Cuando los tomates del jard¨ªn se cuecen en la mata
Australia vive una inusitada ola de calor con temperaturas por encima de los 50?
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, Australia se est¨¢ acostumbrando a los extremos clim¨¢ticos: ciclones cada vez m¨¢s destructivos, inundaciones m¨¢s frecuentes, sequ¨ªas m¨¢s largas y terribles en sus efectos, y hasta nieve el d¨ªa de Navidad hace unos a?os en Tasmania, lo que representa una inversi¨®n por completo del orden de las estaciones. El tiempo, que en Australia siempre ha sido duro, se ha vuelto brutal.
Jill Jones, una renombrada poeta australiana y profesora universitaria, vive en Adelaida, en el sur del pa¨ªs, la ciudad que m¨¢s padece la ola de calor extremo que azota el pa¨ªs. ¡°Lo que m¨¢s se nota¡±, dice Jones, ¡°es el silencio. Es un mundo lent¨ªsimo. No hay ning¨²n p¨¢jaro, y eso es raro en Australia, donde a los p¨¢jaros no hay quien los calle nunca. No hay nadie ni en la calle, ni los autobuses ni en los tranv¨ªas. Es como estar al lado del fuego, sin poder apartarse, porque el fuego est¨¢ en todas partes¡±, relata.
Jones midi¨® el pasado 24 de enero, d¨ªa de m¨¢s calor, la temperatura en su jard¨ªn. Al lado de la puerta trasera, lleg¨® a los 54,3?. Al fondo, pegado al suelo pavimentado, la temperatura trep¨® a los 65?. ¡°Abres el grifo del agua fr¨ªa y sale ardiendo¡±, explica. ¡°Los picaportes de las puertas en la parte fuera de la casa no se pueden tocar. Si te pones al lado de la ventanas, se siente un calor intenso, como si te pusieras al lado de una estufa¡±. ¡°Hubo muchos casos de gente que fue al hospital con quemaduras de piel. Las plantas se quemaron tambi¨¦n. En el jard¨ªn bot¨¢nico, cayeron muertos los murci¨¦lagos de una colonia. No soportan temperaturas por encima de los 43?¡±, a?ade. Ese d¨ªa, de los 40 lugares m¨¢s calurosos del planeta, todos menos uno se localizaban en Australia.
Las carreteras se derriten. El suministro el¨¦ctrico se corta por sobrecarga, lo que hace la vida a¨²n m¨¢s insoportable por falta de aire acondicionado. Y los animales sufren, y mucho. Alice Gladwell, administrativa de Adelaida, cuenta c¨®mo un amigo perdi¨® toda una colecci¨®n de loros valiosos que, como los murci¨¦lagos, se murieron de golpe. Los granjeros tienen que coger la manguera y regar a las gallinas y a sus otros animales a fin de que no fallezcan de un shock.
Gladwell tuvo que ir ese achicharrante 24 de enero a una reuni¨®n. Su coche marcaba 52?. ¡°Estar fuera en la calle, era como sentir que me coc¨ªa por dentro. Como estar en un microondas. Como peces fuera del agua, todos busc¨¢bamos ox¨ªgeno, porque con tanto calor bajan hasta los niveles normales de ox¨ªgeno. Sin hacer absolutamente nada sudas a chorros¡±. Y a?ade: ¡°Los tomates del jard¨ªn acabaron ese d¨ªa escaldados¡±.
10 d¨ªas a 45??
El problema en Australia es que d¨ªas infernales como ese 24 de enero son cada vez m¨¢s frecuentes. Los veranos se han vuelto invivibles. En el campo no hay tregua. Este verano se han batido r¨¦cords impresionantes. El pueblo de Birdsville, en el Estado de Queensland ¡ªal borde de un desierto, pero un centro muy popular de turismo¡ª sufri¨® este verano diez d¨ªas consecutivos con la temperatura m¨¢xima sobrepasando los 45?. En algunos pueblos cercanos, como Camooweal o Cloncurry, hubo 43 d¨ªas seguidos con m¨¢ximas superiores a los 40?. Este mismo pueblo sufre ahora inundaciones b¨ªblicas. La vida as¨ª se vuelve, sencillamente, insoportable, incluso para gente acostumbrada a los extremos como son los australianos.
En Nueva Gales del Sur, millones de peces murieron en el rio Darling, eje vital del sistema acu¨ªfero que alimenta la agricultura del sureste del continente. El hecho de verlos flotar en una alfombra macabra en la superficie basta para darse cuenta de que las cosas del clima pintan muy mal en Australia.
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