Competir al l¨ªmite de lo vejatorio
El trato autoritario es habitual en el deporte de ¨¦lite hasta cierto punto Las federaciones lo toleran mientras se logren buenos resultados
Una muchacha que tira con arco y un chaval que practica el taekwondo acaban de abandonar el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de la Residencia Blume, en Madrid, apenas unas semanas despu¨¦s de haber ingresado. Ni las artes marciales los prepararon para el sacrificio. El psic¨®logo del centro, Pablo del R¨ªo, se encoge de hombros: ¡°No sab¨ªan a lo que ven¨ªan¡±.
Quiz¨¢s exista algo intr¨ªnsecamente traum¨¢tico en la pr¨¢ctica de deportes de ¨¦lite. Una maquinaria relacionada con la necesidad de someter a exigencias extremas a personas que, en muchos casos, son menores de edad. La carta abierta en la que 15 exnadadoras de nataci¨®n sincronizada denunciaron tratos vejatorios de la exseleccionadora Anna Tarr¨¦s ha desatado una pol¨¦mica en torno a la legitimidad de los m¨¦todos autoritarios en el marco de los deportes ol¨ªmpicos tradicionales.
Algunas disciplinas
est¨¢n familiarizadas
con el militarismo de
la era sovi¨¦tica
Disciplinas como la nataci¨®n, el atletismo o la gimnasia, particularmente familiarizadas con estrategias inspiradas en los reg¨ªmenes militarizados del antiguo bloque sovi¨¦tico, se practican b¨¢sicamente gracias al dinero p¨²blico, inyectado a trav¨¦s del Consejo Superior de Deportes (CSD), dependiente unas veces del Ministerio de Educaci¨®n y Cultura, como en esta legislatura, y otras directamente de la Presidencia del Gobierno, como en la etapa de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. El Estado subvenciona el deporte de ¨¦lite con una parte importante de los 124 millones de euros anuales que presupuest¨® el CSD en 2012. Del total, 48,5 millones van a las federaciones. El a?o que viene se aplicar¨¢ un recorte de cerca del 40%. Pero, seg¨²n fuentes del CSD, los centros de alto rendimiento no se tocar¨¢n.
La carta de las nadadoras, retiradas todas entre 2003 y 2009, denuncia hechos que se produjeron, en algunos casos, hace m¨¢s de una d¨¦cada. Este peri¨®dico ha intentado ponerse en contacto con Paola Tirados y Cristina Viol¨¢n, las denunciantes con m¨¢s experiencia, sin resultado. Ninguna ha explicado con exactitud por qu¨¦ hizo coincidir la aparici¨®n de la carta con la v¨ªspera del d¨ªa en que Fernando Carpena, el presidente de la federaci¨®n de nataci¨®n, resolvi¨® ofrecer una conferencia para argumentar el despido de Anna Tarr¨¦s, decidido y publicado el 6 de septiembre. Fuentes de la federaci¨®n se?alan que fue el propio Carpena y su entorno quienes reunieron a las firmantes para que, con sus acusaciones, desviasen la atenci¨®n respecto a una destituci¨®n que, en realidad, planificaron desde que Tarr¨¦s les neg¨® el respaldo en las ¨²ltimas elecciones a la presidencia federativa. Carpena habl¨®, vagamente, de un cambio de "pol¨ªtica deportiva¡±, de una renovaci¨®n de ¡°perfiles personales¡±. Al mismo tiempo, neg¨® cualquier relaci¨®n con la carta y afirm¨® que las cuestiones expuestas no le concern¨ªan porque ocurrieron antes de su llegada a la federaci¨®n, en 2008. Ayer Anna Tarr¨¦s present¨® una demanda contra la federaci¨®n y contra Carpena por menoscabar su derecho al honor.
Exnadadoras acusan
a Tarr¨¦s de aplicar
¡°un m¨¦todo peligroso
y perverso¡±
El litigio cobra relieve porque la seleccionadora ha sido la entrenadora m¨¢s importante de la historia de la nataci¨®n espa?ola, la que m¨¢s medallas ha conquistado, hasta 55 metales, las dos ¨²ltimas en los Juegos de Londres. El esc¨¢ndalo tambi¨¦n es relevante porque el m¨¦todo agresivo de Tarr¨¦s era conocido por todos los organismos p¨²blicos desde que se hizo cargo del equipo nacional hace m¨¢s de 15 a?os. El Consejo Superior de Deportes y la federaci¨®n de nataci¨®n sab¨ªan perfectamente c¨®mo era su modo de trabajar y m¨¢s de una vez recibieron cartas de nadadoras quej¨¢ndose. Estas lamentaciones fueron ignoradas como quien desde?a una pataleta. Incluso hoy, el Consejo y la federaci¨®n guardan silencio. Ayer mismo, un alto cargo del Consejo se neg¨® a valorar el modelo espa?ol de alta competici¨®n en estas p¨¢ginas por temor a que le relacionaran con el caso de la sincronizada. Como nadie, ni siquiera las denunciantes, ha acabado de explicarse, abundan las especulaciones sobre los verdaderos motivos que alientan una denuncia tan tard¨ªa. Varias de las actuales integrantes del equipo han asegurado desconocer lo sucedido. Otras han dejado entrever que dudan de la honestidad de la carta puesto que de las 16 firmantes dicen que solo cinco se entrenaron con Tarr¨¦s en el equipo nacional.
En su exposici¨®n inicial, las deportistas acusan a Anna Tarr¨¦s de un comportamiento dictatorial que se les hizo insoportable debido, dicen, a las formas supuestamente groseras de la entrenadora. ¡°Sabemos lo que es ganar y sabemos lo que es perder¡±, afirman las denunciantes. ¡°Nadie se queja del trabajo duro, de la exigencia o la disciplina que tiene que ejercer un entrenador sobre su equipo, pero sus formas no han tenido l¨ªmites y sin l¨ªmites cay¨® en un todo a costa de todo, un m¨¦todo peligroso y perverso donde el fin justifica siempre los medios¡±.
Un aprendizaje para la vida
¡°Ahora los padres quieren la aprobaci¨®n de los ni?os, un reverso del pasado ideal en el que los ni?os se esforzaban para lograr la aprobaci¨®n de los padres¡±, escribieron Jean Twenge y W.Keith Campbell, dos profesores de Psicolog¨ªa de la Universidad de San Diego, intrigados ante lo que consideran un fen¨®meno antropol¨®gico nuevo. Nunca antes, de forma masiva, los menores de edad han tenido m¨¢s poder que en la sociedad occidental. Este proceso contrasta con el r¨¦gimen del alto rendimiento deportivo al que son sometidos en pa¨ªses como Espa?a, cuyos centros de concentraci¨®n dependen del Estado.
Desde hace 40 a?os, hay catedr¨¢ticos de Psicolog¨ªa que debaten en EE UU sobre la participaci¨®n de los j¨®venes en programas de alta competici¨®n. Seg¨²n el psic¨®logo del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de San Cugat, Pep Font, este debate qued¨® obsoleto. ¡°Los detractores dec¨ªan¡±, explica, ¡°que el exceso de competitividad era malo, que si no cumpl¨ªas los objetivos la frustraci¨®n era muy grande, y que se creaban problemas de relaciones humanas¡±.
¡°Esto no tiene por qu¨¦ ser as¨ª¡±, prosigue Font, ¡°porque cuando el objetivo es dar lo mejor de ti, tu autoestima queda a salvo. El deporte de alta competici¨®n te proporciona, adem¨¢s, un marco para adaptarte al mundo real. Los ni?os aprenden pronto que hay elementos que controlan y otros que no controlan, y que son la mayor¨ªa: un entrenador que no es su padre, un compa?ero que no tiene por qu¨¦ ser su amigo, y unos rivales que pueden ser superiores a ¨¦l. Si el ni?o no aprende esto en la alta competici¨®n, lo tendr¨¢ que aprender tarde o temprano. Se encontrar¨¢ un jefe, unos adversarios, unos aliados, y deber¨¢ adaptarse. Lejos de pagar un alto precio, los deportistas de ¨¦lite desarrollan un aprendizaje para ir por el mundo. La mayor¨ªa de nuestros pupilos en el CAR son emocionalmente muy estables. La mayor¨ªa acaba sus estudios y consigue integrarse laboralmente. La alta competici¨®n facilita el desarrollo del individuo¡±.
El psic¨®logo del CAR de Madrid, Pablo del R¨ªo, recuerda tiempos m¨¢s duros que estos: ¡°En los noventa, antes de los Juegos de Barcelona, empezaron a venir entrenadores de Cuba y Europa del Este a entrenar halterofilia, nataci¨®n o gimnasia. Y eran unas malas bestias. Solo les importaban los resultados porque para eso los hab¨ªan contratado. ?A qu¨¦ precio? ?Si hab¨ªa que matar se mataba! Estos no ten¨ªan piedad. Yo como psic¨®logo siempre me pongo de parte del deportista y me opongo a ello dentro de mis posibilidades¡±.
Para Del R¨ªo, la autoridad fuerte es imprescindible en algunas disciplinas m¨¢s que otras: ¡°Un deporte como la nataci¨®n sincronizada, con un trabajo individual y de equipo, con esas coreograf¨ªas, con esos ensayos, con horas y horas de trabajo, muchas veces en apnea, con falta de aire¡ En esas condiciones, como entrenador, o eres duro o lo tienes complicado. El paralelismo con la gimnasia r¨ªtmica, que qued¨® cuarta en los Juegos de Londres, es n¨ªtido. Anna Baranova, la seleccionadora de gimnasia r¨ªtmica, es una bielorrusa con un estilo muy autoritario. Ten¨ªa cinco o seis chicas que han quedado cuartas en los Juegos y siguen ah¨ª porque les compensa. Pero en alg¨²n momento han tenido que recibir ayuda psicol¨®gica para soportar la presi¨®n¡±.
Paola Tirados, la m¨¢s c¨¦lebre de las delatoras, se?ala que la seleccionadora se qued¨® con una de sus medallas para d¨¢rsela a su hija. Otra exnadadora revela que la t¨¦cnica le dijo que si ten¨ªa n¨¢useas se tragara su v¨®mito antes de rendirse a la fatiga. Otra, que le llam¨® ¡°gorda¡±. Y otra, esta vez de forma an¨®nima, hace la acusaci¨®n que quiz¨¢s revista m¨¢s gravedad por tratarse de una menor, de 14 a?os en el momento de la presunta vejaci¨®n: ¡°No vengas a hacerte la estrecha, si te has follado a todo lo que se mueve¡±.
No reviste duda la eficacia de los m¨¦todos de Tarr¨¦s. Su equipo actuaba con una sinton¨ªa perfecta y era capaz de competir contra potencias como Rusia, Estados Unidos, Jap¨®n o China con un nivel de fiabilidad inaudito en otros ¨¢mbitos del olimpismo espa?ol. Si la misi¨®n era invertir el dinero p¨²blico en prestigio internacional para el pa¨ªs, el grupo de sincronizada era el m¨¢s cumplidor. El m¨¢s responsable dentro de un sistema que persigue el m¨¢ximo aprovechamiento de unos recursos limitados para conquistar medallas. Hasta la denuncia del lunes, pocos se plantearon que pod¨ªan existir ramificaciones de car¨¢cter ¨¦tico.
Los casos de maltrato no son ajenos a Pablo del R¨ªo, el psic¨®logo que asiste a los m¨¢s de 250 deportistas internos de la Blume. ¡°He conocido casos¡±, dice Del R¨ªo. ¡°Pero yo no deduzco de la carta contra Tarr¨¦s que exista un maltrato. La carta no me sorprende porque lo que ah¨ª se dice, independientemente de los t¨¦rminos, es algo que en el deporte de alto nivel es una constante. Todo depende del tipo de personalidad que tiene el entrenador, de la edad de los deportistas y del tipo de deporte. Si tienes un grupo de gimnasia o de sincronizada, o planteas una disciplina o est¨¢s perdido. ?D¨®nde est¨¢n los l¨ªmites? Los tiene que poner la propia entrenadora o la propia federaci¨®n. Todas las federaciones son conscientes de c¨®mo se entrena. Lo que pasa es que si hay resultados hacen la vista gorda. Si est¨¢n muy implicados, los deportistas se aguantan. Pero hay deportistas que no lo soportan y se van. A otros les compensa. Dicen: ¡®?C¨®mo me voy yo a mi casa, a mi pueblo, a mi provincia, despu¨¦s de dos o tres a?os, habiendo fracasado? ?C¨®mo me voy yo que soy la leche?¡¯ Hay variables y expectativas sociales que condicionan la decisi¨®n de marcharse¡±.
Pablo del R¨ªo ha observado que los entrenadores m¨¢s autoritarios suelen aislarse y desconf¨ªan de los profesionales de apoyo externos, como los psic¨®logos, porque de este modo sienten que tienen m¨¢s poder. No es el caso de Tarr¨¦s. El equipo nacional de nataci¨®n sincronizada se desarroll¨® a lo largo de los ¨²ltimos 15 a?os en el CAR de San Cugat, cerca de Barcelona. Joan Fontser¨¦, el director del centro, no encuentra motivos para pensar que la exseleccionadora comet¨ªa actos vejatorios contra sus nadadoras. ¡°Anna nunca hizo nada por encerrarse¡±, comenta. ¡°El de sincro no era un equipo herm¨¦tico sino abierto a incorporar gente de fuera, bailaoras, m¨²sicos, dise?adores, entrenadores de gimnasia, psic¨®logos¡¡±.
¡°En la alta competici¨®n no todo vale¡±, observa Fontser¨¦, cuyo CAR recibe m¨¢s de cinco millones de euros anuales de subvenciones del CSD. ¡°El objetivo del centro es la formaci¨®n integral de las personas, desde el aspecto acad¨¦mico al deportivo¡±.
Los entrenadores
m¨¢s autoritarios
suelen aislarse para
tener m¨¢s poder
Preguntado por el l¨ªmite m¨¢s all¨¢ del cual se da?a la dignidad de las personas, el responsable de los psic¨®logos del CAR de San Cugat, Pep Font, responde categ¨®rico: ¡°Es que no hay l¨ªmites en ning¨²n lado, ni en el r¨¦gimen de alto rendimiento ni fuera de ¨¦l. Los l¨ªmites los ponen las normas de relaci¨®n de cada grupo. ?Cu¨¢l es el l¨ªmite de la dignidad en los marines? Cosas que se dicen en un entorno, en otro pueden resultar ofensivas. Que una persona sienta que se atenta contra su dignidad depende de ella. La psicolog¨ªa es subjetividad. Hay gente que no se puede adaptar a ese nivel de lenguaje¡±.
¡°La cuesti¨®n no es si el entrenador es justo o no¡±, argumenta Font, ¡°la cuesti¨®n es si act¨²a a favor de la persecuci¨®n de los objetivos. Cuando le preguntas a un deportista si los gritos del t¨¦cnico van destinados a mejorarle o a hundirle la mayor¨ªa coincide en que los ayuda a rendir¡±.
¡°En la alta competici¨®n no todo vale¡±, dice el director de un CAR
Font niega que los deportistas del CAR hayan denunciado tratos vejatorios alguna vez. Tambi¨¦n se?ala uno de los principales particularismos del r¨¦gimen de alto rendimiento: ¡°Lo que se dice en un entrenamiento nunca es personal. El equipo no tiene derecho a ofenderse porque todos, deportistas y t¨¦cnicos, han acordado perseguir un objetivo. Luego sucede que algunas personas entienden los c¨®digos de convivencia y otras no. Pero el objetivo que se persigue, se supone que coincide con el de un deportista que ha pedido someterse a este r¨¦gimen. El deportista tiene un compromiso consigo mismo, en primer lugar para darlo todo para lograr la meta. Nadie debe comprometerse con ganar, porque esto es absurdo. El compromiso es hacer lo posible. Y nadie se imagina lo pocos que son capaces de hacer lo posible¡±.
El psic¨®logo del CAR sostiene que existen diferencias entre mujeres y hombres. ¡°Normalmente las mujeres son m¨¢s susceptibles¡±, dice. ¡°Se debe a construcciones culturales y aspectos biol¨®gicos. La respuesta emocional en las chicas es m¨¢s elevada ante situaciones similares. En cualquier test de ansiedad, los baremos de puntuaci¨®n que son elevados para un hombres son irrelevantes en una mujer. Las rupturas de las normas convencionales se aceptan mejor por los hombres. Un entrenador y sus deportistas pueden acabar un d¨ªa insult¨¢ndose y al d¨ªa siguiente hablar con normalidad. Este fen¨®meno es m¨¢s dif¨ªcil en las chicas¡±.
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