La LOMCE, otra ley sin consenso
La reforma representa m¨¢s de lo mismo en esa batalla de desprop¨®sitos que los dos grandes partidos espa?oles vienen librando en el campo educativo
El Gobierno ya ha remitido al Congreso el proyecto de Ley Org¨¢nica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). La reforma de turno est¨¢ en marcha. Desde la promulgaci¨®n de la LOGSE en 1990, cada cambio de color en el gobierno ha suscitado una nueva ley de educaci¨®n. Sin embargo, los problemas de fondo permanecen inalterables. Si bien nuestro sistema cuenta con una estructura m¨¢s o menos homologable a la de nuestros vecinos europeos, sus resultados son francamente preocupantes. Alrededor de un 30% de los alumnos no obtiene el graduado al finalizar la ESO (el doble que la media de la Uni¨®n Europea) y otro 10% abandona durante la secundaria postobligatoria. En los (discutibles) rankings internacionales nuestras escuelas s¨®lo salen bien paradas en los ¨ªndices de equidad. Estos mismos resultados, con algunos altibajos, se han venido manteniendo en los ¨²ltimos 25 a?os.
Vista la situaci¨®n cabr¨ªa preguntarse si no hay motivos para una nueva reforma. Claro que los hay. Pero no para una reforma hecha de este modo. Si estuvi¨¦ramos en un pa¨ªs un poco m¨¢s serio los problemas de fondo del sistema educativo se habr¨ªan abordado hace tiempo con m¨¢s responsabilidad y mayor consenso. Lo que la LOMCE propone representa m¨¢s de lo mismo en esa batalla de desprop¨®sitos que los dos grandes partidos espa?oles vienen librando en el campo educativo. Como le o¨ª decir a un ex ministro la pasada semana, en materia de negociaci¨®n este pa¨ªs es un secarral.
En educaci¨®n hoy disponemos de suficiente conocimiento emp¨ªrico, de much¨ªsimas referencias internacionales y de una larga experiencia en la aplicaci¨®n de reformas como para poder tomar decisiones mucho m¨¢s rigurosas y equilibradas. La cuesti¨®n del fracaso y del abandono escolar, por ejemplo, no se soluciona con tener o no itinerarios diferenciados en un determinado curso de la ESO o con la promoci¨®n de m¨¢s repeticiones. Es todo mucho m¨¢s complejo y est¨¢ bastante estudiado.
Se pretende afrontar las insuficiencias del sistema con nuevas recetas del pasado
La LOMCE pretende afrontar las insuficiencias del sistema con nuevas recetas del pasado. Cuando m¨¢s necesaria es la atenci¨®n y el respeto a la diversidad, la apertura curricular y el refuerzo de la autonom¨ªa de los centros, la nueva ley apuesta por la recentralizaci¨®n y la uniformidad y, en consecuencia, por un mayor intervencionismo en todas las facetas del curr¨ªculo. Las evaluaciones finales para los alumnos de ESO y Bachillerato nos devuelve a las revalidas del siglo pasado y limitar¨¢n en gran medida la innovaci¨®n educativa.
Detr¨¢s de la ret¨®rica a favor de la autonom¨ªa de los centros, aparece una ley reglamentista que desconf¨ªa enormemente de los profesionales de la educaci¨®n. Lejos del necesario consenso, adem¨¢s, la nueva ley insiste en cuestiones que nada tienen que ver con la calidad educativa: el acoso al proceso de inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica en Catalunya, el apoyo a los privilegios de determinados sectores de la privada concertada o la batalla ideol¨®gica frente a algunos derechos civiles y libertades.
Nada hace pensar que la LOMCE vaya a resolver m¨¢s problemas que sus antecesoras. Los dogmatismos ideol¨®gicos se suceden con sus batallas est¨¦riles. El debate sobre esta ley vuelve a poner de manifiesto posiciones enfrentadas que deber¨ªan ser complementarias ?Acaso no es posible un sistema educativo que contribuya al desarrollo econ¨®mico del pa¨ªs y proporcione mayor y mejor ocupaci¨®n a su poblaci¨®n, sin renunciar a la formaci¨®n de ciudadanos cultos que puedan pensar por s¨ª mismos?
Necesitamos, manteniendo la equidad, una mayor potenciaci¨®n del talento, del mismo modo que la atenci¨®n a la diversidad y la inclusi¨®n educativa deben poderse organizar desde la flexibilidad, en funci¨®n de cada entorno, y no desde la rigidez burocr¨¢tica.
Tambi¨¦n parece evidente la incapacidad del sistema para motivar e incentivar a sus equipos docentes. En plena ¨¦poca de recortes no es tarea f¨¢cil, pero seamos honestos, el incremento de recursos en el per¨ªodo anterior a la crisis tampoco contribuy¨® al progreso de los resultados. La autonom¨ªa de los centros docentes y la forma de gobernarlos resulta crucial para la mejora educativa. Autonom¨ªa significa capacidad para tomar decisiones y responsabilidad para rendir cuentas. El gobierno de los centros debe contar con una direcci¨®n profesionalizada, pero con unas formas de participaci¨®n que estimulen el liderazgo docente y pongan en valor el conocimiento y la implicaci¨®n del profesorado. El sistema debe incentivar a los buenos profesionales. Los centros deber¨ªan tener una autonom¨ªa curricular y organizativa suficiente para hacer frente a sus complejas obligaciones que, por supuesto, incluyen la evaluaci¨®n de sus alumnos. A cambio el colectivo docente deber¨ªa aceptar procedimientos de evaluaci¨®n externa enfocados a la mejora permanente, el compromiso de actualizar a fondo sus competencias profesionales y la participaci¨®n de otros agentes sociales en la definici¨®n de los objetivos de sus centros. Todo ello es posible y necesario en un momento tan dif¨ªcil como el que estamos viviendo, pero requiere otro enfoque y otro tipo de reformas ?Cu¨¢ndo nos daremos cuenta?
Carles Sigal¨¦s es el director de los Estudios de Ciencias de la Educaci¨®n de la UOC
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