¡°El momento m¨¢s tenso fue el despegue de la Luna para regresar¡±
"Armstrong, que normalmente ten¨ªa pulsaciones muy bajas, lleg¨® a 156 pulsaciones por minuto"

En el programa Apollo jugaron un papel esencial las antenas en la Tierra para mantener las comunicaciones los astronautas y Espa?a (junto con Australia y Estados Unidos) jug¨® un papel clave. En Fresnedillas, Robledo de Chavela (ambas en Madrid), Cebreros (?vila) y Maspalomas (Canarias)? estaban las tres estaciones de seguimiento de esta parte del mundo, recuerda el f¨ªsico e ingeniero Luis Ruiz de Gopegui, uno del pu?ado de expertos que trabajaron en aquellos a?os en Espa?a para la NASA. El 20 de junio de 1969, Ru¨ªz de Gopegui, estaba en Fresnedillas y recuerda perfectamente la tensi¨®n de aquellas horas. ¡°O¨ªamos la voz de los tres astronautas y recib¨ªamos los datos de ocho par¨¢metros biom¨¦dicos de cada uno de ellos, que transmit¨ªamos a Houston¡±, cuenta. ¡°Pero el momento m¨¢s tenso, m¨¢s que el alunizaje, fue cuando ten¨ªan que despegar de la Luna para regresar, porque s¨®lo ten¨ªan un motor, que no hab¨ªa sido probado en las condiciones lunares, y si fallaba los tres astronautas se quedaban all¨ª para siempre¡±, recuerda Ru¨ªz de Gopegui. ¡°[Neil] Armstrong, que normalmente ten¨ªa pulsaciones muy bajas, en aquel momento previo al despegue en la Luna, durante la cuenta atr¨¢s, creo que lleg¨® a 156 pulsaciones por minuto¡±.
En el momento del alunizaje las comunicaciones con el m¨®dulo lunar pasaban por las estaciones espa?olas, recuerda, pero cuando salieron y pisaron el suelo, la Tierra hab¨ªa girado y era la estaci¨®n de Australia la que los recib¨ªan, aunque toda la red de comunicaciones espaciales las escuchaban todas, independientemente de qu¨¦ antenas estaban en cada momento orientadas hacia el m¨®dulo lunar Eagle.
Ru¨ªz de Gopegui no hab¨ªa cumplido a¨²n los 40 a?os y era, como todos los participantes directos en el programa Apollo, un entusiasta de lo que hac¨ªan: ¡°Est¨¢bamos imbuidos de aquel ambiente de optimismo¡ aunque yo no me daba cuenta en absoluto de lo dificil¨ªsimo que era: recuerdo que nos dec¨ªan que la probabilidad de fallo era del 3%, pero luego los mismos astronautas nos dijeron que en realidad, la probabilidad de fallo catastr¨®fico rondaba el 50%¡±.
"Nos dijeron que la probabilidad de fracaso era del 3%"
El aut¨¦ntico salto de gigante que supuso la misi¨®n a la Luna no se puede entender si se olvida que ¡°era una lucha pol¨ªtica, una guerra pol¨ªtica¡± contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica, recalca Ru¨ªz de Gopegui, y por eso Estados Unidos volc¨® todo su empe?o y todo el dinero que hiciera falta. Recuerda una an¨¦cdota: entre la estaci¨®n de Robledo y la de Cebreros hab¨ªa una carretera de arena muy mala, con curvas, y muri¨® un estadounidense en un accidente; la NASA no se lo pens¨® dos veces y decidi¨® construir una autopista en ese tramo, sin reparar en gastos, aunque luego se qued¨® en simple carretera porque los alcaldes de al zona no ve¨ªan c¨®mo pod¨ªan hacer frente al mantenimiento de la autopista americana.?? ¡°Y con dinero se puede ir a la Luna¡±, zanja el veterano espa?ol. ¡°Trabaj¨¢bamos a marchas forzadas, con todo el dinero que necesit¨¢ramos e imbuidos de aquel ambiente de optimismo del Apollo¡±, dice.
El balance de Ru¨ªz de Gopegui, casi medio siglo despu¨¦s, refuerza el significado hist¨®rico del viaje a la luna: ¡°Fue el espaldarazo a la era espacial, que hab¨ªa empezado con muchas dudas acerca de si servir¨ªa para algo o no y que se convirti¨® en una aut¨¦ntica realidad cuando Armstrong puso el pie en el mar de la Tranquilidad. Esa realidad significa un mont¨®n de beneficios para la humanidad como los sat¨¦lites, el GPS, la televisi¨®n global, la observaci¨®n de la Tierra¡ Por citar solo unas pocas aplicaciones¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.