La taberna bizarra de Twitter
Pol¨ªticos y famosos se quejan del bandolerismo de las redes sociales
Andan preocupados legisladores y moralistas con el desbarre en el que se est¨¢n convirtiendo las redes sociales. Desde su nacimiento siempre han sido un terreno de nadie, en conflicto permanente, una especie de L¨ªbano cibern¨¦tico, en donde uno no sabe bien cu¨¢les son los bandos en cada momento. Basta que alguien se pronuncie en cualquier campo, y no digamos si se trata de f¨²tbol o de pol¨ªtica, para que prenda la llama entre followers y unfollowers, e individuos que de nada se conocen se despedacen entre s¨ª en 140 caracteres.
A los que manejan el manubrio de las leyes y a su selecta clientela les ha dado una higa lo que pasara en esos foros mientras era la ciudadan¨ªa an¨®nima la que se lanzaba los c¨®cteles molotov. Pero cuando los disturbios han traspasado la Rue del Percebe y han llegado a los barrios altos, enseguida han sacado el parte de heridos y de bajas para justificar el env¨ªo de antidisturbios. ¡°No se puede permitir todo en Internet¡±, dicen, ofendidos porque los tuiteros les llaman a algunos ¡°ladrones¡± cuando roban y ¡°corruptos¡± cuando se corrompen, eso s¨ª, siempre excepcionalmente (Pujol, B¨¢rcenas, G¨¹rtel, los ERE andaluces, Filesa, Matas¡).
No est¨¢ reservado el derecho de admisi¨®n, pero si alg¨²n tuitero tiene mal beber, siempre le puedes bloquear
Acostumbrados al blindaje que les prestan los medios de comunicaci¨®n tradicionales, siempre condescendientes con sus embustes electorales y su cleptoman¨ªa enfermiza sobre los contribuyentes, les irrita sobremanera que les aireen sin filtros sus tropel¨ªas en ese salvaje Oeste de Internet. M¨¢xime cuando los que les increpan no son sus pares del trinque p¨²blico, en cuyo caso el insulto entra dentro de la mec¨¢nica parlamentaria. Aqu¨ª se trata de una ralea internauta sin oficio ni beneficio, ociosos que malgastan su mala baba ensuciando el buen nombre de los hombres de la patria. Esos forajidos necesitan un sheriff cibern¨¦tico que les pare los pies de una vez.
No solo los pol¨ªticos se quejan del bandolerismo en las redes sociales. Los famosos, cualquiera que sea su pelaje (futbolistas, actores, bellezones y dem¨¢s estrellas del reality), gimotean amargamente por los escupitajos que reciben. Twitter y Facebook son leg¨ªtimos mientras les hacen ganar dinero. Les basta poner un negro que les escriba peri¨®dicamente entradas insulsas para cobrar del patrocinador. Pero cuando los adeptos se les rebelan, y les increpan por su insipidez o su avaricia, exigen cierre y c¨¢rcel.
Entre los dolientes se ha acu?ado la met¨¢fora que compara a Twitter con una taberna de borrachos incontrolados siempre en busca de gresca. No acabo de ver perfecta la comparaci¨®n. Cierto que muchos tuiteros se dedican a emitir eructos y esputos, dejando la Red como un basurero al estilo de los suelos de esas tascas castizas, cuyo fondo no se encuentra porque est¨¢ anegado de papeles, g¨¹itos de aceitunas y c¨¢scaras variadas. Y tambi¨¦n es innegable que, como en las conversaciones del bar, las del Twitter est¨¢n llenas de lugares comunes (¡°@mfriki677. Es viernes. Llega el finde¡±). Y no digamos ya de los rumores sin fundamento que se propagan por igual en las tertulias de bar y en las de web (aunque aqu¨ª se les llame virales). Entre mis favoritos est¨¢n ¡°las compa?¨ªas de m¨®vil comienzan a cobrar las llamadas perdidas¡± y ¡°las c¨¢psulas de caf¨¦ provocan c¨¢ncer porque te tragas pedacitos de aluminio¡±.
Al margen de esas coincidencias circunstanciales, Twitter es un sitio m¨¢s libertario y, parad¨®jicamente, mucho m¨¢s seguro que una taberna. No est¨¢ reservado el derecho de admisi¨®n, pero si alg¨²n tuitero tiene mal beber, siempre le puedes bloquear, lo que ahorra los gastos de hospital que producen los mamporros de los parroquianos de la cantina. Adem¨¢s, en Twitter te puedes hacer la ilusi¨®n de que te codeas con tus ¨ªdolos del bal¨®n o del artisteo, y despiporrarte cuando meten la pata. As¨ª que puestos a cerrar, cierren antes las tabernas que Twitter, no vaya a ser que los tuiteros se rebelen contra su existencia virtual, inunden las cantinas, se aprovisionen, y luego tomen las calles.
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