"Saldr¨¢ caro no tener periodismo"
?l director de The New Yorker, David Remnick, defiende el pago por los contenidos en Internet para mantener una prensa de calidad independiente que presione al poder
David Remnick (New Jersey, 1958), es un privilegiado en un oficio que atraviesa una tormenta perfecta. Entre 1988 y 1992 fue corresponsal del Washington Post en Mosc¨². Vivi¨® la perestroika y el derrumbe de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y escribi¨® un libro imprescindible, La tumba de Lenin (Debate), que le vali¨® el Premio Pulitzer. Ahora es director de The New Yorker, una de las publicaciones m¨¢s exquisitas, brillantes y profesionales jam¨¢s concebidas para deleite del lector y que parece capear muy bien la crisis. Remnick no teme que desaparezcan los grandes peri¨®dicos globales como el New York Times, sino el efecto devastador en la textura de las sociedades que puede suponer que dejen de existir los peri¨®dicos locales. ¡°Me cri¨¦ en New Jersey, cerca de una ciudad llamada Newark¡±, explica. ¡°Desde que tengo memoria, todos los alcaldes de Newark han acabado en la c¨¢rcel. Hasta ahora, porque el actual es un buen t¨ªo. En parte porque hab¨ªa un peri¨®dico agresivo que pon¨ªa el foco en cualquier actividad sospechosa que pasaba en Newark. Hoy en d¨ªa este peri¨®dico, como muchos otros, est¨¢ bajo una gran presi¨®n. Y esperemos que no cierre¡±.
Remnick ha estado en Barcelona, detr¨¢s de Bruce Springsteen, un tipo que tambi¨¦n es de New Jersey y a quien vio actuar por primera vez en 1973, cuando todav¨ªa era un desconocido, haciendo de telonero de Chicago en un concierto en Newark. Est¨¢ fascinado por este viejo roquero ¡ª¡°un performer extraordinario, un James Brown blanco¡±¡ª que suda la camiseta reconvertido en un h¨¦roe de nuestro tiempo. Remnick espera contar a sus lectores ¡°la historia de una estrella del rock que envejece pero que se hace aun m¨¢s popular; como dec¨ªa Lennon: ¡®a working class hero is something to be¡±.
Su ¨²ltimo libro, El Puente. Vida y ascenso de Barack Obama (Debate), recobra actualidad ahora que el primer presidente negro de Estados Unidos se presenta a la reelecci¨®n, algo que Remnick no da por hecho. ¡°Normalmente, hubiera pensado que Obama tendr¨ªa una cierta ventaja en muchos aspectos, pero si uno mira a Europa comprueba que todos los presidentes salientes han perdido las elecciones, y superar esta tendencia que tiene su origen en la ansiedad econ¨®mica es muy dif¨ªcil. Ha tenido ¨¦xito en muchas cosas, entre otras en pol¨ªtica exterior, pero a poca gente le importa. El desempleo es alto y el crecimiento limitado, y la gente olvida cu¨¢nto peor era todo en 2008¡±.
Quiero que 'The New Yorker' sea rentable porque quiero que su libertad contin¨²e
Cuando empez¨® a escribir El Puente, Remnick solo pretend¨ªa analizar a ¡°un personaje americano muy espec¨ªfico y peculiar y c¨®mo gestionaba uno de los m¨¢s dolorosos legados de la historia norteamericana, el que tiene que ver con la cuesti¨®n racial¡±. No esperaba que llegara ni siquiera a ser candidato. ¡°Lo confieso. Alguien entr¨® en mi despacho y me dijo: ¡®Obama va a ganar a Hillary¡¯. Ni hablar, le dije, te apuesto cien d¨®lares. ¡®?Por qu¨¦?¡¯, me dijo. Su nombre es Barack Hussein Obama, le contest¨¦, y por cierto, es negro, en caso de que no te hayas dado cuenta¡±. Hillary, se?ala Remnick, era una pol¨ªtica muy competente que adem¨¢s era m¨¢s popular en la comunidad negra que Obama. ¡°Era muy dif¨ªcil de imaginar lo que sucedi¨® y lo parad¨®jico es que creo que Hillary tiene grandes posibilidades en 2016, pese a que ser¨¢ mayor incluso que Ronald Reagan cuando gan¨® su primer mandato¡±.
Obama, piensa Remnick, representa muy bien el cambio de la sociedad norteamericana en el ¨²ltimo tramo del siglo XX y comienzos del XXI. ¡°No hay m¨¢s que mirar las estad¨ªsticas; hace unos d¨ªas se certific¨® que por primera vez los nacimientos de blancos son minor¨ªa¡±, apunta. ¡°El partido Republicano tiene muchas razones para la ansiedad: se est¨¢ haciendo viejo, m¨¢s blanco y m¨¢s y m¨¢s conservador, pero sigue teniendo muchas posibilidades de ganar la presidencia y el Congreso, y mantener la mayor¨ªa en el Tribunal Supremo, y eso es porque los Estados Unidos ¡ªno Nueva York o Los ?ngeles¡ª no es Espa?a ni Francia, es un lugar mucho m¨¢s conservador. En 2008, cuando gan¨® Obama, en Europa se pens¨® que todo iba a ser diferente. Es cierto, las cosas cambian, pero las elecciones no significan transformaciones m¨¢gicas de la totalidad pol¨ªtica de un pa¨ªs. Tenemos un presidente muy liberal que no se atreve a actuar en el control de las armas, no puede; que tampoco ha podido cerrar Guant¨¢namo. Los par¨¢metros en los que puede moverse son muy limitados y la naturaleza del Congreso es muy conservadora.
No es que tenga una gran opini¨®n de su adversario, el republicano Mitt Romney. ¡°Parece un mu?eco de pl¨¢stico; es una persona muy rica alejada de la gente com¨²n y se hizo rico no creando innovaci¨®n, sino en el papel del tipo que llega a una empresa para despedir a la gente¡±. Pero las elecciones en Estados Unidos, asegura, se ganan y se pierden, como en casi todas partes, en el centro. ¡°Toda la gente de un lado sabe a qui¨¦n va a votar y toda la gente del otro lado tambi¨¦n. Luego est¨¢ esta parte intermedia, que es decisiva, y que habitualmente no presta atenci¨®n a la campa?a hasta septiembre u octubre, as¨ª que las encuestas van arriba y abajo¡±. ¡°Romney¡±, a?ade, ¡°puede parecer loco o vac¨ªo para muchos dem¨®cratas y para buena parte de los europeos, pero quienes voten por ¨¦l lo har¨¢n solo porque no les gusta Obama¡±.
El director de la revista ha estado en Barcelona siguiendo a Bruce Springteen para contar su historia
Piensa Remnick que a la crisis del oficio y el negocio del periodismo se le puede aplicar la teor¨ªa de Schumpeter de la destrucci¨®n creativa, en el sentido de que los que quienes salgan de la crisis lo har¨¢n reforzados. Pero no son los grandes medios globales los que le preocupan, sino el periodismo regional y local y la barra libre que se abre al poder pol¨ªtico en estas circunstancias. ¡°Miro a Mosc¨² y veo cosas muy interesantes. La estructura del poder b¨¢sicamente piensa que no le importa nada lo que se imprima; pasan completamente de la prensa escrita, que tiene absoluta libertad. Todo lo que les importa en ese gran pa¨ªs es la televisi¨®n estatal, y esto s¨ª que lo controlan. El resto les da igual, ni siquiera interfieren en Internet, como hacen los chinos. Es un nuevo estilo de autoritarismo, pero con una idea muy clara. Las l¨ªneas de independencia dependen del tipo de medio que se trate¡±.
¡°En Occidente, el sistema no es perfecto, pero lo que s¨ª somos es libres. El editor tiene una zona de independencia y libertad, y esto es extraordinario y raro. No hay duda de que las presiones comerciales importan, y la raz¨®n por la que yo quiero que el New Yorker sea una publicaci¨®n rentable no es para hacer mucho m¨¢s rica a la familia propietaria, sino porque quiero que su libertad contin¨²e, para olvidar el nivel de ansiedad que produce pensar que si fu¨¦ramos un poco menos libres podr¨ªamos rescatar la revista de la quiebra¡±.
El New Yorker nunca ha estado abierto en la red ¡ª¡°una de las mejores decisiones que tomamos¡±, dice¡ª. Como editor, Remnick no est¨¢ cerrado a la explotaci¨®n de todas las plataformas que puedan surgir, pero no olvida el principio b¨¢sico del oficio: ¡°Sin una realmente rigurosa cultura de investigaci¨®n, de explicaci¨®n, de contar bien las historias, de presionar al poder, de mantener la independencia, no hay periodismo¡±, asegura. ¡°Y s¨ª, este tipo de periodismo es muy caro, pero hay algo m¨¢s caro para la sociedad: no tenerlo¡±.
Y hablando de dinero, considera Remnick que el precio del New Yorker es demasiado barato. ¡°Si estoy dando el mejor periodismo de investigaci¨®n del mundo, el m¨¢s alto nivel de ficci¨®n, humor, bellas ilustraciones y portadas, esto requiere recursos y alguien tiene que pagar por ello. Pero esta es la parte en la que tenemos suerte: hacemos algo que la gente quiere y est¨¢ dispuesta a pagar por ello¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.