Neander Park
El genetista George Church plantea resucitar al neandertal, la otra especie humana e inteligente, y formar una colonia de individuos Adem¨¢s de obst¨¢culos t¨¦cnicos, la idea se enfrenta a dilemas ¨¦ticos
El evolucionista neoyorkino Stephen Jay Gould, fallecido en 2002, se quejaba de que Hollywood se hab¨ªa pasado cien a?os repitiendo la misma historia de ficci¨®n cient¨ªfica: el genio con m¨¢s audacia que talento al que su criatura se le va de las manos; una eterna repetici¨®n, en el fondo, del mito de Frankenstein salido de la imaginaci¨®n de Mary Shelley en 1818. Y tal vez la ciencia del mundo real no se haya acercado m¨¢s a ese clich¨¦ que ahora mismo, ante la posibilidad real de resucitar al hombre de Neandertal, el formidable habitante de Europa y Asia occidental que se extingui¨® en Gibraltar hace 30.000 a?os. ?C¨®mo acabar¨ªa ahora la pel¨ªcula? ?C¨®mo la rematar¨ªa Mary Shelley? ?Y usted, lector?
Lo primero que har¨ªa falta ser¨ªan unos cient¨ªficos impetuosos que se propusieran resucitar al neandertal, pero este es un asunto que ya ha saltado a la estanter¨ªa de no ficci¨®n. El genetista de Harvard George Church, que ha inventado el marketing gen¨¦tico al escribir en una mol¨¦cula de ADN su propio libro ¡ªReg¨¦nesis: c¨®mo la bilog¨ªa sint¨¦tica va a reinventar la naturaleza y a nosotros mismos¡ª, ha propuesto no ya resucitar a un neandertal, sino a toda una cuadrilla de ellos (ver entrevista adjunta).
Y entre los cient¨ªficos que consideran t¨¦cnicamente factible la resurrecci¨®n de los neandertales ¡ªsi no ahora mismo, s¨ª en el plazo de sus vidas¡ª milita nada menos que Svante P??bo, jefe de gen¨¦tica del Instituto Max Planck de Antropolog¨ªa Evolutiva en Leipzig, l¨ªder indiscutible de la paleogen¨¦tica, o recuperaci¨®n de ADN antiguo a partir de huesos f¨®siles, y m¨¢ximo art¨ªfice de un reto cient¨ªfico que se consideraba imposible hace solo unos a?os: el genoma neandertal, la lectura de la secuencia (tgtaagc¡) de los m¨¢s de 3.000 millones de bases, o letras qu¨ªmicas del ADN, que portaban en el n¨²cleo de cada una de sus c¨¦lulas aquellos hom¨ªnidos que dominaron Europa durante cientos de miles de a?os y hoy duermen el sue?o fosilizado de los justos.
P??bo, el l¨ªder de la paleogen¨¦tica, avala un reto cient¨ªfico sin precedentes
Tratemos provisionalmente de pasar por alto los problemas t¨¦cnicos, algunos muy relevantes, para preguntarnos: una vez que sepamos resucitar al neandertal, ?deberemos hacerlo? Ante este dilema moral caben dos clases de respuestas, la de los sabios c¨ªnicos ¡ªlo que puede hacerse acaba haci¨¦ndose¡ª y la de los sabios de la realpolitik, que intentan prever escenarios y minimizar da?os por si los c¨ªnicos acaban teniendo raz¨®n, que es lo habitual.
?Por qu¨¦ resucitar al neandertal? ?Y por qu¨¦ no hacerlo? ?Cu¨¢les son los riesgos, cu¨¢ntas las ventanas abiertas, cu¨¢les las oportunidades de negocio? Lo digo en serio: imaginen que un economista neandertal nos saca de la crisis.
En primer lugar, la resurrecci¨®n del neandertal plantea lo que podr¨ªa denominarse el dilema del ecologista. La t¨¦cnica para hacerlo, por un lado, implica una serie de manipulaciones gen¨¦ticas, hibridaciones cromos¨®micas y clonaciones embrionarias suficiente como para atragantar la cena de Nochebuena de cualquier amante de la naturaleza. Por otro lado, sin embargo, ?qu¨¦ amante de la naturaleza se opondr¨ªa a la recuperaci¨®n de una especie no ya en riesgo de extinci¨®n, sino tan extinta como lo pueda estar el tiranosaurio rex? Si el amor a la naturaleza es real, ?no deber¨ªa abarcar tambi¨¦n a las naturalezas del pasado y a nuestros antecesores en el cuidado y usufructo del planeta?
La especie se extingui¨® en Gibraltar hace 30.000 a?os
Cabe imaginar, de hecho, una postura ¨¦tica que defienda no ya nuestro derecho, sino incluso nuestro deber de recuperar a la especie. Despu¨¦s de 300.000 a?os campando a sus anchas por Europa, los neandertales empezaron a replegarse hacia el oeste en sospechosa coincidencia ¡ªdentro de los geol¨®gicos m¨¢rgenes de error de la paleontolog¨ªa¡ª con la llegada por el este de nuestra especie, el Homo sapiens, el ¨²ltimo invento de la evoluci¨®n de los hom¨ªnidos en la Madre ?frica.
El repliegue hacia el oeste de los neandertales no fue flor de un d¨ªa ¡ªse prolong¨® por 10.000 a?os y se salpic¨® de ocasionales intercambios, y no solo comerciales¡ª, pero fue consistente e implacable. Hasta el extremo de que los neandertales se extinguieron en Gibraltar, la ¨²ltima reserva occidental que se hab¨ªa librado de nuestro acoso. La irreductible aldea del hombre antiguo. El registro f¨®sil no nos deja muy bien parados, y clonar al neandertal se puede interpretar como nuestro humilde resarcimiento por haber causado su extinci¨®n.
El experimento puede no salir bien y provocar grandes malformaciones
Por supuesto que el experimento puede salir mal, dando la raz¨®n una vez m¨¢s a Mary Shelley y a la machaconer¨ªa con que Hollywood ha reincidido en su reestreno. El neandertal podr¨ªa morir en cualquier momento de su desarrollo embrionario o fetal o, peor a¨²n, nacer con horribles malformaciones y grandes penalidades. O quiz¨¢ naciera bien pero luego resultara ser un miserable, un psic¨®pata, un impertinente. Aun si todo lo anterior va bien, ?c¨®mo ser¨ªa el humor de un neandertal? No me digan que contar¨ªa chistes de Gibraltar.
La resurrecci¨®n del neandertal va m¨¢s all¨¢ del Parque Jur¨¢sico, la novela de 1990 en que Michael Crichton prefigur¨® el actual debate cient¨ªfico. Crichton predijo la recuperaci¨®n de ADN antiguo, su clonaci¨®n en los huevos de una especie distinta (su elecci¨®n de la rana es ciertamente discutible, puesto que los p¨¢jaros evolucionaron de los dinosaurios) y la exhibici¨®n de los resultados en un parque de atracciones.
Pero el neandertal va mucho m¨¢s all¨¢ de un dinosaurio, porque ahora hablamos de una especie humana, inteligente ¡ªsu capacidad craneal era mayor que la nuestra¡ª y lo bastante sensible como para cuidar de sus enfermos y enterrar a sus muertos. Exhibirlos en un parque de atracciones no parece una opci¨®n, ni encerrarlos en una jaula.
Y ahora escriban el final de la pel¨ªcula. Y, por favor, intenten superar a Mary Shelley.
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