz de ser identificado solo como lector de ese peri¨®dico concreto, sino cuyo comportamiento es tambi¨¦n vol¨¢til y diferente seg¨²n los terminales que utilice en cada momento. El primero por el que la gentes se entera ahora de lo que sucede, y lo comenta de inmediato, es lo que llamamos tel¨¦fonos m¨®viles o celulares y que se tratan en realidad de ordenadores o computadoras port¨¢tiles multiuso. La gentes, sobre todo los m¨¢s j¨®venes, lo utilizan lo mismo para relacionarse con los amigos, para enterarse del tiempo que va a hacer, buscar un restaurante, emitir una opini¨®n, leer una noticia o preparar los deberes de clase. Es, en cualquier caso, el primer contacto de los lectores con la realidad que les transmitimos. Sin embargo nuestros diarios, la mayor¨ªa de ellos, no ponen lo mejor de sus esfuerzos en atenderlos y recibirlos en esa primera puerta de entrada al ecosistema. Quiz¨¢ s¨ª existe esa intenci¨®n por parte de directores, redactores y gestores de medios, la idea y el proyecto de hacerlo as¨ª. Pero muy pocos se han dotado de los instrumentos y herramientas necesarias para llevarlo a cabo, de la norma y el libro de estilo imperante en la red que es, nuevamente el software. Las decisiones y jerarquizaciones sobre las noticias en Google News no las toma un equipo de periodistas, como tampoco es un grupo de expertos el que clasifica y ordena los resultados de las b¨²squedas sem¨¢nticas. Son m¨¢quinas y algoritmos funcionando veinticuatro horas sobre veinticuatro, las que han comenzado a gobernar el l¨¢bil universo de la informaci¨®n. La segunda ventana de oportunidad, la segunda entrada al ecosistema informativo planetario en el que se mueven ya cerca de dos mil millones de personas en el mundo con acceso a Internet, es la tableta y/o el laptop o computadora port¨¢til. Creo no equivocarme al decir que el lanzamiento de IPad por Apple hace ahora un a?o supone uno de los cambios m¨¢s formidables que podr¨ªamos imaginar a la hora de dar respuesta a las necesidades del usuario de los medios en la sociedad digital. Pero obviamente el producto que ofrecemos en ella no es ni puede ser, equivalente al de las ediciones cl¨¢sicas de los peri¨®dicos. La tableta es el icono m¨¢s representativo de las virtualidades de la nueva cultura: la interactividad, la convergencia, la instantaneidad y la globalidad est¨¢n gracias a ella al alcance de cualquiera.
Finalmente para los nost¨¢lgicos, los cl¨¢sicos, los esp¨ªritus m¨¢s evolucionados y los amantes de educar a su perro amenaz¨¢ndole con un peri¨®dico plegado, estar¨¢n las ediciones en papel: Progresivamente ocupar¨¢n en el universo medi¨¢tico e intelectual el espacio que en el comercial ostentan las boutiques de lujo, las marcas de alta gama y, en definitiva, el sentimiento elitista y aristocr¨¢tico que Plat¨®n reclamara para encomendar el gobierno de la polis a los mejores.
Este sentimiento elitista tiene que ver con el liderazgo al que antes me refer¨ªa, que debe ser ejercido en la sociedad virtual como en la anal¨®gica. El populismo reinante, nacido como reacci¨®n al absolutismo burgu¨¦s, no puede perdurar por mucho tiempo. Los ciudadanos aman la libertad de elegir, pero les cansa hacerlo a cada minuto. Sin ellos saberlo, son las m¨¢quinas las que les est¨¢n sustituyendo en sus voliciones, aunque sigamos creyendo en el mito de la absoluta libertad e independencia que la red propala. En realidad a todo lo que asistimos hoy es a una lucha entre los valores que emanaron de la Ilustraci¨®n, sobre los que se construy¨® el viejo orden, y los que se derivan de la identidad, reclamados por la personalizaci¨®n que la sociedad digital promueve. Pero, parad¨®jicamente, la amenaza de p¨¦rdida de esa identidad en el oc¨¦ano proceloso de la red permite a los m¨¢s avispados, a los ayatol¨¢s sin escr¨²pulos, cualquiera que sea la religi¨®n que practiquen, alzarse con el santo y la limosna. Los medios de comunicaci¨®n han sido siempre fabulosos creadores de mitos, y el Wikiperiodismo es capaz de fabricarlos por toneladas, de manera inmediata y a escala planetaria. La labor del periodismo responsable, ni wiki ni friki, del periodismo a secas, es contribuir a desmontarlos.
Y este es el mensaje final que quiero transmitir a la promoci¨®n que sale de esta escuela de periodismo y a la nueva que comienza a emerger en sus aulas. No creo que haya nadie que pueda anunciar sin asomo de dudas de que los peri¨®dicos, tal y como los hemos conocido durante doscientos a?os, sobrevivir¨¢n en el plazo de un par de d¨¦cadas. En un momento en el que imperios del entretenimiento como Blockbusters o redes de distribuci¨®n de libros como Borders han ido a la bancarrota es dif¨ªcil predecir c¨®mo ser¨¢ el mundo de la cultura, la informaci¨®n y el entretenimiento en el mercado global. Pero pervivan o no los peri¨®dicos, lo har¨¢n los periodistas, se llamen como se llamen, y seguir¨¢n siendo necesarios. La ciudadan¨ªa seguir¨¢ necesitando, quiz¨¢ m¨¢s que nunca, gente con las tripas, el coraz¨®n y la voluntad de servir a sus vecinos mediante ele ejercicio de contarles la verdad y desvelarles los secretos que el poder pretende ocultar. Esas gentes han de tener la inteligencia y la capacidad de an¨¢lisis, el sentido com¨²n y el bagaje de formaci¨®n necesarios para ejercer esa tarea de forma racional, para apoderarse del software y ponerlo a disposici¨®n de la comunidad. A los que recib¨ªs hoy el diploma os deseo mucha suerte en vuestra andadura en esta nueva profesi¨®n, de la que vais a ser pioneros y fundadores. No es el futuro lo que os pertenece, sino el presente ya, por m¨¢s jodido y complicado que lo ve¨¢is. Y a los que comenz¨¢is este periodo final de vuestra formaci¨®n que es el master os recuerdo que es precisamente el concepto de maestr¨ªa el que est¨¢ en crisis, y el que hay que recuperar. Un mundo sin maestros es un mundo de impostores. Para combatirlos seguir¨¦is siendo necesarios los periodistas, pertenecientes a una profesi¨®n que se hace, como digo, con tres cosas: cerebro, coraz¨®n y tripas. Antes las acompa?¨¢bamos de otra sant¨ªsima trinidad hoy en descr¨¦dito: caf¨¦, copa y puro. Estoy seguro que tambi¨¦n en esto, los fundamentalistas de turno llegar¨¢n antes o despu¨¦s a un compromiso con la profesi¨®n, lo mismo que la profesi¨®n tiene que llegar al suyo con los creadores de algoritmos. Eso s¨ª: deprisa, deprisa.
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