El ¡®derecho al olvido¡¯ enreda a Google

A Gregory Sim, un hombre de negocios de Richmond, lo pillaron manteniendo relaciones sexuales en un tren camino a Londres. Los pasajeros alarmados avisaron a la polic¨ªa, quien se lo llev¨® detenido. La historia la recogi¨® el Daily Mail hace seis a?os. Sim, que debe ser un hombre de los que no olvida una humillaci¨®n, este verano solicit¨® a Google que su desliz dejara de aparecer en el buscador. Y lo consigui¨®. Ejerci¨® el derecho al olvido en Internet que el pasado mayo otorg¨® a cualquier europeo una sentencia lograda por otro ciudadano de a pie: Mario Costeja. Este espa?ol, cansado de aparecer en Google como moroso cuando tecleaba su nombre, reclam¨® al buscador que hiciera borr¨®n y cuenta nueva. Cinco a?os despu¨¦s ¡ªel pasado mayo¡ª, el Tribunal Europeo le conced¨ªa su deseo.

Hace tres meses que se puede pedir al gigante de Internet que olvide un nombre y a sus buzones ya han llegado m¨¢s de 90.000 peticiones que implican a 328.000 URLs. La mitad han recibido un s¨ª por respuesta, lo que supone que cientos de ellos no sean localizables con un simple tecleo. Pero el buscador ha tenido que dar marcha atr¨¢s en algunos casos tras las protestas de los medios afectados. Para intentar fijar unos criterios de cancelaci¨®n, la empresa ha creado un comit¨¦. El pr¨®ximo martes arrancan en Madrid una serie de encuentros en diferentes ciudades europeas en las que los expertos debatir¨¢n qu¨¦ arrinconar¨¢ la web y qu¨¦ no. En paralelo, han surgido voces contrarias, entre ellas la de la fundaci¨®n en pro de la libre informaci¨®n Wikimedia, que luchan por su particular derecho al no olvido: dos webs recogen las noticias que est¨¢n siendo eliminadas.

Telegraph, The Independent o The Guardian han visto c¨®mo algunas de sus noticias se diluyen en el mundo virtual. Pero Google no tiene claro qu¨¦ criterios seguir a la hora de desindexar las b¨²squedas. ¡°Se trata de decisiones dif¨ªciles¡±, confiesa en su web. Jos¨¦ Luis Pi?ar, titular de la c¨¢tedra Google sobre Privacidad, Sociedad e Innovaci¨®n de la Universidad CEU San Pablo de Madrid y miembro del nuevo comit¨¦ del buscador, confirma la dificultad ya que deben ¡°fijar los criterios para evaluar y ponderar los derechos al olvido para miles de casos¡±. El experto apuesta por definir una serie de ¡°categor¨ªas¡± en las que se puedan encajar las peticiones y que podr¨ªan estar listas a principios del pr¨®ximo a?o.

¡°Que no se encuentre en Google no quiere decir que desaparezca¡±, explica Didac S¨¢nchez, director de Eliminalia, una web especializada en limpiar biograf¨ªas en Internet. Google cancela de sus resultados de b¨²squeda los enlaces que llevan a las p¨¢ginas, pero la informaci¨®n no desaparece de la web de origen. ¡°La sentencia solo habla del buscador, no del editor; hay que diferenciar los actantes¡±, explica Pi?ar.

Para evitar caer en el pozo del olvido, Wikimedia anunci¨® el pasado agosto el lanzamiento de una p¨¢gina donde recoger¨ªa los links que Google les hab¨ªa comunicado que ser¨ªan desindexados. Son cerca de 50 pero aumentan cada semana. Entre ellos est¨¢n las p¨¢ginas de Wikipedia dedicadas a la Banda della Comasina, un grupo criminal activo durante los a?os setenta en Mil¨¢n, y a su l¨ªder, Renato Vallanzasca. Otro que ha querido desaparecer es Gerry Hutch, conocido como El Monje, acusado de cometer los mayores robos a mano armada de Irlanda.

¡°Es un grave problema porque atenta contra el derecho de buscar y acceder a informaci¨®n libremente¡±, opina Jorge Sierra, presidente de Wikimedia en Espa?a. Para la organizaci¨®n existe una amenaza contra el conocimiento libre que puede provocar lo que llaman ¡°agujeros de memoria¡±, que impiden un ¡°acceso completo a una informaci¨®n veraz, neutral y exhaustiva¡±.

Antes de Wikimedia, un programador estadounidense, Afaq Tariq, fue el primero en crear una p¨¢gina con los enlaces cancelados: Hidden from Google. ¡°Me pareci¨® que ayudar¨ªa a entender qu¨¦ tipo de solicitudes se est¨¢n haciendo y por qui¨¦n¡±, explica en su web. Son los propios usuarios los que env¨ªan los links cancelados. La semana pasada, a los 20 ya existentes se sumaban 10 m¨¢s que conciernen a la cadena BBC. Las noticias son tan dispares que van desde el juicio a tres hombres que pose¨ªan material para fabricar bombas (Dubl¨ªn, 2001), hasta una disputa entre dos familias por Wellie, un fox terrier de pelo duro de Denver en 2002.

Tras la decisi¨®n del Tribunal, los internautas dirigieron su mirada hacia los pol¨ªticos y empresarios envueltos en esc¨¢ndalos de corrupci¨®n que pod¨ªan aprovechar la sentencia. Falta de raz¨®n no ten¨ªan los acusadores, el primer link en sufrir la guada?a de la censura ¡ªobviando el implicado en el fallo¡ª fue el an¨¢lisis de la BBC sobre el papel del exjefe de Merrill Lynch, Stan O'Neal, en el colapso financiero. El Mundo se sum¨® a los diarios afectados con una noticia de 2008 relacionada con la promotora Riviera y un posible caso de fraude. El peri¨®dico informaba de la prisi¨®n bajo fianza para dos de los jefes de esta empresa y de c¨®mo se hab¨ªa producido la detenci¨®n: a punto de montar en un avi¨®n destino a Marruecos. La empresa Eliminalia hizo p¨²blico que m¨¢s de 200 pol¨ªticos hab¨ªan recurrido a ellos con la esperanza de blanquear su reputaci¨®n virtual nada m¨¢s conocerse la sentencia. ¡°El n¨²mero sigue aumentando¡±, confiesa su director.

Google no informa de qui¨¦n solicita hacer uso de su derecho, pero uno de los requisitos es que incluya su nombre. El gigante de Internet reconoce en su web que es posible que no se encuentren ¡°en una posici¨®n adecuada para decidir¡±. Pi?ar muestran su preocupaci¨®n por la posici¨®n de poder que han ganado los buscadores: ¡°Google sale fortalecido de la sentencia. Antes no era m¨¢s que une espejo donde se reflejaba la informaci¨®n, ahora se le atribuye un poder de decisi¨®n que antes no ten¨ªa¡±.

La gran cuesti¨®n latente bajo el debate de criterios es la necesidad de contar con un mecanismo ordenador. ?Deben ser los buscadores quienes decidan? Pi?ar considera que es indispensable ¡°analizar este mundo global en el que un enlace cancelado aparece en otra ubicaci¨®n que no est¨¢ en Europa. Hace falta un instrumento normativo adecuado al siglo XXI, que intente regular tecnolog¨ªa y privacidad¡±.