Amina: sola frente a los radicales
¡°Vamos camino de una dictadura religiosa¡±. La joven tunecina que escandaliz¨® a su pa¨ªs por unas fotograf¨ªas en ¡®top less¡¯ habla con EL PA?S horas antes de ser encarcelada el martes
Amina Tyler inclina la cabeza hacia atr¨¢s, apoya el cuello en el respaldo del sof¨¢ y aspira suavemente un cigarrillo de esos que guarda en una caja de aluminio con la imagen del Che Guevara. Con el pelo corto y las cejas te?idas de rubio, recuerda a Marilyn Monroe al sonre¨ªr. Ha venido disfrazada, con un pa?uelo en la cabeza y unas gafas de sol. ¡°No quiero que me descubran¡±, explica. La joven, de 19 a?os, se ha hecho famosa al convertirse en la primera mujer tunecina que colg¨® una foto de sus senos en Facebook con la frase en ¨¢rabe ¡°Mi cuerpo es m¨ªo¡±. Acaba de llegar a un modesto hotel de Kairouan, a 150 kil¨®metros al suroeste de T¨²nez, la cuarta ciudad santa del islam, donde pretende llevar una acci¨®n feminista al d¨ªa siguiente, domingo 19, durante el congreso anual de yihadistas que se celebra en la ciudad y que re¨²ne a 40.000 radicales salafistas del grupo ilegal Ansar Shar¨ªa.
¡°Estoy asustada. Hace un rato en la calle me ha increpado un hombre que quer¨ªa ligar conmigo. Como le he dicho que no, me ha cogido de la mu?eca para obligarme a irme con ¨¦l. Me hac¨ªa da?o. Estas cosas me pasan todo el tiempo. Si una chica pasea sola por la calle por la noche en T¨²nez le puede ocurrir¡±, asegura.
Ataviada con un bolso negro, grandes dosis de valor y completamente sola, esta miembro de la red feminista Femen, que utiliza el desnudo como arma de choque, tiene claros sus objetivos. ¡°Me he tra¨ªdo una tela de dos metros por uno y tengo que comprar un aerosol para escribir un lema. Ya lo he pensado: ¡®T¨²nez es un pa¨ªs c¨ªvico y sus mujeres son libres¡±.
La fortaleza y la determinaci¨®n de su discurso chocan con la fragilidad de su mirada. Habla con preocupaci¨®n de lo mucho que ha cambiado su vida. ?Estaba preparada la sociedad tunecina, de gran mayor¨ªa musulmana, para el hurac¨¢n Amina? ?Y el Gobierno islamista de Rachid Ganuchi o los seguidores radicales de Ansar Sharia, que alimentan sus filas con los m¨¢s pobres? Dos a?os y medio despu¨¦s de la primera revoluci¨®n que inspir¨® al mundo ¨¢rabe, Amina pone a prueba las libertades que debiera traer el primer gobierno democr¨¢tico tras la partida de Ben Al¨ª.
Al d¨ªa siguiente se encamina hacia la explanada de la mezquita sagrada de Okba ibn Nafe. Se sienta tranquilamente junto al viejo cementerio. Un grupo de ciudadanos grita a las fuerzas del orden, m¨¢s de 11.000 agentes desplazados especialmente para el congreso yihadista. Una mujer llora frente a los polic¨ªas: ¡°Dejad tranquilos a los salafistas, son hijos de T¨²nez. Estamos desprotegidos todo el a?o y ahora ven¨ªs solo para esto¡±, les increpa, antes de ser desalojada amablemente. Un hombre reconoce a Amina y pide hacerle una fotograf¨ªa. ¡°Hay quien me dice que soy un ejemplo y me anima a seguir. Otros me llaman puta. Estoy acostumbrada¡±.
Los acontecimientos se precipitan. Sin previo aviso, Amina garabatea la palabra Femen con el aerosol en el muro del cementerio del primer templo musulm¨¢n del norte de ?frica. La tensi¨®n estalla. ¡°?No eres digna de estar en este pa¨ªs!¡±, le gritan varios hombres mientras intentan agredirla. La polic¨ªa se la lleva en volandas y entre insultos hacia un furg¨®n policial. ¡°No estoy detenida¡±, explica en el interior del veh¨ªculo con una sonrisa c¨¢ndida. ¡°Me han dicho que vamos a la comisar¨ªa central de Kairouan para que no me hagan da?o. ?Qu¨¦ pena! No he hecho nada todav¨ªa, no me ha dado tiempo¡±.
En la comisar¨ªa, un inspector le pregunta por sus tatuajes. En la mu?eca derecha lleva inscrita tres palabras: lucha, nudismo, libertad. Cubre con una camisa los dem¨¢s, un dibujo de Naji al Al¨ª, caricaturista palestino asesinado en Londres, y de un ni?o que escribe en ¨¢rabe ¡°revoluci¨®n hasta la victoria¡±, adem¨¢s del rostro tatuado de Yasir Arafat en el brazo izquierdo. Los agentes le piden que se quede all¨ª dentro para protegerla.
Al salir a la calle, ha estallado una batalla campal en la avenida de C¨®rdoba. Cientos de j¨®venes protestan contra la fuerte presencia policial al grito de ¡°Al¨¢ es grande¡±. Los agentes responden con gases lacrim¨®genos mientras la situaci¨®n escapa de control. Han detenido al portavoz de Ansar Shar¨ªa y el gobierno islamista de Ganuchi ha decidido prohibir el Congreso. Han estallado disturbios tambi¨¦n en el basti¨®n salafista de Ethadamen, en T¨²nez capital, que se saldar¨¢n con el balance de dos muertos y m¨¢s de 200 detenidos. ¡°?Qu¨¦ hacen aqu¨ª tantos polic¨ªas? ?Se ocupan de los radicales? Pues que sepan que aqu¨ª no tenemos nada de comer, que nos morimos de hambre¡±, exclama un manifestante, al tiempo que coge dos piedras del suelo y las lanza contra los polic¨ªas. La tasa de paro alcanza el 20% de la poblaci¨®n y el turismo no ha regresado desde el estallido de la Primavera ¨¢rabe.
El feminismo debe seguir luchando en T¨²nez para no convertirnos en Afganist¨¢n o en Irak
Varios manifestantes gritan ¡°est¨¢bamos mejor con Ben Al¨ª¡± mientras lanzan algunas piedras. El activista sirio Tarek Algorani, que est¨¢ grabando las protestas, se explica: ¡°El problema es que aqu¨ª en T¨²nez se cort¨® la cabeza al r¨¦gimen, pero la sangre de la dictadura est¨¢ todav¨ªa corriendo por las venas del pa¨ªs¡±. Las opiniones de unos y otros se mueven entre la esperanza y la frustraci¨®n en el T¨²nez posrevolucionario. ¡°Lo que estamos viendo aqu¨ª es el islam contra el islam. Pero eso lo tenemos que resolver nosotros, es parte de nuestra historia. No se puede ir a la Universidad sin pasar por el colegio¡±, explica Algorani, bloguero que pas¨® cinco a?os en las prisiones de Bachar al Asad en su lucha por la libertad de expresi¨®n.
¡°El pa¨ªs necesita una segunda revoluci¨®n¡±, opina el periodista Fahem Bukadous, ¡°porque lo ¨²nico que hemos conseguido es la libertad de expresi¨®n. Han proliferado los medios de comunicaci¨®n que pueden expresarse libremente, pero con ¨¦l han llegado tertulias en las que se hace apolog¨ªa del terrorismo, alabando incluso la figura de Bin Laden, como ocurri¨® en Ettunsia TV. El Ministerio del Interior se?al¨® a Amina como culpable de los disturbios y la mayor¨ªa de la prensa lo aval¨®. Un peri¨®dico titul¨®: ¡°Amina aviva el fuego en Kairouan¡±.
La protecci¨®n policial que iba a recibir Amina contin¨²a. Fue conducida ante el juez que el martes la encarcel¨® acusada de profanaci¨®n de tumbas, posesi¨®n de arma blanca y de gas pimienta de autodefensa. Se enfrenta a una pena de seis meses de prisi¨®n. ¡°Cuando me decid¨ª a hacer las fotograf¨ªas, supe que algo malo iba a ocurrir. Pero me dije que ten¨ªa que estar preparada. Me han echado del instituto y no puedo seguir mis estudios en este pa¨ªs¡±, confesaba a EL PA?S el domingo en la comisar¨ªa. ¡°Si no eres blanca como todas las ovejitas blancas, te pueden hacer da?o. Te puede pasar cualquier cosa. Por eso creo que el feminismo debe seguir luchando en este pa¨ªs para no convertirnos en Afganist¨¢n o Irak. La revoluci¨®n no ha terminado, ten¨ªamos una dictadura pol¨ªtica y vamos camino de una dictadura religiosa. Podemos terminar desgraciadamente como en Ir¨¢n, tengo ese presentimiento. Me puedes dejar unos cigarrillos? Se me han acabado¡¡±, pidi¨® en el despacho de la comisar¨ªa de Kairouan. Ni rastro de la mirada provocadora de Marilyn Monroe: solo hab¨ªa preocupaci¨®n en los ojos Amina, el azote del islam radical.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.