Los riesgos que sorte¨® Baumgartner
El primer hombre en romper la barrera del sonido sin propulsi¨®n resisti¨® una presi¨®n y temperatura extremas La rotaci¨®n incontrolada fue el mayor peligro
Dec¨ªa Douglas Adams en su impagable Gu¨ªa del autoestopista gal¨¢ctico que volar era un arte f¨¢cil, que solo requer¨ªa una habilidad: aprender a arrojarse contra el suelo¡ y fallar. El domingo, F¨¦lix Baumgartner consigui¨® aplicar esa receta al menos durante 10 interminables minutos. Vol¨® mucho m¨¢s alto y m¨¢s r¨¢pido que cualquier avi¨®n comercial, protegido solo por un traje a presi¨®n similar al de un astronauta. Con ello consigui¨® batir dos de las tres marcas que se hab¨ªa propuesto: salto desde m¨¢xima altura y m¨¢xima velocidad de ca¨ªda; el tercero (m¨¢ximo tiempo en ca¨ªda libre) no pudo ser y sigue en poder de Joseph Kittinger, quien lo estableci¨® all¨¢ por el a?o 1960.
Pese a las muchas precauciones adoptadas, el salto revest¨ªa serio peligro. A todos los efectos, cuando Baumgartner abri¨® la puerta de su c¨¢psula estaba en Marte: presi¨®n inferior a una cent¨¦sima de atm¨®sfera. Temperatura de 20 grados bajo cero. Y una intensa radiaci¨®n ultravioleta del Sol, ya que buena parte de la protectora capa de ozono quedaba ya por debajo de sus pies.
Durante unos segundos, el austriaco cay¨® sin control
Su ¨²nica protecci¨®n era la escafandra, similar a las que utilizan los astronautas en sus paseos espaciales o los pilotos de aviones de gran altitud como el U-2 o el SR-71. El visor, muy tintado, le proteg¨ªa no solo del ultravioleta, sino tambi¨¦n del rozamiento del aire.
En el vac¨ªo virtual de la alta atm¨®sfera, sin apenas aire que frenase su ca¨ªda, Baumgartner aceler¨® continuamente hasta alcanzar los casi 1.350 km/h despu¨¦s de caer los primeros 10.000 metros en unos 40 segundos. A esa altura (unos 30 kil¨®metros), el sonido viaja algo m¨¢s despacio que al nivel del mar, o sea que oficialmente puede decirse que esa velocidad corresponde a 1.24 Mach.
Al atravesar la barrera del sonido, el aire se comprime de forma muy violenta y provoca esfuerzos mec¨¢nicos sobre el fuselaje del avi¨®n y puede llegar a da?ar su estructura. Esa compresi¨®n es lo que produce los estampidos s¨®nicos. Baumgartner tuvo que sentir esos mismos esfuerzos sobre su propio cuerpo, aunque fuera durante unos pocos segundos.
?D¨®nde empieza el espacio? No hay una definici¨®n oficial. El l¨ªmite superior de la atm¨®sfera es muy difuso y, adem¨¢s, var¨ªa con muchos factores, como la propia actividad solar. En general, un sat¨¦lite no puede mantenerse en ¨®rbita por debajo de los 180 kil¨®metros. La NASA reconoce como astronauta a todo el que haya superado las 50 millas de altura (unos 80 kil¨®metros). Y la Federaci¨®n Aeron¨¢utica Internacional utiliza como referencia la l¨ªnea Karman, que es aquella en donde la atm¨®sfera es tan tenue que un avi¨®n deber¨ªa desplazarse a velocidad orbital para generar suficiente sustentaci¨®n: est¨¢ alrededor de los 100 kil¨®metros.
Ning¨²n avi¨®n vuela hoy a m¨¢s de 30 kil¨®metros de altura. Y solo algunos modelos experimentales lo han conseguido. El primero, el X-15, un h¨ªbrido de avi¨®n y cohete que estableci¨® la marca ¡ªno superada¡ª en 107 kil¨®metros. M¨¢s recientes son algunos prototipos de estatoreactor no tripulados que se mueven a velocidades del orden de Mach 10, en el nivel de los 35.000 metros.
Para un paracaidista en ca¨ªda libre, uno de los peligros es la aparici¨®n de giros descontrolados al alcanzar velocidades extremas: el saltador puede verse atrapado en una rotaci¨®n horizontal, como si estuviese tumbado en un tiovivo, a m¨¢s de 200 giros por minuto. La sangre tiende a acumularse en las extremidades o en la cabeza y sus efectos pueden ir desde una p¨¦rdida de visi¨®n hasta hemorragias cerebrales.
De hecho, en la transmisi¨®n televisada pudo verse que durante unos segundos, Baumgartner ca¨ªa girando sin control hasta que consigui¨® estabilizarse. A alturas tan elevadas, donde la resistencia del aire es d¨¦bil, las t¨¦cnicas de control del paracaidismo tradicional tienen poco efecto.
Para reducir este peligro, Kittinger utiliz¨® un peque?o paraca¨ªdas estabilizador. Por eso, su velocidad de ca¨ªda fue menor. Baumgartner, en cambio, llevaba un paraca¨ªdas similar pero de apertura manual, para no comprometer su objetivo de superar la velocidad del sonido. Solo se hubiese abierto autom¨¢ticamente de haber entrado en un giro incontrolado que desarrollase fuerzas de m¨¢s de 3.5 g.
Dos paracaidistas ya hab¨ªan muerto por problemas de despresurizaci¨®n
M¨¢s de la mitad de la ca¨ªda tuvo lugar en condiciones pr¨®ximas al vac¨ªo. En esas condiciones, cualquier fallo en el sistema de presurizaci¨®n de la escafandra puede tener graves consecuencias. Por ejemplo, la saliva, las l¨¢grimas o la humedad de los bronquios, expuestos al vac¨ªo, podr¨ªan entrar en ebullici¨®n, incluso a temperaturas bajo cero. Contra la creencia popular, ni el cuerpo explota en el vac¨ªo (es mucho m¨¢s fuerte de lo que parece) ni la sangre rompe a hervir, aunque s¨ª pueden aparecer en ella grandes burbujas de gas que provoquen embolias de consecuencias fatales.
Hace 50 a?os, el guante derecho de Joseph Kittinger perdi¨® la estanqueidad¡ durante la fase de ascenso. Su mano se hinch¨® como un globo hasta el doble de su tama?o normal, aunque ¨¦l no inform¨® del problema hasta despu¨¦s del salto. Pocos a?os m¨¢s tarde, al menos dos paracaidistas m¨¢s, uno ruso y otro americano, murieron al intentar superar su marca, aparentemente a causa de problemas de despresurizaci¨®n.
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