Los ¡®dabbawalas¡¯ solo se equivocan en las pel¨ªculas
La precisi¨®n del sistema de reparto de tarteras de Bombay ha sido estudiada incluso en Harvard
En una de las escenas m¨¢s divertidas de The lunchbox (La tartera), la singular comedia rom¨¢ntica del director indio Ritesh Batra, la protagonista increpa a su dabbawala ¡ªel encargado de llevar la comida a su marido cada ma?ana¡ª por haberse equivocado repetidamente de destinatario. Y el repartidor responde indignado: ¡°?Los de la Universidad de Harvard dicen que nunca cometemos un error! ?Usted va a ser m¨¢s lista que los de Harvard?¡±. En la ficci¨®n, la mujer tiene la raz¨®n sobre el error de los dabbawala, que es justo el equ¨ªvoco en que se basa toda la historia. En la realidad, sin embargo, es el dabbawala el que est¨¢ en lo cierto. Porque los suyos, redondeando un poco, no se equivocan nunca.
Aunque The lunchbox es la primera obra de ficci¨®n que se ocupa de ellos, los dabbawala ¡ªo repartidores de tarteras, literalmente¡ª no solo forman una de las tradiciones m¨¢s venerables de Bombay, sino que pueden convertirse en breve en una de las principales atracciones tur¨ªsticas de esta megaurbe de 18 millones de habitantes, quinta ciudad del mundo y capital financiera y comercial de la India. Su celebridad tiene mucho que ver con el estudio de la escuela de negocios de la Universidad de Harvard mencionado por el dabbawala de la pel¨ªcula, que ha enaltecido al servicio de reparto como el m¨¢s eficaz del mundo, con una tasa de error inferior a una de cada mill¨®n de entregas.
Es lo que las escuelas de negocios conocen como ¡°seis sigma¡±, una especie de nirvana de la actividad empresarial al que todos aspiran y del que casi nadie puede presumir. Ni siquiera Amazon, DHL o FedEx, que podr¨ªan considerarse los dabbawalas de la globalizaci¨®n.
El sistema tiene 120 a?os de historia, y actualmente cuenta con unos 5.000 dabbawalas
El sistema tiene 120 a?os de historia, y actualmente cuenta con unos 5.000 dabbawalas que, de alguna manera, logran distribuir 130.000 dabbas o tarteras desde el domicilio en que una mujer las prepara hasta la oficina en que su marido se las come; luego recogen las tarteras vac¨ªas y las devuelven al ama de casa. Todo ello con una puntualidad y precisi¨®n sobrecogedoras que, en efecto, han asombrado a los de Harvard, y pese a que cada tartera tiene que recorrer decenas de kil¨®metros y cambiar de manos tres o cuatro veces a trav¨¦s de un monumental embrollo de bicicletas, carritos y transbordos en el tupido y petado sistema de ferrocarriles que es el orgullo de la ciudad. La proeza resulta a¨²n m¨¢s asombrosa si se tiene en cuenta que casi ning¨²n dabbawala sabe leer.
?C¨®mo se ha metido una de las mayores ciudades del mundo en ese berenjenal? ¡°En parte tiene que ver con el sistema de castas en que se organiza gran parte de la sociedad india¡±, explica Eva Borreguero, polit¨®loga de la Universidad Complutense especializada en la India. ¡°Cada casta utiliza una alimentaci¨®n propia y evita comer fuera de su c¨ªrculo; los usos dan un gran valor a que sea la esposa quien prepare la comida del marido seg¨²n las normas de la casta, y eso garantiza que la dieta sea vegetariana, por ejemplo, o que tenga ciertos ingredientes y condimentos y no otros, como ajo o cebolla¡±.
Los comedores de las empresas tienen una p¨¦sima fama, y los restaurantes son demasiado caros para el profesional medio. Adem¨¢s, seg¨²n explican los propios usuarios del sistema en el informe de Harvard, el suministro de agua de la ciudad empieza a funcionar demasiado tarde como para permitirles llevarse la comida ellos mismos cuando se van a trabajar a primera hora de la ma?ana. Y a esas horas punta los trenes van tan cargados que llevar una tartera ¡ªo media docena de ellas en una bolsa, como es lo habitual¡ª ser¨ªa poco menos que una imprudencia.
?Y c¨®mo consiguen los dabbawala su proverbial precisi¨®n? Esta es la pregunta del mill¨®n, al menos para las escuelas de negocios occidentales, que miran con envidia su calificaci¨®n ¡°seis sigma¡±. Stefan Thomke, de Harvard, y Mona Sinha, del India Research Center, apuntan varias razones. Una tiene que ver con la selecci¨®n del personal, que comprende dos patas que podr¨ªamos denominar efecto Tribunal de Cuentas ¡ªlos nuevos empleados suelen ser amigos o familiares de los antiguos¡ª y efecto OCDE, o renuncia a contratar a trabajadores sobrecualificados: solo los que no tienen educaci¨®n formal son admitidos. No hace falta saber leer.
En la tapa de cada dabba hay tres marcas. Un gran n¨²mero en el centro indica el barrio en el que debe ser entregada. Unos s¨ªmbolos en el borde de la tapa marcan el edificio y el piso de entrega. Una combinaci¨®n de colores y formas tambi¨¦n en el borde de la tapa indica la estaci¨®n de tren de origen, y sirve para devolver las tarteras por la tarde. Un color err¨®neo llama la atenci¨®n de inmediato entre mil tarteras correctas.
El ¨²nico error conocido de los dabbawalas pertenece de momento al ¨¢mbito de la ficci¨®n. Y da lugar a un romance. ?Va a ser usted m¨¢s lista que los de Harvard, se?ora?.
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