Colin Pillinger, fallido explorador de Marte
Dirigi¨® el proyecto del ¡®Beagle 2¡¯, robot de la ESA dise?ado para buscar vida en el planeta rojo que se anticip¨® casi en una d¨¦cada al 'Curiosity'
Colin Pillinger, fallecido a consecuencia de una hemorragia cerebral el pasado jueves, un d¨ªa antes de cumplir 71 a?os, fue un cient¨ªfico pionero y poco convencional que hace una d¨¦cada logr¨® capturar la imaginaci¨®n popular con su intento fallido de depositar una nave espacial en la superficie de Marte. Aunque su nombre permaneci¨® desde entonces asociado al fracaso de aquella misi¨®n al planeta rojo, el profesor ingl¨¦s ha sido recordado a ra¨ªz de su muerte, a los 70 a?os, por su legado a la ciencia planetaria y sus grandes dotes de divulgador sobre los secretos de la exploraci¨®n del espacio.
Caracterizado por sus compa?eros de la comunidad cient¨ªfica como ¡°un esp¨ªritu libre¡±, Pillinger fue el arquitecto y constructor del peque?o robot Beagle 2, que el d¨ªa de Navidad de 2003 deb¨ªa aterrizar en la regi¨®n ecuatorial de Marte para analizar el terreno y buscar eventuales rastros de vida. Lo hab¨ªa bautizado con el mismo nombre del nav¨ªo en el que Charles Darwin viaj¨® por el mundo para sustentar su teor¨ªa sobre la evoluci¨®n de las especies y, en un golpe medi¨¢tico, recab¨® para su dise?o la colaboraci¨®n del cotizado artista Damien Hirst y del grupo musical Blur, que compuso un acorde musical para ser transmitido por la antena del Beagle 2. La sonda Mars Express, de la Agencia Espacial Europea (ESA), consigui¨® lanzar el robot el 19 de diciembre, pero a partir de ese d¨ªa su presencia se desvaneci¨® para siempre. Quiz¨¢ se inciner¨® en la atm¨®sfera del planeta, aunque los cient¨ªficos siguen sin tener ninguna certeza sobre aquel fiasco que marc¨® a Pillinger.
¡°Si de ni?o dec¨ªa que no pod¨ªa hacer algo, mi padre me respond¨ªa que no existe el ¡®no puedo¡±, rememoraba hace unos a?os el profesor sobre su infancia en Kingswood (localidad del sudoeste de Inglaterra donde naci¨® en 1943) y la forja de una personalidad que no entend¨ªa de cortapisas. Ese fue el esp¨ªritu que le gui¨® a lo largo de una carrera iniciada, tras doctorarse en Qu¨ªmica por la Universidad galesa de Swansea, en su primer trabajo en la NASA, donde analiz¨® las muestras de rocas lunares que recogieron los astronautas de la nave Apollo 11. A principios de los noventa desembarc¨® en la Open Universty, cuyo departamento de Ciencias F¨ªsicas dirigir¨ªa hasta 2005, a la par que cultivaba una frecuente presencia en los medios de comunicaci¨®n. Dominaba el arte de brindar un buen titular y los periodistas valoraban en ¨¦l su capacidad de hacer accesibles al p¨²blico los resultados de complejas investigaciones cient¨ªficas.
Fue un cient¨ªfico de primera l¨ªnea que admiti¨® haberse sentidoe ¡°como una atleta que no ha ganado una medalla¡± tras la llegada a la superficie marciana de otro robot que no era el suyo, el Curiosity, lanzado por la NASA con ¨¦xito hace dos a?os.
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