¡°Tener que apa?arme en la calle me da verg¨¹enza¡±
Una vez que los tenderos desarman sus puestos, los mercadillos de Madrid muestran su realidad m¨¢s cruda. Basta con que los vendedores de frutas, verduras y ropa se suban a sus coches para que aparezcan, entre los desechos, hombres y mujeres con bolsas de pl¨¢stico en busca de alg¨²n alimento que todav¨ªa se pueda comer.
Como todos los jueves y s¨¢bados, Berta, una boliviana de 48 a?os, fue ayer al mercadillo de la calle de Santa Genoveva, en el barrio de La Elipa. Entre papeles y cajas encontr¨® manzanas, pimientos rojos, cebollas, peras, melocotones y naranjas. Unos estaban m¨¢s da?ados que otros, pero aun as¨ª los recogi¨®.
Hasta hace dos meses Berta trabajaba cuidando a una mujer mayor, cerca del parque del Retiro. Pero la anciana muri¨® y entonces ella se qued¨® sin los 900 euros que ganaba mensualmente por cuidarla siete d¨ªas a la semana.
El marido de Berta, que se dedicaba a la construcci¨®n, tambi¨¦n perdi¨® su empleo y ahora ambos est¨¢n buscando trabajo, aunque no tienen sus papeles al d¨ªa. Viven solos en Madrid y este mes podr¨¢n pagar el piso que alquilan gracias a lo que ha ganado una hija de ¨¦l como cuidadora de ni?os en A Coru?a. ¡°No s¨¦ c¨®mo lo vamos a hacer el pr¨®ximo mes¡±, confiesa Berta con angustia.
Ella y su esposo se alimentan principalmente con las lentejas, las jud¨ªas y el az¨²car que les regala su parroquia. Pero esa ayuda no es permanente y por eso Berta dice que no tiene otra alternativa que recoger lo que queda tirado. ¡°Tener que apa?arme en la calle me da verg¨¹enza, pero no queda otra¡±.
Sus ojos se le llenan de l¨¢grimas cuando relata su situaci¨®n. Lo que m¨¢s le entristece es que durante los ¨²ltimos dos meses no ha podido enviarles remesas a los cinco hijos que ha dejado en Bolivia. Por eso se dedica a repartir sus datos entre parroquias y asistentes sociales para encontrar alg¨²n trabajo. De lo contrario, tendr¨¢ que volver a su pa¨ªs aunque no quiera hacerlo.
Lo que ocurre en la calle de Santa Genoveva se repite en otros mercadillos de Madrid. Los viernes, por ejemplo, un pu?ado de personas llega pasadas las dos de la tarde hasta la calle de Gandhi, para repetir la escena: esperar a que se vayan los tenderos, buscar entre los desechos y llevarse algo de comida a sus casas.
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