La pesadilla argelina de Asunci¨®n
Una mujer sevillana recorre cada fin de semana cerca de mil kil¨®metros en Argelia para ver a los tres hijos que se llev¨® ilegalmente su exmarido
El pasado fin de semana tampoco lo consigui¨®. Asunci¨®n Salas Dual se recorri¨® los 500 kil¨®metros que separan Argel del pueblo de Ain Trab, en el este de Argelia. Se present¨® all¨ª, ante la puerta de la casa de su exmarido, Hocine Mabrouk, pero no pudo ver a ninguno de sus tres hijos.
?El anterior fin de semana, el viernes 25 de octubre, esta madre sevillana de 32 a?os tuvo algo m¨¢s de suerte. ¡°Los ni?os pudieron salir al porche unos diez minutos y all¨ª nos abrazamos con todas nuestras fuerzas¡±, recuerda Salas, por tel¨¦fono, desde el taxi colectivo que la traslada a Constantina, la gran ciudad del este de Argelia donde se hospeda cuando intenta visitar a sus hijos.
¡°La ¨²ltima vez que les abrac¨¦, los ni?os me hicieron prometer entre sollozos que volver¨ªa a verles el siguiente fin de semana¡±, prosigue. ¡°Como si yo fallase alguna vez a la cita semanal, aunque a veces ni les veo y solo cosecho insultos y alg¨²n que otro golpe¡±, a?ade. ¡°No han olvidado el espa?ol¡±, pese a los tres a?os de separaci¨®n, recalca orgullosa, ¡°aunque Rayhan, la peque?a, ahora contesta en ¨¢rabe a las preguntas que le hago¡±. ¡°Este calvario es muy duro¡±, insiste con la voz quebrada. ¡°Es una pesadilla interminable¡±.
Asunci¨®n Salas lleva tres a?os luchando para poder ver con regularidad a Samara, de 15 a?os, a Salahdin, de 12, y a Rayhan, de 10 a?os. Desde junio tiene una sentencia de divorcio en Argelia, pronunciada por una juez, que otorga la custodia al padre, pero que le obliga a entregarle a sus hijos el fin de semana argelino ¡ªdesde el viernes por la ma?ana hasta el s¨¢bado por la tarde¡ª y tambi¨¦n la mitad de las vacaciones escolares. ¡°No se cumple¡±, se queja Salas amargamente.
Solicit¨® el divorcio por maltrato y ¨¦l huy¨® con los peque?os a su pa¨ªs
El exmarido no contest¨® a las llamadas de EL PA?S, pero ante el abogado de Salas, Djebbari Mehdi, justific¨® su rechazo a cumplir la sentencia judicial por el miedo a que la madre se marchase a Espa?a con los hijos. Propuso que los pudiera ver semanalmente solo en casa de su madre, en el pueblo donde reside.
La historia de Salas es una de tantas de esas mujeres europeas que se casaron con hombres musulmanes aparentemente tolerantes y liberales, pero que, con el transcurso del tiempo ¡ªsobre todo cuando regresan a sus pa¨ªses de origen¡ª, dejaron aflorar su educaci¨®n ultraconservadora y machista.
Cuando a¨²n era una adolescente de 17 a?os, Salas se fue a Londres a estudiar ingl¨¦s y all¨ª conoci¨® a Mabrouk, del que se enamor¨®. ¡°Al principio fuimos muy felices¡±, recuerda. No tard¨® en quedarse embarazada. La pareja se cas¨® r¨¢pidamente, sin ni siquiera invitar a la familia de la novia.
En 2008 ¡°empezaron los malos tratos", prosigue Salas, ¡°pero la gota que hizo desbordar el vaso de mi paciencia fueron los palos que dio a Samara¡±, la mayor. ¡°Tom¨¦ entonces la decisi¨®n de separarme y empec¨¦, en mayo de 2009, por ingresar con los ni?os en un hogar para mujeres maltratadas¡±, rememora.
El tribunal del condado de Brentford le concedi¨® a Salas el divorcio y la custodia de los tres peque?os, y hasta prohibi¨® al padre llevarlos fuera de Reino Unido. El 10 de marzo de 2010 Mabrouk acudi¨® a recogerlos con el pretexto de llevarles a la piscina, pero les sac¨® del pa¨ªs rumbo a Argel. ¡°?C¨®mo es posible que le hayan dejado pasar por el aeropuerto con los ni?os con esta sentencia?¡±, se indigna Salas.
Aunque en agosto de ese a?o el Tribunal Superior de Justicia de Londres orden¨® la vuelta de los tres hijos ¡ªque son brit¨¢nicos, espa?oles y argelinos¡ª a Reino Unido, Asunci¨®n Salas ya hab¨ªa comprendido que la ¨²nica manera de verles ¡ªno ya de recuperarles¡ª era trasladarse a Argelia. ¡°Y ya llevo tres a?os en este pa¨ªs. Primero tramitando la residencia, que me cost¨® mucho obtener, y despu¨¦s buscando trabajo para poder seguir viviendo legalmente y tener algunos ingresos¡±, afirma desde el taxi.
Se traslad¨® a Argel y logr¨® un r¨¦gimen de visitas, pero ¨¦l lo incumple
¡°Ense?o ingl¨¦s en una guarder¨ªa de Argel, hago de int¨¦rprete en alguna feria industrial para ir tirando y, de paso, he aprendido el ¨¢rabe dialectal que se habla aqu¨ª¡±, asegura. Los fines de semana pone rumbo en un taxi colectivo a Constantina, ah¨ª toma otro a Oued Zenati y, por ¨²ltimo, un tercero hasta el pueblo de Ain Trab.
Acude hasta all¨ª no solo para ver a los ni?os, sino porque ha solicitado en el juzgado de Oued Zenati que se cumpla el veredicto argelino que le da derecho a pasar con ellos el fin de semana. ¡°El juez me ha dicho que bastar¨¢ con que un alguacil de juzgado testifique que me present¨¦ al menos dos veces en la casa y no me los entreg¨®, para que ¨¦l dicte una sentencia ordenando que se cumpla mi derecho de visita¡±, indica Salas.
¡°He conseguido que una vez me acompa?e un alguacil ¡ªpag¨¢ndole la tarifa estipulada¡ª, pero para levantar acta una segunda vez, la vez definitiva, ya no le encuentro a ¨¦l ni a ning¨²n otro¡±, se lamenta Salas. ¡°Es como si se en este pueblo se hubiesen coaligado contra m¨ª¡±.
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