El papa Francisco: ¡°Pido perd¨®n por los abusos a ni?os por parte de sacerdotes¡±
El pont¨ªfice se siente obligado a excusarse por los pederastas en declaraciones recogidas por Radio Vaticano
La Iglesia pide perd¨®n. Ha sido el papa Francisco, hablando sin guion, durante una audiencia a la Oficina Internacional Cat¨®lica de la Infancia (BICE): ¡°Me siento llamado a hacerme cargo de todo el mal que algunos sacerdotes ¨Cbastantes, bastantes en n¨²mero, aunque no en proporci¨®n con la totalidad [de los abusadores]¡ªy a pedir perd¨®n por el da?o que han causado por los abusos sexuales a ni?os. La Iglesia es consciente de este da?o. Es un da?o moral y personal cometido por ellos, pero como hombres de la Iglesia. Y nosotros no queremos dar un paso atr¨¢s en el tratamiento de este problema y en las sanciones que se deben aplicar. Al contrario, creo que debemos ser muy duros. ?Con los ni?os no se bromea!¡±.
Por primera vez el Papa no minimiza ni relativiza la pederastia
Una petici¨®n de perd¨®n, la de Jorge Mario Bergoglio, que por primera vez no minimiza ni relativiza el problema de la pederastia. Hasta en dos ocasiones repite que son ¡°bastantes¡± los religiosos involucrados y lanza el mensaje a sus colaboradores de que ya est¨¢ bien de contemporizar. Ni un paso atr¨¢s. Duro con los pederastas. Ni una broma con los ni?os. La petici¨®n de perd¨®n se produce solo tres semanas despu¨¦s de que el Papa instituyera una comisi¨®n para la tutela de los menores en la que incluy¨® a Marie Collins, una mujer irlandesa de 66 a?os que sufri¨® abusos de un sacerdote cuando ten¨ªa 13 a?os y estaba enferma. El nombre de Collins es adem¨¢s un puente con la lucha contra la pederastia iniciada, aunque t¨ªmidamente, por Benedicto XVI.
Fue en febrero de 2012 cuando Marie Collins fue invitada a un simposio organizado por el Vaticano en Roma para que relatara su sufrimiento delante de los representantes de 110 conferencias episcopales de todo el mundo y de los superiores de 30 ¨®rdenes religiosas. Por primera vez, el relato de su calvario encontraba los o¨ªdos abiertos de la oficialidad de la Iglesia cat¨®lica: ¡°Yo estaba enferma y lejos de mi familia, y me sent¨ª m¨¢s segura cuando un capell¨¢n cat¨®lico vino a visitarme y a leer conmigo. Yo pensaba que un sacerdote era el representante de Dios en la Tierra y de forma autom¨¢tica deb¨ªa tener mi confianza y mi respeto. Cuando ¨¦l empez¨® a tocarme y a tomar fotograf¨ªas de las partes m¨¢s ¨ªntimas de mi cuerpo, yo me resist¨ª. Pero me dijo que ¨¦l era un sacerdote, que no pod¨ªa actuar mal y que yo era est¨²pida si pensaba lo contrario¡ Pero aquello provoc¨® una gran confusi¨®n en mi mente: los dedos que abusaban de m¨ª cuerpo en la noche eran los mismos que me ofrec¨ªan la sagrada hostia a la ma?ana siguiente. Han pasado 50 a?os y no lo puedo olvidar. Aquellas visitas nocturnas a mi habitaci¨®n cambiaron mi vida¡±.
Durante aquellas jornadas, los participantes ¨Ctodo el poder de la Iglesia en el mundo reunido en Pontificia Universidad Gregoriana¡ªrecibieron una carta de Joseph Ratzinger en la que les recordaba que la pederastia es ¡°una tragedia¡± y que la curaci¨®n de las v¨ªctimas ten¨ªa que ser ¡°una preocupaci¨®n prioritaria¡± de una comunidad cristiana que, seg¨²n Benedicto XVI, deb¨ªa afrontar ¡°una renovaci¨®n profunda a todos los niveles¡±. Una renovaci¨®n que el papa alem¨¢n, cercado por las luchas de poder en el Vaticano, no tendr¨ªa fuerzas de acometer y que ahora empieza a poner en pr¨¢ctica Francisco.
Durante la audiencia a la Oficina Internacional Cat¨®lica de la Infancia ¨Ccreada en Francia en 1948 para defender los derechos de los ni?os--, Jorge Mario Bergoglio insisti¨® tambi¨¦n en que es importante llevar adelante proyectos que luchen contra ¡°el trabajo esclavo, el reclutamiento de ni?os soldados y todo tipo de violencia sobre los menores¡±.
¡°A m¨ª me gusta decir¡±, y de hecho ya lo resalt¨® durante su viaje a R¨ªo de Janeiro, ¡°que en una sociedad bien formada los privilegios deben de ser solo para los j¨®venes y para los ancianos. Porque el futuro de un pueblo est¨¢ en mano de ellos. Los ni?os porque ciertamente tendr¨¢n la fuerza de llevar adelante la historia. Y los ancianos porque llevan consigo la sabidur¨ªa de un pueblo y deben transmitirla¡±.
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