Un muerto que se niega a serlo
El portugu¨¦s Florindo Beja lleva 18 a?os sentado ante la fiscal¨ªa general en Lisboa para que la justicia reconozca finalmente que no falleci¨® en 1964
¡°Aqu¨ª lo tiene ?ve? Aqu¨ª lo dice¡ y aqu¨ª y aqu¨ª. Esta foto es de la familia, con los hermanos, unos ladrones¡±. Las explicaciones del portugu¨¦s Florindo Beja son met¨®dicas y tambi¨¦n interminables. Pero no todos los d¨ªas se puede estar de ch¨¢chara con un muerto.
Beja, de 79 a?os, est¨¢ evidentemente vivo. Pero esa verdad incontrovertible choca con un certificado que exhibe, y en el que consta como fallecido. Y acusa de esa extravagancia legal a sus dos hermanos menores, a quienes trajo de j¨®venes a Lisboa para que pudieran huir de la pobreza. Uno se hizo notario, el otro juez. Y, siempre seg¨²n su testimonio, ambos se aliaron para darlo por muerto el 7 de noviembre de 1964 para quedarse con sus bienes, valorados en unos 8,5 millones de escudos de la ¨¦poca.
A partir de ah¨ª comenz¨® su lucha y la de su mujer, Flora de Jes¨²s Mat¨ªas, ante todas las instituciones del Estado, con una insistencia tan contumaz como vana que no parece tener fin. Una reclamaci¨®n que escenifican desde 1996, caiga nieve o fuego, frente a la Fiscal¨ªa General de Lisboa donde, cada ma?ana extienden dos sillitas plegables, unas carteras llenas de documentos, y una gran pancarta donde se explica su caso. Lo ¨²nico que cambia del cartel es la cifra que la encabeza: un n¨²mero con los d¨ªas de protesta. Este viernes se cumplieron 6.675, exactamente 18 a?os.
El demandante parece vestido para un bautizo y no para pasar sus ocho horas de protesta diarias en la acera: zapatos lustrosos y traje, camisa y corbata impecables. Hoy es de un tono vainilla, ayer la corbata era lila, siempre a juego con las camisas. Su mujer se mantiene en un segundo plano, interviene para aclarar alguna de las muchas digresiones de su marido, pero este la hace callar.
Beja revuelve papeles de prensa, del Diario de la Rep¨²blica, de cualquier cosa que tenga que ver con la justicia. ¡°Es mi distracci¨®n. No necesito abogados. No hay abogados suficientes para tantos delitos¡±, explica. Y protesta porque recibe 300 euros de pensi¨®n al mes y le quieren quitar 30. Otros tantos recibe su mujer.
Lo tienen todo por escrito. Cuando llega un periodista, la primera pregunta es de ¨¦l: ¡°?En franc¨¦s, portugu¨¦s, ingl¨¦s o alem¨¢n?¡±. Y ense?a por idiomas el resumen de prensa sobre su caso que ha confeccionado.
Sobre la pancarta cae un sol de justicia y la pareja se refugia en la acera de enfrente, donde almuerzan en sus fiambreras. Los paseantes les saludan efusivamente por sus nombres, como vecinos de toda la vida.
Durante estos 18 a?os Beja ha acabado en la c¨¢rcel unas 30 veces; tambi¨¦n ha visitado hospitales para calibrar su estado mental. Quiz¨¢s las protestas le han dejado secuelas. ?l lo da por hecho en uno de sus ¨²ltimos escritos: ¡°La reclamaci¨®n me ha provocado un envejecimiento precoz [f¨ªsicamente no lo parece] y perturbado mi salud¡±.
El momento de la foto es delicado. Cada uno se coloca en un extremo del cartel, como en todas las im¨¢genes que han salido en la prensa. Pero en el momento en que el fot¨®grafo intenta juntar a la pareja, Beja monta en c¨®lera. ¡°Fuera, se acab¨® la foto. La pancarta no se tapa, es sagrada¡±. Y su inflexibilidad es igual que su reclamaci¨®n.
Cuando cierra la Fiscal¨ªa, el matrimonio concluye la protesta. Pliega cuidadosamente la pancarta, recoge sillitas y fiambreras y se marcha hasta otro d¨ªa. Y otro. Y otro. ¡°S¨ª, hasta el fin¡±, dice Beja. ¡°No me rendir¨¦¡±, promete.
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