Los t¨®picos siempre miran al sur
El resultado electoral en Andaluc¨ªa resucita los clich¨¦s sobre esta regi¨®n. Los estereotipos se ceban con las zonas meridionales
Andaluc¨ªa era en el siglo XIX el lugar m¨¢s visitado de Espa?a por los que entonces, en lugar de turistas, se llamaban viajeros. Algunos de ellos, de renombre y buena pluma, ingleses, pero sobre todo franceses, retrataron una sociedad muy atrasada, aunque no lo estaba m¨¢s que el resto del pa¨ªs. Y, esto es lo relevante, extendieron dentro y fuera de las fronteras una estampa costumbrista que se fij¨® como un daguerrotipo: bandoleros, tabernas, mujeres salerosas. Algunos contaron lo que vieron, pero muchos vinieron ya con el cuento en la cabeza. El t¨®pico se abon¨® con abundancia.
Esta es parte de la mala prensa de la que habla el historiador de la Universidad de M¨¢laga Juan Antonio Lacomba. Tambi¨¦n hubo, dice, mala suerte prolongada. El c¨®ctel de ambas ha depositado sobre Andaluc¨ªa un peso, en ocasiones intolerable, de clasismo, xenofobia y clich¨¦s que se ceban con esta regi¨®n hasta el punto de convertirla en la reina del sur, el sur maldito al que unos pocos, bien que machaconamente, se permiten mirar por encima del hombro o apellidar con sa?a a sus ciudadanos porque votan en las elecciones al partido que les da la gana, o sea, como todo el mundo. Afortunadamente, como se?ala el periodista Francisco Gim¨¦nez Alem¨¢n, ¡°la gente normal no participa de esas tropel¨ªas¡±.
Dieron los valencianos mayor¨ªa absoluta a un presidente entonces imputado en tribunales y los comentarios se quedaron en la arena pol¨ªtica. La corrupci¨®n y el desgaste han retirado en Andaluc¨ªa nueve esca?os al partido gobernante y alzado venced?? or ¡ªque no victorioso¡ª al opositor, y se ha desencadenado una marea de insultos de pegajosa resaca, algunos de los cuales da pudor hasta reproducirlos.
La comunidad tiene "mala suerte y mala prensa", considera un historiador
Al historiador espa?ol Jos¨¦ Manuel Cuenca Toribio le gusta poner la l¨ªnea divisoria en el Tajo. Alguna diferencia habr¨¢ por cima y por bajo de ese r¨ªo para que se repitan los desmanes que de tarde en tarde tienen que escuchar los andaluces. Mala prensa y mala suerte, dec¨ªa Lacomba. La mala prensa se extendi¨® todo el siglo XX, desde los tebeos hasta las series de televisi¨®n, de las pel¨ªculas a los comentarios dom¨¦sticos: andaluz luego paleto; andaluz, por tanto, vago; el chistoso, el subsidiado; las horas muertas en la taberna, la juerga, el taconeo, la chacha y el jornalero. Y en la ¨²ltima vuelta de tuerca, el ciudadano que no vota lo correcto.
Curiosamente, son los pol¨ªticos los que m¨¢s burlan lo pol¨ªticamente correcto cuando les viene bien. ¡°A algunos habr¨ªa que taparles la boca, desde luego. Fue muy desafortunado aquel ¡®pitas, pitas, pitas¡¯ que se?al¨® Esperanza Aguirre para referirse al andaluz subvencionado¡±, menciona Gim¨¦nez Alem¨¢n, que fue director del diario Abc de Sevilla durante a?os. Y Javier Arenas, el candidato de la derecha tantas veces frustrado en esa regi¨®n, bien tuvo que lamentar, en otra campa?a electoral, las declaraciones de su correligionaria, ahora ministra de Sanidad, Ana Mato, cuando se dej¨® enga?ar por un v¨ªdeo para afirmar que algunos ni?os andaluces, pobrecillos, daban clase ¡°en el suelo¡± por falta de pupitres. Sobre esa mentira se revolvi¨® de nuevo la memoria colectiva de los andaluces para recordar que unas d¨¦cadas atr¨¢s, no hace tanto, lo que faltaba eran escuelas. Y ahora las tienen. Con mesas y sillas.
No hay uno solo de los consultados para este reportaje que no coincida en que los andaluces han votado leg¨ªtimamente lo que han tenido a bien. Pero todos opinan tambi¨¦n que ciertas ¡°redes clientelares¡± y una suerte de ¡°neocaciquismo¡± pueden estar afeando algunas de las estad¨ªsticas andaluzas: educativas, de desempleo. Dicho esto, ?queda algo para la mala suerte que citaba Lacomba? El historiador sostiene que s¨ª. Mala suerte que est¨¢ en el origen del retraso que a¨²n se atisba en algunos ¨¢mbitos. La mala suerte del sur de Espa?a, del sur de Italia, la fatalidad de todos los sures del mundo. Algo han de tener en com¨²n. ¡°El clima puede propiciar ciertas formas de vida y determinados modelos de producci¨®n, desde luego¡±, afirma Juan Carlos Pereira, director del Departamento de Historia Contempor¨¢nea de la Complutense.
La victoria de un imputado Camps en Valencia no caus¨® tales cr¨ªticas
No es sencillo buscar el desencadenante de la historia, pero s¨ª cabe analizarla y se?alar sus consecuencias. Cuando se habla de la de Andaluc¨ªa, como de la extreme?a, por seguir en el margen sur del Tajo, el libro de Miguel Delibes, que fue despu¨¦s famosa pel¨ªcula, est¨¢ en mente de todos: Los santos inocentes. ¡°Hay enormes diferencias entre la industrializaci¨®n del norte y su burgues¨ªa, de mente liberal, m¨¢s abierta a la formaci¨®n y la cultura, y los propietarios del sur, latifundistas cerrados y conservadores. Estos ¨²ltimos son m¨¢s resistentes a las aperturas, son continuistas¡±, dice Pereira. ¡°Eso configura sociedades m¨¢s inmovilistas, cuando no explota la revoluci¨®n, que en Andaluc¨ªa [y en Badajoz], hay que recordarlo, se aplast¨® ferozmente en la guerra y la dictadura¡±, a?ade.
La madrile?a Carmen Anula Castells, andaluza de adopci¨®n, es catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa la Universidad de Sevilla. Recuerda cuando lleg¨® a Andaluc¨ªa y se pate¨® los pueblos para hacer su tesis, El mito de la Andaluc¨ªa subsidiada: ¡°Me llam¨® mucho la atenci¨®n que la gente desayunaba en la calle, en el bar... El origen de esa costumbre es jornalero, cuando sal¨ªan a la plaza para que el amo de las tierras los seleccionara uno a uno para trabajar ese d¨ªa. Gim¨¦nez Alem¨¢n dice que ¡°en Andaluc¨ªa sigue habiendo residuos del se?oritismo. ¡°En Sevilla es f¨¢cil ver en los barrios acomodados a empleadas del hogar vestidas con el uniforme de rayadillo y a rentistas terratenientes que no dan un palo al agua. Llegu¨¦ a la capital en 1984 y me llam¨® la atenci¨®n el C¨ªrculo de Labradores y Propietarios. Son propietarios, no empresarios, esa terminolog¨ªa hay que cambiarla, porque en Andaluc¨ªa hay empresas punteras en muchos sectores, tecnol¨®gicos, cient¨ªficos y el AVE viaja lleno de ejecutivos¡±, sostiene este periodista que reconoce que le hubiera gustado que cambiara el color del Gobierno regional. Pero el clich¨¦ a¨²n se apoya en aquellos residuos de ¨¦pocas en que la tierra se divid¨ªa fatalmente entre amos y criados, una imagen que el franquismo congel¨® durante 40 a?os. Los unos ociaban, los otros trabajaban sin descanso, a veces solo por estar bajo un techo. De los amos era la tierra, las ¨®rdenes las daban ellos y el poder les era natural.
Por eso, a algunos se les encoge el coraz¨®n cuando Javier Arenas repite lo de la ¡°apropiaci¨®n indebida de las instituciones¡± por parte de los socialistas. ?De qui¨¦n son las instituciones y el poder? La izquierda en Andaluc¨ªa ha atizado el t¨®pico del miedo al se?orito; la derecha no siempre ha podido convencer de que pertenec¨ªa al pasado. Tan poco ayudan algunas declaraciones pol¨ªticas, como las cr¨ªticas imp¨²dicas al pueblo llano de un arist¨®crata de los Alba, a lomos de su caballo. Baste decir que le reconvino hasta su madre.
El exotismo de lo andaluz trajo turismo y este alent¨® los mitos
El campo no necesitaba m¨¢s formaci¨®n que la fuerza de un par de brazos y a los se?oritos no les entusiasmaba que sus jornaleros estudiaran. La maldici¨®n del analfabetismo se heredaba de padres a hijos. Hasta anteayer. ¡°Pobres y analfabetos, que no incultos¡±, puntualiza el historiador andaluz Cuenca Toribio.
El prestigio y la clase al sur del Tajo lo determinaba la posesi¨®n de tierras y palacios, donde se luc¨ªa una suerte de indolencia que se daba tambi¨¦n entre los hacendados de otros pa¨ªses. Trabajar no estaba bien visto. Cazar, s¨ª. Y jugar. Y hacer fiestas.
Pero Andaluc¨ªa siempre fue tierra hermosa y rica. Ten¨ªan agricultura, tambi¨¦n minas y hubo una floreciente y prometedora industria. Lo recuerda Lacomba: ¡°En M¨¢laga estuvieron los Loring (finanzas), los Heredia (grandes ferreteros, de los primeros de Espa?a), y los Larios (los segundos del textil en todo el pa¨ªs). Tambi¨¦n los Ibarra, Carbonell... Ninguno era andaluz¡±. Tampoco los bodegueros. Y, para colmo, acababan imitando las costumbres, ¡°cuando hac¨ªan dinero, compraban tierras¡±, dice Lacomba.
¡°Los pobres del norte y los del sur nada tienen que ver¡±,? opina un experto
La miner¨ªa, que pudo explotarse con ¨¦xito, ¡°choc¨® con medidas gubernamentales proteccionistas que beneficiaban a las regiones del norte¡±, sigue Lacomba. Otra v¨ªa muerta. De nada sirvi¨® que la mayor¨ªa de los ministros del siglo XIX, algunos de los m¨¢s influyentes, fueran andaluces. Arriba se proteg¨ªa la industria, abajo campaban los terratenientes.
Y sin embargo, a finales del XIX, Andaluc¨ªa es el s¨ªmbolo de lo espa?ol. ¡°Esa idea se fabric¨® en Madrid, ya desde los noventayochistas¡±, dice el catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Complutense Ferm¨ªn Bouza. El frasco de las esencias patrias lo ten¨ªa antes Castilla, ¡°la nobleza, la austeridad, la sinceridad castellanas, pero perdi¨® su influencia simb¨®lica en favor del sur¡±. ¡°Madrid empieza a sentirse una excepci¨®n fiel a lo espa?ol frente a Catalu?a, Pa¨ªs Vasco, Galicia... La periferia se le escapa de las manos y los unitaristas elevan a Andaluc¨ªa al trono de la espa?olidad¡±, explica. El franquismo retoca y hace suya esa idea de los unitaristas frente a los federalistas. Los andaluces triunfan en la capital y, en su nombre, promocionan Espa?a. El exotismo de su tierra atrae al turismo, y eso da dinero. ¡°Con el turismo de los sesenta los andaluces se andalucean, porque era la v¨ªa de atraer recursos. ?Flamenco quer¨ªan? Flamenco les daban¡±, explica Lacomba. Folklore y emigrantes analfabetos.
Hoy todav¨ªa se siente el clasismo que llega del norte. Algunos dicen que, sobre todo, de Madrid, del ¡°pijer¨ªo madrile?o¡±. ¡°Puede que en el sur este extendido el clientelismo, pero de ah¨ª a decir que los andaluces son vagos... La derecha madrile?a no ha podido reprimir su frustraci¨®n¡±, dice Jaime Pastor, profesor de Pol¨ªtica en la UNED. Benjam¨ªn Garc¨ªa, profesor de Ecolog¨ªa y Poblaci¨®n de la Complutense, dice, sin embargo: ¡°Ellos creen en la igualdad y en el reparto, muy bien, pero para repartir hay que crear primero. No quieren el desarrollo, no quieren trabajar¡±. ?Cree que no quieren trabajar? ¡°Lo que digo es que si con el paro les dan 400 euros y trabajando 600, pues claro, yo har¨ªa lo mismo. Los pobres del Norte no tienen nada que ver con los pobres del Sur. Pero el desarrollo no depende de la gente, sino de las pol¨ªticas y ellos han optado por lo que les conviene¡±, dice.
Parecida opini¨®n se ha o¨ªdo en algunos medios de comunicaci¨®n madrile?os ¡ª¡°solo la caverna¡±, dice Gim¨¦nez Alem¨¢n¡ª que abrieron la caja de los truenos tras los resultados electorales, despertando una queja de la Asociaci¨®n de la Prensa de Sevilla. Pero, como en Valencia, los andaluces votan, en noviembre y en marzo, lo correcto, que es, exactamente, lo que les da la gana.
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