Una delgada l¨ªnea separa el misticismo de la psicosis en Jerusal¨¦n
Peregrinos cristianos y estudiosos jud¨ªos sufren delirios m¨ªsticos, s¨ªntomas de un s¨ªndrome propio de la ciudad santa
Se les ve vestidos de blanco, caminando por la ciudad vieja de Jerusal¨¦n; o rezando a horas intempestivas en el Muro de las Lamentaciones. Unos creen que son el Mes¨ªas, otros San Juan Bautista. Son los hombres y las mujeres que padecen el llamado s¨ªndrome de Jerusal¨¦n, la enfermedad mental que aflora en esta ciudad en forma de delirio m¨ªstico y que en Semana Santa, temporada alta de peregrinaje, alcanza uno de sus picos.
La ciudad vieja de Jerusal¨¦n se convierte estos d¨ªas en una procesi¨®n casi ininterrumpida de fieles aterrizados desde medio mundo. Huelen y tocan los lugares b¨ªblicos, rezan, cantan y compran souvenires religiosos -agua bendita embotellada y coronas de espinas est¨¢n entre los favoritos-. En definitiva, viven con intensidad la experiencia espiritual que Jerusal¨¦n ofrece a cristianos, jud¨ªos y musulmanes. Solo este mes, unos 300.000 turistas viajar¨¢n a Israel, la gran mayor¨ªa de ellos peregrinos, seg¨²n las cifras del Ministerio de Turismo. Son algunos de estos peregrinos los que terminan desbordados por la intensidad de la vivencia y acaban ingresados en el hospital psiqui¨¢trico.
¡°Los peregrinos vienen aqu¨ª para conocer la geograf¨ªa de los lugares b¨ªblicos. Quieren conocer el monte de los Olivos, Bel¨¦n, el G¨®lgota¡ Cuando lo ven con sus propios ojos es cuando se empiezan a identificar con personajes b¨ªblicos. Yo he visto a gente que se cree el rey David y se pone a tocar el arpa. Alg¨²n que otro Mes¨ªas¡¡±, cuenta Uri Sharon, del Ministerio de turismo israel¨ª y que ha guiado a peregrinos durante muchos a?os.
Pero s¨ª en cualquier cultura resulta dif¨ªcil trazar una l¨ªnea divisoria que separe la cordura de la locura, aqu¨ª, en Jerusal¨¦n, decidir cu¨¢ndo el misticismo da paso a la psicosis es una misi¨®n que roza lo imposible. Porque personas que en otros lugares del mundo vivir¨ªan ingresadas en un psiqui¨¢trico, aqu¨ª son uno m¨¢s. Aqu¨ª, en el lugar en el que muchos de sus habitantes creen que va a llegar el Mes¨ªas, escuchar voces o hablar con Dios no es nada del otro mundo.
¡°Aqu¨ª no existe una l¨ªnea clara que separe la experiencia m¨ªstica profunda de un brote psic¨®tico¡±, advierte Pesach Lichtenberg, director del departamento de Psiquiatr¨ªa del hospital Herzog, situado en una colina a las afueras de Jerusal¨¦n. Se trata de uno de los dos centros psiqui¨¢tricos de la ciudad en los que permanecen ingresados los enfermos del llamado s¨ªndrome de Jerusal¨¦n. Lichtenberg explica que ¡°los psiquiatras que quieran trabajar en Jerusal¨¦n deben estar familiarizados con la cultura religiosa de este lugar y con lo que es culturalmente aceptable en esta ciudad¡±. ?Pero d¨®nde acaban las pr¨¢cticas culturales admisibles y comienza el diagn¨®stico patol¨®gico? ¡°La cuesti¨®n no es lo que una persona crea ni con qui¨¦n hable sino c¨®mo maneja sus delirios. Debe ingresar si, por ejemplo, vive angustiada porque siente una responsabilidad excesiva porque piensa que el mundo se va a acabar si no cumple con las misiones encomendadas o si sufre severas man¨ªas persecutorias¡¡±.
No existe una compilaci¨®n fiable de datos de afectados por este s¨ªndrome, pero Lichtenberg habla de unos 100 peregrinos cristianos enfermos al a?o y de otros cientos que viven de forma m¨¢s o menos permanente en la ciudad. Dice que Semana Santa y Navidad son los periodos en los que se registran un mayor n¨²mero de casos. Este a?o, P¨¦saj, la pascua jud¨ªa, coincide con la Semana Santa cat¨®lica y se celebra apenas unos pocos d¨ªas antes que la ortodoxa.
Artemio Vitores, franciscano custodio de Tierra Santa, opina que a muchos cristianos el paso por Jerusal¨¦n les cambia la vida, porque ¡°los lugares santos te ponen en conexi¨®n con Dios¡±, pero cree que lo del s¨ªndrome es otra cosa, que son casos aislados. ¡°Venir a Jerusal¨¦n es una experiencia muy fuerte para los cristianos y los jud¨ªos. Y si eres una persona que ya viene con problemas, pues enloqueces del todo¡±. Con ¨¦l coinciden los estudiosos de este s¨ªndrome, que sostienen que Jerusal¨¦n suele ser un desencadenante, que normalmente las que vienen son personas con problemas acumulados. El tratamiento consiste en escucharles, darles medicamentos antipsic¨®ticos en caso de que lo necesiten y, sobre todo, intentar que vuelvan a sus pa¨ªses lo antes posible para alejarlos de la influencia que ejerce Jerusal¨¦n.
La mayor¨ªa de los que padecen el s¨ªndrome de Jerusal¨¦n son cristianos evang¨¦licos, que llegan a Jerusal¨¦n en peregrinaje y a los que el contacto con la ciudad santa les impacta de tal manera que llegan a perder el sentido. Pero a Lichtenberg, criado en una familia jud¨ªa ultraortodoxa, le interesan tambi¨¦n los delirios m¨ªsticos de los jud¨ªos que viven todo el a?o en la ciudad, muchos de ellos, llegados desde otros pa¨ªses y que una vez aqu¨ª se embriagan con el fervor dominante. Algunos pasan el d¨ªa entero rezando en el Muro de las Lamentaciones esperando la llegada del Mes¨ªas. Otros, intentan entrar en la Explanada de las Mezquitas y destruir Al Aqsa, donde creen que va a descender el tercer templo de los jud¨ªos. Explica que en Jerusal¨¦n muchos jud¨ªos viven con un sentimiento de anticipaci¨®n, de que algo muy gordo va a pasar, de que el Mes¨ªas va a venir y de que la redenci¨®n final est¨¢ a la vuelta de la esquina. ¡°Algunos de los pacientes son muy carism¨¢ticos. A veces, casi te convencen. Piensas, ?y si de verdad es ¨¦l el Mes¨ªas? ¡°, confiesa medio divertido el psiquiatra.
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