Una decisi¨®n valiente
El Papa intenta observar la realidad hist¨®rica en la que se debate hoy la Iglesia, en lugar de dejarse aprisionar por cuestiones teol¨®gicas
Desde hac¨ªa tiempo se hablaba, en una parte con esperanza y con temor en la otra, de la posibilidad de que se abriera una brecha en la ordenaci¨®n sacerdotal de hombres casados (denominados en lat¨ªn eclesi¨¢stico viri probati, es decir, cuya vida haya demostrado su madurez), y parece que por fin el momento se acerca, aunque la medida afectar¨ªa, para empezar, a una zona de frontera tan extrema como la Amazon¨ªa, un enorme territorio riqu¨ªsimo desde el punto de vista ecol¨®gico y desgraciadamente en peligro por la explotaci¨®n salvaje, y sobre el que tratar¨¢ el pr¨®ximo s¨ªnodo, cuyo documento preparatorio ¡ªllamado instrumentum laboris¡ª ya ha sido presentado en el Vaticano.
Se trata, sin lugar a dudas, de una decisi¨®n valiente del papa Francisco, que a menudo intenta observar la realidad hist¨®rica en la que se debate hoy la Iglesia, en lugar de dejarse aprisionar por cuestiones teol¨®gicas, que son solo te¨®ricas y, por lo tanto, est¨¦riles, de modo que hay que leer esta decisi¨®n como una apertura positiva. Incluso algo m¨¢s; es decir, una respuesta impl¨ªcita al devastador esc¨¢ndalo de los abusos sexuales y la marginaci¨®n de las mujeres en la Iglesia, a pesar de todos los llamamientos y los esfuerzos que se est¨¢n haciendo. Afirmar que una esposa puede ayudar a un sacerdote a vivir su misi¨®n, significa de hecho reconocer a las mujeres capacidad de acogida, de caridad, de entusiasmo, dimensiones que pueden sostener y animar a un hombre que vive la misi¨®n cristiana en circunstancias tan dif¨ªciles como las de la Amazon¨ªa.
Y est¨¢ claro que esta decisi¨®n, igual que la entrada en la Iglesia, decidida por el papa Benedicto XVI, de ministros anglicanos casados y admitidos al sacerdocio cat¨®lico, puede ser el preludio de algo m¨¢s amplio, es decir, de la posibilidad de que los hombres casados puedan ser ordenados sacerdotes, despu¨¦s de casi cinco mil a?os de lucha de la Iglesia para erradicar esta costumbre, que hace siglos estaba muy extendida.
Se trata de una decisi¨®n ligada tambi¨¦n, y no de forma secundaria, a la batalla contra el clericalismo que con tanto valor est¨¢ combatiendo el papa Francisco. Y esto por una raz¨®n muy sencilla: la severidad al afirmar y recalcar que, en la historia, el celibato eclesi¨¢stico ha ido a la par con una especie de glorificaci¨®n del clero, cuyo estatus se alejaba cada vez m¨¢s del de los fieles comunes. Y la imagen del sacerdote santo, del que nunca se pod¨ªa pensar mal, y menos a¨²n en lo referente a las transgresiones sexuales, ha contribuido en gran medida a difundir la costumbre de ocultar los abusos.
Quiz¨¢ ahora estemos empezando de nuevo. Con mayor humildad y menos pretensiones de santidad idealizada para los sacerdotes, a los que se pide sobre todo capacidad humana de aut¨¦ntica apertura hacia los dem¨¢s y, naturalmente, hacia Dios. Y esto es lo que los cristianos llaman caridad.
Lucetta Scaraffia es experta en historia de la Iglesia y la mujer
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