La rana que lleg¨® a Roma
La clonaci¨®n del anfibio demostr¨® las teor¨ªas de Gurdon
Al o¨ªr hablar sobre la clonaci¨®n, las primeras dos cosas que le vienen a la cabeza a cualquier lector de peri¨®dicos son la oveja Dolly y el coreano Hwang. Es decir, el primer mam¨ªfero clonado por Ian Wilmut y los dem¨¢s cient¨ªficos del Instituto Roslin de Edimburgo, en los a?os noventa, y el veterinario de la Universidad de Se¨²l que en la d¨¦cada siguiente se invent¨® de cabo a rabo las primeras clonaciones de embriones humanos, en uno de los mayores fraudes de la historia de la ciencia. Pero ni esta historia hab¨ªa empezado con la c¨¦lebre oveja escocesa, tiempo ha fallecida y disecada para contemplaci¨®n de las generaciones futuras, ni tampoco se acab¨® con la estrepitosa estafa de Hwang, que sigue vivo para su propia verg¨¹enza y la de su universidad.
El primer animal clonado no fue una oveja, sino una rana, y su creador no fue escoc¨¦s, sino tan extremadamente ingl¨¦s que parece reci¨¦n salido del reparto de Retorno a Brideshead o Arriba y abajo (y m¨¢s bien de arriba que de abajo, si hemos de ser exactos): John Gurdon. Clonar una rana puede parecer hoy una broma de mal gusto digna de los premios IgNobel, pero fue el experimento de Gurdon el que demostr¨® a la comunidad cient¨ªfica que el genoma de un animal permanec¨ªa intacto en algunas de sus c¨¦lulas diferenciadas. Antes de esa evidencia, muchos cient¨ªficos pensaban que el proceso de proliferaci¨®n y diferenciaci¨®n celular en que consiste el desarrollo de cualquier animal se basaba, precisamente, en una serie de cambios irreversibles en el material gen¨¦tico, y adem¨¢s esto es cierto en el caso de algunas c¨¦lulas, como los gl¨®bulos blancos de la sangre que se especializan en la defensa contra los agentes infecciosos. Pero no en otros, como demostr¨® la rana de Gurdon.
Cabe recordar, por cierto, que el Vaticano contact¨® con Gurdon en la ¨¦poca para sondearle acerca de la posibilidad de clonar al papa Pablo VI. El cient¨ªfico se los quit¨® de encima arguyendo que, siendo ¨¦l ingl¨¦s, se entender¨ªa mal que no clonara antes al arzobispo de Canterbury, pero el episodio revela, en cualquier caso, que la oposici¨®n tremebunda de Roma a la clonaci¨®n humana es una invenci¨®n relativamente reciente de su curia.
La l¨ªnea de investigaci¨®n abierta por Gurdon en los a?os setenta culmina de forma natural en el logro del segundo premiado, el japon¨¦s Yamanaka, que en a?os recientes ha descubierto un m¨¦todo extraordinariamente simple de retrasar el reloj de las c¨¦lulas adultas para que recuperen su car¨¢cter ancestral de c¨¦lulas madre. Estas c¨¦lulas iPS, o de pluripotencia inducida, son actualmente la gran promesa de la medicina regenerativa, pues pueden ser la fuente de cualquier tejido del cuerpo humano, y adem¨¢s ser¨¢n gen¨¦ticamente id¨¦nticas al paciente del que se obtienen las c¨¦lulas adultas, eliminando cualquier problema de rechazo inmunol¨®gico cuando le sean trasplantadas.
Un largo salto para una simple rana inglesa.
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