Libros para liderar el mundo
La dieta lectora de los pol¨ªticos no solo se compone de informes t¨¦cnicos Los alumnos de la Harvard Business School estudian gesti¨®n con obras como ¡®Ant¨ªgona¡¯ o ¡®Muerte de un viajante¡¯
A veces los reyes leen historias de reyes. A veces, historias de locos. Hace dos semanas, con motivo de la muerte del fil¨®logo catal¨¢n Mart¨ªn de Riquer, algunas necrol¨®gicas recordaron que en 1960, durante un semestre, ense?¨® literatura a don Juan Carlos, por entonces un pr¨ªncipe de 22 a?os. Dicen que Riquer, sabio y maestro de sabios, estaba especialmente orgulloso de dos cosas: de haber animado al futuro rey a leer el Quijote y de haber conservado un examen ¡ªescrito en tinta verde, para m¨¢s se?as¡ª en el que su ilustre alumno comparaba las obras de Alfonso X el Sabio y Jaime I el Conquistador. De ello se deduce que uno de los protagonistas de las cr¨®nicas del siglo XX se acerc¨®, siquiera parcialmente, a la General Estoria del primero y El Llibre dels fets del segundo tanto como a las andanzas pol¨ªticas de Sancho Panza.
Las andanzas de Sancho en Barataria deber¨ªan analizarse en Ciencia Pol¨ªtica
El brillante papel de Sancho como gobernador de la ¨ªnsula Barataria deber¨ªa estudiarse en las facultades de ciencia pol¨ªtica si es que no se estudia ya. Joseph Badaracco, profesor en la Harvard Business School, suele usar en sus clases textos literarios como Muerte de un viajante, de Arthur Miller, o Ant¨ªgona, de S¨®focles. Seg¨²n explic¨® en una entrevista, se puede aprender tanto sobre liderazgo leyendo Julio C¨¦sar como leyendo cualquier libro de econom¨ªa: ¡°Las lecciones que contiene son igual de valiosas y no menos pr¨¢cticas¡±.
En un encuentro del Foro Econ¨®mico Mundial celebrado hace tres a?os, no en Davos, sino en la ciudad china de Tianjin, Adi Ignatius, redactor jefe de la revista de la propia escuela de negocios de Harvard, moder¨® un coloquio sobre los libros cl¨¢sicos y contempor¨¢neos que leen o deber¨ªan leer los l¨ªderes asi¨¢ticos, circunstancia que Ignatius aprovech¨® para recordar que entre los 20 libros favoritos de Bill Clinton est¨¢ ¡ªjunto a Historia viva, las memorias de Hillary, su esposa¡ª la novela Cien a?os de soledad, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez.
Libros que explican el mundo
?Qu¨¦ libros deber¨ªa leer un pol¨ªtico (o un peat¨®n, es decir, un ciudadano medio) para entender el mundo actual? Cuatro expertos responden a esa pregunta:
? Econom¨ªa. Luis Perdices de Blas, catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento Econ¨®mico de la Universidad Complutense, recomienda dos t¨ªtulos que, dice, puede leer un lector culto sin ser economista. El primero es Por qu¨¦ fracasan los pa¨ªses, de Daron Acemoglu y James A. Robinson, "imprescindible" porque trata del "marco institucional adecuado ¡ªEstado, derecho de propiedad, seguridad en los contractos, etc¨¦tera¡ª" para que se produzca el crecimiento econ¨®mico. "Adem¨¢s, expone las teor¨ªas que no funcionan para explicar el atraso econ¨®mico. No hay una receta para el crecimiento, pero el libro argumenta bien lo que no ha funcionado". El segundo es Keynes vs. Hayek, de Nicholas Wapshott, en el que, a?ade Perdices, se expone con claridad el debate entre intervenci¨®n p¨²blica y libertad econ¨®mica: "Keynes y Hayek vivieron y sufrieron la crisis de 1929, que tiene algunos rasgos parecidos a la actual. Los economistas empleamos las teor¨ªas de Keynes o Hayek ¡ªcon algunos matices y actualizaciones¡ª en nuestras argumentaciones".
? Historia. Isabel Burdiel, catedr¨¢tica de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Valencia y premio Nacional en 2011 por su biograf¨ªa de la reina Isabel II elige un solo t¨ªtulo: Postguerra, del desaparecido Tony Judt, un tit¨¢nico recorrido (1.200 p¨¢ginas) por la historia de Europa desde 1945 en el que el rigor no impide la claridad. "Ahora que se impone el modelo asi¨¢tico", dice Burdiel, "el libro de Judt es una perfecta explicaci¨®n de lo que perdemos: el pacto social y pol¨ªtico posterior a la II Guerra Mundial".
? Geopol¨ªtica. Profesora de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos en la Universidad Aut¨®noma de Madrid y premio Nacional de Traducci¨®n el a?o pasado, Luz G¨®mez Garc¨ªa propone dos t¨ªtulos para entender un mundo que no se acaba en Occidente. Empieza con un cl¨¢sico publicado en 1978, Orientalismo, de Edward Said, que "cuestiona la configuraci¨®n de un Oriente a la medida de los intereses occidentales, en particular en lo referente al mundo ¨¢rabe". Con Said, explica, "se abri¨® la puerta a la descolonizaci¨®n del conocimiento. El t¨¦rmino orientalista ya es parte de la cultura contempor¨¢nea lo mismo que kafkiano". Su otra recomendaci¨®n es un libro traducido en Espa?a hace solo unos meses: Las naciones oscuras. Una historia del Tercer Mundo, de Vijay Prashad: "Cuenta la historia de un mundo que no pudo ser: en medio de la guerra fr¨ªa, las naciones que buscaron v¨ªas de desarrollo independientes vieron c¨®mo las hegemon¨ªas capitalista o comunista bloqueaban cualquier posibilidad de futuro alternativo".
? Filosof¨ªa y literatura. La recomendaci¨®n de Jordi Llovet, catedr¨¢tico de Teor¨ªa de la Literatura de la Universidad de Barcelona, es m¨²ltiple, pero contundente: "Hoy cualquier pol¨ªtico deber¨ªa leer a los chinos, sus pensamientos, su poes¨ªa, todo, porque son los que van a mandar ma?ana. Y luego, Del esp¨ªritu de las leyes, de Montesquieu (para que entiendan la importancia de la separaci¨®n de poderes), el Tratado sobre la tolerancia de Voltaire (para que sepan respetar al vecino) y Los papeles p¨®stumos del Club Pickwick, la novela de Dickens (para que tengan sentido del humor)".
? Internet. Para comprender los pros y contras del ciberespacio, el especialista en cultura digital Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n recomienda dos ensayos recientes: Sociofobia. El cambio pol¨ªtico en la era de la utop¨ªa digital, de C¨¦sar Rendueles ("Twitter no ayudar¨¢ a hacer la revoluci¨®n: el ciberfetichismo nos mantendr¨¢ distra¨ªdos en vez de en acci¨®n"), y Big data. La revoluci¨®n de los datos masivos, de los autores Viktor Mayer-Sch?nberger y Kenneth Cukier ("Lo que estamos diciendo sobre nosotros en la Red, y c¨®mo lo van a usar").
Por su parte, Barack Obama ha citado alguna vez entre las obras literarias que m¨¢s le han influido las tragedias de Shakespeare y Equipo de rivales, el libro de Doris Kearns Goodwin en el que se bas¨® Steven Spielberg para rodar su Lincoln. Por no hablar de la expectaci¨®n que se cre¨® en torno a Libertad, la ¨²ltima novela de Jonathan Franzen, cuando se supo que el presidente estadounidense hab¨ªa pedido que le consiguieran un ejemplar por adelantado para leerlo en Martha's Vineyard durante las vacaciones de verano de 2010. Un a?o antes, durante la Cumbre de las Am¨¦ricas celebrada en Trinidad y Tobago, el presidente venezolano Hugo Ch¨¢vez regal¨® a su hom¨®logo del norte una traducci¨®n al ingl¨¦s de Las venas abiertas de Am¨¦rica Latina, un hito del antiimperialismo firmado por el uruguayo Eduardo Galeano. Ni que decir tiene que los pedidos se dispararon en Amazon.
Lo cierto es que las recomendaciones presidenciales son una inestimable baza de la promoci¨®n editorial. Antes de que, en marzo de 1996, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar levantara cierto revuelo en el Congreso de los Diputados al dejarse ver leyendo durante una votaci¨®n Habitaciones separadas, un libro de poemas de Luis Garc¨ªa Montero, militante de Izquierda Unida, su antecesor en el cargo, Felipe Gonz¨¢lez, hab¨ªa subrayado por dos veces la utilidad pol¨ªtica de la literatura. Y de paso, la utilidad publicitaria de la pol¨ªtica. As¨ª, en los a?os ochenta las ventas de Memorias de Adriano se revolucionaron cuando Gonz¨¢lez cit¨® como uno de sus libros de cabecera la novela de Marguerite Yourcenar. El segundo hito pol¨ªtico-literario de Gonz¨¢lez tuvo lugar cuando, en 1999, fuera ya de La Moncloa, afirm¨® que hab¨ªa aprendido m¨¢s sobre el conflicto yugoslavo leyendo Un puente sobre el Drina ¡ªuna novela publicada en 1945 por el Nobel bosnio Ivo Andric¡ª que con todos los informes secretos que hab¨ªa tenido que leer como mediador de la Uni¨®n Europea en la guerra de los Balcanes.
La contraposici¨®n entre la lectura de informes y la de literatura es un cl¨¢sico en la vida de los pol¨ªticos. A finales del verano de 2007 el presidente Rodr¨ªguez Zapatero declar¨® en EL PA?S que durante las vacaciones hab¨ªa alternado los 500 folios de un resumen de sus tres a?os y medio de Gobierno con la lectura de autores como Manuel Longares, Albert S¨¢nchez Pi?ol, Mija¨ªl Bulg¨¢kov, Amos Oz y, por supuesto, Antonio Gamoneda, su poeta favorito.
Al otro lado de eso que llaman espectro pol¨ªtico las cosas no son muy distintas. Manuel Pimentel, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales con el PP entre 1999 y 2000, recuerda ahora c¨®mo intentaba que los ¨¢rboles no le impidiesen ver el bosque: ¡°Entre lecturas t¨¦cnicas del ¨¢mbito social y laboral, que son important¨ªsimas porque te ayudan a entender temas sobre los que tienes que decidir, buscaba libros que me dieran una perspectiva general y me explicasen por d¨®nde iban las corrientes sociol¨®gicas, sobre todo en Estados Unidos, que eran las m¨¢s influyentes¡±. As¨ª, junto a ensayos sobre nuevas tecnolog¨ªas ¡ª¡°entonces todo estaba empezando¡±¡ª, el exministro recuerda la lectura de El choque de civilizaciones, publicado por el polit¨®logo estadounidense Samuel Huntington en 1996 y popularizado globalmente a ra¨ªz de los atentados del 11 de septiembre de 2001, con Pimentel ya fuera del Gobierno.
¡°Entender¡± y ¡°perspectiva¡± son dos palabras que se repiten en el discurso de Pimentel, hoy propietario de la editorial Almuzara. A ellas les suma una tercera ¡ª¡°supervivencia¡±¡ª la cineasta ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde, ministra de Cultura entre 2009 y 2011. El d¨ªa que la nombraron, recuerda, estaba leyendo la novela Shosha, de Isaac Bashevis Singer, uno de sus autores preferidos. Retomarla le cost¨® un mundo: ¡°Entr¨¦ en el ministerio y me era imposible concentrarme en ella, me resultaba todo muy ajeno, lejano. Sin embargo, renunciar a mi lectura de persona normal era demasiada renuncia, me parec¨ªa que por salud mental deb¨ªa ser capaz de leer ficci¨®n¡±. Meses despu¨¦s pudo volver a ella y terminarla. En su caso, la ficci¨®n y la poes¨ªa formaban a veces parte del trabajo. Por ejemplo, las escritas por Juan Mars¨¦, Jos¨¦ Emilio Pacheco y Ana Mar¨ªa Matute, ¡°los tres Cervantes que me tocaron¡±. Los ley¨® o reley¨®, explica, ¡°para preparar los discursos de la ceremonia de entrega¡±.
Para dar cuenta de otras ceremonias, las del poder y la cultura, escribi¨® Jorge Sempr¨²n sus memorias ministeriales, Federico S¨¢nchez se despide de ustedes, una brillante y descarnada cr¨®nica de sus d¨ªas en el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez entre 1988 y 1991. Por supuesto, esas p¨¢ginas fueron lectura obligada para Gonz¨¢lez-Sinde. ¡°Me lanc¨¦ sobre las memorias de Sempr¨²n en su etapa de ministro y sobre el libro que la actriz Jane Alexander hab¨ªa escrito despu¨¦s de su paso por el National Endowment for The Arts con el presidente Clinton¡±, recuerda. Y matiza: ¡°Ninguno de los dos me sirvi¨® para lo que buscaba: un manual de supervivencia en la Administraci¨®n y la pol¨ªtica para una persona de la cultura¡±. M¨¢s ¨²tiles le fueron Anatom¨ªa de un instante, la novela de Cercas sobre el 23-F ¡ª¡°que devor¨¦¡±¡ª o los ensayos del soci¨®logo polaco Zygmunt Bauman, un ex¨¦geta de la disoluci¨®n de las viejas certezas en tiempos de modernidad l¨ªquida a quien siempre recurre ¡°en momentos comprometidos en busca de explicaciones para entender el mundo¡±.
El exministro Pimentel buscaba textos "que dieran perspectiva general"
Sinde sustituy¨® en el cargo al escritor C¨¦sar Antonio Molina y, adem¨¢s, de cartera, los dos compartieron lectura: por supuesto, Sempr¨²n. Molina lo hab¨ªa le¨ªdo desde muy joven y lo conoc¨ªa personalmente desde hac¨ªa tiempo. ¡°Para prepararme para el desenlace final me vali¨® mucho Federico S¨¢nchez se despide de ustedes. Un ministro de Cultura no puede dejar de leerlo para saber la gratitud que le espera¡±, dice ahora con cierta iron¨ªa.
Ni Sinde ni Molina son pol¨ªticos profesionales, de ah¨ª que la pregunta sobre qu¨¦ debe leer un gobernante ¡°para entender el mundo¡± derive f¨¢cilmente en ¡°para entender el mundo de la pol¨ªtica¡±, es decir, el poder. As¨ª, este ¨²ltimo, hoy director de la Casa del Lector de la Fundaci¨®n Germ¨¢n S¨¢nchez Ruip¨¦rez, cuenta c¨®mo durante sus d¨ªas de ministro (de 2007 a 2009) proyect¨® un libro que tratase de los conflictos entre los intelectuales y el poder pol¨ªtico. ¡°Para eso¡±, relata, ¡°emprend¨ª una lectura concienzuda de autores que ya conoc¨ªa pero que entonces ¡ªmis a?os en el Ministerio de Cultura¡ª revis¨¦ desde mi situaci¨®n tan peculiar: Cicer¨®n, S¨¦neca, Spinoza, Bacon, Servet, Rousseau, Jovellanos, Blanco White, Campomanes, Lista y dem¨¢s ilustrados, Larra, Aza?a, pasando por Pasternak o Milosz¡±. Producto de esas lecturas y de su propia experiencia es un libro de t¨ªtulo di¨¢fano, Cultura y poder, que ya ha entregado a la editorial Destino. Ser¨¢ la cara ensay¨ªstica de una moneda cuya cara narrativa tardaremos en leer: ¡°Siguiendo el ejemplo de Aza?a¡±, C¨¦sar Antonio Molina llev¨® un diario del que en el futuro saldr¨¢ otro libro. En futuro: ¡°Hoy todav¨ªa lo considero impublicable¡±.
Puede que alg¨²n d¨ªa un gobernante lea esos libros todav¨ªa in¨¦ditos para saber qu¨¦ le espera. Entre tanto, ah¨ª sigue Marguerite Yourcenar, que en la novela que caus¨® furor ministerial hace 30 a?os, pone en boca del emperador Adriano una frase digna tanto de Sancho Panza como de presidir la sala del Consejo de Ministros: ¡°Lo esencial es que el hombre llegado al poder pruebe luego que merec¨ªa ejercerlo¡±. Aunque sea leyendo, entre informe e informe, literatura.
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