Las mujeres, bot¨ªn de la dictadura argentina
Una exposici¨®n en la que fuera la sede de la Escuela Superior de Mec¨¢nica de la Armada, el mayor centro clandestino de detenci¨®n del r¨¦gimen, muestra la violencia sexual ejercida contra las secuestradas
Los delitos sexuales perpetrados contra las mujeres secuestradas durante la dictadura argentina estuvieron silenciados durante d¨¦cadas. Comenzaron a conocerse de a poco, como casos sueltos, ante los tribunales, pero desde 2011 se investiga su uso "como un mecanismo sistem¨¢tico, no aislado", en palabras del juez de instrucci¨®n Sergio Torres. El magistrado particip¨® este jueves en la inauguraci¨®n de una muestra que relata los abusos sufridos por las detenidas en la Escuela Superior de Mec¨¢nica de la Armada (ESMA), el mayor centro de detenci¨®n del ¨²ltimo r¨¦gimen militar argentino (1976-1983).
"En 1976, el abuso sexual era lo habitual. No se salv¨® ninguna compa?era. Algunas pudieron decirlo, otras enloquecieron", asegura Graciela Garc¨ªa Romero, superviviente de la ESMA. Garc¨ªa Romero tiene el rostro serio y las manos empapadas de sudor. Es la segunda vez que regresa al lugar donde sufri¨® torturas, malos tratos y permaneci¨® dos a?os detenida, junto a numerosos compa?eros que a d¨ªa de hoy siguen desaparecidos. Dud¨® hasta el ¨²ltimo minuto, pero al final se present¨® animada por la necesidad de enfrentar "un tab¨²". Hoy el lugar funciona como un museo dedicado a la memoria.
Garc¨ªa Romero ha denunciado a Jorge Eduardo El Tigre Acosta por abusar de ella en un lugar ajeno a las instalaciones militares, donde era trasladada cada cierto tiempo junto a otras mujeres. "No fue una situaci¨®n de violencia porque no era imprescindible, ya estaba secuestrada. La situaci¨®n de violencia la viv¨ªa todos los d¨ªas. De ah¨ª me volvieron a llevar a los grilletes y a las esposas", relat¨® ante el tribunal del segundo juicio por los cr¨ªmenes perpetrados por la ESMA.
J. P. O., otra secuestrada que estuvo detenida en la ESMA, record¨® ante los jueces c¨®mo fue abusada despu¨¦s de ducharse. "Como ten¨ªa miedo, me hab¨ªa ba?ado vestida. Y fueron sacando a la gente que hab¨ªa subido conmigo y me dejaron sola. Hice bastante esc¨¢ndalo, mord¨ª, intent¨¦ defenderme, la amenaza constante es que iba a ser peor", se?al¨® esta v¨ªctima de su llegada a la ESMA, en 1977.
Algunas de las supervivientes contaron que fueron manoseadas y abusadas con los ojos cubiertos por la capucha que les obligaban a llevar a todas horas. "No los pude identificar. El no poder ver es muy terrible, uno no puede defenderse, ni saber d¨®nde est¨¢, no poder ver a la persona", declar¨® A. M. en el segundo juicio por los cr¨ªmenes perpetrados en este centro clandestino de detenci¨®n, que funcion¨® en una de las zonas m¨¢s pr¨®speras de Buenos Aires, frente a la avenida Libertador, y por el que pasaron cerca de 5.000 hombres y mujeres.
Ser obligadas a desnudarse frente a sus secuestradores, no poder ducharse despu¨¦s de haber sido violadas, recibir golpes en sus partes ¨ªntimas y tener que entregarles compresas empapadas en sangre para que les diesen una limpia son otras de las violencias descritas por las 28 supervivientes incluidas en la muestra Ser mujeres en la ESMA.
Las actuaciones en la causa que investiga estos delitos contra la integridad sexual tienen car¨¢cter secreto y el nombre de casi todas las v¨ªctimas se mantiene en reserva "para evitar exponerlas y revictimizarlas", dice el juez Torres.
Algunas de las secuestradas confesaron que una vez que ca¨ªan en manos de los militares asum¨ªan que iban a sufrir abusos. "Las mujeres ¨¦ramos su bot¨ªn de guerra", dijo ante los jueces S. L. "Es algo muy habitual la violencia sexual. Y utilizar o considerar a las mujeres como parte del bot¨ªn es un cl¨¢sico en todas las historias represivas de las guerras. Son innumerables los casos y en esto no fue una excepci¨®n", agreg¨®. El nuevo auge del feminismo en todo el mundo ha ayudado a muchas de las detenidas a poder poner en palabras lo que sufrieron durante su detenci¨®n.
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