Ego me absolvo
Las disculpas de Nick Clegg por incumplir el programa electoral destilan aroma propagand¨ªstico La petici¨®n de perd¨®n no basta para cambiar la voluntad popular
Ante una puerta blanca y una cristalera abierta sobre un jard¨ªn luminoso, de pie y sin corbata, el viceprimer ministro brit¨¢nico y l¨ªder del Partido Liberal, Nick Clegg, se dirige a los ciudadanos de su pa¨ªs en un v¨ªdeo de dos minutos y medio de duraci¨®n. La puesta en escena evita la solemnidad de las grandes ocasiones, pero contrasta con el gesto serio y las palabras graves y escrupulosamente moduladas, sin un titubeo ni un error, que va pronunciando el viceprimer ministro. La primera frase produce desconcierto. ¡°Quiero aprovechar esta oportunidad¡±, dice Clegg, ¡°para aclarar algunos asuntos¡±. La atenci¨®n del espectador queda atrapada en el final, atra¨ªda por el suspense que desencadena la menci¨®n a esos asuntos que ser¨¢n puestos en claro, y se desentiende del principio. Sin embargo, el principio de la frase podr¨ªa resultar tanto o m¨¢s significativo que el final. Porque, ?cu¨¢l es esa oportunidad a la que se refiere Clegg y de la que dice que se dispone a aprovechar? No se trata de una cita institucional ni tampoco de un gran mitin de su partido. Ni siquiera de una entrevista en un medio de comunicaci¨®n independiente, fijada de antemano. En realidad, la oportunidad no es sobrevenida sino creada; no es una cita cogida al vuelo para trasladar un mensaje sino escenificada para poder hacerlo. Es, en resumidas cuentas, un v¨ªdeo de propaganda.
Si el v¨ªdeo de propaganda de un partido pol¨ªtico se ha convertido en noticia internacional pese a ser solo eso, uno m¨¢s de los innumerables v¨ªdeos de propaganda que ponen en circulaci¨®n los partidos pol¨ªticos, es por la singularidad de su contenido. Nick Clegg no aparece enumerando los ¨¦xitos alcanzados durante su etapa como viceprimer ministro en el Gobierno de coalici¨®n con los conservadores de David Cameron, ni formulando m¨¢s promesas que la de no repetir los errores cometidos. Para sorpresa general, Clegg pide perd¨®n a los ciudadanos por no haber cumplido su programa electoral en un punto concreto, el rechazo a la subida de las tasas universitarias, que en el Reino Unido superan los 11.000 euros, y extrae las consecuencias para el futuro. No se deben hacer promesas electorales, dice el Clegg pr¨®ximo y en mangas de camisa que aparece en el v¨ªdeo, hasta no tener la plena certeza de que se dispondr¨¢ de medios para sufragarlas. Como se espera de toda confesi¨®n, tambi¨¦n en esta el reconocimiento de la culpa concluye con un prop¨®sito de enmienda. Clegg aspira a revalidar su liderazgo al frente del Partido Liberal, y a los efectos de esta intenci¨®n importa m¨¢s el prop¨®sito de enmienda que el reconocimiento de la culpa.
¡°La democracia exige explicar por qu¨¦
se hacen las cosas¡±,
dice un experto
En otros pa¨ªses que est¨¢n padeciendo los rigores de la crisis y cuyos Gobiernos, como el brit¨¢nico, han incumplido puntos sustantivos de sus programas electorales, el gesto de Clegg ha servido a los partidos de oposici¨®n como modelo. Tambi¨¦n en Espa?a, donde el Partido Socialista ha articulado una parte de su estrategia de oposici¨®n en torno a la evidencia de que Mariano Rajoy est¨¢ pasando por alto las promesas que le llevaron hasta La Moncloa. Y, sin embargo, las peticiones de perd¨®n de los Gobiernos, o la exigencia de que lo pidan por parte de las fuerzas de oposici¨®n, quiz¨¢ tenga menos que ver con un intento de moralizar la vida pol¨ªtica que con una diferente apreciaci¨®n de los efectos propagand¨ªsticos que puede tener un acto de contrici¨®n ante los electores. La alternativa no se presenta en abstracto, sino en un contexto cr¨ªtico para la clase pol¨ªtica en su conjunto, a la que los ciudadanos acusan, precisamente, de incumplir sus promesas.
Bel¨¦n Barreiro, soci¨®loga y directora del Laboratorio de la Fundaci¨®n Alternativas, considera que no todos los incumplimientos producen los mismos efectos ni las mismas reacciones en los ciudadanos. Depende de la naturaleza de las promesas y de las razones por las que han sido incumplidas. Para Barreiro, el incumplimiento de las promesas relacionadas con ¡°pol¨ªticas regulativas¡±, que no acarrean coste econ¨®mico, suele ser severamente castigado por los ciudadanos. Otras promesas, relacionadas con la econom¨ªa, se pueden revelar inviables debido a circunstancias sobrevenidas en tiempos de crisis. En el caso de estas promesas, ¡°pedir perd¨®n puede tener sentido¡±, puesto que responde a la necesidad de mostrar empat¨ªa con las consecuencias, muchas veces terribles, que ese cambio de circunstancias puede acarrear en la vida corriente de los ciudadanos. ¡°Lo contrario de no pedir perd¨®n¡±, asegura Barreiro, ¡°ser¨ªa tanto como gobernar con arrogancia¡±. Barreiro quiere introducir, con todo, un matiz en el caso del incumplimiento de las promesas electorales por parte del Partido Popular. Lo que los ciudadanos tienen dificultades para creer, asegura Barreiro, es que el Partido Popular no supiera que las circunstancias econ¨®micas imped¨ªan formular las promesas que incluy¨® en su programa. ¡°Eso es lo que castigan ahora¡±, concluye.
Disculparse o exculparse
Nick Clegg se sinti¨® forzado a pedir perd¨®n por incumplir su programa electoral tras la decisi¨®n del Gobierno brit¨¢nico de coalici¨®n de casi multiplicar por tres el m¨¢ximo anual de los costes de las matr¨ªculas hasta 9.000 libras (unos 11.000 euros) en Inglaterra y Gales. ¡°No deber¨ªa haberme comprometido a una pol¨ªtica que era tan cara cuando no hab¨ªa dinero. Y menos cuando el modo m¨¢s probable de llegar al Gobierno era en coalici¨®n con los laboristas o con los conservadores, que en ambos casos se hab¨ªan comprometido a subir esas tasas¡±, declar¨®. ¡°No hay un modo f¨¢cil de decir esto: hicimos una promesa y no la cumplimos, y, por eso, lo siento¡±.
La estrategia del presidente del Gobierno espa?ol, Mariano Rajoy, ha sido bien distinta. Desde que tom¨® posesi¨®n de su cargo, en diciembre de 2011, ha incumplido, uno tras otro, los compromisos que adquiri¨® con sus votantes. En contra de lo que dijo, ha subido el IVA y el IRPF, ha implantado el copago farmac¨¦utico... ¡°Hemos tomado medidas que en una situaci¨®n normal no habr¨ªa tomado. No ten¨ªamos alternativa si no quer¨ªamos colocarnos fuera de la realidad¡±, dijo durante su reciente entrevista en Televisi¨®n Espa?ola, donde tuvo que responder a las preguntas de cinco periodistas de los principales diarios. ¡°Es verdad que no dije que iba a subir el IVA y el IRPF, pero eso son cosas que se pueden recuperar, y de hecho los bajar¨¦ en cuanto pueda, a¨²n queda mucha legislatura. En cualquier caso esto no son ocurrencias, son cosas imprescindibles. Es que a m¨ª nadie me dijo que el d¨¦ficit se iba a ir a 90.000 millones y no 60.000 como estaba previsto. Si pudiera disponer de esos 30.000 millones las cosas ser¨ªan diferentes¡±. ?Y si ha hecho lo contrario de lo que anunci¨®, no tendr¨ªa sentido plantear una cuesti¨®n de confianza?, le preguntaron. ¡°Eso no tiene ning¨²n sentido en estos momentos¡±.
Una cosa son los efectos electorales que puede producir una petici¨®n de perd¨®n y otra, sin embargo, sus consecuencias sobre el sistema democr¨¢tico. Para Juli¨¢n Santamar¨ªa, catedr¨¢tico em¨¦rito de sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid, es dif¨ªcil predecir el comportamiento de los electores ante una petici¨®n de perd¨®n por parte de los gobernantes que no han cumplido sus promesas; depende de los casos y depende, tambi¨¦n, de la habilidad de los gobernantes. Por lo que respecta al sistema democr¨¢tico, la reflexi¨®n tiene que ser m¨¢s amplia, m¨¢s general. ¡°Se est¨¢ insistiendo tanto en la eficiencia, en el hecho de que lo que se promete debe ser cumplido¡±, afirma Santamar¨ªa, ¡°que se est¨¢ perdiendo de vista que el sistema democr¨¢tico exige, sobre todo, explicar por qu¨¦ se hacen o se dejan de hacer las cosas¡±. En su opini¨®n, pedir perd¨®n carece de sentido si los dirigentes pol¨ªticos no explican las razones que hay detr¨¢s de los incumplimientos de sus promesas. Y aqu¨ª enlaza con uno de los argumentos de Barreiro. No es lo mismo incumplir promesas por el coste electoral que pueda suponer llevarlas a cabo, que hacerlo porque se han producido circunstancias sobrevenidas. Tambi¨¦n introduce un matiz en el caso del Partido Popular: no estar¨ªa incumpliendo promesas, sino renunciando a principios pol¨ªticos que ha defendido hasta ahora. Santamar¨ªa pone el ejemplo del IVA. Prometieron no subirlo y lo han subido. Pero, adem¨¢s, prometieron no hacerlo porque, seg¨²n su planteamiento, ¡°era un disparate subir los impuestos en situaci¨®n de recesi¨®n¡±. No es solo una promesa incumplida; es tambi¨¦n un principio pol¨ªtico al que se ha renunciado.
Un gobernante democr¨¢tico pide perd¨®n y despu¨¦s, ?qu¨¦? Si la respuesta es nada, como si en la petici¨®n ya se diera por descontado el perd¨®n, Santamar¨ªa estima entonces que estos gestos ¡°se convierten en una ridiculez¡±. El sistema democr¨¢tico dispone de mecanismos que deber¨ªan entrar en funcionamiento cuando se producen graves incumplimientos de un programa, bien porque fue elaborado con intenci¨®n oportunista o bien porque respond¨ªa a una incorrecta evaluaci¨®n de las posibilidades de actuaci¨®n. Con o sin petici¨®n de perd¨®n, existe una responsabilidad pol¨ªtica que exige ser sustanciada para preservar la credibilidad de las instituciones. Barreiro se?ala que no existen instrumentos p¨²blicos e integrados en el sistema democr¨¢tico para evaluar objetivamente los incumplimientos de un partido en el Gobierno, y que esta carencia priva muchas veces a los ciudadanos de una informaci¨®n necesaria para decidir el sentido de su voto. Existen, sin embargo, incumplimientos que son flagrantes, y que, aunque no existan esos instrumentos, no est¨¢n condenados a quedar sin respuesta en el sistema democr¨¢tico. Podr¨ªa darse el caso de que las peticiones de perd¨®n por parte de los dirigentes pol¨ªticos sirvan de coartada para escamotear la respuesta. En los casos m¨¢s extremos, la imposibilidad de cumplir un programa deber¨ªa, en principio, llevar a la convocatoria de elecciones para que los ciudadanos respaldaran el nuevo. En otros casos, bastar¨ªa con una remodelaci¨®n de Gobierno. Si pedir perd¨®n se plantea como una alternativa a estas u otras respuestas, que no forman parte de las leyes pero s¨ª de los usos pol¨ªticos democr¨¢ticos, se multiplica el riesgo de que se ignore la voluntad de los ciudadanos y de que, por tanto, crezca la distancia entre ellos y los representantes electos.
El PP renuncia a sus principios: no subir el IVA fue el eje de su campa?a
El fil¨®sofo Vladimir Jank¨¦l¨¦vitch public¨® en 1967 un ensayo titulado, precisamente, El perd¨®n. La reflexi¨®n que desarrolla Jank¨¦l¨¦vitch no se refiere al hecho de pedirlo sino al de concederlo, y el plano en el que la sit¨²a nada tiene que ver con la pol¨ªtica. S¨ª ayuda, en cambio, a comprender las diferentes consecuencias que, en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica, puede tener el perd¨®n. Cuando, reci¨¦n liberado, Nelson Mandela declar¨® que perdonaba a sus carceleros abri¨®, mediante ese gesto, la posibilidad de una reconciliaci¨®n en Sud¨¢frica y el establecimiento de un r¨¦gimen pol¨ªtico en el que la raza no determinara los derechos y los deberes de los ciudadanos. Pero, si en vez de haber sido Mandela quien concedi¨® el perd¨®n, hubieran sido sus carceleros quienes se lo hubieran pedido, el resultado no habr¨ªa sido autom¨¢tica ni necesariamente el mismo. Habr¨ªa dependido de la decisi¨®n de Mandela de conced¨¦rselo o no, puesto que, como escribe Jank¨¦l¨¦vitch, el perd¨®n, ¡°el verdadero perd¨®n, al margen de toda legalidad, es un don gracioso del ofendido al ofensor¡±. Por descontado, los ciudadanos que han votado por un partido que acaba incumpliendo sus promesas no se encuentran con respecto a ¨¦l en la misma relaci¨®n que Mandela con sus carceleros. Pero, por la misma raz¨®n, tampoco los dirigentes de ese partido en relaci¨®n con los ciudadanos que le han votado, y sus peticiones de perd¨®n no pueden sustituir a las respuestas pol¨ªticas.
¡°Si hemos perdido su confianza¡±, acaba diciendo Nick Clegg en el v¨ªdeo en el que se disculpa ante los ciudadanos por haber incumplido sus promesas respecto a las tasas universitarias, ¡°espero que comencemos a recuperarla¡±. Seg¨²n ha llegado a saberse por el propio Partido Liberal, los asesores de imagen estaban en contra de que Clegg grabara y difundiera este v¨ªdeo, quien adopt¨® la decisi¨®n personalmente y contra los consejos que recib¨ªa. A¨²n as¨ª, son los miembros del Partido Liberal quienes primero decidir¨¢n si lo perdonan y, a continuaci¨®n, todos los ciudadanos, una vez que se convoquen elecciones en el Reino Unido y Clegg repita o no como candidato.
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