Unos pasos detr¨¢s de mi maestra
Juby Bustamante ha sido mi maestra. Quiz¨¢ algunos piensen que no es verdad, que es solo un homenaje producto de la profunda tristeza que siento en estos momentos. Pero no, las l¨¢grimas no me impiden contar la realidad tal como fue. Ella ten¨ªa 28 a?os cuando me la presentaron una tarde en el Caf¨¦ Gij¨®n. Hemos recordado juntas numerosas veces lo brusca que fue conmigo aquella primera vez por culpa de un equ¨ªvoco o, para ser m¨¢s precisa, de un chisme que me relacionaba, malintencionadamente, con uno de los muchos enamorados que pululaban a su alrededor. Yo negu¨¦ con rotundidad esa presunta relaci¨®n y, a los pocos minutos, pidi¨® que compareciese el maledicente para interrogarle. El chismoso, en presencia de las dos, se desdijo avergonzado. Despejada la duda, me pidi¨® perd¨®n, me dio un abrazo y un par de consejos. Desde entonces fuimos no solo colegas, sino grandes amigas. Juby era sincera, directa y valiente. Nada ni nadie fue capaz de intimidarla. Nunca se arrug¨® ni tuvo miedo. Ni siquiera frente a la enfermedad que se la ha llevado al cabo de tres a?os.
Naci¨® en 1938 en Santander. Estaba muy orgullosa del oficio de su padre, Agust¨ªn Fern¨¢ndez Langarita, periodista deportivo. Se independiz¨® muy pronto para estudiar periodismo en la vieja escuela oficial de la calle Zurbano de Madrid. Empez¨® en el diario Alerta y, en cuanto pudo, regres¨® a Madrid para trabajar en La Estafeta Literaria y, poco despu¨¦s, en el diario Madrid, que fue volado por la dictadura. Entr¨¦ de su mano en el viejo caser¨®n donde estaba aquel peri¨®dico legendario. Yo quer¨ªa seguir sus pasos, porque Juby era ya una periodista muy consolidada que consegu¨ªa las mejores entrevistas del momento. Recuerdo cu¨¢nto la admir¨¦ el d¨ªa que logr¨® entrevistar a Simone de Beauvoir. Vivimos con mucha intensidad en aquella redacci¨®n todos los acontecimientos de un tiempo turbulento en el que Franco estaba a punto de desaparecer y con ¨¦l, supon¨ªamos y dese¨¢bamos, el r¨¦gimen autoritario que impuso por la fuerza durante casi cuarenta a?os. Pero antes de morir, el dictador se llev¨® por delante muchas cosas, entre otras, el diario Madrid que fue clausurado por el r¨¦gimen y dinamitado el edificio donde aprend¨ª los secretos de esta profesi¨®n y muchas otras cosas de la vida, gracias a Juby. Tras aquella di¨¢spora, cada uno trabaj¨® donde buenamente pudo. Se cas¨® con Miguel ?ngel Aguilar, compa?ero muy querido, y tuvieron dos hijos que nacieron en una casa llena de amigos y de libros. Miguel es igual que su padre y Andrea, igual que su madre. Todo lo hicieron bien. Tambi¨¦n en esto quise seguir los pasos de Juby.
Estuvo en Cambio 16 y form¨® parte del equipo fundador de Diario 16. Y en 1982 Javier Solana la convenci¨® para que fuera su jefa de prensa en el ministerio de Cultura. Tambi¨¦n aquello lo hizo bien, porque Juby, adem¨¢s de buena periodista, era una mujer con gran criterio enorme talento y mucho car¨¢cter. Como era imprescindible, el ministro Jorge Sempr¨²n la nombr¨® directora general de su gabinete. Y cuando ¨¦l se fue, la reclamaron como directora de Comunicaci¨®n del museo Thyssen, donde permaneci¨® hasta su jubilaci¨®n.
El d¨ªa que le dieron la medalla al m¨¦rito en el trabajo me llam¨®, supongo que como a otros amigos, para preguntarme, ir¨®nicamente, si yo ten¨ªa idea a qu¨¦ se deb¨ªa semejante honor, pues nunca presumi¨® de ser muy trabajadora. Y es porque pas¨® por la vida con una pasmosa naturalidad, como si todo lo que hizo careciera de importancia, como si nada le costase esfuerzo. Muchos intentamos convencerla de que escribiera una novela o, al menos, sus memorias, porque era una narradora fascinante y tenia un contundente estilo literario. Pero no le dio tiempo porque ten¨ªa demasiadas cosas importantes a las que dedicarse. Vivi¨® llena de entusiasmo. Le apasionaba la literatura, la m¨²sica y, sobre todo, las charlas con los amigos a los que deja desolados. Somos multitud los que afirmamos que vino al mundo para adecentarlo. Gracias, querida Juby y descansa en paz.
Nativel Preciado es periodista
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.