La par¨¢bola del payaso
Los sermones de Francisco suenan distintos a las predicaciones de sus predecesores, pero ?qui¨¦n cree ya, de veras, a un Pont¨ªfice romano?
Asombra el entusiasmo en torno a Francisco y c¨®mo se subrayan sus sermones, como si nunca antes se hubieran o¨ªdo otros parecidos en boca de pont¨ªfices igualmente alabados y encumbrados. Francisco reclama de los suyos entusiasmo evangelizador, habla en favor de los pobres, predica solidaridad y misericordia, afea al mundo (en gen¨¦rico) los muchos desastres que produce el Poder e, incluso, aconseja a su Iglesia humildad y pobreza, dicho todo ello desde lujosos palacios y rodeado de las mismas parafernalias imperiales del pasado. ?Acaso no dijeron Juan Pablo II y Benedicto XVI lo mismo, con igual boato y generando la misma (supuesta) admiraci¨®n? Si no fue as¨ª, cada palabra de este Papa ha de ser tomada como una severa enmienda a la totalidad de los pontificados anteriores.
Pero algo pasa con Francisco para que, sin haber ejecutado todav¨ªa una sola medida para aliviar el desprestigio y la crisis de su organizaci¨®n, parezca a muchos que ha emprendido una revoluci¨®n desde arriba y excitado a otros a dar revolcones al sistema cat¨®lico por abajo. Perd¨®n por el t¨®pico, pero aqu¨ª s¨ª que viene al dedo aquello de McLuhan de que el medio es el mensaje. En un a?o, este Papa se ha metido en el bolsillo, solo con palabras, a gran parte de sus fieles y a muchos otros que nada tienen que ver con el catolicismo.
Pero¡ En el autodenominado Estado de la Santa Sede no rigen los usos democr¨¢ticos occidentales, pero imaginemos a Francisco enfrentado a un debate parlamentario sobre el estado de su Iglesia. ?Qu¨¦ programa? ?Qu¨¦ medidas en este primer a?o de mandato? ?Qu¨¦ compromisos para el pr¨®ximo ejercicio? De momento, se ha rodeado de comisiones de expertos que le van a decir lo que hay que hacer: una comisi¨®n de cardenales para reformar la Curia, otra para poner orden en las cuantiosas cuentas del Vaticano (de una anterior ha formado parte durante a?os el cardenal Rouco, y nunca se supo), consejos a las iglesias locales que, al menos en Espa?a nadie hace caso¡
?Hacia d¨®nde se encamina? Cada coment¨®crata vatican¨®logo tiene una opini¨®n
Se ha dicho hasta la saciedad que uno de los grandes problemas de la Iglesia romana es su incapacidad para comunicarse y conectar con los ciudadanos. Francisco parece haber roto esa barrera. ?Y ahora, qu¨¦? ?Tendr¨¢ alg¨²n ¨¦xito? ?Hacia d¨®nde se encamina y con que medios nuevos, ya que los viejos han fracasado? Cada coment¨®crata vatican¨®logo tiene una opini¨®n. Mi preferida se la he le¨ªdo al fil¨®sofo Francesc Torralba, nombrado por Benedicto XVI consultor del Consejo Pontificio de la Cultura de la Santa Sede. La desarrolla en La Iglesia en la encrucijada. De Benedicto XVI al papa Francisco (editorial Destino), despu¨¦s de advertir sobre el riesgo de caer en lo que el gran S?ren Kierkegaard relat¨® mediante una par¨¢bola, con el t¨ªtulo ¡®La par¨¢bola del payaso¡¯. Ya la us¨® en su beneficio Joseph Ratzinger (ahora em¨¦rito Benedicto XVI) cuando todav¨ªa era un joven y libre te¨®logo de la Universidad de Tubinga. Ratzinger, en 1968, parec¨ªa referirse a Pablo VI, sepultado aquel papa hamletiano por la palabrer¨ªa que arrumb¨® las mejores reformas del Concilio Vaticano II. Lo escribi¨® para mortificarlo al comienzo de su libro Introducci¨®n al cristianismo, de gran impacto en su momento.
Veamos primero la alegor¨ªa de Kierkegaard. Resumo: Sucedi¨® una vez que se declar¨® un incendio entre bastidores en un circo que actuaba en un poblado. El circo rebosaba de aldeanos. El mejor payaso sali¨® al escenario a informar al p¨²blico. ?Fuego! ?Todos fuera, deprisa, que se hunde todo esto! Creyeron que era un chiste y aplaudieron. Repiti¨® el aviso y aplaudieron. Insisti¨® alarmado, y aplaudieron m¨¢s fuerte, a¨²n m¨¢s jubilosos, muertos de risa. El circo se vino abajo. Gran desastre. Sentencia el gran fil¨®sofo dan¨¦s: ¡°El mundo se acabar¨¢ en medio de los aplausos de todos los graciosos que se creer¨¢n que es una broma¡±.
Dice Torralba (p¨¢gina 111): ¡°El payaso fracasa estrepitosamente. No logra comunicar su mensaje porque la forma le traiciona. Lo intenta una y otra vez y se entrega con pasi¨®n, pero no lo consigue. Si hubiera perdido un poco de tiempo en cambiar de ropa, habr¨ªa sido m¨¢s cre¨ªble y los aldeanos se habr¨ªan dado cuenta de que el mensaje iba en serio. Sin embargo, en boca de un payaso, el mensaje, por muy verdadero que fuera, no ten¨ªa credibilidad en sus o¨ªdos¡±. No hace falta decir que la profesi¨®n de payaso es tan digna como la del te¨®logo o electricista, cuando se hace con dignidad.
En Espa?a no se ven cambios. Tampoco se los ha pedido Francisco a los obispos, pese a haberse reunido con ellos varias veces
Los sermones de Francisco suenan distintos a las predicaciones de sus predecesores, pero ?qui¨¦n cree ya, de veras, a un Pont¨ªfice romano? El catolicismo est¨¢ en crisis, vive sumido en cismas a derecha y a izquierda, sigue de espaldas a la modernidad y a la ciencia (la religi¨®n del No), pierde fieles sin cesar y afronta esc¨¢ndalos morales y financiaros sin cuento. ?Qu¨¦ hacer? ?C¨®mo convencer a las jerarqu¨ªas de que el edificio amenaza ruina?
Convencido del desastre, Benedicto XVI inicio su pontificado en 2005 clamando contra la ¡°suciedad¡± que ve¨ªa dentro de su Iglesia (textual: ¡°?Cu¨¢nta suciedad entre nosotros!¡±). Tir¨® la toalla en febrero del a?o pasado, desarmado por los obst¨¢culos, abrumado por los esc¨¢ndalos y sometido a chantajes. Su ¨®rgano de prensa, L¡¯Osservatore Romano¡¯ hab¨ªa escrito poco antes que el Papa estaba ¡°rodeado de lobos¡±. ¡°Una vi?a devastada por jabal¨ªes¡±, fue la met¨¢fora preferida. Cre¨ªa ver puercos salvajes a extramuros, cuando realmente pastaban dentro de la fortaleza, regocijados.
Francisco, su sucesor, no ha hecho desde entonces m¨¢s que discursos hermosos y distintos, sin tomar medidas ni ordenar reformas, como si creyera que la crisis se fuese a remediar con un simple cambio de zapatos.
Cierto: Todo parece nuevo en Francisco. ?Lo es? Jesuita, argentino y peronista cuando era joven, habla con los pobres, clama contra el dinero oscuro, execra de la riqueza de sus jerarcas ¨C?oh, esos cochazos y palacios arzobispales!-, invita a los obispos, tan sombr¨ªos, a ser alegres y confiados, pide a la Iglesia que tome la calle, predica la laicidad del Estado (vade retro en Espa?a, donde curas y prelados cobran de Hacienda, sin que el cat¨®lico ponga de su bolsillo ni un euro m¨¢s que ateos, protestantes o jud¨ªos en el IRPF). Incluso pide ¡°l¨ªo¡± y ¡°revoluci¨®n¡±. ?Qui¨¦n cree?
En Espa?a, no se ven cambios. Tampoco se los ha pedido Francisco a los obispos de ac¨¢, pese a estar reunido con ellos varias veces en las ¨²ltimas semanas. Tendr¨ªa alguna credibilidad lo que predica si empezara por hacer cumplir las leyes del Vaticano (reunidas en un llamado C¨®digo de Derecho Can¨®nico), y cumplirlas ¨¦l mismo, como reclamaba cuando era cardenal arzobispo de Buenos Aires y quiso que Roma le aceptara su retiro nada m¨¢s cumplir 75 a?os. Aqu¨ª, los arzobispos de Madrid y Barcelona, cardenales Rouco Varela y Mart¨ªnez Sistach, respectivamente, superan con creces esa edad y siguen en activo. Los papas anteriores solo exig¨ªan el l¨ªmite de edad a los prelados que les eran antip¨¢ticos, mientras sus afines prolongaban mandatos varios a?os. ?Estamos en lo mismo?
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