El espa?ol y la tecnolog¨ªa
Los medios la han recogido en portada, aunque no en grandes titulares, como merec¨ªa. La noticia, nada sorprendente, es que la Comunidad Econ¨®mica Europea ha decidido que no se podr¨¢n presentar en espa?ol propuestas de patentes t¨¦cnicas en su ¨¢mbito. Europa solo admite el ingl¨¦s, el alem¨¢n y el franc¨¦s. La resoluci¨®n se va a recurrir, ?c¨®mo no?, por el Gobierno espa?ol; pero sin esperanza alguna de atenci¨®n al recurso.
Esta marginaci¨®n es dolorosa, pero la culpa es nuestra; es decir, nosotros mismos nos marginamos. No nos rasguemos las vestiduras porque nos marginen una vez m¨¢s.
Se lo ponemos f¨¢cil a los que nos marginan, porque hist¨®ricamente somos nosotros los que nos hemos marginado. Nuestra sociedad nunca ha apreciado la ciencia, en particular la nuestra, de manera que los gobernantes no se han visto obligados a atenderla adecuadamente para agradarnos, que es realmente su objetivo inmediato. Desde que estamos en democracia ese agrado se traduce en votos. Pero la ciencia y la tecnolog¨ªa, hija natural de aquella, no surgen por generaci¨®n espont¨¢nea. La educaci¨®n, que da lugar al conocimiento, es una delicada materia con resultados a largo plazo. Educaci¨®n, conocimiento, ciencia y tecnolog¨ªa conforman un conglomerado inseparable. En este pa¨ªs los tratamos separadamente y sin coordinaci¨®n. Como muestra actual de esta desagregaci¨®n basta poner el ejemplo de dos ministerios para todo ello: de Educaci¨®n por un lado y de Ciencia e Innovaci¨®n por otro.
Adem¨¢s de coordinaci¨®n cuidadosa, tambi¨¦n se necesita atenci¨®n financiera y recursos humanos competentes. El Gobierno actual hab¨ªa estado haciendo un esfuerzo creciente en Universidades e Investigaci¨®n en su primera legislatura, pero despu¨¦s viene haciendo recortes incontestables e injustificables. La comunidad investigadora ha denunciado este estado de atenci¨®n, insuficiente para garantizar al menos el nivel de investigaci¨®n alcanzado y, por tanto, un futuro digno.
Se tiende a menospreciar por los espa?oles a la Universidad y la investigaci¨®n propias. Es una injusticia, sobre todo comparativamente con cualquier otra instancia institucional. No es una apreciaci¨®n subjetiva esa injusticia. Acaba de presentarse el informe La Universidad Espa?ola en cifras 2010. La universidad espa?ola es la novena potencia mundial en capacidad investigadora, seg¨²n el informe, y se encuentra entre las de mejor rendimiento acad¨¦mico. Para los recursos que se manejan, los resultados son sorprendentemente positivos, de manera que la sociedad puede estar tranquila con el empleo que se da a esos escasos recursos. Pero son decrecientes, lo que tiene efectos muy contraproducentes. Mucho se habla de la fuga de cerebros, una sangr¨ªa doloros¨ªsima, pero tambi¨¦n hay que hablar del maltrato de cerebros; es decir, de lo mal tratados que est¨¢n nuestros incipientes profesores e investigadores, sin duda el mayor tesoro que tenemos. ?Qu¨¦ manera de preparar el futuro es esa? La fuga de cerebros es consecuencia del maltrato de cerebros.
Otra idea de la magnitud del esfuerzo que realiza nuestra Universidad es la continuidad y el tes¨®n puestos a prueba contra la cantidad de leyes universitarias que se han sufrido desde que estamos en democracia. Nada m¨¢s perjudicial para la educaci¨®n, que debe ser planificada a largo plazo. Antes de cambiar una ley, hay que ver los efectos de la anterior y reflexionar a fondo sobre el futuro. Obviamente han faltado pactos de estado en educaci¨®n.
Adem¨¢s, ese nivel universitario se ha alcanzado a pesar de la deficiente preparaci¨®n del material humano proveniente de la ense?anza secundaria. Sin entrar a analizar las causas de esa deficiencia, es claro que la transferencia de las competencias educativas a las comunidades aut¨®nomas no ha contribuido a la coordinaci¨®n necesaria. Por otra parte tampoco se han apoyado financieramente las leyes educativas de acuerdo con los objetivos pretendidos. Basta un ejemplo reciente para ilustrar esta falta de apoyo.
El modelo catal¨¢n de informatizaci¨®n escolar, por el que cada alumno debe recibir un port¨¢til, se ha dado de bruces con la cruda realidad: las finanzas catalanas no dan para m¨¢s, de manera que el proyecto, iniciado hace poco m¨¢s de dos a?os, queda parado. Lo iniciado se mantiene de momento, pero no habr¨¢ nuevo material, a pesar de que el Gobierno tiene consignada la partida en sus presupuestos. ?C¨®mo plantear ahora el desembarco de la pizarra electr¨®nica? ?Qu¨¦ bonitos son los sue?os! Algo parecido pasa en las dem¨¢s comunidades aut¨®nomas.
Tambi¨¦n el expresidente Aznar se hizo la foto de la inform¨¢tica en el aula. ?C¨®mo se presta la I+D+i a hacerse fotos! Lo dif¨ªcil es mantener la palabra mediante el cheque correspondiente.
Pero no es solo cuesti¨®n de material inform¨¢tico. Se ha constatado una enorme resistencia al cambio introducido por las nuevas tecnolog¨ªas en la educaci¨®n. En la sociedad espa?ola siempre ha sido proverbial esa resistencia al cambio, a la modernidad. ?Vivan las caenas!
Las caenas vienen de antiguo. En el debate sobre el necesario cambio educativo se acent¨²a la separaci¨®n tradicional que en Espa?a se ha mantenido entre ciencias y humanidades. Nada m¨¢s errado y nocivo. Solo se discuten las humanidades, entendiendo por tales el lat¨ªn, la historia, etc¨¦tera; es decir, parcelando los saberes humanistas. Y en cada parcela se crea un debate, a veces poco t¨¦cnico y siempre muy pasional. No se plantea la necesidad de una visi¨®n integrada de todas esas parcelas con la ciencia y la tecnolog¨ªa. Por una parte se dice que hay que aumentar el contenido en humanidades de las ense?anzas. Por otra, que hay que llenar las aulas de computadoras y conectarlas a Internet. ?Son contradictorios ambos prop¨®sitos? No. Lo que ocurre es que es dif¨ªcil encajar los prop¨®sitos contenidos en ambas declaraciones en la tradici¨®n human¨ªstica espa?ola. Tradicionalmente en las familias espa?olas que contaban, las vocaciones de los ni?os que no iban para curas o militares se divid¨ªan, salvo contadas excepciones, en dos grandes grupos: Ciencias y Letras. A este ni?o no se le dan bien las Matem¨¢ticas; pero ?eso s¨ª! es muy listo. Para Letras. A las ni?as, ni eso. Directamente a Letras, o a Farmacia. Ya s¨¦, ya s¨¦. Ese cuadro ha cambiado. S¨ª, s¨ª; pero ?cu¨¢nto? La historia sigue pesando demasiado en este pa¨ªs. Veamos. De la palabra Letras se puede leer en el Diccionario de la Real Academia Espa?ola la siguiente acepci¨®n: "Conjunto de ciencias human¨ªsticas (sic) por oposici¨®n a ciencias exactas, f¨ªsicas y naturales". En general a esas parcelas se las suele denominar, por los humanistas espa?oles, ciencias humanas. Parece ser que las ciencias, el conocimiento que se alcanza del mundo a trav¨¦s de la observaci¨®n, la experimentaci¨®n y la raz¨®n, son inhumanas. Muy human¨ªstico, a la espa?ola, claro. Esta definici¨®n cuadra bien con nuestras inveteradas instituciones: Real Academia Espa?ola, de Ciencias Exactas, F¨ªsicas y Naturales, de Historia, de Ciencias Morales y Pol¨ªticas, etc¨¦tera. Pero ?qu¨¦ es lo que queremos? ?Organizar saberes de acuerdo a nuestras instituciones culturales? La cuesti¨®n es organizar el saber, que es uno, para ense?arlo con provecho. Y eso es dif¨ªcil conservando nuestras tradiciones.
?Qu¨¦ son las humanidades hoy? ?Qu¨¦ son las humanidades hoy separadas de la ciencia y la tecnolog¨ªa? ?Puede hoy una persona entender el mundo sin una m¨ªnima cultura cient¨ªfica y tecnol¨®gica? Hay que integrar la cultura cient¨ªfica en la cultura global del individuo.
Tras dos a?os de desarrollo del proyecto educativo se constata que el profesorado no est¨¢ debidamente preparado para interactuar con los alumnos mediante el material inform¨¢tico. Nunca se ha contemplado por los poderes p¨²blicos el suficiente apoyo al reciclaje del profesor, pieza esencial en el tablero educativo. Se echa en falta un modelo educativo bien pensado, debatido y consensuado. Este modelo, adem¨¢s, debe ser coherente con el modelo educativo universitario. El espacio com¨²n europeo en educaci¨®n universitaria debe ser tenido en cuenta a la hora de abordar el modelo educativo para la ense?anza secundaria.
La magnitud del problema educativo no ha sido percibida por nuestra sociedad, a la que parece no importar mucho estas cuestiones. ?Ustedes han visto alguna vez en la lista de prioridades de nuestros problemas el problema educativo? Sin embargo, es este el problema m¨¢s importante que tiene ante s¨ª Espa?a. Naturalmente sus gobernantes lo tienen en cuenta. No la importancia del problema, sino la importancia que le dan al mismo las encuestas publicadas. As¨ª, para el Ministerio de Econom¨ªa hay que poner un ministro que entienda de econom¨ªa y que dure lo m¨¢ximo posible, pero para educaci¨®n da igual. Este Gobierno ha puesto muchos ministros de Educaci¨®n, demasiados, para el debido sosiego necesario en materia educativa, desde M? Jes¨²s San Segundo, recientemente fallecida y que fue sustituida muy pronto, hasta el actual, por ahora, ?ngel Gabilondo. Tampoco Aznar hac¨ªa bien sus deberes en materia educativa. La prueba es Esperanza Aguirre, que es capaz y trabajadora, nadie lo duda, pero que cuando fue ministra de Educaci¨®n ten¨ªa una experiencia nula en materia educativa. ?Se imaginan lo que hubiese ocurrido si Aznar la hubiese nombrado ministra de econom¨ªa?
En fin, nuestra democracia tiene muchas asignaturas pendientes. La esencial, sin duda, es la educaci¨®n. Y si falla la educaci¨®n falla la invenci¨®n, precedida de investigaci¨®n y tecnolog¨ªa. En Espa?a se tiene la idea, aunque no se dice, de que ?para qu¨¦ sirve la universidad si luego sale un lugare?o listo, se pone a pensar, e inventa cosas extraordinarias? El ejemplo m¨¢s ilustrativo de este tipo de inventiva es el motor de agua, que se present¨® en TVE en un programa de divulgaci¨®n cient¨ªfica. Eran tiempos de la dictadura, bien es verdad. El aislamiento del mundo nos vino muy mal. Entonces la parcela de investigaci¨®n que se atendi¨® con m¨¢s medios fue la energ¨ªa nuclear. Pero la sociedad actual sigue abundando en la idea nefasta: poco para la universidad y la investigaci¨®n. O al menos, antes existen otras necesidades m¨¢s perentorias. La crisis actual tampoco permite elevar el punto de mira.
No hemos sabido hist¨®ricamente vender nuestra imagen, mucho menos nuestra imagen cient¨ªfico-tecnol¨®gica. Por poner un ejemplo, Leonardo Torres Quevedo, investigador e inventor, uno de los m¨¢s insignes del siglo XX, no aparece en la Enciclopedia Brit¨¢nica hasta una de sus ¨²ltimas ediciones. Pero si nosotros mismos no hemos reclamado que se nos tenga en cuenta, no culpemos a los dem¨¢s. Si no apreciamos lo que hacemos, ?c¨®mo vamos a pretender que lo valoren fuera? Pero no se puede apreciar lo que no se conoce. Ya lo dijo San Agust¨ªn que no se puede amar lo que no se conoce. No hay diferencia entre apreciar y amar ?Qui¨¦n sabe algo sobre Domingo de Soto? Pues bien, fue un precursor de Galileo, nada m¨¢s y nada menos. No me vengan a preguntar qui¨¦n fue Galileo, por favor. Pero conozcan y amen el conocimiento. Cuando nuestra sociedad cambie hacia una sociedad del conocimiento se nos tendr¨¢ en cuenta, sin duda.
Con respecto al espa?ol como lengua, supimos extenderlo por todo el mundo, sobre todo en Am¨¦rica en tiempos de la colonizaci¨®n. Pero en Europa, que es lo que nos ocupa hoy, no lo hemos defendido. Pi¨¦nsese en los emigrantes espa?oles en Europa. Ning¨²n letrero en espa?ol, ni en las estaciones ferroviarias, cuando los hab¨ªa en muchos otros idiomas europeos. Y as¨ª seguimos. Los folletos de los aparatos electr¨®nicos son, en la parte del espa?ol, de una categor¨ªa ling¨¹¨ªstica tal que es mejor leerlos en ingl¨¦s. Probablemente porque son traducidos del ingl¨¦s. S¨ª, pero ?por qu¨¦ los traductores no son espa?oles o hispanohablantes? ?No es esto una dejadez por nuestra parte? Est¨¢ la RAE, que fija, limpia y da esplendor a nuestra lengua. As¨ª, en general. Pero el lenguaje cient¨ªfico, que tambi¨¦n lo trata, cuenta para ello con un ¨ªnfimo n¨²mero de acad¨¦micos cient¨ªficos, testimonial podr¨ªa decirse. Imposible atender adecuadamente la avalancha terminol¨®gica, proveniente de la ciencia y la tecnolog¨ªa, que hace modificar el lenguaje significativamente. Est¨¢ tambi¨¦n el Instituto Cervantes, que ense?a nuestra lengua por el mundo, tambi¨¦n en Europa; pero entre sus finalidades no cuenta especialmente el espa?ol cient¨ªfico.
Por todo ello Europa no percibe la preocupaci¨®n de Espa?a por el espa?ol ni por la ciencia y la tecnolog¨ªa. Y se aprovecha de nuestra despreocupaci¨®n haciendo una llamada a espa?oles bien formados por nosotros para trabajar en Alemania y Francia. Otra nueva emigraci¨®n. No es de extra?ar que hayan denegado en Europa nuestra propuesta de patentes en espa?ol.
Mientras tanto nuestro ministro Gabilondo ha ido a Bruselas a recurrir. ?Para qu¨¦? Otro fil¨®sofo espa?ol ya lo anticip¨®: ?Que inventen ellos!
Antonio Vaquero es catedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad Complutense de Madrid
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