El desorden social
La ¡®helenizaci¨®n¡¯ no la originan los altercados sino los recortes sociales
Los tambores de guerra vuelven a tronar. El Movimiento 15-M se dispone a celebrar su primer aniversario. Resulta sorprendente comprobar, un a?o despu¨¦s, hasta qu¨¦ punto esta ola de indignaci¨®n sigue viva. Basta con echar un ojo a las hemerotecas. En los 12 ¨²ltimos meses, sus activistas han estado presentes frenando desahucios, impidiendo derribos, clamando contra las subidas salariales de pol¨ªticos y gestores financieros, protestando contra la reforma de la negociaci¨®n colectiva, apoyando a los afectados por las hipotecas, organizando marchas laicas contra los gastos del viaje papal a Madrid y clamando contra los recortes sociales.
No es, por tanto, exagerado afirmar que el 15-M se ha convertido en Espa?a en un referente moral. Ha sabido dar voz a los anhelos de la sociedad del siglo XXI y a ese malestar que genera, tanto en Espa?a como en el resto del mundo, un sistema pol¨ªtico anquilosado y un neoliberalismo econ¨®mico que se impone como ¨²nica receta fomentando la desigualdad social y el saqueo de las arcas p¨²blicas. Poco despu¨¦s de los primeros estallidos del movimiento de los indignados que exigen Democracia Real Ya, las encuestas del CIS demostraron que en torno a dos terceras partes de la poblaci¨®n espa?ola apoyan sus m¨¦todos pac¨ªficos y, por supuesto, sus reivindicaciones.
Algunas de ellas no han ca¨ªdo en saco roto ni siquiera para el Gobierno de Rajoy, que ha limitado los sueldos p¨²blicos y los de los gestores de entidades financieras intervenidas, que ha recomendado a la banca facilitar la daci¨®n en pago y que ha elaborado una ley de transparencia, aunque el proyecto haya quedado, de momento, completamente desvirtuado.
Las pol¨¦micas acampadas y la intensidad de sus primeras protestas fueron una demostraci¨®n de fuerza que qued¨® revalidada el 15-O, con una movilizaci¨®n casi planetaria que llen¨® las plazas y calles de ciudades de 45 pa¨ªses al un¨ªsono contra la frustrante situaci¨®n de las clases trabajadoras. Pero esa continua presencia, ese goteo de protestas y la simpat¨ªa general que todav¨ªa despierta el movimiento tanto aqu¨ª como en Nueva York ¡ªOccupy Wall Street es all¨ª su lema¡ª, Atenas o Londres es la verdadera demostraci¨®n de fuerza de este movimiento local de dimensi¨®n global.
Contrasta con todo ello la pol¨ªtica de represi¨®n emprendida por este Gobierno y puesta en pr¨¢ctica con aporreos y detenciones masivas en Barcelona, Madrid o Valencia, donde el ministro de Interior, Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz, tild¨® de radicales a los manifestantes. Es previsible que el Ejecutivo act¨²e con prudencia en las protestas que se avecinan, pero resulta preocupante y parad¨®jico comprobar c¨®mo algunos manejan el discurso del orden p¨²blico y la crisis econ¨®mica. Desplegar 8.500 polic¨ªas en Barcelona para evitar altercados por una reuni¨®n ordinaria del Banco Central Europeo es un disparate en t¨¦rminos presupuestarios y un insulto a la inteligencia si se afirma, como se hizo, que se evitaron desmanes que hubieran elevado la prima de riesgo.
Estos guardianes del orden p¨²blico que claman contra las ocupaciones de las v¨ªas p¨²blicas y los altercados callejeros advierten contra los perversos efectos de la helenizaci¨®n de Espa?a y la correspondiente mirada reprobatoria de los mercados. Pero conviene tener claro que la helenizaci¨®n no la originan tales des¨®rdenes ¡ªminoritarios por otra parte¡ª, sino esas pol¨ªticas que asfixian nuestras econom¨ªas y cercenan derechos sociales mientras las desigualdades salariales siguen escalando y el saqueo contin¨²a en el mismo sector ¡ªel financiero¡ª que nos condujo a esta crisis. Ese discurso es un intento de desviar el tiro al igual que se pretende ahora se?alando como ¨²nico culpable del fiasco de Bankia al regulador, olvidando que los pol¨ªticos del PP son los que han gestionado con generosos emolumentos la entidad cuyas p¨¦rdidas corren ahora a cargo del contribuyente.
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