¡°Llena todos mis agujeros¡±
En la primera parte de 'Nymphomaniac', el pol¨¦mico director Lars Von Trier hace una pel¨ªcula delicada y de extrema belleza sobre el misterio de la sexualidad femenina. Y aburre a parte de la platea. ?Por qu¨¦?
(Si usted no ha visto Nymphomaniac y prefiere no conocer detalles de la pel¨ªcula antes de verla, pare por aqu¨ª.)
¡°Llena todos mis agujeros¡± es la pen¨²ltima frase del final de?Nymphomaniac, la ¨²ltima pel¨ªcula de Lars Von Trier. Del final de la primera parte, ya que la segunda no se estrenar¨¢ en los cines brasile?os hasta marzo. La versi¨®n completa, sin cortes, de cinco horas de duraci¨®n, se exhibir¨¢ este mes en el Festival de Berl¨ªn. Joe, la protagonista, es la primera vez que practica el sexo con amor. Cuando iniciaba su b¨²squeda (?en busca de qu¨¦?), comenzando una serie ininterrumpida de relaciones sexuales con hombres variados y aparentemente aleatorios ¨C en el tren, en la oficina de ella, en la de ellos, en el hospital donde su padre muere, en cualquier lugar, hasta en la cama ¨C, su mejor amiga le susurr¨®: ¡°El amor es el ingrediente secreto del sexo¡±. Joe no cree en esa frase,? desprecia el amor. Joe y sus amigas son guerrilleras del amor, est¨¢ prohibido follar con el mismo hombre m¨¢s de una vez. Pero, en alg¨²n punto de su b¨²squeda incansable, ama. Y, al hacer sexo con el hombre que ama, Joe le pide: ¡°Llena todos mis agujeros¡±.
Acu¨¦rdense. Esta es la pen¨²ltima frase. Sigue otra, pero a esa solo llegaremos m¨¢s adelante.
Nymphomaniac?es una pel¨ªcula delicada, de extrema belleza, sobre la sexualidad femenina. ?Qu¨¦ busca Joe, al dejarse penetrar por tantos penes diferentes? M¨¢s que dejarse dominar, cree dominarlos. Pollas de todos los colores, formatos y tama?os son objetos que hacen lo que ella quiere cuando est¨¢n dentro de ella. Hacen lo que ella quiere, incluso cuando permite que le hagan lo que quieren. Indiferente, las maneja, las traga y las escupe. Durante casi dos horas de pel¨ªcula, la vemos moverse con muchos miembros en su interior, pero moverse de una manera mec¨¢nica.
Joe se deja penetrar para probar que no puede ser penetrada
En la exitosa campa?a de lanzamiento de?Nymphomaniac , los actores aparec¨ªan en los carteles con los rostros convulsionados por el orgasmo. Era m¨¢rketing, pero tambi¨¦n una iron¨ªa. Quien va al cine para estimularse con escenas excitantes, se siente decepcionado en general y se aburre. Nymphomaniac no es ni pornogr¨¢fica ni er¨®tica, el sexo femenino se presenta como aquello que no puede ser aprehendido ni descifrado. Al identificarse como ¡°ninf¨®mana¡±, Joe no revela nada sobre s¨ª misma. Decir que est¨¢ obsesionada por el sexo es continuar no diciendo nada.
Interpretada en su juventud por la bella actriz Stacy Martin, con su cuerpo esbelto, senos peque?os y perfectos, Joe seduce como una Lolita. Pero para provocar tensi¨®n en los espectadores, necesitar¨ªa fingir que est¨¢ divirti¨¦ndose. M¨¢s que eso. Joe necesitar¨ªa fingir que se siente completa, que ese pene la satisface enteramente y que nada le falta. Pero en la pel¨ªcula, donde la vida va m¨¢s all¨¢ del m¨¢rketing, es alguien que tiene una polla metida en la vagina nueve, diez veces al d¨ªa, pero est¨¢ en otro lugar. Eso tal vez sea muy desestabilizador para quien est¨¢ en la platea ya que le obliga a recordar que, con m¨¢s frecuencia de la que le gustar¨ªa admitir, su compa?ero/compa?era tampoco est¨¢ all¨ª. Y a veces nosotros tampoco estamos.
Joe, linda y joven, parece reeditar en cada relaci¨®n sexual la imposibilidad del encuentro. Se deja penetrar para probar que no puede ser penetrada. Cada pene la encuentra vac¨ªa. Bajo su mando, llena su vagina. Pero, aunque la toca en lo m¨¢s hondo de su cuerpo, a su vez no la toca. Se escurre de cada uno de sus agujeros sin dejar huella. Y Joe sigue, en abismal soledad, una mujer no marcada.
Raz¨®n y cultura aparecen como tentativas de encuadrar la sexualidad, darle l¨ªmites, controlar el incontrolable
As¨ª d¨ªa tras d¨ªa, a?o tras a?o. Decenas, centenares de veces, repite ese ritual que comenz¨® cuando era una ni?a de colegio. Al alcanzar la pubertad, la virginad perturba a Joe. Necesita librarse de esa puerta cerrada que da acceso a su interior. Un himen es tambi¨¦n un aviso de una barrera que puede traspasarse. Y al hacerlo, lanzarla en el incontrolable encuentro con el otro. Joe, al mismo tiempo que no cree en esta posibilidad, la teme. Tanto que necesita librarse inmediatamente de esa amenaza. Y probar as¨ª que su inviolabilidad no depende de un himen.
Se planta delante de un chico mayor que ella y el m¨¢s popular, que tiene una moto, con sus medias rotas y vestida de colegiala. Jerome, necesitamos recordar ese nombre. Le pide que le quite la virginidad. El chaval es el primero en probar la veracidad de la creencia de Joe: m¨¢s all¨¢ de la barrera del himen, hay solo agujeros, agujeros que jam¨¢s podr¨¢n ser llenados. No solo la vagina, tambi¨¦n la boca y el ano. ?l la trata como a una portadora de agujeros en los que puede meter su pene. Ocho embestidas¨C ella registra el n¨²mero. Tres en la vagina, cinco en el ano. Y est¨¢ todo terminado. Solo que ni comenz¨®.
Enseguida, Jerome (Shia LaBeouf) vuelve a su moto, y Joe sale tambale¨¢ndose, tan sola como siempre y ahora tambi¨¦n machacada. Ella pidi¨®, ¨¦l hizo lo que ella pidi¨®. Se le ofreci¨® como un agujero que a¨²n ten¨ªa una inc¨®moda barrera, ¨¦l la trat¨® como a la portadora de un agujero y elimin¨® la inc¨®moda barrera. Una negociaci¨®n honesta, no por eso menos terrible, ya que ning¨²n encuentro es posible en esos t¨¦rminos. Pero Joe lo odia por eso, odia al chico de la moto porque fue el primero en obedecerla. Aun as¨ª, debe quedar una duda dentro de Joe, porque ella necesita renovar la certeza de no ser tocada d¨ªa a d¨ªa, con todos los hombres que pueda. Una duda o, qui¨¦n sabe, una esperanza.
Lars Von Trier es, otra vez, brillante al construir la narrativa de Joe, injertando raz¨®n y cultura en las escenas de sexo. Joe haciendo sexo oral, Joe sentada sobre un pene tras otro, Joe fingiendo el mayor de todos los orgasmos. Una obra de Bach, una historia de Edgar Allan Poe, la f¨®rmula de Fibonacci en las ocho embestidas que supuestamente le quitan la virginidad. N¨²meros para contabilizar el desarrollo de Joe. Raz¨®n y cultura como lo que tambi¨¦n son: tentativas de normalizar la inclasificable sexualidad femenina, lo incontrolable que escapa. A lo largo de toda la primera parte de la pel¨ªcula, raz¨®n y cultura aparecen como contrapuntos a las pulsiones, la sexual y la de la muerte. Como una tentativa de encuadrar la sexualidad, explicarla y darle l¨ªmites. Mente y cuerpo, la falsa dicotom¨ªa que la modernidad occidental acogi¨® con tanto perjuicio para todos.
Ese batalla alcanza su apogeo cuando Joe asiste a la muerte de su padre, en una de las escenas m¨¢s bellas de la pel¨ªcula. Ella le ama, es un m¨¦dico, un hombre de la raz¨®n. En la primera conversaci¨®n entre los dos, en la cama del hospital, el padre est¨¢ sereno. Ha presenciado muchas muertes, conoce lo que sucede con la fisiolog¨ªa del cuerpo, sabe cu¨¢les son las etapas hasta el final , conoce las drogas de que disponen sus colegas y cu¨¢les usar¨¢n. Lo sabe. Est¨¢ preparado, tiene el control. El padre de Joe (Christian Slater) recita a Epicuro: ¡°La muerte no es nada para nosotros, pues, cuando existimos, no existe la muerte. Y, cuando existe la muerte, no existimos m¨¢s".
Joe encarna un fen¨®meno cultural de nuestro tiempo: la ilusi¨®n de saber todo sobre el cuerpo, todo sobre el sexo. De hecho, somos todos v¨ªrgenes
Es bonito, tal vez hasta sabio. Pero el cuerpo se impone. Joe ve a su padre desesperarse con la muerte, debatirse entre la agon¨ªa y el miedo y, por fin, llenar de heces las s¨¢banas. Es la realidad inexorable del cuerpo. Es lo que Joe teme m¨¢s que todo. Baja corriendo las escaleras del hospital y busca hasta encontrar. Hace sexo en los s¨®tanos con otro extra?o (para no tener que extra?arlo). All¨ª se siente de nuevo con el control de los sentidos, una ilusi¨®n de la que no puede prescindir.
Joe y el padre comparten la misma creencia. ?l cree que lo sabe todo sobre la muerte, ella que lo sabe todo sobre el sexo. Ninguno sabe nada. Joe comparte su creencia con todos nosotros, encarna un fen¨®meno cultural de nuestro tiempo. La ilusi¨®n de saber todo sobre el cuerpo y sobre el sexo. De hablar de todo sobre el cuerpo y sobre el sexo. De experimentar todo, poderlo todo. De hecho, no sabemos nada. De hecho, continuamos v¨ªrgenes.
Cuando vuelve a la habitaci¨®n del padre, la madre, con la que no mantiene una relaci¨®n, est¨¢ all¨ª. Delante del muerto, al lado de la madre fr¨ªa, Joe se excita. En el l¨ªquido blanco y denso que se escurre por sus piernas, el control se desvanece, otra vez. Ahora, hu¨¦rfana de la raz¨®n, Joe necesita continuar renovando, con mayor ah¨ªnco, su creencia en la imposibilidad de ser tocada.
No es casualidad que, al conseguir un empleo y reencontrar a Jerome, su primer hombre obediente, el que le quit¨® la virginidad a petici¨®n suya, ella acabe am¨¢ndolo. Por primera vez, ama. Tal vez exista en Joe una esperanza de que ¨¦l la desobedezca y la toque, acabando con el vac¨ªo que la hace tambalearse sobre los penes del mundo. En este momento, son tres sus amantes principales. Un hombre que la trata como a una princesa, ba?¨¢ndola y acarici¨¢ndola, preocupado solo por sus orgasmos. Otro, que se mueve como un leopardo, peligroso y silencioso, que solo hace lo que ¨¦l quiere. A Joe le gustan esos dos amantes, ya que a¨²n tiene el control. Y est¨¢ el hombre que ama, Jerome.
Al transformar su vida en narrativa, Joe quiere el control tambi¨¦n de su cuerpo de palabras
?Qu¨¦ cambia el amor? ?Ser¨¢ el amor, como su amiga le asegur¨®, ¡°el ingrediente secreto del sexo¡±?
Llegamos a los minutos finales de la primera parte de la pel¨ªcula. Joe pide: ¡°Llena todos mis agujeros¡±. Y Jerome, lo intenta. Realmente lo intenta. Mete la polla en su vagina, la lengua en su boca, los dedos en su ano. Por un momento, bien fugaz, Joe est¨¢ completa, llena, ¨ªntegra. Y, entonces, al segundo siguiente, la tragedia. La segunda frase, la ¨²ltima: ¡°No siento nada¡±.
Y tras ella, los cr¨¦ditos de la pel¨ªcula, letras en la oscuridad.
Cuando el filme comienza, Joe, a la que a¨²n no conocemos, est¨¢ en el suelo. Est¨¢ m¨¢s vieja, sabemos, gracias a la informaci¨®n de la pel¨ªcula, que tiene 50 a?os. Ahora, la protagonista es la siempre perturbadora Charlotte Gainsbourg. Sigue en el suelo inconsciente, el cuerpo reventado, el rostro sangrando. La rescata Seligman (Stellan Skarsgard), un viejo al que le gusta pescar. ?l la pesca, la instala en la cama de su apartamento, cuida de sus heridas y la alimenta. ?l la pesca, pero, incluso sangrando y d¨¦bil, Joe puede ser como uno de esos cebos artificiales que simulan la agon¨ªa de lo vivo, se retuercen en las aguas enga?ando al pescado y que r¨¢pidamente se transforma de verdugo en v¨ªctima. ?Qui¨¦n es el pescador? ?Qui¨¦n, el pescado en la relaci¨®n que se establece entre los dos? A¨²n no sabemos.
La tragedia de Joe no es ser ¡®ninfoman¨ªaca¡¯, sino el miedo paralizante de perder el control, que la impide vivir la experiencia del amor
La Joe madura se siente pecadora, se define en una de las primeras frases como ¡°una persona mala¡±. A Seligman le parece raro que ella deje el pecado, ¡°lo peor de la religi¨®n¡±, sobrevivir en su vida en espacios m¨¢s all¨¢ de la religi¨®n. Ella comienza a contar su historia y ¨¦l la escucha. Casi como un psicoanalista. Intercala el discurso de la mujer con la raz¨®n, va introduciendo ejemplos de m¨²sica, literatura y matem¨¢ticas. Raz¨®n contra Pulsi¨®n, ese es el di¨¢logo aparente.
Es importante percibir que, cuando Joe se presenta como una persona mala, quiere tener a¨²n el control. Joe quiere tener a¨²n la ¨²ltima palabra sobre s¨ª misma. Lo que parece ser una expiaci¨®n de pecados, tal vez sea solo soberbia. Joe sigue en el juego. Al transformar su vida en narrativa, ella quiere tambi¨¦n el control de su cuerpo de palabras. Esa es la tensi¨®n entre los dos, a¨²n en abierto en esa primera parte. Seligman, el descifrador de sentidos, tal vez sea solo otro hombre que la obedece. Y Joe, aquella que se autodesprecia como estrategia para no perder el control de la identidad, contin¨²a con un dominio menor del que cree tener.
El tr¨¢iler de la segunda parte nos hace adivinar que Joe seguir¨¢ su camino hasta acabar sangrando sobre las piedras de la calle. Al amar, Joe acaba al final marcada. El pene, los dedos, la lengua de Jerome tocan al final a la intocable m¨¢s all¨¢ del cuerpo. Hay finalmente un encuentro. Solo ahora, a?os despu¨¦s de la rotura del h¨ªmen, Jerome desvirga a Joe. Al colocar el ¡°amor como ingrediente¡±, Joe descubre la posibilidad transformadora de sentirse completa por un instante, en aquel momento en que los cuerpos que se aman, se marcan mutuamente. Esa realidad, s¨ª es del cuerpo, est¨¢ tambi¨¦n m¨¢s all¨¢ del cuerpo.
As¨ª, aquel que encuentra al otro, se pierde a s¨ª mismo. ?Qu¨¦ hace Joe? Anestesiarse. ¡°No siento nada, no siento nada¡±, repite con desesperaci¨®n. Por primera vez ella est¨¢ all¨ª, pero cuando est¨¢ no siente. La experiencia ¨C s¨ª, porque ahora ella tuvo una experiencia ¨C cambia el curso de su b¨²squeda.
A juzgar por el tr¨¢iler, podemos aventurar que Joe har¨¢ a¨²n m¨¢s intensa su desesperada peregrinaci¨®n. Ahora, su cuerpo necesita sentir m¨¢s y m¨¢s ¨C y cada vez ser¨¢ m¨¢s dram¨¢ticamente insuficiente. Cada vez, tendr¨¢ que superar m¨¢s l¨ªmites? y aun as¨ª continuar¨¢ siendo insuficiente. M¨¢s que sentir el cuerpo, Joe posiblemente intentar¨¢ construir uno propio con porciones cada vez mayores de violencia. Joe intentar¨¢ marcar y marcar y marcar el cuerpo, porque no sabe como ser marcada de otra manera. Joe no sabe como ser cuerpo y e ir m¨¢s all¨¢ de ¨¦l, a la vez.
En esa b¨²squeda, una noche caer¨¢ sobre las piedras de la calle donde Seligman la encontrar¨¢.
Tal vez en alg¨²n momento Joe descubra que el vac¨ªo nos constituye. Y nos mantiene desejantes
La Joe rescatada por el pescador ¨C que tal vez sea el pescado ¨C contin¨²a impenetrable. Llega? impenetrable hasta ¨¦l. Tal vez, en alg¨²n momento, Joe perciba que ninguna violencia ser¨¢ suficiente para darle un cuerpo sin agujeros. Ning¨²n pene ser¨¢ tan poderoso, ni el de aquel que ama. Ella estar¨¢ m¨¢s y m¨¢s arrebatada ¨C y vac¨ªa. Para Joe, la vagina, el ano, la boca son agujeros de carne. Ella es un agujero de carne. Tras desear que Jerome la llenase, enseguida descubri¨® que era fr¨ªgida. Para continuar siendo impenetrable. La cuesti¨®n que la mueve no es la misma que en los comienzos, dejarse penetrar para tener la certeza de no ser penetrada. Ahora, tras el encuentro, Joe tal vez se pregunte: ¡°?Cu¨¢l es la polla que finalmente va a llenarme?¡± Su tragedia es partirse, como es tambi¨¦n la tragedia de las mujeres de nuestro tiempo y buscar donde lo que busca no puede encontrarse.
Joe parece a¨²n no haber entendido la trampa de su identificaci¨®n como ninf¨®mana. Al presentarse como ¡°ninf¨®mana¡±, se identifica como alguien que no consigue resistir uan compulsi¨®n. Joe es una viciosa del sexo y, por lo tanto, no tiene control. Es la versi¨®n m¨¦dico-patol¨®gica de la palabra ¡°pecadora¡±, que es como tambi¨¦n se presenta a Seligman ¨C y como Lars Von Trier la presenta ante nosotros. Pero el supuesto descontrol de Joe es la forma que ella encontr¨® para ejercer el control, evitando la posibilidad del encuentro, siempre desestabilizador e imprevisible. La tragedia de Joe no es ser ¡°ninf¨®mana¡±, sino tener un miedo terror¨ªfico a perder el control, lo que la impide vivir la experiencia del amor. Todo lo que Joe no quiere es perderse en el otro ¨C tanto en el cuerpo del otro como m¨¢s all¨¢ del cuerpo del otro. Para ella, es m¨¢s f¨¢cil dejarse arrebatar que entregarse al otro y, por un instante, perderse a s¨ª misma, lo que solo es posible en el amor.
Joe parece buscar mediante el sexo un cuerpo sin agujeros, sin entender que es imposible. Joe no no comprende que estanos hechos de vac¨ªo, que lo necesitamos. Pedimos a nuestro amante, al hombre que amamos: ¡°Llena todos mis agujeros¡±. Pero sabemos que pedimos un imposible. O un posible solo durante el momento en que nuestros cuerpos respiran uno en el otro, para despu¨¦s descubrirnos de nuevo incompletas. Y seguimos, cargando nuestro vac¨ªo, no como ausencia, sino como presencia. Como movimiento que nos mantiene vivas y desejantes.
Joe no es ninf¨®mana. Joe es cada una de nosotras. Lars Von Trier nos dio una bella oportunidad para pensar sobre el misterio de la sexualidad femenina. Si tenemos el coraje de entregarnos a la experiencia del cine. Al encuentro. Y si aguantamos el vac¨ªo, sin confundirlo con el tedio.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentarlsta. Autora de los libros de no ficci¨®n La Vida Que Nadie ve, El Ojo de la Calle y La Ni?a Quebrada y del romance Una Dos. Correo electr¨®nico: elianebrum@uol.com.br. Twitter: @brumelianebrum
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