La sociedad china planta cara a la imposici¨®n del hijo ¨²nico
El aborto forzoso de una embarazada de siete meses cuestiona la pol¨ªtica de natalidad del Gobierno Hasta 164.000 euros de multa por segundo nacimiento
Zhang Li -nombre ficticio- s¨®lo puede tener un descendiente. Porque ni es hija ¨²nica, ni campesina, ni divorciada. Y tampoco pertenece a una minor¨ªa ¨¦tnica. Es una china han a la que se le debe aplicar la pol¨ªtica del hijo ¨²nico que se introdujo en el pa¨ªs a finales de la d¨¦cada de 1970. Pero dentro de unos d¨ªas saldr¨¢ de cuentas y dar¨¢ a luz a su segundo reto?o. Espera que esta vez sea el var¨®n que ans¨ªa toda su familia, y sabe que tendr¨¢ que pagar cara su osad¨ªa. Tendr¨¢ que abonar una multa abultada, acorde con su renta, y quiz¨¢ sufra alguna otra amonestaci¨®n. "No estamos seguros, pero nos han hablado de una sanci¨®n de 50.000 yuanes -unos 6.300 euros-". Despu¨¦s de varias triqui?uelas, sabe que ella es privilegiada y que el castigo no pasar¨¢ de ah¨ª.
Por eso, ayer ley¨® con una mezcla de terror y alivio lo que le sucedi¨® el pasado d¨ªa 2 a Feng Jianmei, cuando las autoridades chinas de la ciudad de Ankang, en la provincia central de Shaanxi, la abdujeron para obligarla a abortar. No import¨® que estuviese en el s¨¦ptimo mes de la gestaci¨®n -la ley china estipula que los abortos est¨¢n prohibidos a partir del sexto-. Hab¨ªa que hacer cumplir la pol¨ªtica de natalidad y a Feng, como a Zhang, no se le pod¨ªa aplicar ninguno de los eximentes.
Pero a la joven de 22 a?os, que no pudo hacer frente a la multa de 40.000 yuanes -5.000 euros-, la sacaron con los ojos vendados del domicilio de un familiar, la obligaron a firmar un documento que no le dejaron leer, y le inyectaron un medicamente para que pariese a su hijo muerto. Es m¨¢s, dejaron el feto ensangrentado junto a ella en la cama del hospital en el que se llev¨® a cabo la operaci¨®n.
Las im¨¢genes de Feng, tomadas y distribuidas por su cu?ada, han provocado un nuevo estallido de ira en el ciberespacio chino, en el que la norma que regula la natalidad en el pa¨ªs m¨¢s poblado del mundo est¨¢ a menudo en el candelero. Hay quien ha comparado las fotograf¨ªas con las de la masacre en Siria y, en esta ocasi¨®n, la presi¨®n en las redes sociales ha obligado al Gobierno a cambiar su versi¨®n inicial, en la que aseguraba que la interrupci¨®n del embarazo fue voluntaria. Adem¨¢s, tres funcionarios han sido cesados a la espera de que se les imponga un castigo m¨¢s severo ¡°por haber violado la normativa estatal y provincial en lo que respecta la planificaci¨®n familiar¡±.
Pero el activista ciego Chen Guangcheng sabe bien que el de Feng no es un caso aislado. ?l sac¨® a la luz lo que en los noventa -tambi¨¦n el momento culminante del infanticidio- fue una pr¨¢ctica habitual: miles de mujeres de zonas rurales fueron forzadas a abortar o sufrieron esterilizaciones indeseadas. Muchas de ellas ni siquiera sab¨ªan a qu¨¦ operaci¨®n las estaban sometiendo. A Chen lo acallaron primero con la c¨¢rcel, luego estuvo bajo arresto domiciliario hasta que escap¨® a finales de abril, se refugi¨® en la Embajada de Estados Unidos, y ahora vive exiliado al otro lado del Pac¨ªfico. Pero Feng ha demostrado que la pr¨¢ctica que combati¨® contin¨²a viva.
Lo corroboran tambi¨¦n m¨¦dicos de la localidad de Liyang, el pueblo en el que reside Zhang. ¡°El caso de Feng es extremo, pero nos consta que muchas parejas pobres son amenazadas o coaccionadas para que aborten¡±. La ley del hijo ¨²nico ha evitado el nacimiento de 400 millones de personas que habr¨ªan aumentado la presi¨®n demogr¨¢fica hasta niveles insostenibles, recalcan esas fuentes consultadas por EL PA?S. Pero muchos consideran que la norma es injusta porque s¨®lo se aplica a quienes no tienen recursos. Y Zhang est¨¢ de acuerdo. ¡°Para nosotros es un pellizco, pero podemos afrontar el pago¡±. No en vano, acaban de adquirir un chal¨¦ y un Mercedes, su segundo veh¨ªculo. ¡°Tener un segundo hijo nos cuesta menos que un coche, y creo que es l¨®gico que nosotros podamos tenerlo porque le daremos una vida mejor que la de los campesinos¡±, apostilla.
Aun as¨ª, Zhang ha hecho todo lo posible por reducir su factura. Te¨®ricamente, la sanci¨®n se impone teniendo en cuenta la renta per c¨¢pita de los padres, generalmente entre tres y diez veces esa suma, y sirve de compensaci¨®n por el costo extra que tiene para la sociedad una boca m¨¢s. Pero, en la pr¨¢ctica, la cifra final queda en manos de los dirigentes locales y nadie sabe a ciencia cierta a d¨®nde va a parar el dinero. El ¡®hukou¡¯ -una especie de permiso de residencia que diferencia a la poblaci¨®n entre urbana y rural, y regula los movimientos migratorios internos- de Zhang pertenec¨ªa a Nanjing, la capital de la provincia oriental de Jiangsu. ¡°En Nanjing no conocemos a nadie, as¨ª que all¨ª la multa habr¨ªa sido muy superior. Por eso mud¨¦ la residencia a Liyang cuando supe que estaba embarazada¡±, explica Zhang.
Adem¨¢s, el marido apret¨® las teclas del todopoderoso guanxi, como en China se conoce a las relaciones interpersonales que muchas veces caen sin rubor en el terreno de la corrupci¨®n. "Conocemos a algunos oficiales que nos han asegurado que no tomar¨¢n ninguna represalia contra nuestro negocio". Porque otra forma de presi¨®n suele ser la degradaci¨®n, o incluso la p¨¦rdida del puesto de trabajo, en el caso de los funcionarios, o la derogaci¨®n de licencias en el caso de empresarios privados. "Algunos amigos han tenido problemas con sus establecimientos despu¨¦s de tener su segundo o tercer hijo". Quiz¨¢ por eso, Zhang trata de llevar su embarazo de la forma m¨¢s discreta posible. De hecho, ni siquiera inform¨® a sus familiares m¨¢s cercanos hasta que se hizo demasiado evidente. "Hay mucho envidioso que podr¨ªa delatarme y crearme problemas".
En un pa¨ªs que ya cuenta con m¨¢s de cien millones de hijos ¨²nicos no hay m¨¢s que visitar cualquier colegio de pago para encontrar hermanos. Los chinos son conscientes de esta injusticia, y casos como el de Zhang provocan la ira de una poblaci¨®n cada vez m¨¢s preocupada por c¨®mo se ensancha la brecha que separa a pudientes y desheredados. El ejemplo m¨¢s sonado ha sido el de una pareja de la ciudad sure?a de Rui¡¯an, que tuvo que desembolsar la cantidad r¨¦cord 1,3 millones de yuanes -164.000 euros-, por mantener con vida a su segundo descendiente.
Y el pasado mes de diciembre un matrimonio con problemas de fertilidad dio la campanada despu¨¦s de que se filtraran las fotograf¨ªas que hab¨ªan tomado en un estudio a sus ocho hijos. La se?ora L. se hab¨ªa sometido a un tratamiento que le proporcion¨® trillizos, mientras que otras dos madres de alquiler -prohibidas en China- hab¨ªa alumbrado a otros dos y tres beb¨¦s m¨¢s, respectivamente. Trascendieron el astron¨®mico precio del servicio m¨¦dico y los 12.000 euros al mes que el matrimonio destina a pagar a sus 11 ni?eras. El Gobierno asegur¨® que tambi¨¦n reclamar¨ªa su parte de un goloso pastel: seg¨²n el Diario del Pueblo, en 2010 China ingres¨® 20.000 millones de yuanes -2.500 millones de euros- en multas relacionadas con la planificaci¨®n familiar.
Adem¨¢s del revuelo l¨®gico en un pa¨ªs cuya renta per c¨¢pita todav¨ªa no alcanza los 5.000 euros, muchos comienzan a debatir abiertamente sobre la necesidad de mantener en vigor una pol¨ªtica que parece estar quedando obsoleta. Ciudades como Guangzhou y Shangh¨¢i han anunciado su inter¨¦s por ampliar a dos el n¨²mero de descendientes autorizados, aunque tras un rapapolvo del gobierno central han tenido que echar marcha atr¨¢s.
Muchos acad¨¦micos se han sumado al cada vez m¨¢s nutrido grupo de cr¨ªticos y advierten del riesgo que conlleva para la pir¨¢mide poblacional no introducir m¨¢s reformas. Se estima que en 2050 habr¨¢ cuatro personas de m¨¢s de 65 a?os por cada diez que tengan entre 15 y 64, algo que podr¨ªa resultar catastr¨®fico para un pa¨ªs que carece de un sistema de seguridad social fuerte y que tradicionalmente ha basado su estabilidad econ¨®mica en la instituci¨®n de la familia. Porque los ¡®peque?os emperadores¡¯ tienen ahora a padres y abuelos que les dedican toda su atenci¨®n, pero en el futuro recaer¨¢ sobre ellos el cuidado de sus mayores. Sin duda, Feng no podr¨¢ exigir mucho a la hija que ahora tiene 5 a?os. Pero Zhang pronto dar¨¢ a luz otro pilar de su bienestar futuro.
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