No disparen a Leo Baekeland
La culpa de las toneladas de pl¨¢sticos de un solo uso que est¨¢n emponzo?ando los oc¨¦anos no es del qu¨ªmico que invent¨® el pl¨¢stico sino nuestra
Los historiadores del futuro recordar¨¢n al qu¨ªmico de origen belga Leo Baekeland como el hombre que plastific¨® el mundo. Invent¨® en 1907 el primer pl¨¢stico, la baquelita, llamada as¨ª en honor a su apellido, y alent¨® de esta forma la moderna industria del pl¨¢stico, a la que ahora estamos poniendo bajo los focos racionales del an¨¢lisis medioambiental. Baekeland nunca predijo, ni podr¨ªa haberlo hecho, las consecuencias econ¨®micas y planetarias de su invenci¨®n. Pero su trabajo pionero ha terminado por cambiar el mundo, y no siempre en el mejor de los sentidos.
Los pl¨¢sticos se llaman as¨ª porque son moldeables con t¨¦cnicas tan prehist¨®ricas como el calor y la presi¨®n, y luego se vuelven r¨ªgidos al enfriarse. Eso te permite fabricar de manera f¨¢cil y barata una manguera de jard¨ªn o el chasis de tu tel¨¦fono m¨®vil, pero tambi¨¦n una botella de tereftalato de polietileno (PET) para beber agua y la bandeja de poliestireno (Styrofoam) donde te venden los cogollos de lechuga y los filetes de pollo, una cuchara, un tenedor, un cuchillo, un vaso, un plato, el postre de macedonia y cuatro bolsas desechables para meter todo lo anterior. En el mejor de los casos, todo eso acabar¨¢ en un sistema de reciclado costoso e imperfecto. En el peor, terminar¨¢ envenenando con micropl¨¢sticos los oc¨¦anos y a sus habitantes, que son algunos de nuestros alimentos m¨¢s preciados y saludables.
Pero Baekeland no era el t¨ªpico cient¨ªfico chalado del que siempre ha disfrutado la ficci¨®n, desde Mary Shelley hasta Breaking Bad. Era un estupendo qu¨ªmico que, ya en 1899, ocho a?os antes de inventar los pl¨¢sticos, hab¨ªa creado el primer papel fotogr¨¢fico lo bastante vers¨¢til (?se pod¨ªa revelar con luz artificial!) como para triunfar entre el p¨²blico, y oblig¨® a George Eastman a palmar un mill¨®n de d¨®lares por los derechos de la patente. Lo de cobrar por usar las neuronas no es tan nuevo como creen en Silicon Valley.
El precedente de los pl¨¢sticos que ahora nos abruman es la goma laca, que se menciona en el Mahabh¨¢rata (siglo III antes de Cristo) y seguramente se remonta mucho m¨¢s atr¨¢s. Es una resina obtenida del gusano de la laca (Laccifer lacca), end¨¦mico de Indonesia. Se usa a¨²n para mil cosas, desde la encapsulaci¨®n de medicamentos hasta el embellecimiento de manzanas, y es el popular aditivo alimentario E904, que puede ver en las etiquetas de los alimentos cualquiera que se lleve un microscopio al s¨²per. Los veganos lo evitan, al ser de un gusano. Tal vez, entonces, deber¨ªan adorar a Leo Baekeland, que en 1905 se sent¨® en su laboratorio a ver c¨®mo el ingenio humano pod¨ªa superar a la goma laca, y al Mahabh¨¢rata si se pon¨ªa por delante.
As¨ª fue como obtuvo la baquelita, el primer pl¨¢stico de la historia. Y as¨ª fue como los primeros discos de gram¨®fono, que eran de goma laca, se transformaron en los posteriores soportes de baquelita y vinilo. Los alimentos tambi¨¦n se envuelven ahora en pl¨¢sticos, para relajaci¨®n de veganos y desasosiego de todos los dem¨¢s.
Pero no disparen a Leo Baekeland. La culpa de las toneladas de pl¨¢sticos de un solo uso que est¨¢n emponzo?ando los oc¨¦anos no es de ese qu¨ªmico innovador, sino nuestra, de los usuarios que seguimos utilizando la bolsita y el tenedor, el t¨¢per de la comida precocinada y el resto del cat¨¢logo de productos innecesarios y da?inos que nos empe?amos en consumir a diario sin ninguna raz¨®n convincente. Este es un buen momento para reflexionar sobre esto.
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