Clelia Luro, escritora, viuda del obispo Jer¨®nimo Podest¨¢
Combatiente por un cristianismo liberador, el Vaticano silenci¨® el nombre de este s¨ªmbolo mundial del movimiento en pro del celibato eclesi¨¢stico opcional
Pese a que el Vaticano siempre se refiri¨® a ella, con gran rid¨ªculo, como ¡°esa mujer¡± o ¡°la consabida persona¡±, el nombre de la argentina Clelia Luro ocup¨® grandes espacios en los medios de comunicaci¨®n en la ¨²ltima parte del siglo pasado y primeros a?os del actual. Nacida rica en el barrio porte?o de La Recoleta y muy activa en el periodismo o como escritora de libros, su combate por un cristianismo liberador y los derechos de los curas casados le permiti¨® relacionarse con grandes prelados ¡ªH¨¦lder C¨¢mara, Pere Casald¨¢liga, el brit¨¢nico cardenal Hume¡¡ª, con lo m¨¢s granado de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n ¡ªLeonardo Boff y Gustavo Guti¨¦rrez¡ª y con intelectuales de todos los continentes, entre otros los cineastas Fellini y Pasolini. Pero era conocida sobre todo por su relaci¨®n con el obispo Jer¨®nimo Podest¨¢. Juntos, como ¡°pareja sacerdotal¡± (as¨ª se presentaban) lideraron durante d¨¦cadas el movimiento de los sacerdotes casados que buscan la aceptaci¨®n del Vaticano. El Movimiento pro Celibato Opcional (MOCEOP) se dijo ¡°hu¨¦rfano¡± nada m¨¢s conocer la muerte de Clelia, el pasado d¨ªa 5. Ten¨ªa 86 a?os y acababa de remitir al papa Francisco su ¨²ltimo libro, Relatos de viajes. Caminos en la di¨¢spora, sobre la larga lucha por el celibato opcional.
Las federaciones de curas casados (unos cien mil, de los que cinco mil son espa?oles) tienen en Clelia un s¨ªmbolo. Pero la escritora argentina era mucho m¨¢s que una luchadora por esa causa. Lo cont¨® en Mi nombre es Clelia, un libro que vino a presentar en Madrid en 2002. EL PA?S subray¨® entonces que, entre las aristas de extrema humanidad que surgen entre el clero casado, ninguna tan viviente como la protagonizada por el obispo Podest¨¢ y su asistente Clelia. De familia bien, estudiante en las mejores universidades ¡ªPontificia de Comillas y Gregoriana de Roma¡ª, elegido muy joven por Juan XXIII como obispo de Avellaneda y participante activo en el Vaticano II, Podest¨¢ hab¨ªa apostado por una pastoral liberadora nada m¨¢s acabar el concilio, lo que le cost¨® la persecuci¨®n de los militares de su pa¨ªs y, a la par, una ruptura con Roma, entonces amigada con un poder que empezaba a matar en nombre de ¡°los valores cristianos¡±.
El famoso obispo muri¨® en 2000 y Clelia Luro volvi¨® el a?o pasado a Madrid para dar a conocer las pastorales y sermones de su marido, y las entrevistas grabadas, los manifiestos y las execraciones contra los poderosos, y tambi¨¦n sus bellas cartas de amor. El archivo Podest¨¢ es memoria viva de una Iglesia sufriente que ha sido barrida, al menos ocultada, por la jerarqu¨ªa y que ahora, reinante un buen papa argentino, quiz¨¢s retome fuerza. Fue Clelia quien hizo popular la queja del gran Dom H¨¦lder: ¡°Si doy comida a los pobres, ellos me llaman santo. Pero si pregunto por qu¨¦ los pobres no tienen comida, entonces me llaman comunista¡±. O este otro mensaje de Casald¨¢liga: ¡°Somos soldados derrotados de una causa invencible¡±.
Francisco ha prometido dar voz a las mujeres en su Iglesia. L¨¢stima que Clelia haya callado. Nadie como ella vivi¨® en primera persona el ¡°apartamiento de la mujer por Roma, aquel arrojarnos a unas nuevas catacumbas, m¨¢s dolorosas¡±. As¨ª dijo. Podest¨¢ fue muchas veces al Vaticano a explicar al Papa c¨®mo sus problemas en Argentina lo eran por su predicaci¨®n en favor de los pobres, no por una supuesta relaci¨®n amorosa con su secretaria, como dec¨ªa la maledicencia, todav¨ªa sin raz¨®n. Roma no le crey¨®. Para sacarlo de Argentina y dar gusto a los militares, acab¨® comunic¨¢ndole por carta la concesi¨®n del t¨ªtulo de obispo de Orrea de An¨ªnico, una di¨®cesis imaginaria de ?frica. A cambio, deb¨ªa ¡°arrancar de su coraz¨®n y de su lado a esa se?ora, la consabida persona¡±. As¨ª se le dijo. Ese mismo d¨ªa, Podest¨¢ tom¨® la decisi¨®n de dar carnalidad a su amor. Escribi¨®: ¡°Deseo que mi vida con Clelia sea le¨ªda con ojos limpios, como har¨ªa Cristo¡±.
Lo que vino inmediatamente fue el exilio, escapando de milagro de los matones, enterados de que la molesta pareja hab¨ªa perdido el respeto de Roma. Clelia nunca se cans¨® de lamentar que el Vaticano ignorase las advertencias de su marido sobre lo que se avecinaba en Argentina: a?os de matanzas y terribles violaciones de los derechos humanos. Hace siete meses, comentando la elecci¨®n de Francisco, que le hab¨ªa alegrado moderadamente, dijo a EL PA?S: ¡°Si el Papa y los obispos de entonces hubieran alzado la voz no habr¨ªa habido tanta muerte y tantos desaparecidos. Pero hubo algunos que incluso apoyaron aquel horror¡±. Superada la dictadura, la Iglesia argentina pidi¨® perd¨®n por sus silencios o complicidades. Clelia pensaba que ¡°ese ejemplo, tard¨ªo pero cierto, no le vendr¨ªa mal a la jerarqu¨ªa espa?ola, implicada a su vez con una dictadura militar que tambi¨¦n mataba en nombre de principios occidentales y cristianos¡±.
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