La tragedia de los seres cu¨¢nticos
La doctrina apacible que gobernaba nuestras vidas se ha vuelto tan inservible como las leyes de la f¨ªsica cl¨¢sica
Tranquil¨ªcense. Pese al t¨ªtulo no se trata de un art¨ªculo de divulgaci¨®n cient¨ªfica. Se trata de sus vidas. Est¨¢n sujetas a un mecanismo irracional que nunca podr¨¢n comprender, como nunca entenderemos la f¨ªsica cu¨¢ntica que gobierna las part¨ªculas diminutas de las que estamos hechos. Hasta hace unos a?os nuestras existencias se reg¨ªan por una l¨®gica estricta y tranquilizadora, de la misma forma que la f¨ªsica cl¨¢sica predec¨ªa con precisi¨®n milim¨¦trica el movimiento de los planetas viajando por sus ¨®rbitas majestuosas.
De acuerdo con esa doctrina, nuestra existencia estaba llena de certezas. Si nac¨ªamos en una familia de clase media y nos aplic¨¢bamos medianamente en la escuela y el trabajo ten¨ªamos la seguridad de que nuestro nivel de vida superar¨ªa al de nuestros padres, con empleos menos fatigosos y mejor pagados, y un ocio m¨¢s provechoso y cosmopolita, inundado de viajes y de cultura, territorio ignoto y so?ado de los progenitores.
Desde chicos, nos ense?aban unas m¨¢ximas infalibles en las que creer a pies juntillas, de la misma forma que los hombres de ciencia contaban con las leyes fundamentales de la f¨ªsica cl¨¢sica que enunciara Newton. Nuestra teor¨ªa cl¨¢sica enunciaba que el esfuerzo siempre conlleva recompensa en forma de prosperidad. Auguraba apuros al holgaz¨¢n cuando se le agotara el canto de la cigarra, repudio social al deshonesto, c¨¢rcel al delincuente.
Un d¨ªa, despu¨¦s de siglos de coleccionar deducciones l¨®gicas para explicar el universo, los f¨ªsicos se encontraron que sus pulcras ecuaciones se hab¨ªan vuelto inservibles para dilucidar el comportamiento de las part¨ªculas m¨¢s peque?as, como los ¨¢tomos o los electrones. Resulta que nada en ellas es predecible. Que pueden estar en dos sitios a la vez. Que al mirarlas cambian de forma y de estado, y se transmutan en otras part¨ªculas con propiedades completamente diferentes seg¨²n c¨®mo las observemos. A esa nueva f¨ªsica insensata y esquizofr¨¦nica, que no entiende de leyes sino solo de probabilidades, se le llama cu¨¢ntica. Einstein, pese a ser un precursor de la misma, se pas¨® 30 a?os de su vida intentando demostrar que era falsa ¡°porque Dios no jugaba a los dados¡±.
Tambi¨¦n nosotros una ma?ana nos levant¨¢bamos y descubrimos que el credo que guiaba nuestras existencias apacibles hab¨ªa caducado. Ya no tiene sentido la estabilidad familiar o laboral. Prima la eventualidad, vivir hoy aqu¨ª y ma?ana all¨¢, siguiendo aleatoriamente la direcci¨®n que marca el exiguo mercado laboral.
Seres ef¨ªmeros, aparecemos y desaparecemos como fotones o neutrinos en mil lugares, en mil empleos, sin nada ¡ªfamilia, empleo o creencias¡ª que d¨¦ consistencia a nuestras vidas, que haga reconocible y amable el mundo que nos rodea.La carrera profesional, por ejemplo, ya no se gu¨ªa por la ecuaci¨®n del m¨¦rito. Depende de variables probabil¨ªsticas imposibles de controlar. Como le ocurre a las part¨ªculas, nuestra val¨ªa cambia de la noche a la ma?ana seg¨²n los observadores que nos eval¨²en. De ah¨ª que a veces para promocionarse sea m¨¢s importante que los jefes nos vean como sus adl¨¢teres que aplicarse en la tarea profesional. Formar parte de la casta sindical de los intocables tambi¨¦n concede inmunidad. O saber camuflarse de tonto ¨²til mientras nos dedicamos a la intriga y el medraje.
La fortuna tambi¨¦n se ha escapado al ¨¢lgebra estricto de la val¨ªa y el sudor. Uno se hace rico por sucesos contingentes como un pelotazo, una recalificaci¨®n o un consejo de administraci¨®n. Y se arruina por estafas con membrete oficial: preferentes, Bankia, recibo de la luz o hipotecas sin marcha atr¨¢s. Olv¨ªdese de las certezas y no intente como Einstein explicar este mundo enajenado en el que le ha tocado vivir. La naturaleza se juega a Dios a los dados.?
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