Bienvenidos al club de los hombres feministas
Ni f¨²tbol, ni pol¨ªtica. Estos varones se re¨²nen en Huelva y hoy hablan de ternura
Cada uno llega con algo de comida y de bebida, como siempre. Dejan las viandas en la cocina. Han previsto una tarde para ellos. Ser¨ªa como esas reuniones solo para hombres que hab¨ªa hasta hace unas d¨¦cadas en el espl¨¦ndido casino de Aracena (Huelva). Una logia confidencial de paso exclusivo a caballeros donde las fuerzas vivas se re¨²nen para discutir de sus cosas. Ser¨ªa algo as¨ª si no fuera m¨¢s bien lo contrario. Bienvenidos (y bienvenidas) a la reuni¨®n de un club de hombres feministas: el grupo Viento fresco de Aracena.
Viernes tarde en la finca de La Solana, a seis kil¨®metros de Aracena, el municipio que da nombre a la Sierra de Aracena, de 8.040 habitantes, donde los siete viven desde hace d¨¦cadas. Van dej¨¢ndose caer uno tras otro. Llegan en coche al terreno de ?ngel Rey, pediatra recien jubilado. Alejo Dur¨¢n, celador licenciado en Psicolog¨ªa y Antropolog¨ªa, y Pedro Mart¨ªn, jefe de compras de un hotel ya retirado, llevan desde las cinco en la casita, preparando la le?a de la chimenea para echar una mano a Rey. Fuera huele a mimosa. Manuel, el t¨¦cnico municipal que pide figurar sin apellido; Juan Manuel Franco, al que todos llaman Mame y que tiene un negocio en el pueblo o Miguel S¨¢nchez, director de teatro, se suman a la cita. El psic¨®logo Pablo Garc¨ªa llega el ¨²ltimo. Y, como los anteriores, reparte besos y abrazos al llegar en este grupo de hombres de entre 56 a 64 a?os.
Una vez al mes se juntan para hablar m¨¢s desde el coraz¨®n que desde la cabeza, explorando eso que se conoce como nuevas masculinidades; rechazando eso otro de la masculinidad t¨®xica.
Alude cada uno a su experiencia como parte de un trabajo de reflexi¨®n que promueven colectivos como Ahige ¡ªla Asociaci¨®n de Hombres por la Igualdad de G¨¦nero, a la que pertenecen¡ª y que buscan no solo su cambio interior sino apoyar ¡°las justas reivindicaciones de las mujeres contra el sexismo¡± o combatir la violencia de g¨¦nero. No hay datos oficiales de cu¨¢ntos son ¡ªcentenares de grupos, seg¨²n distintas fuentes¡ª pero s¨ª coincidencia en que estos grupos viven un resurgir con el impulso del movimiento de las mujeres y frente a la respuesta de otros hombres que se sienten descolocados.
Alrededor de la chimenea tendr¨¢n dos horas para abrirse en canal. En este club las conversaciones son confidenciales. Solo est¨¢n vetados dos temas: f¨²tbol y pol¨ªtica. Todos acuerdan previamente el asunto de debate. Este viernes 15 de febrero, en el que han abierto la puerta a una reportera y un fot¨®grafo, eligen hablar de cuidados. Un trabajo invisible, y mal o nada pagado, al que las mujeres destinan el doble que los hombres, seg¨²n el INE.
El director de teatro, Miguel S¨¢nchez, dirige el calentamiento previo: ejercicios de respiraci¨®n, movimientos de cuello. Y un juego que marca la din¨¢mica posterior: ¡°Contamos hasta 50, cada uno un n¨²mero. Puede haber intervalos, el caso es no pisarse¡±. Ni se pisan en el recuento ni en lo que hablan despu¨¦s. En este grupo, se dialoga por turnos sin que nadie interrumpa a nadie. Y dicen cosas como estas:
¡ªNi me he cuidado ni he cuidado a nadie nunca.
¡ªCuando aprend¨ª c¨®mo cuidar a mi madre fue muy satisfactorio.
¡ªLas mujeres enseguida se llaman cuando creen que otra necesita cuidado. Entre nosotros est¨¢ mal visto.
¡ªCuando alguien me trata con cari?o me siento muy bien. El aprendizaje merece la pena.
¡ªMi padre hasta el ¨²ltimo momento no permit¨ªa verse vulnerable.
¡ªEn lo que fallo es en la ternura.
¡ª Te oigo decir ternura. Y yo me pregunto... ?cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que yo habl¨¦ con ternura?
Alejo Dur¨¢n, el que propuso la idea hace casi una d¨¦cada, suele echar mano de una imagen poderosa de la naturaleza para explicar de qu¨¦ va este grupo: la migraci¨®n de los ?us en el Masai Mara, en Kenia. A veces hay que esperar horas. O d¨ªas. Pero cuando el primero se lanza cuesta abajo, ya no hay marcha atr¨¢s. El resto le siguen a la carrera, levantando una polvareda en el que supone uno de los espect¨¢culos m¨¢s hipnotizantes del mundo. Un efecto cascada en el que se reconocen: ¡°Esto no lo hab¨ªa hablado yo nunca¡±. Los expertos defienden que el sexismo tiene un impacto diferente en hombres que en mujeres, por eso prefieren reunirse solos. Las reuniones de ellas son para empoderarse; las de ellos, para explorar sus sentimientos.
En este c¨ªrculo de hombres han hablado ya casi de todo: de sus padres ¡ªuno de los temas duros, que les llev¨® m¨¢s de una sesi¨®n¡ª y de sus hijos, de sus madres y de sus hijas. De las mujeres con las que conviven, del sexo que a veces puede no apetecerles tampoco a ellos, de los amigos con los que nunca se habla de cosas personales, de esa ¡°soledad masculina¡± que otros no sabr¨ªan ni siquiera reconocer.
¡°Yo empec¨¦ en el grupo sin tener ni idea de d¨®nde me met¨ªa ni a qu¨¦¡±, admite Pedro Mart¨ªn. ¡°Hombres por la igualdad me sonaba a chino, la verdad¡±, explica frente a la fachada de la casa. Pero se fio de Dur¨¢n por la amistad que les une desde hace d¨¦cadas. Y echaron a rodar hace ya nueve a?os. Hasta hoy.
Con episodios en medio que ahora creen que no se repitir¨ªan. Como aquella ma?ana que celebraron en el instituto de Aracena unas jornadas de puertas abiertas para contar qu¨¦ hacen. ¡°?ramos solo los del grupo y a media ma?ana se present¨® un hombre de una cierta edad. Y se qued¨® all¨ª¡±, resume Mart¨ªn. ¡°Luego supimos que era gay y pensaba que nuestro grupo era para relacionarse a nivel sexual¡±.
Los primeros grupos de hombres comenzaron en Espa?a en la d¨¦cada de los 80 del pasado siglo, explica el antrop¨®logo, escritor y especialista en g¨¦nero y masculinidades Ritxar Bacete. ¡°Tiene que ver con la democracia, grupos de mujeres y los compa?eros¡±. Cuenta Bacete que el punto de inflexi¨®n, cuando dejaron de ser grupos para ¡°desprogramar¡± y pasaron tambi¨¦n a ser hombres contra la violencia de g¨¦nero, fue el asesinato de Ana Orantes (1997), quemada por su exmarido frente a la puerta de su casa en Cullar Vega (Granada) tras contar su calvario en televisi¨®n.
El reloj marca las 21.00. La reuni¨®n casi acaba. Cierra uno que sigue hablando de ternura.
¡ªYo vivo solo. A veces le digo a mi periquito: ?qu¨¦ bonito! y me doy cuenta de que sienta muy bien.
Se ponen en pie, en c¨ªrculo como una mel¨¦ de rugby. Se abrazan y se besan. Ponen la mesa y abren los tuppers con comida. Empieza la cena. Ya pueden hablar de f¨²tbol. Pero no lo hacen.
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