Ni?os de Burkina Faso cosechan algod¨®n para Victoria¡¯s Secret
Algunos programas de comercio justo no logran controlar a los agricultores que explotan a ni?os
La pesadilla de Clarisse Kambire casi nunca cambia. Es de d¨ªa. En un campo de algod¨®n que estalla en flores color p¨²rpura y blanco, un hombre se inclina sobre ella blandiendo un palo sobre su cabeza. Entonces retumba una voz, que sacude a Clarisse de su sue?o y hace que su coraz¨®n d¨¦ un salto. ¡°?Lev¨¢ntate!¡±.
El hombre que le ordena levantarse es el mismo que aparece en el sue?o de la chiquilla de 13 a?os: Victorien Kamboule, el agricultor para el cual trabaja en un campo de algod¨®n en ?frica occidental. Antes del amanecer, una ma?ana de noviembre se levanta de la colchoneta pl¨¢stica deste?ida que le sirve de colch¨®n, apenas m¨¢s gruesa que la tapa de una revista de moda, abre la puerta met¨¢lica de su choza de barro y fija sus ojos almendrados en la primera jornada de cosecha de esta temporada.
Ya ven¨ªa temi¨¦ndolo. ¡°Estoy empezando a pensar en c¨®mo me gritar¨¢ y me volver¨¢ a golpear¡±, hab¨ªa dicho dos d¨ªas antes. Preparar el campo fue a¨²n peor. Clarisse ayud¨® a cavar m¨¢s de 500 surcos s¨®lo con sus m¨²sculos y una azada, que reemplazan al buey y el arado que el granjero no puede pagar. Si ella es lenta, Kamboule la azota con una rama de ¨¢rbol.
Esta es la segunda cosecha de Clarisse. El algod¨®n de la primera pas¨® de sus manos a los camiones de un programa de Burkina Faso que maneja algod¨®n certificado como comercio justo. La fibra de esa cosecha luego fue a f¨¢bricas en India y Sri Lanka, donde se cre¨® ropa interior para Victoria¡¯s Secret.
Algod¨®n de Clarisse
¡°Fabricado con 20% de fibras org¨¢nicas de Burkina Faso¡±, se lee en la etiqueta de la prenda, comprada en octubre.
El trabajo forzoso y el trabajo infantil no son una novedad en las granjas africanas. Se supone que el algod¨®n de Clarisse, producto de ambas cosas, es diferente. Est¨¢ certificado como org¨¢nico y comercio justo, y por ende deber¨ªa estar a salvo de semejantes pr¨¢cticas.
Sembrada cuando Clarisse ten¨ªa 12 a?os, toda la cosecha org¨¢nica de Burkina Faso de la ¨²ltima temporada fue comprada por Victoria¡¯s Secret, seg¨²n Georges Guebre, l¨ªder del programa nacional org¨¢nico y de comercio justo, y Tobias Meier, responsable de comercio justo en Helvetas Swiss Intercooperation, una organizaci¨®n para el desarrollo con sede en Z¨²rich que estableci¨® el programa y ha contribuido a comercializar el algod¨®n para compradores globales. Meier dice que en principio Victoria¡¯s Secret se quedar¨ªa tambi¨¦n con la mayor parte de la cosecha org¨¢nica de este a?o.
Bandera verde de identificaci¨®n
El l¨ªder de la cooperativa local de comercio justo en el pueblito de Clarisse confirm¨® que su granjero es uno de los productores del programa. Al borde del campo donde ella trabaja hay una bandera verde de identificaci¨®n, que entregan a sus productores.
Como socia de Victoria¡¯s Secret, la organizaci¨®n de Guebre, la Federaci¨®n Nacional de Productores de Algod¨®n de Burkina, es responsable de manejar todos los aspectos del programa org¨¢nico y de comercio justo en Burkina Faso. Conocida por sus iniciales francesas, la UNPCB (Union Nationale des Producteurs de Cotton du Burkina Faso) en 2008 copatrocin¨® un estudio en el cual se indicaba que cientos o quiz¨¢ miles de ni?os como Clarisse pod¨ªan ser vulnerables a la explotaci¨®n por parte de productores y de Helvetas. Victoria¡¯s Secret dice que nunca vio ese informe.
El trabajo de Clarisse pone en evidencia las deficiencias del sistema para certificar como comercio justo productos b¨¢sicos y terminados en un mercado global que creci¨® un 27% en apenas un a?o, hasta m¨¢s de 5.800 millones de d¨®lares en 2010 (4.500 millones de euros). Ese mercado se funda en la noci¨®n de que las compras realizadas por empresas y consumidores no deben hacer a ¨¦stos c¨®mplices de la explotaci¨®n, sobre todo de ni?os.
Perversi¨®n del comercio justo
En Burkina Faso, donde el trabajo infantil es end¨¦mico en la producci¨®n de su principal cultivo de exportaci¨®n, pagar sobreprecios lucrativos por el algod¨®n org¨¢nico y de comercio justo ha creado ¨Cde manera perversa- nuevos incentivos para la explotaci¨®n. El programa atrajo a agricultores de subsistencia que dicen no tener recursos para cultivar algod¨®n con certificaci¨®n de comercio justo sin violar un principio central del movimiento: obligar a trabajar en sus campos a ni?os ajenos.
Una ejecutiva de la casa matriz de Victoria¡¯s Secret asegura que la cantidad de algod¨®n que compra la firma a Burkina Faso es m¨ªnima, pero que toma seriamente las acusaciones relativas al trabajo infantil.
¡°Describen una conducta contraria a los valores de nuestra empresa y el c¨®digo laboral y las normas de origen que exigimos cumplir a todos nuestros proveedores¡±, dijo en un comunicado Tammy Roberts Myers, vicepresidenta de comunicaciones externas de Limited Brands Inc. Victoria¡¯s Secret es la unidad m¨¢s grande de la empresa de Columbus, Ohio.
¡°Nuestras normas proh¨ªben espec¨ªficamente el trabajo infantil¡±, dijo. ¡°Estamos en¨¦rgicamente empe?ados en investigar a fondo esta cuesti¨®n con las partes interesadas¡±.
En los campos
Para comprender la terrible situaci¨®n de Clarisse y otros ni?os, la agencia Bloomberg pas¨® m¨¢s de seis semanas haciendo reportajes en Burkina Fasso, entre otros, a Clarisse, su familia, los vecinos y los dirigentes de su aldea. Sus experiencias son similares a las de otros seis ni?os entrevistados exhaustivamente por Bloomberg, como un chiquillo escu¨¢lido de 12 a?os que trabaja en un campo vecino.
En granjas de parcelas peque?as como la de Kamboule en todo Burkina Faso, investigadores patrocinados por la federaci¨®n de productores constataron en 2008 que m¨¢s de la mitad de los 89 productores sondeados ten¨ªa un total de 90 chicos acogidos temporalmente menores de 18 a?os. Muchos ten¨ªan dos o m¨¢s. El problema era agudo en el sudoeste del pa¨ªs, que constituye el centro de producci¨®n del programa y es la tierra natal de Clarisse. Ese a?o, hab¨ªa unos 7.000 agricultores en comercio justo, seg¨²n datos de Helvetas.
El estudio revel¨® que dos tercios de los ni?os acogidos temporalmente en casas como la de Kamboule no iban a la escuela como se exig¨ªa que lo hicieran. Los granjeros adheridos al programa de comercio justo dijeron a los investigadores que no les pagaban a los ni?os, lo que llev¨® a los autores del estudio a escribir ¡°Esta categor¨ªa de ni?os constituye un problema en varios niveles: en cuanto a su vulnerabilidad social por un lado, y en cuanto a su situaci¨®n en el trabajo por otro. Estos chicos acogidos temporalmente est¨¢n en situaci¨®n de empleado: obviamente se les pide que trabajen, como lo expresaron los productores con sus propias palabras, pero no reciben ninguna remuneraci¨®n, independientemente de la edad¡±.
Nada sobre ni?os
Kamboule y algunos productores dicen que nadie del programa les imparti¨® normas o capacitaci¨®n sobre el trabajo infantil en sus granjas. Una instrucci¨®n cara a cara ser¨ªa una necesidad en un pa¨ªs donde 71 por ciento de la poblaci¨®n no sabe leer.
¡°No, no nos dijeron nada sobre ni?os¡±, record¨® Louis Joseph Kambire, de 69 a?os, un granjero nervudo de comercio justo que forma parte de la comisi¨®n de auditor¨ªa de la cooperativa Benvar, la aldea de Clarisse. Como no tiene hijos propios, Kambire obliga a los ni?os acogidos temporalmente que tiene a su cargo a trabajar en un campo de algod¨®n org¨¢nico y comercio justo que cultiva junto al de Clarisse.
¡°Por eso trabajan para m¨ª¡±, dice. Antes del programa de comercio justo, no los hac¨ªa trabajar en sus campos de subsistencia.
Ha habido escasos esfuerzos o ninguno por mejorar la capacitaci¨®n despu¨¦s del informe de 2008, seg¨²n las entrevistas de Bloomberg con granjeros en cinco de las seis aldeas donde se realiz¨® el sondeo.
Almacenar el algod¨®n
Clarisse acarrea su fanega hasta la casa de un vecino donde Kamboule almacena su algod¨®n porque est¨¢ m¨¢s cerca del punto de recolecci¨®n para el programa org¨¢nico y de comercio justo. La casa, de un lujo relativo con su piso de cemento, se encuentra pasando la escuela a la que antes asist¨ªa.
De regreso en la choza de Kamboule, bajo la luz de una luna llena, Clarisse dice que usar¨¢ parte del agua que sac¨® del pozo para lavarse y luego ir¨¢ a las casas de los vecinos y amigos del pueblo. Si est¨¢n comiendo, aguardar¨¢ educadamente hasta que le ofrezcan algo de comida. Para un ¡°enfant confi¨¦¡±, esta es la vida de todos los d¨ªas, dice Clarisse: ¡°Sin tu madre cerca, eres como un hu¨¦rfano¡±.
Muy lejos, en el centro de Manhattan, Irina Richardson dice que compra corpi?os y ropa interior Victoria¡¯s Secret desde hace 15 a?os y la pon¨ªa contenta pensar que hac¨ªa un bien. Al enterarse del papel de Clarisse en la provisi¨®n del algod¨®n para la lencer¨ªa, esta administradora de propiedades de Long Island, de 51 a?os, dijo que se qued¨® pasmada: ¡°Comprar algo fabricado en semejantes condiciones es una falta de respeto a otros seres humanos¡±.
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