Cuidado con el rebrote del rencor entre europeos
Crecie la desconfianza entre pa¨ªses y hacia las instituciones comunitarias. Los analistas alertan de que estos sentimientos obstaculizar¨¢n las soluciones a la crisis
La c¨¦lebre libra de carne que exigi¨® el prestamista Shylock ¡ªen El mercader de Venecia de Shakespeare¡ª como indemnizaci¨®n por el impago de una deuda ofrece muchos motivos de reflexi¨®n en estos agitados d¨ªas europeos. La carne en cuesti¨®n era la del cuerpo del deudor. Siglos de prejuicios, antisemitismo y desconfianza entre pueblos se cristalizan en la terrible historia de ese pr¨¦stamo, un relato que 400 a?os despu¨¦s sigue dejando la puerta abierta a muchas interpretaciones. Todos los protagonistas ¡ªacreedor y deudores¡ª ten¨ªan alguna leg¨ªtima raz¨®n para reclamar e incubar rencor.
Hoy, nuevas deudas parecen soplar sobre los rescoldos de viejos recelos entre europeos. Muchos griegos, portugueses e irlandeses ¡ª?pronto acompa?ados por espa?oles, italianos y chipriotas?¡ª tienen la sensaci¨®n de que sus deudas acabar¨¢n cost¨¢ndole casi la sangre por las condiciones impuestas por los prestamistas. A la vez, muchos europeos del norte sienten un profundo rechazo moral ante la idea de tener que salvar con sus bolsillos los excesos de aquellos que vivieron irresponsablemente por encima de sus posibilidades.
Como casi siempre en la vida, la verdad se halla probablemente en alg¨²n lugar intermedio y lleno de matices. Pero, est¨¦ donde est¨¦ la verdad, el riesgo de un posible rebrote de la desconfianza, del recelo y hasta del rencor entre pueblos europeos adquiere cada vez mayor consistencia.
El grado de aprecio de Alemania sigue alto, pero sufre un claro deterioro
Es esta una lacra que no puede medirse con la precisi¨®n de la prima de riesgo o de las deudas pendientes; no tiene la dram¨¢tica visibilidad del paro y la pobreza que avanzan; pero es un peligro que cada mes de crisis ¡ªy, sobre todo, cada rescate, con su reguero de tensiones y condiciones¡ª hace m¨¢s agudo. La historia europea reclama a gritos que se la tenga bien en cuenta y que se suministren en amplias dosis los anticuerpos frente a los populismos que probablemente vendr¨¢n.
La relaci¨®n greco-alemana es una se?al de alerta de lo que puede pasar. Titulares period¨ªsticos, sondeos de opini¨®n y, desgraciadamente, las declaraciones de algunos pol¨ªticos, evidencian el arraigo de sentimientos poco halag¨¹e?os entre ambas naciones. Por un lado, cunde la desconfianza de muchos alemanes hacia un pa¨ªs que se endeud¨® hasta las cejas y false¨® sus cuentas; por el otro, se extiende el recelo de muchos griegos hacia el pa¨ªs considerado el suministrador de la cuasi-letal receta de austeridad que se est¨¢n tragando los helenos.
Un reciente estudio del Pew Research Center (un centro independiente de investigaci¨®n social de Estados Unidos) indica que tan solo un 21% de los ciudadanos griegos tiene una opini¨®n favorable de Alemania; y tan solo un 27% de los alemanes la tiene de Grecia.
Los ciudadanos
con opini¨®n positiva
de la UE pasan del 52
al 31% en cinco a?os
La buena noticia es que este es el caso m¨¢s extremo de malestar rec¨ªproco entre opiniones p¨²blicas europeas; la mala es que, seg¨²n el mismo estudio, otras relaciones est¨¢n sufriendo un marcado deterioro. Y a medida que se hacen necesarios m¨¢s rescates financieros los motivos de reproche y fricci¨®n entre naciones aumentan.
A primera vista, los rescates podr¨ªan interpretarse como gestos solidarios y por tanto unificadores. Los ricos prestan dinero a los endeudados a un tipo de inter¨¦s m¨¢s aceptable que los del mercado para que estos no entren en bancarrota. Pero las condiciones que inevitablemente llevan consigo los rescates tienden a poner en la sombra sus aspectos positivos, y tienden a convertir los pr¨¦stamos m¨¢s bien en un casus belli.
Seg¨²n el estudio del Pew, Alemania mantiene los niveles de apreciaci¨®n m¨¢s altos entre las ciudadan¨ªas europeas. Sin embargo, en el ¨²ltimo a?o ¡ªen coincidencia con la agudizaci¨®n de la crisis y de su papel de sargento de hierro¡ª el porcentaje de quienes la ven con ojos favorables ha ca¨ªdo significativamente en algunos pa¨ªses clave: del 85% al 75% en Espa?a; del 90% al 84% en Francia; del 75% (en 2007) al 67% en Italia. Un sondeo de Metroscopia publicado el pasado domingo por EL PA?S indica que un 74% de los espa?oles opina que la actitud del Gobierno de Berl¨ªn hacia Espa?a no es la adecuada.
El fest¨ªn de los estereotipos
Existen desde la noche de los tiempos y, en ¨¦pocas oscuras como esta, vuelven a brotar como flores en primavera. Los estereotipos son muy resistentes. El reciente estudio del Pew Center European unity on the rocks dedica un apartado a comprobar c¨®mo anda la cosa. El resultado, obviamente, no es ninguna sorpresa.
Los europeos consideran que los m¨¢s trabajadores del continente son los alemanes; que los m¨¢s corruptos son los italianos; que los menos trabajadores son los griegos; y los menos corruptos... los alemanes, naturalmente.
Pero las estad¨ªsticas cuentan otra historia. Seg¨²n un estudio publicado el pasado mes de diciembre por el Office for National Statistics brit¨¢nico, el pueblo que trabaja m¨¢s horas por semana es... ?el griego!
Seg¨²n esa estad¨ªstica, los griegos trabajan m¨¢s de 42 horas por semana, frente a las 35 de los alemanes. La productividad alemana es superior, pero tampoco son los primeros en este apartado, sino tan solo los sextos.
Por supuesto, estos datos deben ser sometidos a muchas matizaciones. Se puede observar que la oficina de estad¨ªstica griega quiz¨¢ no sea tan fiable como la alemana (?otro estereotipo?). U, objetivamente, que la masiva destrucci¨®n de empleo de los ¨²ltimos a?os fuerza a aquellos griegos que mantienen su puesto a trabajar a destajo. Aun as¨ª, hay materia para poner en discusi¨®n certidumbres sin cimientos.
Y, para desmentir otro mito, los datos del n¨²mero de horas trabajadas muestran que varios pa¨ªses cat¨®licos superan a otros protestantes, por muy celebrada que sea su tradicional ¨¦tica del trabajo.
La Francia de Sarkozy tambi¨¦n perdi¨® cr¨¦dito entre los italianos (de un 73% a un 53%) y los espa?oles (de un 77% a un 68%). Al contrario, y no es sorprendente dada la sinton¨ªa de Sarkozy con el Gobierno de Berl¨ªn, el aprecio de los alemanes subi¨® de un 74% a un 80%.
Respecto a la opini¨®n en los pa¨ªses deudores, los datos muestran el derrumbe generalizado de la confianza en Grecia, y una clara ca¨ªda del aprecio a Italia (aunque, es de notar, no de parte de los alemanes); para Espa?a, el Pew solo posee datos de este a?o. Pese a la crisis, son bastante buenos, pero no se pueden comparar.
Este retrato de las relaciones bilaterales va acompa?ado de una contundente y generalizada ca¨ªda de la confianza de los ciudadanos europeos en la UE que atestiguan varios estudios, entre ellos los informes del Eurobar¨®metro. En 2007, un 52% de los europeos ten¨ªa una visi¨®n favorable de la UE. Hoy, solo un 31%. Y la opini¨®n negativa ha subido de 15% a 26% en los ¨²ltimos dos a?os. Es m¨¢s, en muchos pa¨ªses, crece notablemente el porcentajes de personas que creen que la pertenencia a la Uni¨®n no es algo positivo.
?Hay que temer la tendencia que esos datos ilustran? ?Qu¨¦ consecuencias puede tener en la construcci¨®n europea?
Bruce Stokes, director del departamento Global Economic Attitudes del Pew, s¨ª cree que hay motivos para estar preocupados. ¡°Hay razones para ello¡±, dice, en una conversaci¨®n telef¨®nica. ¡°Los datos muestran que en Europa se debilita la convicci¨®n de que la integraci¨®n econ¨®mica es ventajosa y se deteriora el aprecio entre ciertos pa¨ªses. Esta situaci¨®n puede generar varios problemas. Si en una sociedad se extiende una visi¨®n cr¨ªtica de un pa¨ªs en dificultad, por ejemplo, ser¨¢ m¨¢s complicado para sus l¨ªderes convencer a los conciudadanos de que es justo ayudar al pa¨ªs en apuros¡±.
Los datos del Pew muestran que, pese al deterioro, el grado de aprecio entre europeos se mantiene todav¨ªa en buenos niveles. ¡°Pero es importante no descuidar lo que indica la tendencia¡±, dice Stokes. Los datos griegos muestran que no hace falta mucho tiempo para que cunda la rabia. ¡°De hecho, cuando present¨¦ el estudio en Bruselas, algunos funcionarios de la Comisi¨®n me dijeron: ¡®ya no nos queda mucho tiempo¡±.
¡°Si estas ideas calan,
ser¨¢ dif¨ªcil impulsar
la integraci¨®n¡±, afirma
un experto
Frenar el fen¨®meno no es f¨¢cil. ¡°En este asunto¡±, prosigue Stokes, ¡°no sabemos exactamente si ciertos puntos de vista se abren paso en las opiniones p¨²blicas porque los alientan los pol¨ªticos, o si estos ¨²ltimos cabalgan los sentimientos que perciben en la sociedad; en cualquier caso, es una espiral que se retroalimenta y que puede ser dif¨ªcil de cortar¡±.
L¨¢szl¨® Bruszt, director del Departamento de Ciencias Pol¨ªticas y Sociales del Instituto Universitario Europeo, coincide en que esos sentimientos est¨¢n recorriendo las entra?as de Europa. ¡°Pero lo que a m¨ª me preocupa no es la opini¨®n p¨²blica, sino los factores que generan esas opiniones¡±, comenta Bruszt, que es soci¨®logo, desde Florencia. ¡°Para resumir, yo creo que se alimentan de un sistema, como el europeo, en el que hay un claro d¨¦ficit de representaci¨®n. No hay representaci¨®n pol¨ªtica a escala europea. En esta situaci¨®n, es perfectamente racional que se alimenten sentimientos nacionalistas¡±.
¡°Si Estados Unidos no fuese una entidad federal¡±, prosigue el profesor, ¡°tambi¨¦n los californianos estar¨ªan molestos con tener que rescatar a Nevada. Pero es un pa¨ªs, con una representaci¨®n pol¨ªtica democr¨¢tica y unitaria. Los pol¨ªticos de la naci¨®n pueden actuar por el bien de la federaci¨®n. En cambio, en la actual estructura europea, los pol¨ªticos no tienen incentivos para representar y defender los intereses del colectivo europeo. Quienes los eligen son electorados nacionales. La opini¨®n p¨²blica es el reflejo de este sistema. Y los pol¨ªticos populistas son un s¨ªntoma extremo de ese mismo problema¡±.
¡°Ahora hasta los grandes partidos son populistas¡±, dice una acad¨¦mica
Montserrat Guibernau, profesora del departamento de Pol¨ªtica de la Universidad de Londres, considera que la tendencia es ¡°preocupante¡±. ¡°Lo que ocurre¡±, argumenta desde Reino Unido, ¡°es que la UE ha ofrecido prosperidad, desarrollo democr¨¢tico, promoci¨®n de los derechos humanos y del Estado de bienestar¡ pero todo esto no ha construido una identidad europea, un sentimiento de pertenecer a una misma unidad pol¨ªtica. Lo que ha tra¨ªdo es sobre todo una perspectiva de prosperidad econ¨®mica. En el momento en el que el principal atractivo del proyecto falla, surgen problemas y la desconfianza. Y cuando las cosas van mal, la tendencia es buscar a alg¨²n culpable. Preferiblemente, fuera, en el exterior. Este cambio de actitud es importante. Estamos regresando a la construcci¨®n de estereotipos¡±, comenta la acad¨¦mica, especializada en el estudio de las identidades nacionales.
Guibernau cree que pol¨ªtica y sociedad avanzan juntos en esta senda. ¡°Pol¨ªtica y sociedad comparten, en Europa, un marco ¨¦tico que se ha debilitado. El deterioro de ciertos valores hace que la demagogia no sea censurada. Es m¨¢s, el populismo ya no es una exclusiva de partidos extremistas, sino que cala cada vez m¨¢s en el discurso de los grandes partidos de masas moderados. Esto es un problema serio. Con esta base, es dif¨ªcil avanzar en la integraci¨®n¡±, alerta la profesora.
Una abrumadora mayor¨ªa de analistas y pol¨ªticos coincide en que la soluci¨®n a la crisis que postra a buena parte del continente se halla precisamente en una mayor integraci¨®n entre sus pa¨ªses. Europa atraviesa un momento cr¨ªtico. Como un hombre en el medio de un r¨ªo, no puede quedarse donde est¨¢: o bien logra avanzar decidido hacia la otra orilla ¡ªun mayor nivel de integraci¨®n¡ª o retroceder¨¢ inexorablemente hacia donde ven¨ªa, la orilla del pasado. Una orilla, estar¨ªa bien no olvidarlo, plagada de conflictos.
Una inteligente maniobra legal evit¨® una carnicer¨ªa en el Mercader de Venecia. Shylock no cobr¨® su libra de carne. Europa necesita ahora mucha inteligencia por parte de sus l¨ªderes. Pero tambi¨¦n es esencial que los sentimientos populares no obstaculicen el proceso. Cada discurso populista, cada menci¨®n a un estereotipo, cada invectiva nacionalista contribuye a encender los peores instintos. El recuerdo de las lecciones del pasado quiz¨¢ ayude a apagarlos.
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