La 'tasa grasa' es por su bien
M¨¢s presi¨®n contra la comida basura: Dinamarca y Hungr¨ªa imponen impuestos sobre los alimentos insanos La obesidad tiene un coste y el consumidor lo pagar¨¢
La sociedad ha cambiado el puchero de lentejas por la pizza congelada. La manzana por la boller¨ªa industrial. La epidemia de obesidad crece en occidente al ritmo que el consumo de comida r¨¢pida. Hoy es m¨¢s c¨®modo y m¨¢s r¨¢pido comer una hamburguesa que un marmitako.Y m¨¢s barato. La diferencia de precio (y de tiempo) es notable. ?O no lo es pagar siete euros por un men¨² extragrande de pollo frito, con patatas y refresco frente a unos 15 por un pescado a la plancha? Esta mayor carest¨ªa de la comida saludable no ayuda a combatir cifras preocupantes. Por ejemplo, que una de cada dos personas tiene problemas de peso en la mitad de los pa¨ªses desarrollados. Este escenario ha llevado a pa¨ªses como Dinamarca y Hungr¨ªa a declarar la guerra a los alimentos ricos en az¨²cares y grasas. Desde expulsarlos de los colegios a gravarlos econ¨®micamente. Todo por reducir su consumo.
La lucha m¨¢s radical se ha iniciado en Dinamarca. El pa¨ªs n¨®rdico, con unas cifras bastante moderadas de obesidad -el 11% de la poblaci¨®n frente al 19% de los espa?oles-, se ha convertido en el primero del mundo en aplicar una tasa especial sobre aquellos productos que contienen m¨¢s de un 2,3% de grasas saturadas, perjudiciales para la salud cardiovascular. El impuesto ataca de manera directa al bolsillo del consumidor, que desde el 1 de octubre paga 15 c¨¦ntimos m¨¢s por una hamburguesa, 9 por una bolsa de patatas fritas y 33 por un envase de mantequilla. La medida, que reportar¨¢ a las arcas p¨²blicas unos 188 millones de euros al a?o, reducir¨¢ un 3% la presencia de grasas trans de la dieta de los daneses, seg¨²n un informe de su Ministerio de Hacienda.
La cifra no convence en absoluto a la industria alimentaria, que se ha mostrado radicalmente en contra del impuesto. La tasa, aseguran, penaliza al consumidor y al sector en una ¨¦poca donde nadie se mueve con un presupuesto demasiado holgado. "No creemos que vaya a tener un efecto positivo en la salud de la poblaci¨®n. Es solo un impuesto m¨¢s y su finalidad es puramente recaudatoria", reprob¨® la Confederaci¨®n de Industrias Agroalimentarias Danesas en un comunicado. El destino de lo que el Gobierno ingresar¨¢ con la tasa, que ir¨¢ a parar a los presupuestos generales en lugar de invertirse directamente en sanidad, tambi¨¦n ha despertado agrias cr¨ªticas.
Y los econ¨®micos no han sido los ¨²nicos argumentos en contra de una medida que despierta muchas dudas entre los expertos. "Los estudios no demuestran que gravar los alimentos ricos en grasas saturadas vaya a traducirse en grandes cambios a largo plazo", analiza Gema Fr¨¹hbeck, presidenta electa de la Sociedad Europea para el Estudio de la Obesidad (Easo) y especialista de la Cl¨ªnica Universitaria de Navarra. "Lo coherente es educar al consumidor e incorporar a la industria en la lucha contra el sobrepeso. Hay que hacer a todos part¨ªcipes del problema. Eso consigue mejores resultados que penalizar productos", sugiere.
Espa?a ha vetado la presencia de bollos y refrescos en las escuelas
Sin embargo, por ahora parece que la acci¨®n directa contra los denominados alimentos insanos gana terreno. Los alimentos muy azucarados -como los refrescos- ya soportan una tasa en Dinamarca, Noruega, Australia o Finlandia. Adem¨¢s, estos dos ¨²ltimos pa¨ªses y Holanda analizan aplicar su propio impuesto contra las grasas trans, a la manera danesa. Una f¨®rmula estricta que se lleg¨® a debatir en el Parlamento Europeo. Tambi¨¦n Hungr¨ªa intenta desterrar de la mesa de sus ciudadanos la comida basura. El Gobierno h¨²ngaro, que se enfrenta a una de las peores cifras de obesidad de la UE -el 20% de los hombres y el 18% de las mujeres, seg¨²n la OCDE-, ha apostado por gravar aquellos alimentos considerados poco saludables. Desde refrescos a hamburguesas o boller¨ªa. Cada uno de esos productos son, desde hace unas semanas, 37 c¨¦ntimos m¨¢s caros. Un incremento de precio con el que las autoridades esperan recaudar unos 70 millones de euros al a?o que se destinar¨¢n ¨ªntegramente a la sanidad. "Aquellos que lleven una vida poco saludable tendr¨¢n que contribuir m¨¢s", dijo el primer ministro h¨²ngaro, Viktor Orban, cuando se aprob¨® el controvertido impuesto.
Orban se atrevi¨® a decirlo en voz alta y con palabras m¨¢s crudas, pero el argumento de aquellos que apuestan por las medidas fiscales para adelgazar a sus ciudadanos es siempre el mismo: el sobrepeso y la obesidad son enfermedades muy costosas para el sistema que son f¨¢ciles de evitar. Los kilos de m¨¢s pueden provocar enfermedades coronarias, diabetes o algunos tipos de c¨¢ncer. As¨ª, el gasto sanitario de atender a un obeso es un 36% mayor que el de alguien que est¨¢ en su peso, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS). M¨¢s all¨¢: una persona moderadamente obesa -con un ¨ªndice de masa corporal (IMC) entre 35 y 40- vive una media de tres a?os menos que una persona sana; y alguien con obesidad m¨®rbida (con un IMC de m¨¢s de 40) una media de 10 a?os menos. "El coste econ¨®mico y social es alt¨ªsimo", alerta Felipe F. Casanueva, director cient¨ªfico del Centro de Investigaci¨®n Biom¨¦dica en Red sobre Obesidad y Nutrici¨®n (Ciberobn).
No sirve encarecer la comida insana si no se abarata el resto, opina una m¨¦dica
En Espa?a, el gasto asociado a la obesidad supera los 2,5 millones de euros anuales, seg¨²n el Ministerio de Sanidad. Y el pa¨ªs, que ha abandonado la dieta mediterr¨¢nea para aficionarse a las carnes grasas, los refrescos y la boller¨ªa, se ha convertido en el tercero del mundo en obesidad infantil -que afecta a uno de cada tres menores de 13 y 14 a?os-. A pesar de esto, el Gobierno no planea gravar los alimentos ricos en grasas saturadas, az¨²cares o sal. "A diferencia de lo que ocurre con las bebidas de alta graduaci¨®n alcoh¨®lica (que no son alimentos) y con el tabaco, no est¨¢ demostrado que gravar otros productos alimenticios tenga efectos positivos en la salud", asegura un portavoz del ministerio que dirige Leire Paj¨ªn. "Y en estos momentos de crisis econ¨®mica menos", a?ade.
Espa?a, sin embargo, ha decidido vetar la presencia de bollos y refrescos en las escuelas. La nueva ley de seguridad alimentaria limita en los centros educativos la venta de alimentos y bebidas con alto contenido en sal, ¨¢cidos grasos saturados y trans. Una medida que, seg¨²n la Federaci¨®n de Industrias de Alimentaci¨®n y Bebidas (FIAB), "estigmatiza" determinados alimentos, pero que, sin embargo, s¨ª ha dado resultados en los pa¨ªses n¨®rdicos.
La industria dice que se trata de una medida puramente recaudatoria
Sean o no convincentes los argumentos de los Gobiernos sobre el coste del sobrepeso -y dejando a un lado las cr¨ªticas sobre si la pol¨ªtica de prohibir todo lo insano, en lugar de lograr que el consumidor abandone su consumo, es paternalista-, lo cierto es que las medidas fiscales que se comienzan a aplicar repercuten de manera directa sobre el consumidor. Y no precisamente sobre su conciencia, sino sobre su bolsillo. Porque la clave aqu¨ª es el precio. "El fast food es m¨¢s asequible econ¨®micamente que hacer una dieta equilibrada con frutas y verduras", observa Fr¨¹hbeck, miembro tambi¨¦n del Ciberobn. "Solo hay que ir a una hamburgueser¨ªa para descubrir que la cantidad de calor¨ªas que se pueden consumir por un euro es enorme, y con la crisis se est¨¢n bajando cada vez m¨¢s los precios", apunta.
Una realidad que, para Franco Sassi, experto de la OCDE y director del estudio La obesidad y la econom¨ªa de la prevenci¨®n, empuja a las clases m¨¢s desfavorecidas hacia la llamada comida basura. Y esto termina siendo la pescadilla que se muerde la cola: las personas con obesidad y sobrepeso terminan consiguiendo puestos de trabajo peores que aquellos que no est¨¢n enfermos. "Y est¨¢ demostrado que los salarios de la gente obesa son menores que los de la gente con un peso normal", apunta Susana Monereo, jefa de endocrinolog¨ªa del Hospital de Getafe (Madrid). "A veces, adem¨¢s, la elecci¨®n de los alimentos es dif¨ªcilmente remediable. Si tienes que dar a una familia 2.000 calor¨ªas por persona y d¨ªa, tristemente es m¨¢s barato hacerlo a base de alimentos ricos en grasas", dice. Para que quede claro: "No es lo mismo el ch¨®ped que el lac¨®n, que tiene adem¨¢s la mitad de calor¨ªas pero por el doble de precio. Tampoco es lo mismo una hamburgueser¨ªa que un restaurante, ni siquiera a comer el men¨² del d¨ªa".
El gasto sanitario de atender a un obeso es un 36% mayor
El paradigma de esa diferencia es Estados Unidos, un pa¨ªs donde las raciones gigantes de comida basura y barata han agrandado la grieta entre las clases. All¨ª, donde una pieza de fruta puede llegar a costar el doble que una hamburguesa con queso, o un batido que aporta 1.600 calor¨ªas es m¨¢s barato que un filete de ternera, la diferencia social se nota en la mesa. Y en la l¨ªnea. La poblaci¨®n con un nivel econ¨®mico y educativo alto tiene m¨¢s informaci¨®n y mayores conocimientos sobre lo mejor para su dieta. Y m¨¢s a¨²n: pueden pagarse aquellos alimentos considerados m¨¢s sanos.
Una gran barrera social que llega acompa?ada de las tasas de sobrepeso y obesidad m¨¢s altas del mundo. Algo que ha llevado a los Gobiernos de varios Estados -como California- a tomar medidas como obligar a que se informe de las calor¨ªas de todos los alimentos, o a vetar los regalos que acompa?an a muchos men¨²s infantiles. Nada similar, sin embargo, a la tasa contra las grasas trans de Dinamarca o la guerra a la comida basura de Hungr¨ªa.
El patr¨®n de Estados Unidos, adem¨¢s, alertan los investigadores Manuel Pe?a y Jorge Bacallaos, se da cada vez m¨¢s en otros pa¨ªses desarrollados. Estos expertos de la Organizaci¨®n Panamericana de la Salud han analizado el cambio de patr¨®n alimentario en Am¨¦rica Latina, donde la obesidad est¨¢ aumentando a pasos agigantados sin dejar de lado -yendo a veces, incluso, de la mano- la malnutrici¨®n. Porque aquellos alimentos ricos en grasas, az¨²cares y sal no aportan todo lo necesario para una correcta nutrici¨®n.
Por eso, Monereo cree que de nada sirve penalizar los alimentos baratos e insanos mientras que no se abaraten los otros. "Es imprescindible hacer una pol¨ªtica de apoyo y subvenci¨®n a las frutas y las verduras, por ejemplo, que son car¨ªsimas. Es m¨¢s efectivo premiar que castigar. Lo que no puede ser es que un kilo de tomates cueste cinco euros. Eso empuja a la gente a comprar crema de cacao", esgrime. Tambi¨¦n cree que quiz¨¢ ser¨ªa m¨¢s correcto y efectivo lograr que la industria no superase un determinado porcentaje de grasas o az¨²cares en los alimentos; algo que, sostiene, "nadie se ha atrevido a hacer".
La presidenta electa de la Easo aporta otro factor: "La parte econ¨®mica es importante, pero no es lo ¨²nico. No olvidemos que estos alimentos nos gustan, saben bien y tiene mucho atractivo". Por eso, aporta otro ingrediente a la receta contra la obesidad: "Lo que hay que lograr es que la industria colabore para desarrollar productos ricos, con pocas grasas saturadas y que no cuesten m¨¢s. Eso, hoy por hoy, no existe".
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