¡°Tenemos terror a enfermar¡±
El ¡®Chern¨®bil italiano¡¯ ha visto morir a 1.800 personas por amianto desde 1965
Casale Monferrato, con su centro renacentista y su extrarradio de industrias, vi?as y arrozales ba?ados por el r¨ªo Po, respira amianto desde hace m¨¢s de un siglo. Un total de 1.800 personas fallecieron por sus efectos entre 1965 y 2008. Los familiares, guiados por los sindicalistas Nicola Pondrano y Bruno Pesce, dedicaron sus vidas a despertar la alarma social contra aquel enemigo invisible. En 1986 obtuvieron el cierre del establecimiento Eternit que trabajaba el peligroso material desde 1907; en 1992, la ley que lo proh¨ªbe en todo el pa¨ªs; hace 10 d¨ªas, una condena a 16 a?os para cada uno de los dos directivos de la multinacional. Esa sentencia convierte este pueblo de 37.000 habitantes, 60 kil¨®metros al sur de Tur¨ªn, en el s¨ªmbolo de la lucha contra el amianto. Tras la justicia, sin embargo, queda el miedo.
¡°Vivimos con la pistola apuntada en la sien¡±, considera Pondrano, que trabaj¨® dos d¨¦cadas en Eternit. El c¨¢ncer de pleura provocado por las fibras del amianto tiene una incubaci¨®n de hasta 40 a?os. En 2010, fallecieron 30 personas, en 2011 fueron 58. La enfermedad est¨¢ diezmando la generaci¨®n de los que eran ni?os en los a?os sesenta. La empresa regalaba las sobras de producci¨®n y en el pueblo las utilizaban para todo: se aislaba el hospital, se constru¨ªan los cubos de basura, las macetas de los jardines, caba?as agr¨ªcolas o almacenes. Entre 2000 y 2006 fue saneado y desmantelado el establecimiento. Sin embargo, 600.000 metros cuadrados est¨¢n a¨²n contaminados. ¡°El problema hoy no es solo que la gente sigue muriendo. Sino el terror a enfermar. Decenas de ciudadanos acuden a los m¨¦dicos por un peque?o dolor de espalda, una tos m¨¢s persistente. Una psicosis colectiva¡±, argumenta Daniela Degiovanni, onc¨®loga del hospital local.
Romana perdi¨® a su marido, a su hermana, a su sobrino y a su hija
¡°Si tiene miedo, ?por qu¨¦ no se va?¡±, preguntaba el juez Giuseppe Casalbore a los testigos que desfilaban, tristes y dignos, en la sala de lo penal de Tur¨ªn. ¡°Lo pens¨¦ miles de veces. Pero aqu¨ª aprendimos a conocer este material y estamos en alerta¡±. Maria Cristina Musso, 62 a?os, cuenta c¨®mo en Casale el duelo ¨ªntimo se transform¨® en batalla colectiva. C¨®mo el pueblo se ha convertido en guardi¨¢n del pa¨ªs.
Si el amianto act¨²a de manera indiscriminada entre antiguos obreros, sus mujeres que lavaban los monos, los hijos que les abrazaban o los vecinos que respiraron el veneno en el aire, la responsabilidad es puntual. ¡°Empec¨¦ a buscar justicia por mi nieta. Cuando mi hija se qued¨® embarazada, mi marido y consuegro descubrieron que ten¨ªan c¨¢ncer. Francesca naci¨® en mayo, hace 10 a?os. Ellos murieron pocos meses despu¨¦s. Les dio tiempo de verla y construirle un jard¨ªn. La palabra culpables me liber¨®. tras la sentencia, le dije a la ni?a: ¡®Vete a correr en el jard¨ªn y piensa en tus abuelos que hoy celebran¡±.
Maria Cristina alterna sonrisa y l¨¢grimas: a sus espaldas, en la sede de la asociaci¨®n de los familiares, un archivador recoge los casos del Chern¨®bil italiano. Dos estantes y medio est¨¢n ocupados por carpetas blancas, el color de los empleados fallecidos; medio estante es amarillo: los vivos. Eternit lleg¨® a tener 2.500 trabajadores, hoy quedan 200. Otro mueble, m¨¢s nuevo, es dedicado al juicio-bis para los afectados que no entraron en el primer proceso: m¨¢s de 150 personas ya dejaron su historia. En media hora acuden dos m¨¢s: una mujer peque?a que perdi¨® al suegro y un hombre cuya mujer, Orsetta Bradiani, muri¨® a los 50 a?os dej¨¢ndole solo con tres hijos.
El amianto al aire libre
preocupa m¨¢s porque
lo picotean las palomas
Las viudas de Casale tienen su punto de referencia en los ojos azules de Romana Blasotti, de 83 a?os. Romana no llora desde el 17 de mayo de 1983, cuando muri¨® su primer y ¨²nico amor, el marido Mario Pavesi. Siete a?os m¨¢s tarde, el mismo tipo de c¨¢ncer se llev¨® a su hermana Libera, luego al hijo de esta, Giorgio, y finalmente a Mar¨ªa Rosa, su segunda hija, la ¡°que lleg¨® sin planearlo, porque ¨¦ramos pobres, y que a los cinco meses de embarazo estuve a punto de perder. La perd¨ª 50 a?os m¨¢s tarde¡±, recuerda.
¡°En esta calle murieron seis personas¡±, desgrana cada nombre, apellido y fecha, lenta e implacable. Un ejercicio de memoria y respeto que cumple entre las fotos de familia que llenan su piso, mientras controla desde la ventana a los obreros en el edificio de enfrente: ¡°Preparan los andamios para quitar el techo de amianto. El que est¨¢ al aire libre es el m¨¢s peligroso porque las palomas lo picotean y luego vuelan a todos lados¡±.
En Italia quedan entre 30 y 40 millones de toneladas de material mezclado con amianto. Casi 83.000 kil¨®metros de tuber¨ªas soterradas llevan agua y gas a los hogares. Conforme se van saneando, surge el problema de d¨®nde enterrar las escorias. ¡°No existe una manera segura de producir y utilizar el amianto. Es el mensaje que difundimos¡±, zanja Pondrano que organiza una gira en Francia. Porque, como escribe dedicando un libro sobre el Chern¨®bil italiano, ¡°la ¨²nica lucha que se pierde es la que se abandona¡±.
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