Dime qu¨¦ te regalan y te dir¨¦ qui¨¦n creen que eres
En una ¨¦poca de apoteosis consumista, obsequiar es una mezcla de arte y ciencia El regalo habla tanto de quien lo hace como de quien lo recibe Para acertar: olvidarse de uno y adivinar al otro
?Qui¨¦n hizo el primer regalo y para qu¨¦? ?Qui¨¦n lo recibi¨® y qu¨¦ dio a cambio? Esas son dos preguntas para la Historia, pero hay otras para la Sociolog¨ªa: ?Un regalo es un espejo en el que se ve con m¨¢s claridad a quien lo hace o a quien lo recibe? ?Lo que le regalamos a una persona resume lo que pensamos de ella? Algunos regalos, por ejemplo, un buen libro, son un elogio porque demuestran que consideramos personas cultivadas a quienes los reciben; otros son un acto de incomprensi¨®n que hace pensar a sus destinatarios: ?pero c¨®mo ha podido creer alguien que yo me pondr¨ªa esta ropa, oir¨ªa este disco o voy a echarme esta colonia! Y algunos m¨¢s son solo una cuesti¨®n de negocios o una simple estrategia, aunque esos no suelen despertar la gratitud de quien los obtiene, sino su desconfianza: ¡°Repart¨ªa regalos / como quien pone un cebo en un anzuelo, / y ?qu¨¦ pez puede amar al pescador?¡±, dice el poeta hispanorromano Marcial.
Los regalos son hijos del miedo. Los conquistados se los ofrec¨ªan al invasor
Llega la Navidad, se encienden las luces, se acercan la Nochebuena y el d¨ªa de Reyes y puede haber dudas sobre si estas fiestas son una celebraci¨®n religiosa o un asunto comercial ¡ª¡±Consumismo / serpiente que se traga su propia cola¡±, escribe en sus Ecopoemas el ¨²ltimo premio Cervantes de literatura, Nicanor Parra¡ª, pero parece indiscutible que del 24 de diciembre al 6 de enero todo gira alrededor de tres palabras: familia, banquete y regalo, las dos ¨²ltimas, al menos, hasta donde lo permita la crisis.
Hay muchas teor¨ªas sobre el origen de los regalos, que muy probablemente no son hijos de la amistad, sino del miedo, porque las tribus y los pueblos conquistados se los ofrec¨ªan a los invasores como s¨ªmbolo de sumisi¨®n. Pero las civilizaciones dominantes tambi¨¦n los hac¨ªan. Los fenicios entregaban telas, alhajas y objetos de vidrio o marfil a aquellos con quienes quer¨ªan comerciar, para ganarse su confianza. Los griegos ya ten¨ªan la costumbre de regalar joyas, amuletos y flores a los ni?os, para celebrar sus cumplea?os. En Roma, la tradici¨®n de agasajar el primer d¨ªa de enero al emperador, obsequi¨¢ndole ramas de laurel y pasteles, pronto se extendi¨® a los parientes y amigos, a quienes se les entregaban unas monedas de lat¨®n que serv¨ªan para desearles prosperidad. Y los persas agasajaban con diversas mercanc¨ªas a quienes controlaban las rutas a Oriente, para convencerlos de que hicieran tratos con ellos. Pero la apoteosis del regalo es propia de nuestra ¨¦poca, que de hecho ha ido multiplicando los d¨ªas marcados en rojo: primero los Reyes Magos, luego la Nochebuena, San Valent¨ªn, el D¨ªa de la Madre, el del Padre¡ As¨ª que regalamos mucho, pero ?lo hacemos bien? ?Cu¨¢ntas veces sentimos alegr¨ªa al rasgar el papel de colores y cu¨¢ntas veces decepci¨®n?
Almudena Grandes: "A veces tratamos de disfrazar al otro de nosotros mismos"
¡°A m¨ª eso me estuvo pasando toda la vida, mientras fui ni?o -recuerda el novelista Juan Mars¨¦-, gracias a una vecina que cada a?o me regalaba lo mismo por Reyes: un juego de bolos de madera sin pulir, con un c¨ªrculo rojo dibujado encima, seguramente porque era muy barato. Al verme la cara de desilusi¨®n, mi madre me dec¨ªa: lo que tienes que hacer es darle las gracias y decir que es justo lo que esperabas. Pero el caso es que yo esperaba otra cosa, un uniforme del Atl¨¦tico de Aviaci¨®n, que era el equipo que me gustaba porque, con ese nombre, cre¨ªa que los jugadores llegaban a los partidos y se iban de ellos pilotando sus propios aviones. Cuando pas¨® a llamarse Atl¨¦tico de Madrid, dej¨® de interesarme y ya solo fui del Barcelona. As¨ª que nunca tuve aquel uniforme, que era lo que m¨¢s deseaba. O sea, que los regalos son un poco como los trenes de las canciones: o los coges cuando tocan o pasan de largo y no vuelven¡±.
Regalar es una mezcla de arte y ciencia, y para hacerlo bien hay que conocer al otro y tambi¨¦n adivinarlo: porque si sabes exactamente c¨®mo es, qu¨¦ cosas tiene y cu¨¢les le faltan, es m¨¢s f¨¢cil acertar. ¡°Lo fundamental cuando vas a comprarle algo a otro es olvidarte completamente de ti y de tus gustos¡±, dice la escritora Almudena Grandes. ¡°Muchos regalos fracasan porque nos olvidamos de la persona a la que se los vamos a hacer, como si de lo que se tratase fuera de disfrazarla de nosotros. Y lo que hay que intentar es lo contrario, entender que lo que importa no es lo que t¨² comprar¨ªas, sino lo que ellos quieren. De hecho, hay ocasiones en las cuales el hecho de que algo te parezca horrible es una garant¨ªa de ¨¦xito: y si no, que me lo digan a m¨ª, ahora que mi hija se ha hecho punki¡¡±.
"No hay que dejar que las fechas te metan prisa", dice Ana Duato
Y cuando llega esa hora, la de dejarse a uno mismo al margen y ponerse en el lugar del otro, ?qui¨¦nes regalan mejor? ?Los hombres o las mujeres? ¡°Las mujeres, que supuestamente somos mucho m¨¢s predecibles y m¨¢s f¨¢ciles de descifrar en ese terreno", contin¨²a la autora de In¨¦s y la alegr¨ªa, ¡°cargamos m¨¢s con cosas que no nos apetecen, porque hay una serie de regalos tipo, como los perfumes, que a m¨ª por ejemplo no me gustan, y que seg¨²n las leyes de la publicidad se supone que son infalibles. A lo mejor es que como a los hombres, por lo general, les gusta menos ir de compras, lo que les ocurre es que al final van m¨¢s a tiro hecho, son m¨¢s convencionales y siguen m¨¢s los modelos¡±.
Si algo resulta indiscutible es que regalar es tratar de conocer, algo que siempre oscila entre lo complicado y lo casi imposible. La artista Sophie Calle fotografi¨® todos los regalos de cumplea?os que le hicieron entre 1980 y 1993, y luego los meti¨® en una serie de vitrinas que, al ser expuestas, ofrec¨ªan un retrato incongruente. ?De verdad esos objetos tan distintos entre s¨ª estaban destinados a la misma persona? ¡°Yo tengo muy claro que alguien me conoce lo suficiente cuando me regala una botella de buen vino¡±, dice el narrador y poeta Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald. ¡°Porque de peque?o lo que m¨¢s me agradaba era que me comprasen una bicicleta cada dos o tres a?os, un poco m¨¢s grande seg¨²n iba yo creciendo; pero ahora lo que me gusta es que me regalen vino de calidad, y regalarlo yo tambi¨¦n. O sea, que si una persona me regala un vino vulgar, ya tengo claras dos cosas: que ella no sabe qui¨¦n soy yo y que yo me arrepiento de conocerla¡±.
La quimera de Santa Claus le ha ganado la batalla a los Reyes Magos
Seguro que cualquiera que eche la vista atr¨¢s o mire su armario se dar¨¢ cuenta de que la incompatibilidad de caracteres entre nosotros y lo que nos regalan se produce demasiado a menudo, en unas ocasiones porque nos dan algo por puro compromiso, o comprado en el ¨²ltimo momento, y en otras porque hay gente que nos desconoce de toda la vida. ¡°Es cierto que a veces abres un regalo¡±, admite la actriz Ana Duato, en un descanso del rodaje de la serie Cu¨¦ntame c¨®mo pas¨®, ¡°y en lugar de dar las gracias te dan ganas de decir: pero ?qui¨¦n te has cre¨ªdo que soy yo? Los que s¨ª lo saben no ignoran que lo que m¨¢s me gusta son los objetos familiares, cosas que no tienen un gran valor econ¨®mico, pero tienen recuerdos dentro. En cuanto a m¨ª, lo tengo clar¨ªsimo: yo regalo para triunfar, para que el otro tenga algo que le vuelve loco o algo que necesita de verdad. Y como los regalos tienen dos caras, tambi¨¦n algo que, a ser posible, sea como un resumen o una maqueta de lo mucho que lo quieres, de lo bien que le conoces. Lo que s¨ª he aprendido es que a veces para conseguirlo hay que saber esperar hasta que ese regalo aparece, sin dejar que las fechas te metan prisa. Precipitarse y acertar no suelen ser cosas compatibles¡±.
El cantante Miguel R¨ªos coincide en parte con ella a la hora de presentarle resistencia a los d¨ªas establecidos por el calendario para intercambiarse obsequios, y confiesa: "Yo soy de poco regalar o que me regalen, y muy especialmente en eso que se llaman fechas se?aladas. Pero es cierto que, en general, la gente que me hace regalos parece conocerme bien, al menos, la que est¨¢ en mi c¨ªrculo pr¨®ximo, de manera que suelen darme lo que para m¨ª son cosas pr¨¢cticas, es decir, libros, discos, jamones, vinos o surtidos de aceites; y, en menor medida, guantes, bufandas...¡±.
A Miguel R¨ªos le regalaron un aparatoso servicio de t¨¦ met¨¢lico
?Qui¨¦n se?ala esas fechas a las que se refiere Miguel R¨ªos? A veces, una iglesia y a veces unos grandes almacenes o una marca comercial. La popularizaci¨®n de Santa Claus se produjo en 1931, cuando Coca-Cola incorpor¨® su figura a su campa?a publicitaria de Navidad y el artista Haddon Sundblom dio con la imagen de Pap¨¢ Noel que se ha convertido en su estereotipo, con su gorro rojo y su barba blanca. Sus or¨ªgenes, sin embargo, est¨¢n en un personaje real, el obispo San Nicol¨¢s de Myra, del siglo IV, que al saber que el padre de tres doncellas que no ten¨ªan dinero para casarse iba a vender a una como esclava, para financiar la boda de las otras dos, fue a su casa una noche y ech¨® por una ventana abierta tres bolsas de oro. El mito, por lo tanto, ya ten¨ªa una leyenda y una tradici¨®n literaria cuando le pusieron una Coca-Cola en la mano, porque en 1808 el escritor norteamericano Washington Irving, autor de los c¨¦lebres Cuentos de la Alhambra, hab¨ªa publicado La historia de Nueva York seg¨²n Diedrich Knickerbocker, donde present¨® a un San Nicol¨¢s que volaba en un vag¨®n tirado por caballos y dejaba caer sus regalos por las chimeneas. Y en 1822, el poeta Clement Clarke Moore escribi¨® otro texto que se hizo muy famoso, La Noche antes de Navidad, en el que el vag¨®n y los caballos se convierten en un trineo y unos renos y donde ya aparecen algunos rasgos decisivos del personaje, como su famosa risa. El caso es que la quimera de Santa Claus le ha ganado la batalla a la par¨¢bola de los Reyes Magos, que es mucho m¨¢s local pero m¨¢s culta y ha inspirado cuadros maravillosos de Leonardo da Vinci, Vel¨¢zquez, Botticelli, Giotto, Rubens, Durero y El Bosco, o poemas como este de Rub¨¦n Dar¨ªo que va mucho m¨¢s all¨¢ del oro, el incienso y la mirra: ¡°All¨ª hab¨ªa oro en cajas reales, / perfumes en frascos de hechura oriental, / incienso en copas de finos metales, / y quesos, y flores, y miel de panal¡±.
Finalmente, ?cu¨¢l es el regalo m¨¢s raro que han recibido? A Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald le quisieron agasajar llev¨¢ndole a casa un jabal¨ª vivo. ¡°Yo conoc¨ªa bastante a unos guardas del Coto de Do?ana y como all¨ª, de vez en cuando, hay que abrir la veda de esos animales porque se reproducen muy deprisa y cuando hay demasiados, destruyen el ecosistema, pues cazaron un jabato y me lo quisieron dar. Les dije que no pensaba meter eso en mi casa, pero que si lo asaban, nos lo com¨ªamos all¨ª mismo. Y eso es lo que hicimos¡±.
A Caballero Bonald le quisieron agasajar con un jabal¨ª vivo
¡°A m¨ª el regalo m¨¢s raro que me han hecho lo es hasta tal punto que no s¨¦ ni c¨®mo se llama", cuenta Ana Duato. ¡°Me lo regal¨® Imanol Arias y lo tengo en la cocina. Es un aparato que sirve para mantener el vino, una vez abierto, a la temperatura correcta y para succionar el aire que le pueda entrar. Tiene unos dep¨®sitos con gas y no s¨¦ cu¨¢l es su nombre. ?Guardador? ?Recorchador? Est¨¢ en mi cocina y es estupendo, sea lo que sea¡±.
Miguel R¨ªos recibi¨® su regalo m¨¢s raro en vivo y en directo: ¡°Fue al final de una larga entrevista en un late show de la televisi¨®n mexicana: al acabar el programa, la presentadora me regal¨® un aparatoso servicio de t¨¦ met¨¢lico, con su gran bandeja, sus tacitas, platillos, cucharitas y tetera. Todo labrado y envuelto en celof¨¢n rosado, con el expreso deseo de que lo disfrutara en mi casa de Madrid. Habr¨ªa que haberme visto, sujetando eso ante las c¨¢maras¡¡±.
Al novelista Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, un lector que hab¨ªa le¨ªdo su novela Carreteras secundarias le regal¨® ¡°un Citro?n Tibur¨®n hecho con latas recicladas¡±, que es en el que van a todos sitios los protagonistas de la obra, pero hubo un regalo a¨²n m¨¢s ins¨®lito: ¡°Un amigo me compr¨®, vete a saber por qu¨¦, un artilugio que ten¨ªas que ponerte no s¨¦ si en el tobillo o en la mu?eca y que serv¨ªa para calcular los kil¨®metros que caminas cada d¨ªa. Cosa que, como puede comprenderse, no tengo el menor inter¨¦s en averiguar¡±.
En cuanto a Almudena Grandes, la sorpresa la esperaba en su propia casa: ¡°El regalo m¨¢s extra?o me lo hizo por Reyes mi hija Elisa, cuando ten¨ªa 13 a?os: una pluma preciosa, elegant¨ªsima, que me gust¨® mucho. Cuando acab¨¦ de alab¨¢rsela, me dijo que la hab¨ªa encargado en una papeler¨ªa en la que ten¨ªamos una cuenta abierta para que pudiese ir a por folios, l¨¢pices y esas cosas que necesitaba para el colegio¡±.
Todo un mundo el de los regalos. Rompes el envoltorio y nunca se sabe que vas a encontrar dentro. ?Ser¨¢ verdad que nadie conoce a nadie?
Uniformes, bolos y buen vino
Juan Mars¨¦: "Yo siempre ped¨ªa un uniforme del Atl¨¦tico de Aviaci¨®n y siempre me tra¨ªan un juego de bolos. Y nunca tuve el traje de futbolista, porque los regalos son un poco como los trenes de las canciones: o los coges cuando tocan, o pasan de largo y no vuelven".
Almudena Grandes: "Las mujeres cargamos con muchos regalos tipo, como los perfumes, que a m¨ª por ejemplo no me gustan, y que seg¨²n las leyes de la publicidad se supone que son infalibles. Como a los hombres les gusta menos ir de compras, son m¨¢s convencionales y siguen m¨¢s los modelos".
Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald: "Me gusta que me regalen buen vino y regalarlo yo tambi¨¦n. Si una persona me regala un vino vulgar, tengo claro que ella no sabe qui¨¦n soy y yo y que yo me arrepiento de conocerla".
Ana Duato: "Yo regalo para triunfar, para que el otro tenga algo que le vuelve loco o que necesita de verdad y que sea un resumen de lo mucho que lo quieres. A veces, para conseguirlo hay que saber esperar hasta que ese regalo aparece. Precipitarse y acertar no suelen ser cosas compatibles".
Miguel R¨ªos: "No me gusta regalar ni que me regalen en eso que se llaman Pero la gente que me hace regalos parece conocerme bien y suele darme lo que para m¨ª son cosas pr¨¢cticas: libros, discos, jamones, vinos o surtidos de aceites; guantes, bufandas...".
Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n: "Un amigo me compr¨® un artilugio que ten¨ªas que ponerte no s¨¦ si en el tobillo o en la mu?eca y que serv¨ªa para calcular los kil¨®metros que caminas cada d¨ªa. Cosa que, como se comprende, no tengo el menor inter¨¦s en averiguar".
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