¡°Soy una servidora p¨²blica de Espa?a, de los ciudadanos¡±
¡°Muchos me tildan de d¨ªscola¡±, afirma la jefa de la agencia espa?ola antidopaje
Pasi¨®n, car¨¢cter, rebeld¨ªa, y cuantas m¨¢s grandes palabras, hermosas, quieran a?adir, todas cobran cuerpo menudo en la persona de Ana Mu?oz Merino, leonesa de Coyanza (Valencia de Don Juan), la mujer que desde hace a?o y medio est¨¢ al frente de la lucha antidopaje en Espa?a y que en un c¨¢lido mediod¨ªa madrile?o saborea, ah¨ª enfrente, una delicada sopa de tomate fresca y arom¨¢tica mientras a su espalda una manzana de Magritte, los bigotes de H¨¦rcules Poirot y un anaquel de libros hasta arriba de Simenon (en los altavoces, claro, Jacques Brel: esto es un restaurante belga, a dos pasos de su oficina) aparentan aguzar el o¨ªdo y escuchan entusiasmados el discurso de una persona a la que la Operaci¨®n Puerto ha lanzado a cierta fama a su pesar.
¡°Al d¨ªa siguiente de la sentencia de Eufemiano, tan frustrante porque no nos entrega las bolsas de sangre, me sent¨¦ a escribir una carta explicativa a las agencias antidopaje de todos los pa¨ªses y al hacerlo me sent¨ªa como el general ingl¨¦s prisionero que en el Imperio del sol defiende ante el todopoderoso mando japon¨¦s el honor, la dignidad y los derechos de sus maltrechas tropas, de los restos de su Ej¨¦rcito hechos unos zorros¡±, dice Mu?oz merino, quiz¨¢s demasiado joven para pensar en una situaci¨®n cinematogr¨¢fica similar, la de Alec Guinness en el Puente sobre el R¨ªo Kwai. ¡°Ah, no¡±, dice, ¡°claro que me acuerdo. Pero Guinness se volvi¨® loco, y yo no¡±.
Durante la comida, Mu?oz Merino estaba contenta a medias. Contenta porque el Congreso acaba de apoyar la nueva Ley Antidopaje que dar¨¢ m¨¢s poderes a su agencia (ahora viaja al Senado y volver¨¢ pronto para ser aprobada definitivamente). A medias por el debate ¨¢spero parlamentario que la acompa?¨® ayer, pese a que el PSOE vot¨® a favor. Pero, aunque no deja de lamentar c¨®mo la peque?a pol¨ªtica a veces interfiere con su sentido de la responsabilidad ¡ª¡°yo estoy para servir al Estado, que no dejan de ser los ciudadanos: soy una servidora p¨²blica de Espa?a¡±, dice¡ª, no es precisamente de esas peque?eces de lo que le gusta hablar a una mujer que tambi¨¦n se siente ahora un poco Quijote peleando ante quien sea por conseguir las bolsas de sangre de Fuentes, ¡°el b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s¡±.
Prefiere Mu?oz ¡ªtercera de cinco hermanos, fama de d¨ªscola entre las filas del partido en el Gobierno, al que no pertenece, madre de una hija, catedr¨¢tica de Derecho Financiero, pitagorina de la Universidad de Navarra en los a?os 80, festiva y divertida¡ª hablar de los libros que la marcaron, de Los hermanos Karamazov y, sobre todo, de El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, tan esperanzador para una chica de 17 a?os, su edad cuando se sumergi¨®. O de Fernando Savater, autor mal visto, o no visto, en su Universidad, al que descubri¨® m¨¢s tarde y al que agradece su capacidad para explicar la diferencia entre individuo y pertenencia.
¡°Mi pasi¨®n es sobre todo intelectual. Necesito sentir respeto intelectual a mi jefe para poder trabajar, quiz¨¢s por eso a veces me dicen lo de d¨ªscola o rebelde, porque cuando pierdo ese respeto lo digo y me tengo que ir de donde estoy¡±, dice Mu?oz. ¡°Pero mi car¨¢cter se ha forjado tomando decisiones muy duras en tiempos dif¨ªciles. Y estoy orgullosa de ello, y de lo que soy¡±.
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