Encarcelada tras ser violada
Yakiri, de 20 a?os, acaba de salir de prisi¨®n. Fue acusada de matar a su agresor En diciembre pidi¨® ayuda a la polic¨ªa despu¨¦s de haber sido violada
Yakiri tiene 20 a?os, pesa poco m¨¢s de 50 kilos y el d¨ªa que sali¨® de prisi¨®n, el pasado mi¨¦rcoles, no pudo dormir en su casa. Esta joven mexicana, amenazada ahora de muerte y nacida en el Distrito Federal, fue acusada en diciembre del homicidio -calificado- de un hombre casi el doble de grande, de 90 kilos, que estaba abusando de ella. El caso salt¨® a las redes sociales porque el proceso inicial estuvo plagado de irregularidades. Esta semana un tribunal corrigi¨® el auto de formal prisi¨®n imput¨¢ndole un homicidio con exceso de leg¨ªtima defensa. Con la reclasificaci¨®n, el delito se convierte en ¡°no grave¡± y admite que existi¨® la violaci¨®n, pero deja entrever que la reacci¨®n de Yakiri para proteger su vida fue excesiva. Todav¨ªa hoy, una cicatriz de cinco cent¨ªmetros en el brazo izquierdo recuerda una de las pu?aladas m¨¢s profundas que le asest¨® Miguel, su agresor, durante aquel forcejeo.
La vida de Yakiri cambi¨® el 9 de diciembre de 2013. Esa noche la muchacha acudi¨® semidesnuda y llena de heridas a una comisar¨ªa de polic¨ªa de la colonia Doctores, un barrio violento situado a tan solo seis calles de una de las zonas de moda de la capital mexicana. All¨ª denunci¨® que dos hombres la hab¨ªan secuestrado, violado y golpeado. Desde el principio, la joven declar¨® que iba a encontrarse con su pareja, Gabriela, su novia desde hace dos a?os, cuando los dos sujetos la abordaron en una moto y la obligaron a subirse. ¡°A ella no le gustan las c¨¢maras¡±, comentaba durante una entrevista realizada hace tres semanas en el penal femenino de Tepepan, al sur de la Ciudad de M¨¦xico, donde ha pasado alrededor de 70 d¨ªas encerrada. Aunque ha preferido mantenerse lejos de los medios, en diciembre, Gabriela s¨ª acudi¨® a declarar ante el juez para corroborar la versi¨®n de Yakiri.
La muchacha fue llevada a punta de navaja a un hotel cercano, entre los dos la desnudaron y la golpearon, pero solo uno de ellos, Miguel, permaneci¨® en la habitaci¨®n hasta el final. El otro, su hermano Omar, de 33 a?os, fue quien recibi¨® al primero casi muerto en su domicilio, con una herida letal en el cuello que le caus¨® la mujer mientras se defend¨ªa de las pu?aladas.
Nadie crey¨® a Yakiri cuando lleg¨® a la comisar¨ªa y eso que M¨¦xico es un pa¨ªs donde cada cuatro minutos una mujer es violada, 131.400 casos al a?o. La joven no fue atendida como deber¨ªa serlo una v¨ªctima de delito sexual, con los protocolos adecuados, las pruebas m¨¦dicas, la atenci¨®n psicol¨®gica o la distribuci¨®n de antirretrovirales. Cuando apenas acababa de prestar declaraci¨®n Omar apareci¨® en las oficinas y la denunci¨® como la asesina de su hermano. Ella no volvi¨® a pisar la calle, aunque nadie la aviso de que se encontraba en calidad de detenida. Aquel 9 de diciembre tampoco pudo llamar a su casa cuando los agentes le dijeron que pasar¨ªa la noche en una celda.
Unas dos semanas despu¨¦s, el juez dict¨® auto de formal prisi¨®n alegando que el suceso hab¨ªa sido un crimen pasional, que ellos dos eran amantes y ella lo mat¨® por celos. Un clich¨¦ que durante semanas se repet¨ªa en los corrillos de la fiscal¨ªa de la capital, que difundi¨® en los medios que Yakiri y Miguel ten¨ªan una relaci¨®n previa, tal como constataban los registros de las llamadas de tel¨¦fono de ¨¦l. Una afirmaci¨®n que nunca form¨® parte de la investigaci¨®n, pero que sirvi¨® para sembrar dudas. Tampoco fueron tomadas en cuenta las fotos que la Procuradur¨ªa le sac¨® a la joven aquella noche, donde se ve su espalda llena de golpes, sangrando, y la herida del brazo abierta, escalofriante. Las im¨¢genes desaparecieron y no fueron incluidas en el expediente, aunque la Comisi¨®n de Derechos Humanos del DF recomend¨® a la corte que se integraran en la investigaci¨®n cuando fueron difundidas a trav¨¦s de internet.
La salida de Yakiri fue posible gracias a la apelaci¨®n que hizo la defensa, la abogada Ana Katiria Su¨¢rez, en el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, pero no solo. Su caso promovi¨® la creaci¨®n de un comit¨¦ ciudadano en su apoyo que recaud¨® 68.000 firmas y junt¨® dinero para contribuir a la fianza, que el juez fij¨® en 32.000 d¨®lares. Una delegaci¨®n de la ONU, el Instituto para las Mujeres, comisiones de Congreso y Senado y organizaciones feministas estuvieron con ella durante el proceso. Apenas este mi¨¦rcoles, horas antes de salir libre, varios legisladores apoyaron econ¨®micamente a Jos¨¦ Luis y Marina, los padres de la joven, con lo que restaba de la fianza. Cuando pis¨® la calle, rodeada de c¨¢maras y emocionada, quiso hacer una declaraci¨®n: ¡°Quiero que no haya m¨¢s injusticias, que se acabe el machismo¡±, ped¨ªa escoltada por sus padres, la abogada y una decena de polic¨ªas. ¡±Estoy feliz porque he sobrevivido, pero tengo miedo: uno de mis agresores todav¨ªa anda suelto¡±.
Yakiri trabajaba en una tienda vendiendo bolsos. Ahora quiere seguir estudiando el bachillerato y ayudar a m¨¢s las mujeres a que se haga justicia. Su proceso, adem¨¢s, sigue abierto y luchar¨¢ por que se le retiren los cargos. Hace apenas unos meses, la Suprema Corte de Justicia de la Naci¨®n fue galardonada por las Naciones Unidas por sus ¡°importantes progresos en la promoci¨®n de los derechos humanos a trav¨¦s de sus interpretaciones y de la aplicaci¨®n de la Constituci¨®n mexicana y sus obligaciones bajo el Derecho Internacional de los Derechos Humanos¡±. Nada de esto se aplic¨®, sin embargo, en las instituciones de justicia de la ciudad considerada vanguardia del progresismo en M¨¦xico. ¡°La aplicaci¨®n del exceso de leg¨ªtima defensa en un caso de violaci¨®n es irracional¡±, valoraba hace un par de d¨ªas el abogado de derechos humanos Jes¨²s Robles Maloof.
¡°Lo que es un exceso es que te violen; lo que es un exceso es la impunidad; lo que es un exceso es que Yakiri haya estado tres meses en prisi¨®n; pero defenderse nunca es un exceso¡±, cantaban los grupos feministas fuera de la c¨¢rcel.
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