Vagina
?Ser¨¢ que la revoluci¨®n sexual ha fallado? ?No es curioso que, en este punto de la aventura humana, el ¨®rgano femenino a¨²n sea tan amenazador? Evelyn Ruman, Casey Jenkins y Naomi Wolf son algunas de las artistas que cuestionan la aceptaci¨®n de la violencia contra el deseo de las mujeres
Evelyn Ruman cuenta que desembarc¨® en el Vaticano sinti¨¦ndose una esp¨ªa de la Guerra Fr¨ªa. Se hab¨ªa impuesto una misi¨®n arriesgada, subversiva. Dentro de la bolsa donde llevaba su equipo fotogr¨¢fico, ten¨ªa un frasquito con un l¨ªquido rojo y un tanto viscoso. Evelyn se agach¨®, abri¨® la tapa y verti¨® su contenido en el suelo. El fluido se esparci¨® sobre la calzada, sobre las piedras. Sac¨® la c¨¢mara y comenz¨® a documentar su transgresi¨®n. Desenroll¨® una imagen de una mujer desnuda, de espaldas y la extendi¨® sobre el suelo. El rojo fue inundando los interiores femeninos. Ning¨²n guardia apareci¨® para imped¨ªrselo, ning¨²n turista la perturb¨®. Misi¨®n cumplida. Evelyn hab¨ªa chorreado sangre menstrual en el centro del poder cat¨®lico.
-¡°?Por qu¨¦ quisiste hacer eso?¡±, le pregunt¨¦. ¡°Porque la Iglesia Cat¨®lica representa todo aquello que oprime a las mujeres desde hace siglos, haciendo de la vagina algo feo y de la sangre menstrual, una cosa asquerosa.¡±
Era enero de 2012 y Evelyn participaba en la Bienal Internacional de Arte de Roma. Durante dos a?os, almacen¨® su sangre menstrual en la nevera de su casa, en S?o Paulo, para realizar una exposici¨®n que llam¨® ¡°Sangro, luego existo¡±. Su dos hijos, hoy con 23 y 18 a?os, bromeaban diciendo que era ¡°la carnicer¨ªa de mam¨¢¡±. Haciendo ese recorrido art¨ªstico, Evelyn se preparaba para un momento doloroso para toda mujer: que le arrancasen el ¨²tero por un mioma. ¡°Siempre me gust¨® mucho menstruar¡±, dice.
Cuando fue a Roma, Evelyn se dio cuenta de que su menstruaci¨®n se atrasaba. Para consumar su objetivo, tuvo que pedir un poco de sangre a una feminista italiana, Sara Sacerd¨®cio. Consigui¨® su misi¨®n con sangre prestada. La foto (al lado) es una de las 27 im¨¢genes exhibidas en el EG2Lo (Oficina Galer¨ªa 2Mires), en la ciudad hist¨®rica de Paraty, en el litoral fluminense, hasta el 6 de enero. Cinco de esas im¨¢genes ilustran esta columna.
Evelyn trabaja desde 1988 con la autorrepresentaci¨®n femenina. Presidiarias, enfermas mentales internadas en manicomios, presas, campesinas ind¨ªgenas, ni?as con s¨ªndrome de Down, seropositivas, mujeres maltratadas, viejas. Mujeres que la mayor¨ªa prefiere no ver. Nunca tuvo dificultad para exponer su trabajo, premiado y reconocido internacionalmente. Pero, cuando intent¨® exhibir su obra moldeada en sangre menstrual, se encontr¨® con las puertas cerradas. Para mostrar el rostro de mujeres condenadas a la invisibilidad, no hab¨ªa problema. Para mostrar su cuerpo sangrando por la vagina, no hab¨ªa espacio. Tal vez porque, como se prefiere escondido y da verguenza, cambian las reglas del juego para la v¨ªctima. En vez de compasi¨®n, ahora daba miedo.
Evelyn se qued¨® sola. Incluso otras mujeres, amigas fot¨®grafas, liberales en todo lo dem¨¢s, tacharon sus fotos como ¡°asquerosas¡±. ¡°Solo consegu¨ª hacer la exposici¨®n porque abr¨ª mi propia galer¨ªa¡±, dice Evelyn. ¡°Dan ganas de colocar una c¨¢mara para filmar la reacci¨®n de enojo de la gente, muchas de ellas mujeres, cuando ven las fotos y perciben que es sangre menstrual, sangre que sali¨® de una vagina, la m¨ªa. ?Si la sangre saliera de una polla, tendr¨ªan tanto asco?¡±
(Estoy presumiendo, claro, pero creo que parte de aquellos que leen este texto, a estas alturas ya soltaron algunos ¡°!Qu¨¦ asco!¡±. ?Acert¨¦? Al comentar con algunos amigos que pretend¨ªa escribir sobre el tema, la reacci¨®n fue: ¡°?Por qu¨¦?¡± ¡°Por vuestras caras¡±, respond¨ª.)
En este momento, la australiana Casey Jenkins realiza una performance a la que ha llamado ¡°Casting Off My Womb¡± (en traducci¨®n libre, ¡°Tricotando mi ¨²tero¡±). Cada ma?ana, pone un ovillo de lana clara en su vagina y tricota una bufanda. Al menstruar, el tricotado se va ti?endo de rojo sangu¨ªneo y mojado. (v¨ªdeo aqu¨ª). El objetivo de la obra, conforme declar¨® a la prensa, es hacer la vagina de la mujer ¡°menos chocante o amenazadora¡±. Casey quer¨ªa mostrar que ¡°la vagina no muerde¡± al ligarla con un acto acogedor y ¡°calentito¡±, identificado con las cl¨¢sicas abuelitas, como el acto de tejer una manta. La bufanda uterina que envuelve sensualmente la vagina de Casey, acaricia sus grandes y peque?os labios y hace cosquillas en su cl¨ªtoris estar¨¢ concluido en 28 d¨ªas.
(M¨¢s asco?)
?Lo que Casey est¨¢ tricotando, al otro lado del mundo? ? O lo que Evelyn intenta decirnos con su sangre, en este lado del mundo?
Es probable que la escritora americana Naomi Wolf, autora de ¡°Vagina: una biograf¨ªa¡±, que acaba de ser lanzada en portugu¨¦s por la Editorial Generaci¨®n, tenga raz¨®n al decir que ¡°la revoluci¨®n occidental sexual fall¨®¡±. O, por lo menos, ¡°no funcion¨® lo suficientemente bien para las mujeres¡±. La propia trayectoria del libro es la prueba de que la vagina sigue siendo amenazadora ¨C como cuerpo, como imagen, como palabra. Me arriesgar¨ªa a decir que hasta m¨¢s amenazadora que en d¨¦cadas pasadas. Cuando se lanz¨® la obra, en 2012, en el mercado de lengua inglesa, la tienda de Apple coloc¨® asteriscos en el t¨ªtulo: V****a. La vieja vagina, censurada por la marca que representa el avance tecnol¨®gico de nuestro tiempo, fue casi la constataci¨®n de la denuncia contenida en el libro. Pero involuntaria, lo que hace todo m¨¢s interesante. Me parece que el episodio habla m¨¢s de la potencia de la vagina que de su victimizaci¨®n.
En su libro, Naomi Wolf define la vagina como ¡°el ¨®rgano sexual femenino como un todo, de los labios al cl¨ªtoris, del agujero al cuello del ¨²tero¡±. Ese todo forma una compleja red neuronal, en la cual hay por lo menos tres centros sexuales ¨C el cl¨ªtoris, la vagina, el cuello del ¨²tero ¨C y posiblemente un cuarto ¨C los pechos. Naomi defiende que la vagina no es solo carne, sino un componente vital del cerebro femenino, conectando el placer sexual amoroso con la creatividad, la autoconfianza y a la inteligencia de la mujer. La conclusi¨®n es obvia y no es nueva, ni por eso menos importante: masacrar la vagina ¨C ignor¨¢ndola o haci¨¦ndola algo sucio, prohibido y chulo, sea por las palabras o por las acciones ¨C masacra a las mujeres en su totalidad. Al aniquilar la vagina, se aniquila a la mujer entera, se secuestra su potencia. ¡°Al contrario de lo que nos hacen creer, la vagina est¨¢ lejos de ser libre hoy en Occidente¡±, dice Naomi. ¡°Tanto por la falta de respeto como por la falta de comprensi¨®n de su papel.¡±
Criticada incluso por parte de las feministas, la biograf¨ªa de la vagina hace un recorrido bastante curioso. Incluso quien lo elogia tiene siempre una gracia que decir al respecto, una broma, algo que garantice un distanciamiento hacia esta escritora que en un momento dado llega a hablar de ¡°danzas de las diosa¡±. Parece obligatorio seguir siendo chistoso hacia cualquier menci¨®n a la palabra vagina. Los adultos se comportan como si fueran adolescentes soltando risitas, lo que en s¨ª es ya bastante significativo. Al anunciar que escrib¨ªa el libro, Naomi fue recibida en una cena entre amigos con una carta tem¨¢tica: pasta en forma de vaginas y grandes (bien grandes incluso) salchichas. Como final, filetes de salm¨®n, refiri¨¦ndose al olor de pescado que se relaciona con el ¨®rgano sexual femenino. A aquellos intelectuales de Nueva York, la obviedad, un tanto vociferante, les parec¨ªa muy divertida. Tras el ¡°homenaje¡±, Naomi sufri¨® un bloqueo creativo: durante seis meses no consigui¨® escribir una palabra. ¡°Sent¨ª que hab¨ªa sido castigada ¨C tanto a nivel creativo como f¨ªsico ¨C por llegar a un lugar ad¨®nde las mujeres no deb¨ªan ir¡±, cuenta.
Si el libro de Naomi Wolf tiene generalizaciones y puede ser cuestionado en varios aspectos, como todos los libros, creo dif¨ªcil de hecho que alguien, sea hombre o mujer, no haya ampliado su horizonte vital tras leer ¡°Vagina: una biograf¨ªa¡±. Aunque solo fuera por el simple hecho de que, para muchos, demasiados, la vagina a¨²n es una grieta, una herida, un agujero.
La pregunta que Evelyn, Casey y la propia Naomi nos proponen, cada una en su estilo, es por qu¨¦, en el siglo 21, en Occidente, la vagina a¨²n provoca tanto antagonismo. Y que efecto eso tiene sobre la experiencia cotidiana de las mujeres, principalmente, pero tambi¨¦n sobre la de los hombres. O sobre c¨®mo eso empobrece enormemente nuestra vida sexual y afectiva, as¨ª como nuestra vida en general. El mayor m¨¦rito de cada una de ellas al arriesgarse al escarnio p¨²blico ¨C y, en este caso, siempre se puede contar con ¨¦l ¨C es lo de cuestionar la aceptaci¨®n de una mirada sobre la vagina y las mujeres que nos viola a todas. Y tal vez a todos. Al aceptarla, se oculta la trama hist¨®rica y no lineal en la que esa mirada fue tejida, as¨ª como las relaciones de poder que la determinan.
?No es tremendamente provocador que, en este punto de la aventura humana, la vagina de las mujeres a¨²n asombre tanto que la violencia contra ella parece haberse recrudecido? En la ¨¦poca en que las revistas femeninas ocupan una parte considerable de sus p¨¢ginas con lecciones para mejorar el rendimiento sexual de las mujeres, la vagina, aquella que parece no caber en este discurso atl¨¦tico, vive tiempos de esc¨¢ndalo. En el mismo periodo en que Apple censur¨® vagina como palabra, en Brasil, el cr¨ªtico de arte, Jorge Coli, vio interrumpida la transmisi¨®n en Internet de su conferencia en la Academia Brasile?a de Letras. Fue censurado en el momento en que pronunci¨® la palabra ¡°vagina¡± y mostr¨® ¡°El origen del mundo¡±, el famoso cuadro del franc¨¦s Gustave Courbet, que muestra el primer plano de una vagina. A lo largo de su accidentada trayectoria, el cuadro estuvo cubierto por un velo, ya fuera una cortina o incluso otra pintura. Solo fue expuesto en su integridad cuando la familia de su ¨²ltimo due?o, el psicoanalista Jacques Lacan, lo don¨® al Museo D¡¯Orsay. En febrero de este a?o, la revista francesa Par¨ªs Match anunci¨® una ¡°exclusiva¡±: el descubrimiento del supuesto rostro de la vagina famosa. Esta vez, la cara que intentaron sobreponerle, como parte faltante, tendr¨ªa la funci¨®n de un velo definitivo. (Escrib¨ª sobre eso aqu¨ª y aqu¨ª.)
Evelyn, Casey, Naomi y otras artistas tienen el coraje de llamar la atenci¨®n sobre el hecho de que tanto la censura como las bromas ocultan algo que necesita afrontarse. Afrontarse porque estrecha nuestra vida ps¨ªquica, afectiva y sexual, pero tambi¨¦n porque genera violencia. En las universidades brasile?as, los novatadas contra las estudiantes se han transformado en los ¨²ltimos a?os en episodios chocantes de agresiones contra mujeres. En la Universidad de Brasilia en 2011, las novatas tuvieron que lamer leche condensada en una longaniza recubierta con un cond¨®n. En 2012, en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), dos estudiantes fueron amarradas a un poste. Los veteranos se vistieron de polic¨ªas militares y colocaron preservativos en la punta de las porras que llevaban, oblig¨¢ndolas a chuparlas. En 2013, en la UFMG, una estudiante con el cuerpo pintado de negro llevaba un cartel que dec¨ªa ¡°novata Chica da Silva¡±, en alusi¨®n a la famosa esclava con este nombre. Sus manos estaban sujetas por una cadena, controlada por un veterano. Tambi¨¦n este a?o, otra primeriza de la Universidad Estatal del Suroeste de Bahia denunci¨® a la polic¨ªa por haber sido obligada a lamer penes y test¨ªculos de bueyes. Ella se desmay¨®, su boca sangraba. En la Universidad de S?o Paulo, en el campus de Son Carlos, se llev¨® a cabo el concurso ¡°Miss Novata¡±, en el cual se oblig¨® a las chicas a hacer un ¡°desfile de belleza¡± repleto de situaciones humillantes. Durante el acto, los veteranos se quitaron la ropa y simularon hacer sexo con una mu?eca inflable. Distribuyeron incluso un panfleto parodiando el best-seller ¡°Cincuenta Sombras de Grey¡±, con los siguientes frases: ¡°Cincuenta golpes de cintur¨®n ¨C la cura para esas ninf¨®manas mal folladas¡±. La violencia contra las novatas resulta a¨²n m¨¢s asombrosa ¨C y es preciso espantarse mucho ¨C si pensamos que fueron perpetradas por hombres j¨®venes y escolarizados, nacidos despu¨¦s de la revoluci¨®n sexual, hijos de mujeres que usan anticonceptivos y trabajan fuera de casa.
La semana pasada, el locutor Fabiano Gomes, de la Radio Correo, de Para¨ªba, afirm¨® en el programa ¡°Correo Debate¡± que la polic¨ªa no deber¨ªa perder su tiempo investigando los casos en que varios hombres divulgaron en Internet im¨¢genes de mujeres desnudas o practicando relaciones sexuales. Se refer¨ªa a un caso ocurrido en la ciudad paraibana de Pombal y al reciente suicidio de J¨²lia de Santos, de 17 a?os, en Piau¨ª. J¨²lia y la ga¨²cha Giana Fabi, de 16 a?os, se ahorcaron en octubre tras sufrir linchamiento moral por colgar fotos y v¨ªdeos ¨ªntimos en las redes sociales. Algunas de las frases usadas por Gomes: ¡°Desvergonzada es quien manda una foto desnuda al novio¡±, ¡°Se pusieron delante del espejo a mostrar el chichi¡±, ¡°La coqueta se sac¨® la foto desnuda para que el enamorado se hiciera una paja¡±.
Si hubo reacci¨®n formal de repudio al episodio, merece la pena prestar atenci¨®n tambi¨¦n a la grabaci¨®n, para escuchar la opini¨®n de los oyentes, hombres y tambi¨¦n mujeres, al apoyar las agresiones del locutor. Si los comentarios son una muestra del sentido com¨²n, las ni?as que mostraron sus cuerpos desnudos a hombres en quienes confiaban son ¡°mujeres f¨¢ciles¡±. Es aterrador constatar que, casi a comienzos de 2014, tras todas las conquistas feministas, en un pa¨ªs gobernado por primera vez por una mujer, dos adolescentes hayan sido tan humilladas por exponer sus cuerpos y su deseo sexual que prefirieron morir. Al sacrificarse (o ser sacrificadas), siguen siendo humilladas. En la segunda d¨¦cada del siglo XXI, en un Brasil asociado al mito de la liberaci¨®n sexual de los tr¨®picos, el cuerpo y el deseo femenino son tan amenazadores que la muerte no basta.
La violencia contra la vagina se disemina en la vida cotidiana, dentro de casa, en el trabajo, en el trayecto entre la casa y el trabajo, en todos los espacios, incluso los de ocio. Las mujeres est¨¢n tan habituadas a ella desde que nacen que ya la interiorizan como ¡°normal¡±. O reaccionan mucho menos de lo que deber¨ªan, resignadas a una vida entera de agresiones tan triviales que fingen no percibir. Que en este contexto a¨²n consigan tener deseo sexual y placer con sus vaginas es impresionante.
Como ilustraci¨®n, un resumen de algunos ¨C solo algunos ¨C momentos de mi trayectoria vital. La primera vez que un hombre me toc¨®, era una ni?a. ?l, un ni?o a¨²n m¨¢s peque?o que yo. Al pasar delante de m¨ª en la calle de una ciudad peque?a, dio un golpe fuerte en mi vagina y dijo: ¡°Vaginona¡±. Fue mi primer contacto. Volv¨ª a casa llorando, pero me sent¨ªa tan avergonzada de tener vagina que no se lo dije a nadie. Ya adolescente, caminando por el centro de Porto Alegre, vestida con una minifalda, un hombre escupi¨® en mis partes. En el autob¨²s atestado de la facultad, intentaron masturbarse en mi culo m¨¢s de una vez. Un D¨ªa de la Madre llev¨¦ a mi hija de nueve a?os al cine. Un hombre se sent¨® a nuestro lado y comenz¨® a acariciarse. De adulta, en el trabajo, en las redacciones por donde pas¨¦, o¨ª todo tipo de cosas sobre la vagina, y tambi¨¦n mis compa?eras. La mejor de todas: ¡°La mujer es la parte pesada de la vagina¡±. La dijo un hombre inteligente y realmente gentil, que cre¨ªa estar haciendo una gracia con compa?eras ¡°sin frescura¡±. Nosotras nos re¨ªamos para no ser ¡°la parte pesada ¨C y encima sin humor ¨C de la vagina¡±. Cada vez que escribo algo que contrar¨ªa a alg¨²n grupo, como a determinados polic¨ªas, recibo amenazas como: ¡°Te voy a violar¡± o ¡°Quiero ver tu vagina¡±. Cuando un l¨ªder evang¨¦lico disinti¨® de un art¨ªculo que escrib¨ª sobre los cambios en Brasil provocados por el crecimiento de las iglesias evang¨¦licas y concedi¨® una entrevista a The New York Times, de entre todas las palabras disponibles para definirme, escogi¨® esta: ¡°Zorra¡±. Y all¨¢ estaba yo, tomando caf¨¦ tranquilamente un s¨¢bado por la ma?ana, en mi casa, con mi familia, cuando el tel¨¦fono comenz¨® a sonar ¡°Viste que te llamaron puta en el Times?¡±.
As¨ª es. Hoy, ahora mismo. Y no me parece que la respuesta para la violencia generalizada contra la vagina y el deseo sexual femeninos sea transformarse en una atleta sexual con orgasmos circenses. Este es un patr¨®n para el consumo y para el mercado que responde m¨¢s a la imagen, tambi¨¦n estereotipada, del que ser¨ªa el comportamiento masculino en la cama. Suena como respuesta a la represi¨®n hist¨®rica, pero en la pr¨¢ctica est¨¢ m¨¢s para un embalaje agradable y enga?oso para la misma represi¨®n, en la medida en que no deja de ser otra tentativa de control sobre el cuerpo y el deseo femenino. La imagen de la atleta sexual, determinada y agresiva, puede ser solo otra prisi¨®n para las mujeres. La vagina y el deseo femenino, diferentes en cada una, son m¨¢s complejos y potentes que eso. Merece la pena recordar que, en la pornograf¨ªa, la mujer que expone su vagina, su ano, su desnudez en cada detalle y en primer plano es aquella de la que menos sabemos.
Por todo eso, Evelyn, Casey y Naomi son tan importantes. El libro de Naomi acostumbra a peregrinar por diferentes secciones de las librer¨ªas, de la pornograf¨ªa a asuntos generales, ya que parece no haber lugar para encajar la vagina. Evelyn necesit¨® abrir una galer¨ªa para poder exponer sus fotos con sangre menstrual. Y los temas de Casey, en Internet, se colocan en general en secciones frikis, mezcladas con otras ¡°rarezas¡± como, por ejemplo, vender carne de rat¨®n. La revista Equipo, que tuvo la clarividencia calificar su trabajo como ¡°arte¡±, decidi¨® hacer un t¨ªtulo simp¨¢tico: ¡°Not Available on Etsy: This Woman Knits With Her, Uhhh Yeah¡± (en traducci¨®n libre: ¡°No disponible en Etsy: esta mujer tricota con suya, h???... Eso incluso¡±) S¨ª, la vagina sigue siendo impronunciable.
Qui¨¦n escribe, siempre tiene un deseo. El m¨ªo es que tal vez, en vez de decir ¡°!qu¨¦ asco!¡±, al leer este texto, usted contenga la agresi¨®n o la broma, siempre m¨¢s f¨¢ciles porque callan toda posibilidad de reflexi¨®n. Y comience a pensar sobre la vagina y el papel que cada uno de nosotros desempe?a, de palabra, obra u omisi¨®n, incluso en aquellos comentarios que uno cree que solo son una muestra de sentido del humor, en la reproducci¨®n de la cultura de violaci¨®n y muerte de las mujeres. Muerte f¨ªsica, pero tambi¨¦n ps¨ªquica y creativa. Muerte del deseo. Una cultura que se ha ampliado y alcanzado cotas nuevas con el poder de difusi¨®n de Internet.
Si la violencia contra la vagina ha aparecido ¨C y en algunos casos aumentado ¨C en diferentes ¨¢mbitos de la sociedad, es leg¨ªtimo pensar que el ¨ªmpetu de fortalecer la respuesta represiva al deseo femenino pueda revelar que las mujeres est¨¢n asumiendo un control mayor sobre sus cuerpos y su sexualidad. En este sentido, la necesidad de hacer v¨ªctimas ser¨ªa una reacci¨®n al hecho de las mujeres rechacen con mayor vehemencia ocupar el lugar de v¨ªctimas. En esta hip¨®tesis, "a Marcha das Vadias¡±, que comenz¨® en Canad¨¢ (como SlutWalk) y conquist¨® el mundo y tambi¨¦n Brasil, es un ejemplo contundente de una acci¨®n femenina que desplaza el imaginario, al apropiarse de la palabra de la violencia y transformarla en una afirmaci¨®n de potencia, desbaratando la l¨®gica machista. Otra vez, la vagina vive tiempos turbulentos. Que son tiempos de violencia, ya sabemos. Que sean tiempos de liberaci¨®n, depende de nosotros.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n A Vida Que Ningu¨¦m v¨º, O Olho da Rua y A Menina Quebrada y del romance?Uma Duas. Correo electr¨®nico: elianebrum@uol.com.br . Twitter: @brumelianebrum
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.