El asco
El escritor reflexiona sobre el hambre tras a?os de trabajo Es "el menos cacareado de los grandes problemas del planeta"
Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al d¨ªa. No hay nada m¨¢s frecuente, m¨¢s constante, m¨¢s presente en nuestras vidas que el hambre ¨Cy, al mismo tiempo, para la mayor¨ªa de nosotros, nada m¨¢s lejos que el hambre verdadero.
Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al d¨ªa. Pero entre ese hambre repetido, cotidiano, repetida y cotidianamente saciado que vivimos, y el hambre desesperante de quienes no pueden con ¨¦l, hay un mundo de diferencias y desigualdades. El hambre ha sido, desde siempre, la raz¨®n de cambios sociales, progresos t¨¦cnicos, revoluciones, contrarrevoluciones. Nada ha influido m¨¢s en la historia de la humanidad. Ninguna enfermedad, ninguna guerra ha matado m¨¢s gente. Ninguna plaga sigue siendo tan letal y, al mismo tiempo, tan evitable como el hambre.
Llevo m¨¢s de dos a?os trabajando en un libro sobre el hambre: viajando por ?frica, Asia, Am¨¦rica para contar el menos importante, el menos cacareado de los grandes problemas del planeta: que hay casi novecientos millones de personas que no comen suficiente. Para contar sus logros, sus problemas, sus horizontes cortos, su desesperaci¨®n: sus vidas. Para escucharlos y pensar. Lo bueno es que no le importa a casi nadie. Aprendemos a vivir con ese peso, practicamos, practicamos; nos sale cada vez mejor. Desidia sin esfuerzo, ombligos relucientes.
Hace unos a?os, Ban Ki Moon, secretario general de las Naciones Unidas, puso en circulaci¨®n una cifra que qued¨® repetida y arrumbada: cada menos de cuatro segundos una persona se muere de hambre, desnutrici¨®n y sus enfermedades. Diecisiete cada minuto, cada d¨ªa 25.000, m¨¢s de nueve millones cada a?o: un Holocausto y medio cada a?o.
?Entonces qu¨¦? ?Apagar todo e irnos? ?Sumirnos en esa oscuridad, declarar guerras? ?Declarar culpables a los que comen m¨¢s que una raci¨®n razonable, a los que tiran lo que tantos necesitan? ?Declararnos culpables? ?Entregarnos? Suena hasta l¨®gico. ?Y despu¨¦s?
Cuando deben enunciar las causas del hambre, los gobiernos y los grandes expertos y los organismos internacionales y las fundaciones millonarias suelen repetir cinco o seis mantras:
Que hay desastres naturales ¨Cinundaciones, tormentas, plagas. Y sobre todo la sequ¨ªa: ¡°La sequ¨ªa es la mayor causa individual de falta de alimentos¡±, dice un folleto del Programa Mundial de Alimentos.
Que el medio ambiente est¨¢ sobreexplotado por pr¨¢cticas agrarias abusivas, exceso de cosechas y de fertilizaci¨®n, deforestaci¨®n, erosi¨®n, salinizaci¨®n y desertificaci¨®n.
Que el cambio clim¨¢tico est¨¢ ¡°exacerbando condiciones naturales que ya eran adversas¡± y va a empeorar los problemas en las pr¨®ximas d¨¦cadas.
Que los conflictos de origen humano ¨Cguerras, grandes desplazamientos¨C se han duplicado en los ¨²ltimos veinte a?os y que provocan crisis alimentarias graves, por la imposibilidad de cultivar y pastorear en ese contexto o, m¨¢s directamente, porque alguno de los bandos usa la destrucci¨®n de cultivos, reba?os y mercados como un arma.
Que la infraestrucura agraria no alcanza: que faltan m¨¢quinas, semillas, riego, almacenes, carreteras. Y que muchos gobiernos prefieren ocuparse de las ciudades porque es donde hay poder, dinero, votos.
(Los m¨¢s osados hablan incluso de la especulaci¨®n financiera que dispar¨® los precios de los alimentos y de la ineficiencia y corrupci¨®n de los gobiernos de esos pobres pa¨ªses pobres.)
Y despu¨¦s hay algo que llaman ¡°trampa de la pobreza¡±. Textos del PMA la describen someros: ¡°En los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, con frecuencia los campesinos no pueden comprar las semillas para plantar lo que dar¨ªa de comer a sus familias. Los artesanos no pueden pagar las herramientas que necesitan para sus oficios. Otros no tienen tierra o agua o educaci¨®n para sentar las bases de un futuro seguro. Los que est¨¢n golpeados por la pobreza no tienen suficiente dinero para producir comida para ellos y sus familias. As¨ª, tienden a ser m¨¢s d¨¦biles y no pueden producir suficiente para comprar m¨¢s comida. En s¨ªntesis: los pobres tienen hambre y su hambre los atrapa en la pobreza¡±.
En este relato ¨Cen estos relatos oficiales¨C solo el hambre tiene causas. La pobreza solo tiene efectos.
Todos los organismos, estudiosos, gobiernos que se interesan por el asunto est¨¢n de acuerdo en un hecho: hoy la Tierra produce comida m¨¢s que suficiente para alimentar a todos sus habitantes ¨Cy cinco mil millones m¨¢s.
Y mientras tanto el mundo sigue ah¨ª, tan bruto, tan grosero, tan feo como de costumbre. A veces pienso que todo esto es, antes que nada, un problema est¨¦tico. Repugna a cualquiera de las formas de la percepci¨®n la groser¨ªa de personas poseyendo, desperdiciando sin verg¨¹enza lo que otras necesitan a los gritos. Ya no es cuesti¨®n de justicia o de ¨¦tica; es pura est¨¦tica. La humanidad deber¨ªa tener por lo que hizo con s¨ª misma esa desaz¨®n que tiene el creador cuando da el paso atr¨¢s, mira su obra, y ve una porquer¨ªa. La conozco.
Llevo a?os escribiendo un libro sobre la fealdad m¨¢s extrema que puedo concebir. Un libro sobre el asco ¨Cque deber¨ªamos tener por lo que hicimos y que, al no tenerlo, deber¨ªamos tener por no tenerlo.
Callado, el asco se acumula, se amontona.
Como el hambre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.