¡°La civilizaci¨®n avanza a saltos: adelante y atr¨¢s¡±
La veterana cineasta de la ¡®nouvelle vague¡¯ francesa reivindica el g¨¦nero documental
Bebe el caf¨¦ de un sorbo y aparta la taza para concentrar la mirada en su interlocutora. La directora de cine francesa Agn¨¨s Varda (1928) es curiosa y atenta, como una pionera que no deja de experimentar. Apenas veintea?era empez¨® a trabajar como fot¨®grafa para el teatro. El cine la captur¨® en 1954, cuando produjo su primera pel¨ªcula, La Pointe Courte, rodada en un pueblo pesquero del sur de Francia para un amigo enfermo que no pod¨ªa acudir por s¨ª mismo. De all¨ª naci¨® un estilo muy peculiar y personal que hilvana documental y ficci¨®n. Y, sobre todo, brot¨® una manera nueva de contar en im¨¢genes la realidad y las emociones: la nouvelle vague francesa. Precursora del g¨¦nero, una de las pocas mujeres detr¨¢s de la c¨¢mara en aquellas d¨¦cadas, Varda arranc¨® hace poco su ¡°tercera vida profesional¡±: se dedica a v¨ªdeos, instalaciones y a restaurar pel¨ªculas suyas y de su marido, Jacques Demy, fallecido en 1990.
¡°El g¨¦nero documental goza de buena salud¡±, comenta en el marco del festival Il Cinema Ritrovato de Bolonia, donde proyect¨® la versi¨®n reparada de su dolido y dulce Documenteur, de 1981. ¡°Se ha vuelto imprescindible para contar las cosas como son. Es un ejercicio de modestia, las im¨¢genes entran en la c¨¢mara seg¨²n ocurren, no importa lo que t¨² ten¨ªas pensado para tu personaje principal. El azar es mi primer asistente de rodaje¡±. Un tipo de cine perfecto para concretar conceptos tan abstractos como los que mantienen en vilo a Europa: ¡°Cuando escucho de los sobresaltos de la Bolsa, no veo nada. ?Qu¨¦ le est¨¢ pasando a la gente? Creo que algo de lo que retrat¨¦ en Los espigadores y la espigadora¡±. Los hombres que Varda encontr¨® y grab¨® hace 10 a?os rebuscando entre escombros y basura podr¨ªan ser el rostro de la crisis actual, con su soledad, su humillaci¨®n y ¡ªa pesar de todo¡ª su fuerza, humor y dignidad.
De una reflexi¨®n brota otra; la cineasta sonr¨ªe con la boca y con los ojos. Del oficio pasa al marido ¡ª¡°una persona brillante y generosa, que echo de menos cada segundo¡±¡ª, a los dos hijos y cinco nietos. Resopla: ¡°Fue complicado compaginar familia y una profesi¨®n que exige autonom¨ªa y soledad¡±. Con sus 84 a?os, la abuela de la nouvelle vague sigue acunando el sue?o tozudo y nada on¨ªrico de cambiar la realidad. Por ejemplo, conf¨ªa ¡°mucho¡± en que el nuevo presidente de Francia, Fran?ois Hollande, ¡°invierta en educaci¨®n y se aplique en la justicia social¡±.
Mientras sus compa?eros cineastas protestaban en Cannes, en 1968, ella grababa Panteras Negras en Los ?ngeles, ¡°otra gran utop¨ªa de mi generaci¨®n¡±. Pero son las luchas de las mujeres las que Varda abraz¨® con m¨¢s entusiasmo. Recuerda las marchas, las asambleas, los lemas esculpidos en las pancartas: ¡°Las mujeres gozan hoy de los derechos que conquistamos durante aquellas batallas. Yo soy feminista, lo fui y siempre lo ser¨¦. Nos echamos a la calle empujadas por problemas concretos y logramos dar un salto importante. Pero ahora damos pasos hacia atr¨¢s¡±.
Varda toma una expresi¨®n firme, in¨¦dita en un rostro que luce esa determinaci¨®n pl¨¢cida y dulce, t¨ªpica de quien no tiene nada que demostrar porque su obra, su trayectoria y su historia hablan por ella. ¡°La civilizaci¨®n avanza a saltos: un gran paso adelante y unos peque?os atr¨¢s. Hay que seguir vigilando¡±, afirma con los ojos como platos y el ¨ªndice haciendo c¨ªrculos en el aire.
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