Un hombre sin miedo
Armstrong fue un hombre con una constante capacidad de aprendizaje y fr¨ªo ante el peligro Era discreto: no firmaba aut¨®grafos, y persigui¨® a su peluquero por comerciar con su cabello

Es verdaderamente dif¨ªcil ser durante m¨¢s de cuarenta a?os una de las personas m¨¢s conocidas del mundo, un pionero como era Neil Armstrong, el primer hombre que pis¨® la Luna, y no haber dicho p¨²blicamente ninguna tonter¨ªa en todo este tiempo. No solamente tiene m¨¦rito esta caracter¨ªstica p¨²blica del ingeniero, piloto y astronauta estadounidense, en una ¨¦poca como la actual, en la que pr¨¢cticamente se exigen declaraciones de forma continua a cualquiera que se suponga que suscita un m¨ªnimo inter¨¦s p¨²blico, sino que dice mucho sobre su personalidad.
Armstrong era un astronauta t¨ªpico de aquella ¨¦poca dorada, los a?os sesenta del siglo pasado, seleccionado por sus m¨¦ritos t¨¦cnicos, indudablemente, pero sobre todo por su capacidad de aprendizaje, de reacci¨®n ante situaciones imprevistas y peligrosas y por su car¨¢cter muy sereno, que algunos llamar¨ªan sangre fr¨ªa. Las relaciones p¨²blicas no eran una de sus preocupaciones.
Sobre todo, a Armstrong, nacido en 1930 en Ohio (EE UU), le gustaba su profesi¨®n, le encantaban los aviones desde muy peque?o, era inteligente y por eso pudo hacerse ingeniero aeron¨¢utico. Se enrol¨® en la Marina antes de terminar la carrera y particip¨® en la Guerra de Corea (1950-1953). Luego se present¨® a piloto de pruebas. En esa etapa, en la d¨¦cada de los a?os cincuenta, se convirti¨® en una leyenda en la base Edwards, en California, por sus peligrosas experiencias con aviones experimentales, en las que a veces dio la impresi¨®n de haber cometido equivocaciones, y que pudieron costarle la vida en varias ocasiones. Incluso vol¨® una vez con el tambi¨¦n m¨ªtico piloto Chuck Yeager. All¨ª demostr¨® que si sab¨ªa lo que era el miedo no lo demostraba nunca.
En la base Edwards se convirti¨® en leyenda por sus experiencias con aviones experimentales
Sin embargo, toda esa experiencia y su indudable ambici¨®n, que le permitieron ser elegido para ser el primero en pisar la Luna, tras varias misiones espaciales peligros¨ªsimas, no le prepararon para convertirse de una semana para la siguiente en un personaje m¨ªtico universal. A pesar de ello, aunque no consigui¨® nunca que dejaran de preguntarle por la Luna, s¨ª consigui¨® dar casi siempre la imagen de ser una persona equilibrada, apreciada entre sus compa?eros y discreta en su vida.
No se le subi¨® a Armstrong el ¨¦xito a la cabeza, porque su ego no era muy grande. Con el mismo proceso de selecci¨®n, su compa?ero en la superficie lunar, Buzz Aldrin, ha llevado una vida mucho menos discreta, con problemas de alcoholismo y multitud de declaraciones pintorescas.
Cuando se le ve¨ªa en un acto p¨²blico, contestando con paciencia infinita a las mismas preguntas de siempre, daba la impresi¨®n de que Armstrong consideraba su etapa de la Luna como algo cerrado, de lo que dif¨ªcilmente ¨¦l podr¨ªa decir m¨¢s sin meterse en especulaciones, y las especulaciones son algo que un ingeniero normalmente rechaza y mucho m¨¢s cuando se trata de temas que conoce bien.
No se le subi¨®? el ¨¦xito a la cabeza, tal vez porque su ego no era muy grande
Como hizo con tantos otros astronautas de aquella ¨¦poca, la NASA dej¨® ir a Armstrong casi inmediatamente tras la hist¨®rica misi¨®n lunar de 1969. Es dif¨ªcil saber lo que pasaba entonces por la cabeza de un hombre tan activo que decidi¨® dejar de volar, lo que le gustaba m¨¢s que nada en el mundo. En 1971 se pas¨® a la universidad como profesor, pero tampoco dur¨® mucho y, en 1979, inici¨® una nueva vida de famoso asesor y portavoz de instituciones y empresas, que eleg¨ªa cuidadosamente.
Al mismo tiempo evit¨® engordar los negocios en torno a las misiones lunares y cualquier intento de culto a la personalidad, neg¨¢ndose a firmar aut¨®grafos y, ya mayor, persiguiendo incluso a su barbero por intentar comerciar con sus cabellos. Hasta el a?o 2005 no acept¨® la publicaci¨®n de una biograf¨ªa autorizada.
Con el fallecimiento del primer hombre en pisar la Luna se cierra una ¨¦poca dorada, incluso ¨¦pica, de la astron¨¢utica. Armstrong, un hombre de la vida real, que se enfrentaba en sus misiones a motores que no funcionaban, computadores primitivos que se bloqueaban o simplemente a interruptores atascados en los que le iba la vida, siempre ha dicho que no cre¨ªa que fueran a lograr aterrizar en la Luna. Conoc¨ªa perfectamente todo lo que pod¨ªa ir mal en una tecnolog¨ªa que todav¨ªa hoy tiene mucho de artesan¨ªa y no ten¨ªa paciencia con quienes, desde los sillones de sus casas, creen que ir a Marte, por ejemplo, es como dar un paseo en helic¨®ptero. No fue nunca un visionario genial como el alem¨¢n Wernher Von Braun, el art¨ªfice del cohete Saturno que impuls¨® a Armstrong hacia la Luna. Sin embargo, siempre se declar¨® optimista sobre el futuro del hombre en el espacio.
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