¡°Humillante, pero no queda otra¡±
La clase media, azotada por la crisis, se convierte en el nuevo cliente de los repartos de alimentos El paro y los bajos salarios la empujan a los servicios de Cruz Roja
¡°Pap¨¢, te ayudo¡±. ¡°Y yo¡±. Cuatro manitas toman los paquetes. Macarrones, arroz, botes de tomate... Los cr¨ªos dejan los envases en la bolsa del supermercado. Pero esto, con su gran fila a ratos, no es un supermercado: es el reparto de alimentos gratuitos para quienes no llegan a fin ¡ªo a mediados¡ª de mes. Aunque puede recordarlo. Las cajeras que entregan las provisiones son voluntarias de la Cruz Roja. El escenario, una caseta prefabricada de un suburbio bien de Madrid, Tres Cantos. Los clientes, sobre todo espa?oles de clase media arrastrados por el paro y los bajos salarios, salen con el carro lleno rumbo a casa. Como si volvieran del supermercado. Como cualquier otro vecino.
¡°Es humillante, pero no queda m¨¢s remedio¡±, asegura Nieves, de 55 a?os, con la bolsa llena de provisiones. Acaba de estrenar el servicio de la ONG, que reparte alimentos una vez al mes a los residentes en este municipio ¡ª41.147 habitantes¡ª. Tres Cantos reluce en las estad¨ªsticas: 8% de paro, renta media entre las m¨¢s altas de Madrid y un 60% de universitarios. Pero ilustra la ca¨ªda de la clase media.
Deterioro en alza
El 21,8% de la poblaci¨®n espa?ola est¨¢ en riesgo de pobreza, seg¨²n los datos del INE de 2011. La crisis se deja sentir: en 2009 era el 19,5%.
Los menores de 16 a?os son los m¨¢s afectados: el 26,5% son pobres ahora (viven en hogares cuya renta es inferior a 15.820 euros al a?o para cuatro personas). En 2010, la mitad padec¨ªa pobreza extrema por vivir en familias con menos de 11.000 euros al a?o (13,7% frente al 9% en 2008).
En 1.728.400 hogares todos est¨¢n en paro.El 41,2% de los espa?oles ha? cambiado de h¨¢bitos para ahorrar en alimentaci¨®n y el 70% intenta rebajar los gastos de casa, seg¨²n el CIS.
¡°Estoy separada y tengo un hijo de 18 a?os. Mi marido me pasaba 1.200 euros mensuales para el chico y para m¨ª hasta hace un a?o, pero ahora le va fatal, no puede. He llegado a una situaci¨®n en la que no tengo qu¨¦ comer¡±, explica esta manchega menuda que pide silenciar su nombre real. Un ama de casa ¡ª¡°nunca trabaj¨¦ fuera porque no me hac¨ªa falta¡±¡ª que no hab¨ªa pisado ¡°nunca¡± un servicio social. Hasta el mes pasado, cuando Nieves puso los pies por primera vez en el barrac¨®n supermercado a medio camino de chal¨¦s adosados, oficinas vistosas y bloques de pisos a menudo con piscina.
¡°Me siento mal por tener que venir aqu¨ª, como un pobre que se pone a pedir. Pero por mi hijo mato, como dice Bel¨¦n Esteban¡±. Ese hijo estudiante que, a decir de su madre, ¡°no lleva mal la situaci¨®n¡±. ¡°Tiene su ordenador con alg¨²n juego. Se entretiene con los amigos... Desde peque?o le ense?¨¦ a ser austero¡±, afirma la mujer con cierto alivio. A Nieves, para quien los ahorros son solo un recuerdo lejano, le da tranquilidad tener piso propio. Aunque deba ¡°mucho¡± de comunidad. ¡°Los vecinos me conocen de toda la vida. Saben c¨®mo estoy y no me empujan¡±. Pero los gastos fijos de la casa se encaraman a los 400 euros mensuales. Y, encima, hoy no hay leche en el reparto.
¡°Mis hijos est¨¢n con su padre. Yo no puedo mantenerlos¡±, afirma una madre
Se ha acabado para las 19 de las familias que recogen su lote este martes por la tarde. Son una peque?a parte de las 200 ¡ªagrupan a unos 600 tricantinos, calcula el presidente de la Cruz Roja local, Jos¨¦ Chai¡ª que se benefician del avituallamiento gratuito. ¡°El 60% son espa?oles. Son los ¨²nicos que aumentan, y mucho, en los ¨²ltimos tiempos. Buena parte de los inmigrantes parten en busca de vivienda m¨¢s barata¡±, detalla Chai. ¡°Clase media, muchos con estudios universitarios¡±, describe.
¡°Gente que ingresaba hasta 3.000 euros al mes en dos sueldos, que se ha quedado sin ingresos y con hipoteca o alquiler que pagar e hijos que mantener¡±, a?ade Yolanda Cagigal, trabajadora social del centro. Gente que con frecuencia ¡°esconde los alimentos en las bolsas del Carrefour para fingir que ha hecho la compra¡±, que agota los ahorros antes de dar un paso que desconocen, recurrir a la asistencia social, afirma Chai. ¡°No saben c¨®mo pedir ayuda, no est¨¢n acostumbrados. Llegan cuando ya no pueden m¨¢s¡±.
El 60% de los que reciben comida en una zona bien de Madrid son espa?oles
Como Juan Carlos y su mujer, Jafi. Cargan el suministro en el coche, el sello de los tiempos mejores cuya letra han logrado renegociar con el banco hasta los 100 euros al mes. ¡°Solo le pongo 20 de gas¨®leo, y cuando puedo¡±, aclara el joven. ?l s¨ª tiene un trabajo, pero peor que el anterior. Ella agota el subsidio tras el paro. Las cosas empezaron a torcerse hace cuatro a?os: el declive hasta juntar, entre ambos, ¡°menos de 1.000 euros¡±. Y con dos hijos que mantener, de siete y cinco a?os.
¡°Salgo a buscar trabajo cada ma?ana y vuelvo con las manos vac¨ªas¡±, asegura Jafi. Con ¡°ocho euros¡± en el monedero, tiene los c¨¢lculos m¨¢s que hechos. ¡°En junio quito a los ni?os del comedor, porque ya no hay beca y el servicio cuesta 162 euros para los dos¡±. El pr¨®ximo recorte ser¨¢ acabar con el f¨²tbol del chico: 325 euros al a?o. Pero lo entender¨¢: ¡°Ellos saben lo que hay, que no tenemos mucho dinero¡±. ¡°Hay que salir adelante por tus hijos¡±, zanja Jafi con una sonrisa. Aunque el ¨¢nimo decaiga a veces.
La pareja espa?ola arranca el monovolumen mientras Eva ¡ªnombre supuesto¡ª carga con su bolsa. Pesa menos de la media ¡ªsituada en 16,5 kilos¡ª, porque vive sola. A su pesar. Divorciada, 45 a?os, tres hijos. ¡°Est¨¢n con el padre, que tiene un buen sueldo, porque yo no puedo mantenerlos¡±. Esta madrile?a que dej¨® el empleo tras tener a su ¨²ltimo hijo, que ¡°siempre hab¨ªa vivido sin apuros¡±, trabaja ahora de asistenta a dos horas de distancia. Cuatro horas de tarea por d¨ªa, 450 euros al mes. Vive en una habitaci¨®n alquilada por 300. Cuentas que no salen y que, hace seis semanas, le llevaron a pedir ayuda ¡ª¡°ya estaba en las ¨²ltimas¡±¡ª y, de paso, a convertirse en voluntaria de Cruz Roja. ¡°Me gusta ayudar a la gente. No puedo estar en casa parada¡±. As¨ª que echa una mano con el ordenador. Y se siente ¨²til ¡°al devolver algo que de lo que recibo¡±. Un b¨¢lsamo para ¡°el dolor y la humillaci¨®n¡± que siente a diario.
El camino inverso hizo Beto, de 55 a?os. Cuando se qued¨® en paro como auxiliar de seguridad, este peruano se acerc¨® a echar una mano en el barrac¨®n de Cruz Roja. Conduce el transporte adaptado que traslada a personas con discapacidad a las consultas m¨¦dicas. ¡°Vine a ayudar y cuando la cosa se ajust¨® y los ahorrillos se acabaron, ped¨ª ayuda¡±, relata este universitario que agota el subsidio y desconf¨ªa de volver a encontrar empleo ¡°por culpa de la edad¡±. ¡°No paro de meter curr¨ªculos, y nada. Las empresas no quieren a gente de m¨¢s de 45 a?os y el pol¨ªtico quiere pagarnos la pensi¨®n a los 80¡±. En su casa, tres chicos y dos adultos, solo la mujer ¡ªespa?ola¡ª trabaja: 900 euros para todos. ¡°Menos mal que el piso es suyo¡±, suspira Beto.
En la cola de los alimentos tambi¨¦n hay empresarios que han quebrado. Como Liliana y su marido, cuya firma de construcci¨®n ¡°fue a pique por los impagos¡±. Esta colombiana en la cuarentena es la ¨²nica que trabaja en casa, de camarera. ¡°Pero mi sueldo no alcanza¡±. Una n¨®mina de 800 euros para un alquiler de 1.000 en un piso donde realquila una habitaci¨®n. ¡°La renta es lo primero que se paga y luego, lo que se puede. Si es la luz, no es el agua, ni el gas...¡±. ¡°Yo estoy acostumbrada a luchar la vida, pero mis hijos est¨¢n aterrados y buscan trabajo¡±. Ese trabajo que ralea tanto. Ese trabajo cuya escasez multiplica las colas para recibir alimentos. Tambi¨¦n en las zonas acomodadas. En Tres Cantos ya no la monopoliza una quincena de familias ¡ªdesestructuradas, inmigrantes en apuros o de etnia gitana¡ª, como una d¨¦cada atr¨¢s. La clase media tambi¨¦n est¨¢ en la fila. Como si volvieran del supermercado. Como siempre. Casi.
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