Acreedores inmisericordes
Es necesaria una regulaci¨®n con fuerza jur¨ªdica para proteger a los particulares insolventes frente a los bancos
Que a una familia con graves dificultades econ¨®micas se le niegue el acceso a una ayuda de emergencia social, precisamente por tener deudas con la Administraci¨®n que debe atenderla, no es razonable. Cuando se est¨¢ en dificultades, lo ¨²ltimo que se deja de pagar es la comida, la luz, el agua, el vestido y la vivienda. Mucho antes habremos dejado de abonar el impuesto municipal de veh¨ªculos, una multa de aparcamiento o el IBI (si es que a¨²n no nos han desahuciado). No estamos hablando de caraduras que no cumplen con sus obligaciones fiscales. Hablamos de miles de repentinas v¨ªctimas del brutal impacto de la crisis.
Pero, si lo anterior es il¨®gico, lo que se antoja inaudito es conseguir vencer la depresi¨®n y la verg¨¹enza, ir a pedir auxilio, contar la vida a extra?os, aportar mil y un papeles (que ya obran en poder de las Administraciones) y esperar plazos dilatados para que, una vez concedida e ingresada la ayuda, pase por all¨ª el acreedor m¨¢s espabilado y barra para s¨ª el importe en cuesti¨®n. Claro, que si el embargador es la misma entidad que auxili¨®, del estupor inicial pasaremos ¡ªcon toda la raz¨®n¡ª al cabreo monumental.
Esto se est¨¢ produciendo y debe resolverse. Hay posibilidades sencillas y eficaces para ello. Basta con despojarse de rigideces y de manguitos burocr¨¢ticos, aplicar el sentido com¨²n que debe regir todo Derecho, y regular la inembargabilidad de estas prestaciones.
Con todo, lo peor es que esto es la punta del iceberg de grav¨ªsimos y profundos problemas. Nos alertan sobre el empobrecimiento repentino de la poblaci¨®n espa?ola mientras que tenemos sistemas de protecci¨®n social muy deficientes, excesivamente burocratizados y poco dados a un tratamiento profesional e individualizado de cada caso de insolvencia personal o familiar.
Estamos clamando por la regulaci¨®n con fuerza jur¨ªdica suficiente de la protecci¨®n de los particulares insolventes frente a los bancos y resulta que nos aparece otro acreedor inmisericorde con las familias empobrecidas: la propia Administraci¨®n. Esperemos que esta vez la soluci¨®n no venga por la v¨ªa de la adhesi¨®n a un c¨®digo de buenas pr¨¢cticas.
Luis Barriga es trabajador social.
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